jueves, 2 de septiembre de 2021

2 DE SEPTIEMBRE: DÍA DE LOS PUQUIALES - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)

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EL PUQUIAL

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo) 
 
"Los puquiales brotan del corazón de la cordillera.
Son lágrimas santas que calman la sed de la Tierra".
                           Ernestina Yábar de Calderón 
 
Aquella mañana de enero de 1959 el sol rodaba por los cerros cubiertos de ichu, cactáceas, huamanripa, colahuiru y escorzonera. La noche anterior llegué a Tupucancha para pasar mis vacaciones escolares.

En uno de los corrales de la manada, mi abuelita y dos pastoras ayudaban a Cristina a traer al mundo a su primera cría.

- Es demasiado grande el ternero doña Catita, pobre Cristina, está sufriendo desde la madrugada.

- Ten paciencia Lucinda, todo va a salir bien. Mantén la calma.

Minutos después vino al mundo el hijo de Cristina, concluyendo el parto con la expulsión de la placenta.

- Abuelita ¿y quién es el padre del ternerito?

- Es aquél, hijito -me dijo señalando a un enorme toro negro, y desde ese momento quedó bautizado con el nombre de Leonardo, recordando a un viajero corpulento que conocí en el poblado de Conococha.

Indagando sobre el origen de Leonardo me enteré que mi papá lo había traído del Callejón de Huaylas a fines de la década del cuarenta, para mejorar la raza del ganado vacuno de propiedad de la familia.

Cada mañana íbamos con las reses a una lejana meseta de abundante pasto y agua. Leonardo, como todo buen padre, caminaba feliz a la cabeza del grupo.

Pasó el tiempo y asomó la vejez. Sus años de padrillo (semental) concluyeron, mas no fue sacrificado, gracias al cariño que los pastores le tenían.

Pronto llegó la mañana en que ya no pudo acompañar al grupo, por más que acariciábamos su frente para estimularlo. Entonces mi abuelita decidió mantenerlo pastando por inmediaciones de los corrales. Leonardo se sentía contento durante el día en una pequeña hondonada llena de matas de pasto fresco.

Cierto día de marzo de 1962 visitó Tupucancha mi tío Pablito (Pablo Calderón Anzualdo), a quien le conté lo ocurrido con Leonardo, y esta fue su explicación:

“En dicha hondonada hay un puquial para felicidad de Leonardo, pues ya no tiene que caminar grandes distancias, como lo hacía de joven y adulto, para calmar su sed. La vejez es así, hijito, no solamente en los animales sino también en los seres humanos. Cuando las piernas ya no obedecen y la vista se opaca, las mejores medicinas son: el agua, los alimentos y el afecto al alcance de la mano. Esa es la ley de la vida, del que nadie que llega a viejo se escapa. Muchos comentan que en el África los elefantes tienen sus propios cementerios, pero no es así, lo cierto es que los elefantes y los animales silvestres en general, cuando sienten con mayor intensidad el peso de los años, buscan estar lo más cerca posible de un ojo de agua, de un río o de una laguna, y permanecen por los alrededores hasta el momento final. El agua del puquial donde abreva Leonardo va directamente a la laguna de Conococha, a través de una canaleta que construyeron tus bisabuelos para que no se desperdicie ni ocasione aniegos; ellos siempre mantuvieron limpios los puquiales y los cursos de las aguas. Cuidemos el agua, porque sin ella la Tierra no tendría vida. Te trasmito esta experiencia existencial para que la difundas a las nuevas generaciones, augurándoles una vida feliz en armonía con la Madre Naturaleza.”
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PUQUIAL, también llamado: ojo de agua, manantial, naciente o espejo de agua, es una fuente de vida que fluye del subsuelo, donde late el corazón de la Tierra, nuestro amado hogar.

Los puquiales son muy sensibles a los contaminantes líquidos, sólidos y gaseosos que deterioran sobremanera la calidad del agua haciéndola dañina para la salud y la vida.

Hay puquiales de caudal constante durante los 365 días del año, como los que tributan sus cristalinas aguas a la laguna de Conococha, sobre todo en los meses de menor precipitación (lluvia, granizo, neblina), pero también existen puquiales que se agotan debido a la sobreexplotación o en épocas de grandes sequías.

El proceso natural de eliminación de contaminantes (autodepuración) de las aguas subterráneas es más lenta que la descontaminación de las aguas de superficie, máxime en las altas cumbres donde se produce poca evaporación, lo que no contribuye a la pronta degradación de las bacterias; por tanto, el envenenamiento puede permanecer largos períodos ocasionando daño a los seres vivientes.

De ahí que en este Milenio nos encontramos frente a un nuevo desafío: construir y consolidar una cultura de respeto irrestricto a las leyes de la Naturaleza, en cuyos postulados tenga prevalencia el cuidado del líquido elemento vital; solamente así, como recomienda mi tío Pablito, garantizaremos una vida digna a las generaciones venideras.
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[CONOCOCHA.bmp]
Laguna de Conococha - Chiquián, ANCASH
 
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Tío Pablito y Kristie
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RECUERDOS
 
TÍO PABLITO
 
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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Hace 85 años mi querido tío PABLO CALDERÓN ANZUALDO vio la luz primera en Chiquián.
 
 

 
Parte de su generosa vida, como fuente principal de mi narrativa, discurre en 4 tomos que obran en las bibliotecas de "Espejito del cielo". Hoy, 6 de marzo del 2009, que mi primo Pablín cumple un año más de fructífera existencia, quiero contarles un poquito más sobre su adorado padre.
 

Club Chiquián - Foto: NAB
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Hombre sencillo y noble, pero con la fortaleza del ichu de Sapahuaín que no se amilana ante la escarcha que lo pasma todo con su poncho de hielo. Hermano cariñoso de los aguash de la laguna de Conococha y de los liclish de acrobáticos vuelos que con sus sonoros lic, lic, lic, lic, nos reciben en la Pampa de Lampas.
 
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En el Club Chiquián - Foto: NAB
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Cada vez que en las tertulias sabatinas evocamos en familia los gratos años del ayer, retorno con el pensamiento a Chiquián y siento el sabor de la caña y las tiernas habas que pañaba con mis amigos al amparo de la cómplice luna.
 
 

 
En otras ocasiones cierro los ojos y en mi mente se renueva la vida en las chacras de Ninán; de pronto me veo contemplando el valle del Aynín, junto a tío Pablito, Felipe, mis mamás: Catita, Jeshu y Tina, descansando en los surcos con las fatigadas yuntas y la reja del arado, tan limpia como el alma de los chiuchis del Huayhuash. 
 
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Casa de la familia Calderón Yabar en Chiquián - Foto: Luis Cuadros
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Tío Pablito cada fin de mes visita nuestra tierra, y no lo hace por necesidad de bienes materiales que siempre faltan, sino porque a sus 85 bien llevados años se siente un vigoroso caminante bajo el ulular del viento pampero y un próspero comunero de espigas y trinos en Macpún, tareas a campo abierto que marcaron su infancia y juventud con gotas de lluvia y rayos de sol, dotándole de un espíritu telúrico a prueba de truenos y desarraigo.
 
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Ticllos - Foto: Marco Calderón Ríos
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Recuerdo sus clases ecológicas de enero a marzo en el asomar de los sesentas. Verlo llegar de Ticllos a Tupucancha cabalgando por Gachirajra en dúo con mamá Tina con sus mandolinas en bandolera, ondeando en cada trote de caballo las alforjas azulinas con papas roqueñas, era para Mirtha, Felipe, Durid, Pablín y para mí, días de júbilo, pues en los días que se quedaban nos enseñaban a leer libros y a escuchar con los oídos bien abiertos los mitos y leyendas que nos narraban los pastores. También nos enseñaban a rasgar las duras cuerdas de sus mandolinas viajeras, a cabalgar a pelo y con montura, a truchar, a orar, a curar a las ovejas y al ganado vacuno; pero sobre todo a respetar las leyes de la Naturaleza.
 
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Valle del Aynín - Foto: Marco Calderón Ríos
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Guardo en el arcón de mis recuerdos la vez que trepado en una pirca con mis alas de sacuara y papel cometa, quise volar sobre el río Aynín y rodé en el intento, lastimándome las manos y las rodillas; entonces mamá Tina me dijo: “un día volarás hasta el Sol aunque se te quemen las alas como a Ícaro, y yo, te estaré esperando”. Hoy, cuando meditamos con tío Pablito sobre las palabras de nuestra siempre recordada maestra rural, vemos con más claridad espiritual que la meta no está en la Tierra sino junto a Dios, donde solamente se llega a corazón batiente, aun cuando se nos quiebren las alas en la conquista de los sueños.
 
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Pampa de Lampas y el Tucu Chira - Foto ANI

No olvido el primer relato que escuché de labios de tío Pablito, camino al desolado Recrec, sobre aquel samaritano ciego que sabía de memoria la ruta, pero que prefería andar en las noches sin luna con un candil en la mano para que sus amigos videntes no tropiecen con las piedras del camino. También recuerdo aquella tarde de aguacero y sol en marzo de 1962, en que apareció en el Tucu Chira un bello arcoíris. Tío Pablito, en su afán de desarrollar mis fantasías me relató que en tiempos remotos se desató una fuerte discusión entre los colores. El rojo decía ser el más importante, porque en las guerras corren ríos de sangre. El amarillo se jactaba diciendo que el oro lo compra todo. Los demás colores ponderaron cada cual sus méritos y no se hizo esperar una declaratoria de guerra. Los apus tutelares al contemplar este triste desenlace se pusieron de acuerdo y crearon el arco iris como símbolo de hermandad. Cuando los colores vieron la belleza que juntos irradiaban se sintieron felices y desde entonces nos llenan de embeleso el alma. 
 
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Señor de Conchuyacu - Foto: Luis Cuadros

Cuántas enseñanzas a través del tiempo hemos recibido de su parte: sus hijos, nietos y sobrinos; cuántas caídas de bruces evitamos en nuestras vidas al tomarlos en cuenta cada día. Cito algunos como ejemplo: 'un buen pastor es aquel que con su labor protectora obliga al astuto zorro a buscar otro rebaño donde saciar su hambre'; 'el estudio es la mejor refrigeradora para congelar la ignorancia', 'solamente somos dueños de la felicidad que brindamos a los demás'; 'los días más vacíos son los más pesados de llevar a cuestas', 'bendice al que te daña, porque te hace crecer como ser humano'; 'El cóndor planea en plena tempestad, porque conoce el poder de sus alas', 'no ganan la gloria los que critican desde las palincas, sino los que se juegan la vida en el ruedo'.
 

Cactus de la puna - Foto: ANI

Una mañana de febrero de 1960 tío Pablito me obsequió feliz un hermoso cactus de flor celeste y lo replantamos cerca del puquial. Al atardecer, el pastor Moreno descubrió con asombro la planta. Entonces le comenté sobre el regalo y me llevó a los roquedales de Shajsha en cuya cumbre florecían plantas de ese vistoso color.
 
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Roquedales de la puna - Foto: ANIt
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En vano tratamos de llegar hasta la cima, pero nos contentamos viendo desde una cornisa de granito, que entre dos cactus de flores celestes la tierra estaba removida. Esa mañana al ver el riesgo que corrió tío Pablito por darme unos momentos de dicha, hizo del obsequio algo invalorable. 
 
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