viernes, 29 de enero de 2010

¿LOBO ESTÁS? - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)

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¿LOBO ESTÁS?

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

Hace unos años visité "Espejito del cielo" en la fiesta patronal. Fue la noche de la Salva, cuando parado de poncho y sombrero bajo un alero, escuché conversar a dos mujeres que se detuvieron en la esquina de mi cuadra.



Ambas estaban con abrigo y cubrían sus cabellos y rostro con un chal. Solamente los ojos se les veía. Acá el diálogo:

-¿Ves la casa que está iluminada?.

-Sí.

Recuerdo que a las 7 de la noche de un sábado de julio fui a prestarme un disfraz de Caperucita para una velada. Tenía 15 años, han pasado 25 y todo viene a mi mente como si fuera hoy.

-¿Qué pasó?, estás temblando...

-No me hagas caso, fueron cosas de chiquillos.

-Cuéntame, para que te sientas más tranquila.

-Tú sabes, en aquellos tiempos éramos inocentes.

-Sí, claro.

-Resulta que no encontré a mi amigo Cañita y mientras lo esperaba para que me preste el disfraz, me puse a jugar al lobo estás con los niños de su barrio...

-No te quedes callada, sigues temblando.

-Cómo se ha ido el tiempo amiga y ahora al pasar por esta esquina viene a mi mente lo que ocurrió. Tú sabes, retorno después de muchos años y los recuerdos llegan y me agobian.

-Anda, cuéntamelo todo y te sentirás mejor.

-Recuerdo que estaba buscando un escondite bajo un camión, cuando un niño abrió la puerta de la caseta y me pidió con señas que me esconda allí, acepté y nos quedamos agachados, escuchando los pasos del lobo.

-Mejor otro día te sigo contando, vamos a llegar tarde a la casa de la Estandarte.

-Sé lo que te digo, cuéntamelo o seguirás sufriendo.

-Bueno, pasaban los segundos y el estar tan pegaditos me puso nerviosa, sobre todo sabiendo que era un niño travieso que se paraba en la esquina de las raspadillas viendo pasar a las colegialas, cuando de un momento a otro sentí su aliento en mi boca y un no sé qué, hizo que lo besara...

La risa de ambas me causó gracia y no tuve más remedio que morderme los labios para no delatarme. Cerré los ojos y vi pasar por mi mente imágenes de mi infancia, mientras escuchaba:

-Entonces empezó a acariciarme y yo a él. No te imaginas lo que sentí, todo me dada vueltas. Luego de unos minutos me aparté como un resorte, quise abotonar mi blusa y mi falda, pero los botones se habían caído; felizmente me prestó su casaca, bajé de la caseta del camión y me fui. Desde aquel entonces, cada vez que lo veía me ponía roja. Pasó el tiempo y no lo volví a ver. Ahora solo me quedan su pequeña casaca y este recuerdo que me acompaña como una sombra...


.Chiquián
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