sábado, 4 de diciembre de 2010

HOMBRES DE BUENA MADERA - "EL GRAN BELLOTA" - PEDRO BERNARDO ESCOBEDO LUNA - EN EL DÍA DE SU NATALICIO - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)

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EL GRAN BELLOTA
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Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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'Ya va amaneciendo y siguen trinando las guitarras chiquianas bajo la luz de un candil mortecino que se filtra al corazón por las grietas del alma...'
Nalo A.B

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Chiquián de noche
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En las casas solariegas los bardos esperan impacientes la noche. Pronto se llenarán de bríos cuando aparezca la Luna, su fiel celestina que los sumerge en un puquial de trinos, chinguirito, voz y sentimiento. De amor y desamor en su abrigado refugio de la esquina de Alfonso Ugarte con Dos de mayo. Son los reflejos del espíritu que brotan como agua clara de manantial.
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Su nombre, ¡todos lo recuerdan!... fue el rincón más preciado de la guitarra chiquiana que cautivó a generaciones enteras... es la cantina de 'Penco', lugar de la emoción compartida, la ternura, del chilcano de pisco con Canada Dry / Ginger Ale y del canto seductor, como no hay dos.
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Cantina "Penco"
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Cálido entablado, estante y mostrador de eucalipto donde una teterita en destartalado primus eructa aroma a huamanripa y cáscarita dulce de naranjita 'Huando'. Ahí están los trovadores encabezados por PEDRO BERNARDO ESCOBEDO LUNA 'Bellota', él viste de negro, pero es un ángel blanco del trino amable y la voz potente. A su costado está sonriente Cañita (Calixto Palacios Carrillo). Sus manos son palomas volando por los trastes de las guitarras que guardan tantos secretos en sus cajas de resonancia. Son voces de un pueblo generoso y puro como su cielo azul.
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Vivencias de amor, melancolía y añoranza; de esperanza y de sueños truncos que se pierden en la lejanía. También son la voz sentida del corazón andino. Ellos combatieron con su canto en duras batallas por conservar intacta nuestra identidad, portando como armas de paz: fusiles de cuerdas con sus cananas en el pecho cual pentagramas de huaynos ancashinos, tangos y música criolla de todos los tiempos. Son hombres de jora y trigo que hoy laten en cada nota. Solamente sus guitarras enmudecían cuando una warmi se aparecía en la cantina shilpi en mano...
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Escuché cantar valsecitos salerosos y tocar guitarra a Bellota de 1958 a 1967. Él solía visitar nuestra casa de Jircán, donde aún conservamos los instrumentos musicales que tocaron los bardos de antaño.
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Cada vez que ascendíamos a la puna en carnavales, nos acompañaba con los ecos nostálgicos de su corazón sensible. Bellota tocaba la guitarra con alma de artesano que ama su obra de fino acabado, cuyos trinos sonoros se instalaban en nuestros corazones como los tibios rayos del sol tupucanchino. Desde ese entonces se convirtió en uno de mis amigos más queridos.
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Pampa de Lampas y el glaciar Tucu Chira
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La inmensa meseta chiquiana que escuchó su canto y prolongó su eco hasta el Tucu Chira con el viento a su favor, fue la secreta armonía entre la Pampa de Lampas y el trovador. Es que hay en la Puna una frescura que arrulla el corazón, aún cuando tenga metida una dolorosa hualanca entre ventrículo y ventrículo.
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Recuerdo que tomaba la guitarra y lo llevaba a su pecho con delicadeza. Uno tenía que cerrar los ojos para ver desfilar los parajes altoandinos por los párpados y sentir las gotas de lluvia jugando con las acrobáticas notas del viento en los pajonales.
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Antigua tienda de don Arcadio Rivera
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Verlo tocar y cantar en la tienda de nuestro recordado paisano León Arcadio Rivera (Esquina de Leoncio Prado con Dos de Mayo), junto al maestro aijino Jacinto Palacios Zaragoza y los hermanos Shacui y Puco (José y Apolinario Montoro Ramírez), era penetrar en un mundo mágico donde las resonantes cuerdas y las fuertes voces trataban de alcanzar la cúspide del Yerupajá, como si salieran corriendo emociones no sólo desde las cuerdas bucales, sino también de las guitarras con armonía suprema.
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BERNARDO ESCOBEDO es el registro vivo del trovador por naturaleza. Hace un tiempo charlando con mi papá me decía con nostalgia, que cuando Bellota se ponía sentimental, sus amigos no sabían si era su guitarra o él quien sollozaba, o ambos a la vez, como aquel saucecito que llora savia en el silencio de la noche porque el río lo acaricia sin detener su curso. Es decir, las cuerdas gemían tensas, en vez de trinar. Es que Bellota bebió desde chiuchi en las fuentes de la guitarra chiquiana y luego absorbió en Lima la inagotable inspiración de los grandes bohemios del criollismo, rasgando la segunda a la medianoche y punteando la prima en el alba.
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Hace dos décadas me comentó don Pedro Loarte Cano, en el cahuidista barrio oropuquino, que el singular talento y la inspiración de Bellota creció rápido, gracias a la curiosidad de escuchar y aprender de los viejos trovadores de hana barrio. La improvisación era su característica. Estrofas desconocidas para los oyentes brotaban como interminables cascadas de sus labios. A su manera, él sabía barajar las cartas de la vida y salir airoso con versos nuevos que invitaban a recordar un acontecimiento. Los aplausos no se dejaban esperar, junto al grito de entusiasmo ¡otro chinguirito por favor!.
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Cada vez que visito Chiquián, me acercó al rincón de la sala donde Bellota deleitaba a la familia con su arte, y vienen a mi memoria gratos recuerdos de sus pícaras inspiraciones como:
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'Mi amor,
te espero a las siete donde termina el pueblo
y comienza Cochapata,
en cuyas faldas te amaré bajo la Luna.
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Ven palomita con tu blusita a punto de reventar,
que el potrero nos espera perfumado de alfalfita...'
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Sana galantería provinciana, símbolo del canto pícaro que no tiene parangón, en el tiempo ni en el espacio.
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Bellota: voz y guitarra chiquiana
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El 4 de diciembre de 1922 el Gran Bellota vio la luz primera en Chiquián, y aún cuando su corazón dejó de latir en el Callejón de Huaylas, en el sismo del 31 de mayo de 1970, con apenas 48 años de edad, su arte sobrevivirá todos los terremotos, porque siempre fue joven de espíritu y de ánimo, en su fervor y en ese acento chiquiano donde palpita la emoción de pueblo.
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Huaraz, 4 de diciembre de 1994
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Chiquián
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