martes, 13 de enero de 2009

NIEVES ALVARADO ALDAVE

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

CHIQUIÁN CULTURA
Premio: Música e Intérpretes




Vio la luz primera en Chiquián “Espejito del cielo”, el viernes 5 de mayo de 1961, en el hogar de sus padres Alejandro Alvarado Barrenechea y Josefina Aldave Montoro de Alvarado. Desde muy pequeña vivió rodeada de música vernacular, gracias a su abuelo Florentino Aldave Calderón, pionero de las bandas de músicos de la región y a sus hermanos Carlos, Arturo, Juvilio, Paco y Alejandro, quienes junto a ella se impregnaron de las dulces melodías chiquianas. Fue así que entre instrumentos de cuerda, viento y percusión surgió luminosa su vena musical.

Desde que su tío, el maestro Alejandro Aldave Montoro, consumado arpista nacional y su esposa Amina Rayo, virtuosa de la mandolina chiquiana, guiaron sus primeros pasos por el duro camino del cantar provinciano que la llevaron a debutar con resonante éxito a sus cortos 7 años con la canción “La Pampa y la Puna” del compositor trujillano Carlos Valderrama, ha pasado mucha agua bajo el puente del Aynín; y hoy, ya no es más la niña vestida de alondra que cantaba por instinto como las aves canoras; ahora sus canciones son escritas para una mujer y cantadas para una gran mujer, dotada de una prodigiosa voz donde el amor por nuestra tierra, a la madre ausente y a la casa que espera el retorno de los que la habitaron, se reviste de una aureola poética con una naturalidad sin par, mientras lo telúrico se pone al alcance de la mano por más lejos que estemos del lar natal.

Cada vez que la escuchamos en un recital encorchado de acústica o en un concierto al aire libre, su canto es un mosaico de culturas, de colores y de aromas de nuestro amado Perú; es decir, un encuentro con todo lo nuestro, rasgo que caracteriza su estilo particular, lleno de palabras de pueblo, entrelazados por una música henchida de peruanidad; por eso es que sus canciones calan hondo en el alma colectiva, lejos de los sonidos electrónicos de un reproductor, porque prefiere rodearse en vivo y directo de instrumentos con raíces profundas, como nuestros amigos de “Ritmo Andino de Huasta”, excelente conjunto con el que nos viene regalando su bello canto, cumpliendo con devoción los consejos de sus maestras de aula María Aldave de Alva y Teófila Romero de Alvarado, descubridoras de su talento natural.

Nieves es el ejemplo vivo de la mujer emprendedora que sueña con nuestra música vibrando fuerte más allá de las fronteras nacionales; pero en ese andar, no siempre el camino está cubierto de rosas, sino también de espinas que no faltan cuando el éxito asoma. Ella sabe que solamente con sacrificio y entrega se saborea el aplauso del público y se elevan las alas de su canto como la voz de Chiquián, sin dejar de ser solidaria con sus compañeros de arte, como da fe su rostro impreso en los carteles domingueros que se exhiben en cuanto lugar late el corazón del ande.

Dicen que atrapar el presente y mantenerlo floreciendo es una quimera, pero siempre hay alguien que lo consigue. Y si es una cantante, se dice que tiene un público cautivo, justo es lo que ha hecho Nieves, nuestra novia del Huayhuash con sus álbumes discográficos que desde su primera producción en 1997 palpitan cada vez con más fuerza en todos los hogares que aman nuestra música y nuestro canto. Sin lugar a dudas un ser humano nacido para cantar, pero también esforzándose día a día en el estudio para escalar peldaños en su noble labor educadora.