ALGO MÁS SOBRE EL SUSTANTIVO "FESTEJACIÓN"
(Un comentario como en familia)
Por Bernardo Rafael Álvarez
[Unos días atrás, escribí esto en el Facebook: “FESTEJACIÓN. No es una palabra de uso común. La primera vez que la he escuchado ha sido ahora, en la voz de la esposa de Pedro Castillo, el presidente electo del Perú. Podría considerarse correcta ya que proviene de "festejar", como ocurre en el caso de "celebrar" de la que se genera "celebración" (su derivación es gramaticalmente correcta); pero hasta ahora solo se estima como aceptable la expresión "festejo" que es el acto de festejar. Nada hay, sin embargo, que justifique su reprobación, ni mucho menos que quiera cuestionarse su uso por parte de la señora cajamarquina; y más aún: no hay absolutamente justificación para que alguien pretenda burlarse. No ha hecho nada inadmisible. El que esta expresión no figure en el Diccionario académico no la invalida”. Hoy vuelvo sobre el tema.]
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Hace algunas décadas, en una entidad pública pregunté por qué se había dispuesto el archivamiento de un expediente. El interpelado, un señor de apellido rimbombante, se sorprendió: "Esa palabra no existe”, me dijo, refiriéndose a "archivamiento". “Lo que hemos hecho es disponer el archivo del expediente". Medio fastidiado, le sugerí que revisara su diccionario –un “Pequeño Larousse Ilustrado”-, que lo tenía sobre el escritorio; lo hizo, y allí encontró la palabra que yo había expresado: "Archivamiento: Acción y efecto de archivar". Por cierto, yo empleé aquella palabra, solo porque mi sentido común me decía que era correcta (no la había leído en ninguna parte) y estaba seguro de que el "mataburros" me iba a dar la razón y, efectivamente, así ocurrió: salí airoso, pues. Unos años más tarde, cuando yo ya tenía mi propio "Pequeño Larousse Ilustrado" -edición de 1988-, ¡oh, sorpresa!, vi que la palabrita del demonio había desaparecido. ¿Qué habría pasado? Creo que alguien les dijo que en el Diccionario oficial (DLE) no estaba considerada: sin duda, porque la Real Academia de la Lengua (RAE) sabía que ese sustantivo no era de uso común.
Bien. ¿Se dieron cuenta de lo dicho por el señor de apellido rimbombante al que aludí? Claro: dijo que se había dispuesto el “archivo” del expediente. El sustantivo "archivo" como acción y efecto de archivar. Y, bueno, la verdad es que no solo ese señor lo usaba sino prácticamente toda la burocracia estatal, y es obvio que más allá de las fronteras del Perú, en gran número de países, también; por eso es que –como podemos comprobarlo- en el Diccionario académico hasta ahora aparece –no sé desde cuándo- el sustantivo de marras con el significado de acción y efecto de archivar. (Es que, como sabemos, el Diccionario editado por la Real Academia de la Lengua registra los vocablos cuyo uso, vigente, se da en gran parte del universo hispanohablante y, en su oportunidad, elimina aquellos que han dejado de tener vigencia, que ya no se usan.
¿Ese uso del vocablo "archivo" era correcto? No sorprendería que la respuesta fuera un rotundo no. ¿Por qué? Pues, porque igual podría ocurrir si –por ejemplo- para referirnos a la acción de almacenar, dijéramos "vamos a efectuar el almacén de esos productos": estaríamos ante algo absurdo, ¿verdad? Lo correcto sería esto que ya conocemos: "vamos a disponer el almacenamiento"; y es que aquí aparece un “elemento mágico" y decisivo: un afijo, en este caso el sufijo "-miento", que sirve para expresar acción y efecto (también existe el sufijo “-aje”: almacenaje, que es sinónimo de almacenamiento). Pero, ¿por qué, entonces, la RAE registró el sustantivo “archivo” con el significado al que ya me referí, si le faltaba ese elemento "mágico"? A continuación explicaré.
Veamos. Si (siguiendo con el ejemplo de “almacén”) a todo el mundo, y no a unos cuantos, se le ocurriese decir -de una manera común y corriente, cotidianamente usual, en más de un país- cosas como esta de "efectuar el almacén de los productos", no estaríamos ante un error. ¿Sorprende lo que digo? No se preocupen, voy a sustentar mi afirmación; pero lo haré diciendo algo que será visto, u oído, como descabellado. Si se tratase de que solamente unas cuantas personas usan la referida expresión ("almacén", con el significado de acción y efecto de almacenar), sería -sí o sí- una reverenda pachotada, un error de los mil demonios; pero si ese uso se generalizara (en un país, o en varios países hispanoparlantes) llegaría, ahora sí, a convertirse en una expresión correcta. Parece un juego de palabras sin sentido, ¿verdad? No lo es.
¿Y cómo es aquello de que lo que hoy es incorrecto, mañana se convierte en correcto? La respuesta es sencilla. En asuntos de semántica (los significados de las palabras), la corrección no se funda en el cumplimiento de determinadas reglas gramaticales, como sí ocurre, por ejemplo, con la sintaxis (que se ocupa de las relaciones entre las palabras, los grupos que con ellas se forman, los signos ortográficos, etc.). Lo que funciona, en la semántica, es la arbitrariedad y, digamos, la convención. El gato no apareció con el nombre de gato, el perro tampoco apareció con nombre incorporado: Los nombres son creados por los seres humanos, ¿siguiendo la norma dada por alguna academia o gobierno? No, sino por su propia voluntad, por su arbitrio; y se legitima cuando el uso de esa palabra se extiende masivamente, cuando se impone. A alguien se le ocurrió que al mamífero que hace “miau” se le llame gato y al que ladra se le llame perro, y eso ocurrió: a esas palabras se les dio tales significados; pero después, a esas mismas palabras se les dio otros significados (gato: instrumento mecánico para levantar objetos pesados: perro: persona despreciable). Estos nombres (como todos) fueron asumidos por la generalidad de los hablantes, en otras palabras, su uso se convirtió en “norma o práctica admitida tácitamente, que corresponde a precedentes o a la costumbre” (DLE), es decir, fue aceptado por convención. Es lo mismo que sucedió con archivo que, originalmente, en griego, significaba “residencia de magistrados”, y –ya en castellano- pasó a ser el lugar donde se guardan o custodian documentos y, ahora, también se le llama así a la acción y efecto de archivar. Cuando una expresión y su significado son asumidos tácitamente como “norma o práctica” por los hablantes, y su empleo no genera dudas o confusiones sino, por el contrario, es útil para la comunicación porque todos la entienden, quiere decir que, simple y llanamente, estamos ante algo que es, idiomáticamente, correcto. Ah, y –ojo- no es correcto porque la RAE lo diga, sino porque los hablantes (los pueblos) lo hemos asumido como tal (les guste o no a los académicos); en cuestiones semánticas y de uso, la RAE no “acepta” (porque no tiene facultades censoras: no da permisos ni dispone prohibiciones), solo recoge y registra los vocablos y, en su oportunidad, los incluye en el Diccionario.
Así pasó con el sustantivo "archivo" como acción y efecto de archivar. Por el hecho de ser generalizado su uso, porque los hablantes lo asumieron como correcto, es que aparece en el DLE; el uso logró, como siempre, imponerse. Y también tendrá que ocurrir con “archivamiento”, y seguramente al principio la identificarán como peruanismo porque, al parecer, su uso mayor se da en nuestro país; al menos, hasta ahora, es considerado por la Academia solo como de uso jurídico y por eso es que únicamente aparece en el Diccionario panhispánico del español jurídico (efectivamente, usamos “archivamiento”, y también “desarchivamiento”).
(Les cuento: En Pallasca, mi pueblo natal, llamamos “festejo” no a una festividad o “acción y efecto de festejar”, sino a cada una de las diversas estampas folclóricas que se presentan especialmente durante la Fiesta Patronal de San Juan Bautista: las “Pallas”, el “Quishpe”, los “Blanquillos”, etc.; a un riquísimo alfajor que se prepara sobre todo en los días de Semana Santa, lo conocemos como “hojarrasca”, así, con doble “r”. ¿Alguien se atreverá a “corregirnos”? Sería absurdo. Para nosotros son nombres bien puestos, son correctos, y punto).
Me referí a la arbitrariedad con que se forman las palabras. También hay, digamos -como lo insinué en el caso de “archivamiento”-, otro procedimiento: por derivación. Y aquí interviene precisamente eso a lo que llamé el “elemento mágico”: el afijo (que puede ir al principio de la palabra: prefijo; o al final: sufijo). De pan, se deriva panes, panadero; de agua, aguatero, aguardiente, desagüe; de arena, arenal, arenera; de razón, razonar; de moral, moralizar. Y de festejar, es obvio que puede derivarse festejamiento y también festejación; no hay nada que lo impida. A los sustantivos generados a partir de un verbo se les conoce como sustantivos deverbales.
Repito lo que dije hace unos días, respecto de lo expresado por la señora Lilia Paredes, de Cajamarca; es decir, sobre el sustantivo “festejación”: No ha hecho nada inadmisible. El que esta expresión no figure en el Diccionario académico no la invalida. Y agrego: este no es un caso de "interferencia lingüística", como equivocadamente creen algunos.
© Bernardo Rafael Álvarez
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