LLAMELLÍN, RAIMONDI Y P. NONNI
Walter Vidal Tarazona
Giovani Antonio Raimondi Dell’Acqua, que ayer no más, 19 de setiembre, habría cumplido 197 años, llegó a Perú en 1850, cuando todo el país celebraba el aniversario patrio. El único ser viviente que lo recibió fue una higuerilla silvestre de los suburbios de Lima. Él no trajo ningún título académico de su país de origen: al parecer, ni siquiera estaba graduado. Pero nos trajo su amor a la naturaleza, y, en particular, su amor al Perú, aún sin conocerlo. Con su arribo se hizo, recién, realidad su más preciado sueño de joven.
Diez años después, ya lo encontraremos recorriendo buena parte del Perú. Cuando estuvo en Ancash se enamoró, también, de una hermosa huaracina. Se casó con ella, con Adelita Loli, y tuvo tres hijos. Llegó a Llamellín, sin imaginarse que esa fértil tierra colorada, que estaba pisando, iba a ser suya; y lo fue, pero ya como “Provincia de Antonio Raimondi”. Por eso, sin mencionar primero al más auténtico peruanista que legó su nombre a nuestra joven provincia, no podemos referirnos al entonces distrito de Llamellín, que, un 26 de octubre del año 1964 se convierte en PROVINCIA con el excelente nombre que ya hemos indicado.
El sabio milanés no regresó más a su país. Se quedó en el Perú, país que admiró y amó desde niño. En particular, el ecosistema de Ancash lo sedujo; pues, veía, en este suelo ancashino, la “síntesis del mundo”.
Raimondi sabía que el naturalista se forma en el permanente contacto con la Naturaleza (no encerrado en el laboratorio); sin embargo, pronto se hizo conocido también en el mundo académico, básicamente por su talento y dedicación a la investigación. El Rector de la UNMSM, Dr. Gregorio Paz Soldán, le concede el grado de Doctor en Ciencias Naturales. En 1875 es Profesor Honoris Causa de la Facultad de Medicina de la UNMSM, otorgado por el presidente de la república M. Pardo. Su gran capacidad de percepción, su aptitud para descubrir, analizar, sintetizar los hechos estudiados, más el esfuerzo sobrehumano que desplegó en ello, fueron suficientes elementos para construir sus conocimientos.
El Perú hizo justicia, con el sabio peruanista, al designar, en homenaje póstumo, precisamente en el aniversario de su muerte, ocurrida el 26 de octubre de 1890 en San Pedro de Lloc, con su honorable nombre, a una de sus provincias, por la que el sabio sintió especial simpatía. Así fue como a los 74 años de su partida a la eternidad, en 1964, se hizo justicia, tal vez no al grado de su merecimiento (un departamento o una región del país debería llevar su nombre), pero muy honroso para nosotros de la colorada tierra, hoy raimondina.
Trascurrieron ya 131 años de la muerte de Raimondi, 57 años de vida como provincia del antiguo distrito de Llamellin y ya casi 6 años de la muerte del R. P. Jorge Nonni. Tres hechos que han cincelado el acontecer histórico de aquel pueblo raimondino, y pervivirán la alegría y la tristeza, como en el hombre, revueltos, el bien y el mal, el placer y el dolor.
Sin embargo, para el gozo de nuestro pueblo, el cuerpo de Jorge Nonni Mainetti descansa en la iglesia de Llamellín; su alma está en la mente de sus seguidores, en particular en la del dinámico y joven y excelente sacerdote ancashino, P. Raúl, párroco de la iglesia de nuestra tierra; su espíritu no solamente está con Dios, está con todos los católicos que lo conocimos y con el pueblo agradecido de sus virtudes espirituales.
Por eso el P. Nonni como que nos sigue recordando, desde donde está, reflexionar sobre su pensamiento. Aquel pensamiento incrustado en el problema de la fe de nuestro tiempo, el de vivir a espaldas de la espiritualidad, en un mundo donde "Cristo ya no es un ejemplo para seguirlo", un tiempo “donde el dinero es lo único que cuenta” haciendo de la corrupción un camino para enriquecerse con facilidad; en fin, donde la Educación no cuenta, en particular en nuestro país.
Con la autoridad moral y espiritual de dos emblemáticos santos católicos: Bosco que le inspirará su accionar y Asís que le asistirá con el amor, Nonni emprende la gran tarea de construir la felicidad de su segundo suelo: La Provincia de Antonio Raimondi.
Tuve el honor de hacerle una entrevista en la ciudad de Llamellín al excelente sacerdote. A continuación, nos habla el Padre Jorge Nonni:
“[...] Esta ausencia de Dios que vive el hombre también tenía que estar reflejada en Llamellín –nos dice P. Nonni– por eso, cuando yo llegué aquí, la iglesia estaba destruyéndose: El techo de calamina se estaba cayendo. Recuerdo claro que, sobre el piso de tierra, había un lindo retablo de yeso pero muy deteriorado…“Este pueblo era, como muchos pueblitos de la sierra, un lugar donde viven solo niños y viejitos, porque los jóvenes se van a las ciudades grandes. Dentro de mí sentí un gran dolor: Empezar en un lugar que había decaído mucho; en un pueblo que se estaba muriendo porque se van los jóvenes, al no encontrar futuro.”
Un hombre empapado de la problemática humana de su tiempo y lugar, teniendo como principal conocimiento, la fe. Con la filosofía y principios cristianos que jamás dudó ponerlos en práctica. Sobre todo, el amor. Por eso nos dice:
"Quedé crucificado entre dos sentimientos: el primero, alejarme de quien o con quien había vivido y aprendido mucho [el P. Ugo de Censi en Chacas]; y, segundo, ver esta [cruda] realidad que se me presentaba por delante” ...
Por eso, cuando llegó la hora de soportar el dolor físico, éste lo atrapará cuando estaba sufriendo -también- aquel dolor inquebrantable de su espíritu: la de estar crucificado a una realidad donde “Dios no cuenta” para nada, lo que se dibuja en el abandono material y espiritual de una Iglesia de un pueblo antiguo y pujante como es Llamellín. Por eso, la muerte es injusta con él: porque tenía por delante muchísimo que hacer.
Si la muerte, para Raimondi, no es el fin, sino que es algo que seguirá continuando, porque –dice el sabio– “Me alienta la dulce esperanza de que continúen mi camino”; para Jorge Nonni es un acabar con un trabajo emprendido, sin esperanzas de su continuidad. Hay una desesperanza vallejiana en su sentimiento, que le hace decir:
“No estoy satisfecho, falta mucho que hacer”.
A lo que Vallejo añadiría:
Y, desgraciadamente,
el dolor crece en el mundo a cada rato,
crece a treinta minutos por segundo, paso a paso,
[...] Crece el mal por razones que ignoramos
[... ] ¿qué hacer?
¡Ah! desgraciadamente, hombres humanos,
hay, hermanos, muchísimo que hacer.
El hecho más cercano, más doloroso y algo así como decepcionante, convive, en la historia de la tierra colorada, con la feliz suerte de ser herederos de un ilustre nombre.
la vida de Jorge Nonni fue un permanente enfrentamiento con el dolor propio y ajeno, lucha que se sustentó en la misión del catolicismo y los principios de Don Bosco: Luchar contra la pobreza, anteponiendo al odio el amor. Siempre con la sonrisa en los labios y las manos abiertas.
Estuvimos cantando “Qanmi Yurag Hostia Kanki”, en la misa que celebró en la Iglesia María Auxiliadora para los raimondinos residentes en Lima, antes de ser abatido por la muerte; él con gran misticismo y dolor reflejado en su rostro, yo con los ojos rebalsando de lágrimas por la impotencia de hacer frente a la injusta muerte que lo acechaba ya sin cesar.