miércoles, 3 de noviembre de 2021

HUARAZ PARAÍSO NATURAL - ESCRIBE MAGISTER WALTER A. VIDAL TARAZONA

 

 

HUARAZ PARAÍSO NATURAL

 Mag. Walter A. Vidal Tarazona

“Estamos en un titánic. En un mundo conducido por la ciencia, la tecnología,el mercado y el beneficio, motores poderosos; pero le falta la ética, que es la única que tiene unabrújula”.  Edgar Morin. 


Introducción

Víctor Ramos Guardia - gran médico a quien los huaracinos han querido perennizarlo designando al Hospital de Belén con su nombre - decía “vivimos en un paraíso que nosotros mismos ignoramos” (De: Queymi Nº 24. INC-Ancash, 1983). 

Sin duda Huaraz era un paraíso natural. Pero, hoy, sinceramente diga ¿Vivimos en un paraíso? Por qué no, si Huaraz es tierra de encantos y belleza sin par.   

Los tres elementos básicos que todo lugar terrenal necesita, algo así como requisitos, para ser evaluado en términos de merecimientos para ser un paraíso son: la naturaleza, la cultura y la interrelación entre cultura y naturaleza. El primer elemento, creación o evolución (poco importa para el caso), excluye la acción del hombre; el segundo elemento, cultura, como producto del esfuerzo humano, es creación del hombre, no en la nada, por cierto, sino, en la naturaleza y como parte de ella; y, en tercer lugar, la interrelación entre naturaleza y hombre, que es factor gravitante en la conservación y transformación de la naturaleza.

Ha sido necesaria la pequeña introducción para plantear que Huaraz (paraíso natural) es un sueño que se aleja, cada vez más y más; y no por culpa de la Naturaleza, que, en este lugar de la Tierra, es singularmente hermosa, casi inmarcesible por sí. Este alejamiento es por obra y gracia del Hombre. Analicemos cada uno de los tres elementos.


La Naturaleza.

Huaraz, como naturaleza, además de generosa, es encantadora, como muy pocos lugares en el mundo. El azul de su cielo, distinguido no en vano como “azul huaracino”, y sus celajes, reflejados en sus risueñas lagunas; la blancura apacible de sus nevados y de las espumas juguetonas de sus cristalinos riachuelos y bullangueros ríos; el verde y sus matices, que primorosos se extienden desde los kiswares e ichus hasta los majestuosos árboles de sus valles; desde donde nace el verde-azul-plomo macizo que enarbola el más alto pico del Perú y uno de los más elevados del mundo.

La fragancia del aire y las yerbas del campo, el aroma de las flores y frutos silvestres, de sus eucaliptos y frutales, hacen posible, realmente, un paraíso, donde las aves más hermosas y los pajaritos más lindos surcan el espacio y cantan en los árboles y en las rocas, donde las tzacuas, las vizcachas, los venados y muchas otras criaturas salvajes han hecho su dulce hogar.

¡Qué es todo esto, sino un paraíso natural! Con razón este hermoso pedacito de la Tierra, llamado Parque Nacional Huascarán, con sus siete zonas de vida, donde están casi todos los paisajes y microclimas del Mundo, fue declarado Patrimonio de la Humanidad.

Un verdadero mosaico de diversos tipos de vegetación ligados estrechamente entre sí y vinculados a la geografía del lugar y su vida animal. Sin embargo, pues, no sólo las tzacuas, las vizcachas, los venados y las otras criaturas salvajes han sido puestos en ese “paraíso”. También el hombre, creación o evolución (poco interesa para el caso), racional, a diferencia de sus “hermanos” animales (Francisco de Asís), acompañado de su milenaria experiencia (civilización), está allí, en el “paraíso”, gravitando enormemente en su conservación y transformación.

 

Vista desde Macashca -Foto W.V.T.

 

Vista desde la bajada a Chavín -Foto W.V.T.

 

Conococha -Foto W.V.T.

La Cultura.

En un principio, el hombre fue amigable con la naturaleza, tal vez por temor; hasta diríamos que estuvo sometido por mucho tiempo a ella, por amor como fue el caso del imperio incásico que la adoró (Mama Pacha). Pero tan pronto como fue “civilizándose”, el hombre, cambió su conducta con la naturaleza; hoy día, pese a su racionalidad, resulta ser el animal más cruel y pernicioso, no sólo con la naturaleza, sino, también con los animales, muchos en extinción. 

¿Cuándo el hombre decidió someter a la naturaleza a sus caprichos, olvidándose del poeta salmista que cantaba “[…] los mansos heredarán la tierra/ Y se recrearán con abundancia de paz” (37:11)?

Vivimos tiempos de grandes cambios, de avances en la ciencia y la tecnología, a los cuales el hombre se ha puesto a su servicio con toda su cultura, es decir, con todo ese conjunto de patrones (prácticas, obras, costumbres, reglas, creencias, conductas, códigos, modelos de gobierno, etc) con los cuales la sociedad regula el comportamiento de las personas que la conforman. Cuán lejos está, sin embargo, esta cultura de hoy, servil al pragmatismo (competencia, desprecio por la vida), del concepto de cultura que UNESCO planteaba 1982: “[…] la cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden” (UNESCO. Declaración de México, 1982). 

Desamparado por su lucidez, hoy, el hombre, se ha puesto a adorar la sensualidad, el egoísmo, la competencia; se ha olvidado de otros conocimientos más humanos, como la axiología, la teleología, la moral y otras armas que posee la filosofía y la educación. Edgar Morin en su “Siete saberes necesarios a la educación del futuro” (2007: 87) escribe: “La comunicación triunfa; el planeta está atravesado por redes, faxes, teléfonos celulares, módems, Internet. Y sin embargo, la incomprensión sigue siendo general. Sin duda hay grandes, múltiples progresos de la comprensión, pero los progresos de la incomprensión parecen aún más grandes.” 

Decíamos también en nuestro Aspectos teóricos para un estudio curricular (2008: 49): “la falta de la comprensión humana por parte de la educación de nuestro tiempo está conduciendo a la población del mundo al deterioro de la calidad humana en términos de valores […]” Hemos llegamos a la primera década del tercer milenio sin comprender aún ¿quiénes somos?, ¿dónde estamos?, ¿de dónde venimos?, ¿a dónde vamos?; y, sobre todo, sin muchas esperanzas para mejorar nuestra conducta con el medio ambiente. 

A pesar de las advertencias de los sabios sobre los peligros del calentamiento global para nuestra vida, nuestra cultura sigue sin comprender este problema. La Cumbre de Copenhague de diciembre del 2009, para limitar las emisiones de gases de efecto invernadero, no a partir de ahora, que sería lo humano y lógico, sino, para el periodo entre 2012 y 2020, se perdió en enfrentamientos y discursos. Barack Obama, presidente de EE.UU señaló que la amenaza del cambio climático aumenta, que los países desarrollados que han causado tanto daño tienen la responsabilidad de ser líderes, que los países en desarrollo y de rápido crecimiento que producirán casi todo el aumento en las emisiones mundiales de carbono en las próximas décadas también deben poner de su parte, etc, etc. Hu Jintao, presidente de China, dijo que su país intentará la reducción de emisiones de CO2 para 2020 con respecto al nivel de 2005 y desarrollará energía renovable y nuclear y bla, bla, bla.  India, uno de los mayores emisores entre los países en vías de desarrollo, no estaba dispuesto a firmar objetivos vinculantes de reducción de emisiones “para combatir un problema –decía su ministro de medio ambiente- que crearon los países ricos”. Leía a una periodista de la especialidad, en “El Comercio”, que decía que tal vez si esta cumbre hubiese tenido por sede algún lugar en las faldas del Huascarán habría sido otro el resultado (seguramente al ver que se están derritiendo los nevados y que Pastoruri ya no existe). Creemos que peca de optimismo. Sabemos que el Perú está entre los cinco países más afectados por el calentamiento global y apenas su emisión está por 0.4% del total emitido (EEUU y China emiten el 41%).  

Si nuestras autoridades centrales, regionales y locales ignoran este problema, es porque hay mediocridad en algunas esferas gubernamentales. No necesitamos mayor análisis, de más hechos y fenómenos, para llegar a la conclusión que nuestra cultura es indiferente con el estado deplorable de la naturaleza. 

Si a nivel global esta cultura es, como acabamos de calificar (con honrosas excepciones de segmentos culturales en algunos puntos terrestres como Finlandia y otros europeos), a nivel de Huaraz, ella no es menos adversa frente a su “paraíso natural”. Las autoridades, quienes deben de velar por la conservación del ambiente en general, están más interesados en trabajos visibles como grandes edificaciones, parques, a fin de asegurarse la re elección; las instituciones educativas, convertidas en instituciones de instrucción y adiestramiento, no están preocupadas en el desarrollo pleno del ser humano ni en su formación integral; la población en general ignora o “prefiere ignorar” lo que está sucediendo con el medio ambiente; el campesino pobre y los marginados en la ciudad, que son los que más están expuestos al aire contaminado de las mineras, de los vehículos de transporte que emiten C02, del basural cerca de sus narices (Quillcay), no tienen la educación adecuada porque ésta jamás fue incluyente. 

Para concluir con el tema de la cultura frente a la naturaleza, es significativo referirnos a la reciente información que nos ha llegado, como la maravilla de la ciencia en miniatura (nano ciencia), de un dispositivo -“el médico más pequeño del mundo” dice el cable- que viaja por el interior del cuerpo, rastreando enfermedades y administrando medicamentos en órganos específicos. La pregunta es : ¿Y para la salud del planeta, qué avances tiene la ciencia?. La ciencia sólo nos dice que el calentamiento global es una realidad, que estos cambios climáticos son el resultado de las actividades antropogénicas; pero su tecnología no hace nada rápido para curar la salud de la Tierra. ¡Qué egoísmo del Hombre, por Dios! Pero falla el Hombre esta vez, porque su salud dependerá de la salud de la Tierra, pues hay una interrelación entre Cultura que es su creación y Naturaleza que es su hábitat. 

Interrelación entre Cultura y Naturaleza.

Veamos el caso del ya famoso calentamiento global, para tener una idea de esta interrelación. El 70% de la energía que envía el sol a la Tierra atraviesa la atmósfera para calentar la superficie de nuestro planeta. La tierra calentada devuelve esta energía bajo la forma de radiación infrarroja. Hasta allí todo es natural (es trabajo de la Naturaleza). Pero los gases de efecto invernadero (C02, CH4, etc), que se concentran en la atmósfera, cada día aumenta más, y esto impide que la radiación infrarroja (caliente y tóxica) escape al espacio (fuera de la Tierra). Aquí entra en juego la mano del hombre, es decir su cultura. ¿Por qué? Veamos con calma, en seguida. El efecto invernadero sigue siendo un fenómeno natural, importante para la vida en la Tierra, pero resulta que a partir básicamente de 1900 la intensificación de las concentraciones de estos gases, al impedir que escape al espacio las radiaciones infrarrojas, está produciendo el calentamiento global (de todo el globo terrestre). Ahora bien, el aumento de la concentración de los gases de efecto invernadero se debe al uso de la energía en centrales termoeléctricas, industrias (de las mineras en Huaraz por ejemplo), circulación de vehículos, basurales, hasta el humo del cigarrillo, todo aquello que libera gases que suben a la atmósfera a impedir que el planeta se libere de sus rayos infrarrojos. 

Este caso, es sólo un aspecto de la cultura que ha puesto al borde de la guerra la relación (que debía ser amistosa) entre la Naturaleza y el Hombre. Hay otras atrocidades que están causando daño a la naturaleza. Ellas son, a nivel global, por ejemplo, el adelgazamiento de la capa de ozono, cambio climático, desertización; otras más selectivas a nivel local, como contaminación (ver nuestro artículo sobre el río Paria en “La Primera”, 22/9/08). 

¿Habrá una respuesta natural, es decir de la Naturaleza, a todas estas majaderías y daños que el Hombre ha emprendido contra ella desde hace varios siglos atrás?¿Habrá otro aluvión como predicen muchos estudiosos?¿tuvo que ver el terremoto del 70 con las constantes explosiones (experimentos del hombre buscando supremacía y poder) nucleares en el Océano Pacífico?

 

Riachuelo de Paria - Huaraz -Foto W.V.T.

 Algunas respuestas a modo de conclusiones.

Dejemos, para finalizar, opinar a los expertos con mayor conocimiento del asunto. María Elizabeth Morales, investigadora graduada en la UNI, en un excelente artículo (“Cambios Climáticos…, en Actualidad Universitaria-UNAC) sostiene que las actividades económicas cambiaron el equilibrio de los gases que forman la atmósfera ocasionando el aumento de la temperatura promedio de la superficie de la Tierra, fenómeno que causa la fusión de porciones del hielo polar; por consiguiente –dice- el nivel del mar sufrió un aumento de 4 a 8 pulgadas en el siglo pasado, y se estima que seguirá aumentando; añade que la magnitud y frecuencia de las lluvias también han aumentado, debido a un incremento en la evaporación de los cuerpos de aguas superficiales ocasionado por el aumento de la temperatura. 

Walter Vergara, ingeniero principal del Departamento de Desarrollo Ambiental para A. L y el Caribe del BM (Entrevista. “El Comercio”, 31 de enero del 2009), sostiene que el ecosistema de montaña se calentará mucho más rápido que como se está calentando el planeta en promedio; que “La Cordillera Blanca en algún momento no será blanca y posiblemente el proceso sea irreversible, quedarán remanentes pequeños de glaciares cuando se estabilice la temperatura”. Añade el especialista del BM, que el agua para las ciudades de altura será difícil de obtener. Leíamos en la clásica revista “Atalaya” -que llega gratis siempre y cuando acudimos a la puerta y mostramos algún gesto de asentimiento a lo que nos “predican” las damas de los Testigos de Jehová- una gran verdad archiconocida: Nuestro planeta tiene “fiebre” ¿Será posible detenerla? Sí, pues, la revolución industrial modificó la relación entre el Hombre y la Tierra, la cultura empezó a desarrollarse en base a la ciencia, tecnología, mercado, valor del dinero y fue perdiendo la ética como “brújula” de sus actos, mientras que la naturaleza empieza a sufrir los embates de esta moral de la libertad económica. 

Esta interrelación, cultura-naturaleza, de continuar sin modificarse, nos dice mucho de lo que sucederá con nuestro planeta, en particular con nuestro “paraíso natural”.

Triste, enfermo y, encima, la pobreza. 

La misión fundamental del desarrollo es eliminar la pobreza. En las naciones desarrolladas el consumo medio per cápita, en los últimos treinta años, ha aumentado en términos reales, por tanto, la esperanza de vida también se ha incrementado. Si estos incrementos se distribuyeran con equidad, gran parte de la indigencia mundial se habría eliminado; pero no, por el contrario, casi la cuarta parte de la humanidad sigue viviendo en pobreza extrema, con un ingreso de de USD 3,20 al día, en los países de ingreso mediano bajo, mientras que USD 5,50 al día en los países de ingreso mediano alto (casi el 50% de la población mundial), según lo señalado por el Banco Mundial (BM)en su último informe bienal (La pobreza y la prosperidad compartida 2018: Armando el rompecabezas de la pobreza). 

El problema es grave, porque el impacto en la salud recae y se concentra en la población pobre y el medio ambiente. Los efectos de la contaminación en locales cerrados se concentran en los pobres. "La pobreza se ha convertido en causa y efecto de la degradación ambiental. El quehacer económico y el ordenamiento ambiental son aspectos complementarios de un mismo programa. De modo que, el crecimiento económico es esencial para disminuir la pobreza. Los efectos negativos causados por este crecimiento, afortunadamente, pueden reducirse si se destinan los recursos para lograr una mejor ordenación del medio. 

Para los pobres la gestión ambiental no debe ser una lejana opción en sus vidas, sino un elemento inmerso en la agenda social de desarrollo. En consecuencia, es importante elaborar propuestas que incluyan el componente “verde”; pero fundamentalmente, eliminar la pobreza debe ser el compromiso prioritario de los próximos gobiernos: todos tenemos derechos a disfrutar de un ambiente ecológico saludable y adecuado para la vida. Hoy cuidemos la naturaleza, mañana puede ser tarde.