Giovanni Antonio Raimondi Dell´Acqua
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RAIMONDI Y EL DESARROLLO DEL PERÚ
Walter A. Vidal
Tarazona
De Antonio Raimondi no se ha dicho todo lo que debiera
decirse de él. Creemos, no lo suficiente sobre lo que significa el avance de
las ciencias con su presencia en nuestro país; salvo Raúl Porras
Barrenechea, para quien Antonio Raimondi representa en la Geografía, como Palma
en la Literatura y Garcilaso en la Historia, una de las grandes coordenadas de la cultura nacional.
Falta también hurgar sobre su labor como consultor del Estado
en temas científicos de interés nacional, desempeño circunstancial del sabio que
nos mueve a formular la siguiente pregunta: ¿Llegó
a tener el naturalista una idea de desarrollo para Perú como modelo coherente
capaz de ser rescatado hoy? Vamos a trazar aquí alguna línea de reflexión sobre
este tema que nos apasiona.
Personalidad
del Sabio.
Desterrado de su patria por voluntad propia, llega al Callao un
28 de julio de 1850 a las 11 de la mañana, con sus 23 años, una lupa, un lápiz
y unas cuantas libretitas. ¿Qué es lo que le trae al Perú? La inmensa pasión
que siente por la naturaleza. Cuando llega al Perú, una higuerilla silvestre del matorral de los alrededores
limeños se apresta a recibirlo con una sonrisa. El joven italiano también sonriente
reconoce la planta, y observa que acá la higuera crece libre y no en los
invernaderos como en Europa[i].
Luis Astete, citado por Ettore Janni, lo pinta físicamente
al sabio como un caballero: “alto,
corpulento, de fuerza hercúlea [...] barba aperillada y unos ojos grandes de
los que surge una mirada serena”. Emiliano Llona (1884) añadiría: “La energía,
el candor y la bondad se hallaban singularmente mezclados en su fisonomía y
revelados por la locuacidad de sus palabras y la viveza de sus movimientos”.
Cariñoso y apasionado en el amor, como lo demuestra en una
de las tantas cartas enviadas a su novia Adelita en Huaraz:
“Señorita de mi mayor afecto y estimación
[…] Por mi carácter soy poco amigo de
diversiones y después que me he separado de usted no solo no hallo gusto de las
distracciones, sino que me dan fastidio, porque no encuentro en ellas nada que
retenga mi atención, no estando presente usted”. En otra, manifiesta:
Adela Loli de Raimondi
Sensible hasta el
llanto amargo, como lo cuenta su biógrafo Janni: “[…] sus lágrimas eran de
ternura. Lloraba elevándose de las melancolías del pasado a las nuevas
esperanzas del porvenir”. En otra misiva a Mariano Enrique Paz Soldán, el sabio
le dice: “No sabe el amigo Colunga
cuantas puñaladas me dio involuntariamente con sus cartas orladas de luto”,
haciendo referencia a las cartas de condolencia que su entrañable amigo así le
enviaba cuando Raimondi perdió a su adorada madre en Italia. El sabio al
referirse a su demasiada sensibilidad se reconoce que: “[…] si la generosa naturaleza no hubiera hecho
germinar en mí esta grande pasión por las ciencias naturales, que casi raya
en frenesí [….] yo hubiese sido el ser mas desgraciado" [ii].
Formación y Pensamiento.
En cuanto a su
preparación académica que trae consigo el viajero, dice su biógrafo: "[…] no cabe
determinar siquiera hasta donde cursó estudios regulares, los que probablemente
no lo fueron mucho que digamos. Está fuera de duda que no se graduó y que llevó allende el océano algún título
académico. Posiblemente no estudió sino a su manera, conforme a su
vocación”.
Raimondi sabía que
el naturalista se forma básicamente en el directo y permanente contacto con la
Naturaleza, con los objetos de estudio a la mano y no encerrado en el laboratorio;
de allí sus frecuentes visitas al Jardín Botánico de su patria.
Su gran capacidad de percepción de los
objetos, su talento para descubrir, analizar, sintetizar los hechos estudiados
implica una gran destreza y un esfuerzo sobrehumano; pero sabía manejar su exquisita
imaginación e intuición para construir sus conocimientos enciclopédicos, donde
tampoco está ausente su sensibilidad social. Cristóbal D. Bustos Chávez
recuerda que el sabio observa y analiza el “Ingenioso
método de dar los tintes a ciertos tejidos” en Vilcabamba (Piscobamba), que requiere “mucha paciencia y tiempo, condiciones que
se reúnen, en la raza indígena del Perú, porque además de su mucha paciencia el
indio nunca tiene en cuenta el valor del tiempo que emplea en hacer cualquier
cosa”. Sin duda Raimondi fue un
sincero indigenista, tuvo fe en las virtudes y méritos de esta raza andina,
bravía; el indio fue su guía amiga en los caminos inhóspitos, por eso se
compenetró con él.”iii Si tuvo un proyecto de desarrollo no estuvo ausente este capital humano,
básicamente en la agricultura.
Su afán del saber universal y su experiencia
le enseñan a asimilar conocimientos globales antes que saberes parciales y específicos,
los cuales son indispensables para plantear modelos holísticos. Honorio Delgado,
citado por Reina Loli en el “Libro de Oro de la Provincia de Antonio Raimondi”iv (2014),
dice: "Rasgo característico del pensamiento de Raimondi es la aspiración a
la totalidad. Adquiere noticia exacta de cuanto es posible saber de cada cosa,
pero, a la vez, abarca el conjunto con una sola mirada, desde un solo centro.
Con repugnancia instintiva para la especialización, cultiva todas las ciencias
-tarea muy pesada en el siglo XIX-. No
le contenta ser sabedor consumado de una disciplina. La profundidad de su amor
a la obra de Dios exige la iluminación cabal”.
En 1857 publica en dos tomos su libro
“Elementos de Botánica aplicada a la Medicina y a la Industria”. Continúan
otras publicaciones de libros y cientos de artículos científicos. En 1873 sale
uno de sus libros capitales: El Departamento de Ancashs y sus Riquezas Minerales.
En 1874, el primer tomo de “El Perú” y el Presidente Manuel Pardo, cuyo
gobierno dio impulso a la educación y la cultura, le encarga la dirección del
Jardín Botánico de Lima.
Desde el
momento que llegó a Lima, pues, se le abrieron las puertas del mundo académico
al joven Raimondi. A los doce años de su llegada, estando de Rector de la UNMSM
el Dr. Gregorio Paz Soldán, se le concede el grado de Doctor en Ciencias
Naturales. En 1875 es Profesor Honores Causa de la Facultad de Medicina de la
U. de San Marcos, otorgado por el mismo presidente de la república M. Pardo.
Estos hechos robustecieron no solo su formación científica y humana, sino,
también su pensamiento.
Líder de Opinión.
Esos reconocimientos
a su talento y sus relaciones académicas facilitan su desempeño, finalmente,
como asesor y\o consultor del Estado; hecho que le confiere un valor agregado
para convertirse en un gran líder de opinión de su tiempo, con credibilidad
tanto en el sector público como en el privado, en el país como en el
extranjero. ¿El exitoso desempeño en tales cargos –de asesoramiento y
consultoría oficial- públicos como privados, acaso no le habrían dado
oportunidades para pensar en un modelo de desarrollo nacional?
Si bien es
cierto que el sabio otorgó más tiempo a su labor investigativa, no se puede
desechar la idea de que en su mente tuviese un pensamiento coherente de lo que era
y de lo que debiera ser el Perú. Nadie mejor que él para tener una idea enciclopédica de lo que en aquel
tiempo fue el Perú.
En 1872 se lleva a cabo la primera
Exposición Nacional de las riquezas del Perú en el Parque de la Exposición, como
preparación para la Exposición Universal de 1878 en Paris, donde el Perú fue
invitado. En el libro “Minerales del Perú. La búsqueda de una imagen
republicana”, el historiador Luis
Felipe Villacorta al hacer el estudio introductorio relata los pormenores de
ambos eventos en que se puso en juego la representación del país de cara a la
modernidad y al gran cambio. “En este debate emerge la figura del eminente
científico Antonio Raimondi como una de las primeras conciencias que albergan
las claves para el progreso del Perú”, dice.
Hacia una idea de Perú de Raimondi.
En efecto, el año 1878 el Perú
participaba en la Exposición Universal de París con una muestra de 652
minerales coleccionados básicamente por Raimondi. Probablemente fue invitado a
participar, pero él jamás se movió de su
segunda patria, a la que amó
tanto mucho más que muchos peruanos; en circunstancias similares su preferencia
era no “perder tiempo” en actividades protocolares, menos en turbulencias
políticas; así, en 1866, en el gobierno dictatorial de Prado, se le ofreció el
cargo de Decano de la Facultad de Ciencias Naturales, pero él declinó con altura.
Al salir a luz el 1er tomo de “El
Perú” (1874) en la parte preliminar, dice: “En el libro del destino del Perú
está escrito un porvenir grandioso”. Analizando esta idea del gran
peruanista italiano, encontramos las siguientes ideas fuerza: Destino del Perú-
Porvenir grandioso. En Octubre de 1990, D. Gmo. Santillana Cantella (Yarcán,
1990) lanza una idea muy estructurada sobre
lo que significa la obra del sabio milanés en nuestra patria. El acucioso
historiador dice: “El Perú es el principio y el fin de su obra”.
Empatando
ambas ideas fuerza, de ambos escritores, podemos adelantar algunas frases conclusivas,
teniendo en cuenta por su puesto lo que ya hemos expuesto (in supra).
Para
principiar, hay un vector teórico que conduce a la verificación del siguiente
hecho histórico: no hay un investigador que haya conocido y estudiado el Perú,
coyunturalmente, palmo a palmo, como lo hizo Antonio Raimondi en su época. Y
ello no por la ausencia de intelectuales preocupados por trabajar generosamente por el progreso de su patria; que si los
hubo, especialmente en aquella época que coincide con los gobiernos más exitosos y honestos que haya tenido el Perú: los de
Ramón Castilla. Sino porque las turbulencias de la política atraía con más fuerza
a la mayoría de los intelectuales que buscaban en ella su medio de vida; pues
el hecho es que estas turbulencias –como las de ahora y casi las de siempre- no
solo que constituían una alternativa de vida para los pensadores, sino que entorpecían
y retardaban los esfuerzos –muchas veces bien intencionados- de progreso
económico y social emprendidos desde el gobierno o desde algunas instituciones civiles progresistas.
Ciertamente,
eran pocos los esforzados por el bienestar social, entre ellos Raimondi, con
ese ideal constante de búsqueda de un mejor porvenir para todos mediante un
desarrollo integral de país con una visión definida. Raimondi tenía el valor agregado
porque sabía desempeñarse con eficiencia desde colaborador naturalista hasta experto
consultor al servicio del Estado, y siempre gozando de credibilidad, tanto en el país como en el extranjero.
Ahora,
es interesante investigar ¿cuál
era esa visión a la que acabamos de mencionar? El tema tiene relación también con
los contenidos que el sabio iba sembrando en los líderes provincianos de los
pequeños pueblos y ciudades medianas donde llegaba; pues sus conversaciones con
las personas más representativas del lugar versaban sobre el progreso local,
como por ejemplo cuando les sugería sembrar y transformar plantíos que la
naturaleza les dada a manos llenas en ese micro clima, y siempre insuflando
optimismo al esfuerzo por un crecimiento sostenido e inserción en un desarrollo
global del país en base a sus recursos naturales, como el hídrico que era para Raimondi
columna vertebral de ese desarrollo.
Mientras
tanto, dejemos planteada la
hipótesis siguiente: Antonio Raimondi sí tuvo, tal vez no explícito, un
pensamiento de desarrollo nacional, articulando las inmensas riquezas
naturales. Apunta en esa dirección –es de creer- el ilustre
chiquiano-peruano Juan
Eugenio Garro (1898–1990), cuando sostiene que Raimondi nuclea en un
vasto pensamiento
coherente “sus variados temas de investigación”, “como una aspiración de
crear
un cuadro grandioso que encierre la imagen del Perú, sobre la base de
las
ciencias naturales” (Libro de Oro de la Provincia de Antonio Raimondi,
2014). Modelo que tal vez empezó a generarse en sus cátedras
en Lima y fue robusteciéndose en sus viajes por el Perú profundo.
i El Comercio 11.12.1964.
ii En letras cursivas solo las
palabras de Raimondi (para todo el artículo).
iii El Departamento 01.01. 1956.
iv Obras consultadas:
Libro de Oro de la Provincia de Antonio Raimondi. Lima, 2014.
Revista “Yarcán”, 1990.
El autor del ensayo en las alturas de la ciudad de Huaraz.
Fuente:
YARCÁN LLAMELLIN: RAIMONDI Y EL DESARROLLO DEL PERU