"Tengo deberes sagrados que cumplir y los cumpliré hasta quemar el último cartucho" Coronel Francisco Bolognesi Cervantes
CORONEL FRANCISCO BOLOGNESI
Lima, 4 NOV 1816. / . + Arica, 7 JUN 1880
..
PINCELADAS DEL RECUERDO
.
MIS MAESTROS DEL COLEGIO NACIONAL
"CORONEL BOLONESI" DE CHIQUIÁN
.Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Todos
ellos llenos de energía y esperanza, con sensibilidad, nobleza y mucha
pasión por enseñar. Ellos se consideraban muy afortunados con su
trabajo. Recuerdo que mi profesor Carlos Collantes de los Santos, nos leyó de un libro la meditación de un Maestro: 'A
un obstetra se le permite traer una vida en un momento mágico; al
maestro, que esa vida renazca día a día con nuevas preguntas e ideas. Un
arquitecto sabe que si diseña bien una estructura, puede permanecer
muchos años en pie. Un maestro sabe, que si construye con amor y verdad,
lo que construya, durará para siempre'.
Parafraseando un pensamiento universal aprendido en el Colegio Nacional "Coronel Bolognesi" de Chiquián, mis maestros fueron: 'un
grito de fe porque creyeron en simples mortales como nosotros. Un
pregón de esperanza, porque sembraron lo que estamos cosechando con
creces. Un testimonio de amor, porque morían un poco cada día para que
vivamos plenamente'. Todos los recuerdos plasmados en las
pizarras de nuestro colegio del jirón Leoncio Prado, que expresaron a
viva voz sus mentes y corazones, están guardados en el cuaderno de la
vida, que es la experiencia, y lo abrimos cuando nos aprieta el
recuerdo. Quizá no será el sudor de su frente lo que podamos palpar
ahora, pero sí sus ganas de ayudarnos poniendo todo su empeño e
inteligencia a nuestro alcance.
En el 'Coronel Bolognesi'
de mis años mozos, era más saludable convencer que obligar, es por
ello que cada alumno se constituía en el motor de su propia educación.
El objetivo de nuestros maestros no era la información-conocimiento,
sino
la formación-sabiduría. No la entrega diaria de datos sueltos a través
de dictados, sino el fomento de ideales mediante el diálogo, como
actitudes para encarar los retos
cotidianos. Las mejores lecciones de nuestros maestros fueron sus buenos
ejemplos. Los maestros, de acuerdo a corrientes educativas de
avanzada, partían del supuesto axiológico, de que educar
es más que instruir, siempre con primacía de lo formativo, forjando
valores e interiorizando su importancia en la vida, donde
lo fundamental no es saber mucho, sino consolidar los conocimientos y
las experiencias en una personalidad afirmada sobre valores humanos.
Gigantescos
cambios se están produciendo en el mundo, estimulando la necesidad de
contar con grandes maestros como de aquellos buenos tiempos: La
revolución de los medios de
comunicación, el rápido avance científico y tecnológico, una
ascendente violencia y fragilidad moral..., desafíos que exigen una
educación que impulse el desarrollo integral de los educandos, con
autodominio de sus emociones y afectos, que formen personas competentes,
conocedoras a ultranza de sus derechos y obligaciones, con capacidad
para enfrentrar y resolver los problemas que nos afligen.
Por estas
consideraciones, mi eterna gratitud a los profesores que están en el
cielo y a los presentes: Asunción Aldave Barba, Desiderio Angeles
Giraldo, Manuel Aquino Valverde, Nelson Amésquita, Arturo Angulo Arana,
Hernán Arguedas Loli, Jesús Ayala Ruiz, Orestes Banda, José Bazán
Ramos, Guillermo Bellido, Julio Carballido, Valeriano Centeno Padilla,
Elva Colquicocha Pérez, Carlos Collantes De Los Santos, Claudio Córdova
Guimarey, Elisa Cossio Barrera, Rodolfo Chávez Sánchez, Luis Chiri
Núñez, Teodoro Dextre Huayanay, Lorgio Espíritu Toribio, Sergio Figueroa
Cuentas, Máximo Flores Oré, Isaac Flores Sáenz, Antonio Franco,
Nivardo Fuentes Pardo, Eleodoro Gamarra Salinas, Vidal Garro Ayala,
Juan García Carrasco, Oscar y Gudberto Ibarra Lozano, Jesús Jaime
Quiñones, Gaspar Jaramillo Cruz, Amador Huaman Ventosilla, Arturo Jo
López, Visitación Laos Jara, Oswaldo Mautino Zambrano, Zoila Mejía
Baca, Doris Montoro Vicuña, José y Jorge Montoya Delgadillo, Ada
Morocho Alvarado, Fabio Navas Rodríguez, Orlando Ñato Bríos, Manuel
Orduña Moncada, Elinora Orrego B., Juan Otiniano Minchola, Luis Paucar,
Manuel Quispe Hinostroza, Noemí Ramírez Espinoza, Rubén Robles Moreno,
Ciro Sagástegui T., Marco Salazar Jácome, Pablo Velasquez Julca,
Armando Yong Chávez, Cesareo Zarazú Padilla y al Dr. Federico Zubieta
Bejar (en esa época, alumno visitante de la UNMSM).
Del mismo modo a los integrantes de la Planta Administrativa: Ambrosio Gamarra, Félix Jiménez, Fanor Alva, Pablo Márquez, Luis Jaimes, Hortensio Balarezo, Bernardino Castillo, Abilio Jara y Orestes Banda. Y de manera muy sentida a mi maestro Manuel Roque Dextre, autor de la bella inspiración poética: 'Huérfano en la pascana del recuerdo, el corazón sólo canta a la esperanza'.
Del mismo modo a los integrantes de la Planta Administrativa: Ambrosio Gamarra, Félix Jiménez, Fanor Alva, Pablo Márquez, Luis Jaimes, Hortensio Balarezo, Bernardino Castillo, Abilio Jara y Orestes Banda. Y de manera muy sentida a mi maestro Manuel Roque Dextre, autor de la bella inspiración poética: 'Huérfano en la pascana del recuerdo, el corazón sólo canta a la esperanza'.
.
Mención especial merece el Consejo Directivo de la Asociación de Ex Alumnos del Colegio Nacional 'Coronel Bolognesi', por su infatigable labor institucional y académica en bien de la juventud bolognesina. Que Dios los bendiga:
Presidente: Miguel Calderón Jaimes
Mención especial merece el Consejo Directivo de la Asociación de Ex Alumnos del Colegio Nacional 'Coronel Bolognesi', por su infatigable labor institucional y académica en bien de la juventud bolognesina. Que Dios los bendiga:
Presidente: Miguel Calderón Jaimes
Vice Presidente: Moisés Carrillo Abad
Secretario de Economía: Juan Lara Márquez
Secretario de Relaciones Públicas: Vladimiro Reyes Gamarra
Secretario de Actas: Fortunato Aguirre Rivera
Secretario de Cultura y Deportes: Jaime Lara Márquez
Secretario de Coordinación: Herberto Aldave del Castillo
Secretario de Organización: Eliana Huerta Rosemberg
Fiscal: Ofelio Ibarra Ávalos
Vocal 1: Nelly Fátima Luis Cerrate
Vocal 2: Alfonso Padilla Orihuela
Asesor Legal: José Zubieta Bejar
.
Mi abrazo fraterno a todos los BOLOGNESINOS en las personas de su Director Lic. Marden Garro Condezo, y los alumnos pioneros:
Secretario de Economía: Juan Lara Márquez
Secretario de Relaciones Públicas: Vladimiro Reyes Gamarra
Secretario de Actas: Fortunato Aguirre Rivera
Secretario de Cultura y Deportes: Jaime Lara Márquez
Secretario de Coordinación: Herberto Aldave del Castillo
Secretario de Organización: Eliana Huerta Rosemberg
Fiscal: Ofelio Ibarra Ávalos
Vocal 1: Nelly Fátima Luis Cerrate
Vocal 2: Alfonso Padilla Orihuela
Asesor Legal: José Zubieta Bejar
.
Mi abrazo fraterno a todos los BOLOGNESINOS en las personas de su Director Lic. Marden Garro Condezo, y los alumnos pioneros:
PRIMER AÑO DE SECUNDARIA 1957
Sección 'A'
Armesto Barrenechea José Ovidio
Armesto Barrenechea Manuel Vicente
Carrera Samanez Martínez
Flores Calderón José Antonio
Gamarra Espinoza Héctor Segundo
Gamarra Palacios Pedro
López Padilla James Marino
Núñez Jara Teófilo Armando
Ramos Vicuña Marco Antonio
Santos Albornoz Eulogio
Valderrama Montes Héctor
Valdez Salcedo Eusebio
Vargas Mendoza Roberto
Zubieta Bejar Ovidio
---
Alva Aldave Hortencia
Alvarado Pardo Julia
Bolarte Sánchez Zoila
Brios Ramos Norka
Damián Obdulia
Díaz Ortega Ana Vicenta
Gamarra Garro Rosa Aurora
Huerta Yabar Ambrosia
Ibarra Castillo Orfelinda
Jaimes Palacios Teodora Prudencia
López Padilla Bertha
Márquez Muñoz Yolanda
Mejía Luz Juana
Montes Oré Magda
Moreno Padilla Segundina
Noel Bravo Yolanda Ruth
Ocrospoma Sánchez Lola Juana
Pacora Vicuña Martha Alcira
Ramírez Maturana Rosa Susana
Reyes García Maura Hermelinda
Reyes Tello Graciela
Rivera Salcedo Magloria Rafaela
Ruiz Ríos Agustina
Tapia Ochoa Juana
Valderrama Alvarado Enma Gumercinda
Valdez Cano María Carmen
Vergaray Olivos Consuelo
Yabar Torres Elena Juliana
Zubieta Arévalo Claudia
Sección 'B'
Carrera Samanez Martínez
Flores Calderón José Antonio
Gamarra Espinoza Héctor Segundo
Gamarra Palacios Pedro
López Padilla James Marino
Núñez Jara Teófilo Armando
Ramos Vicuña Marco Antonio
Santos Albornoz Eulogio
Valderrama Montes Héctor
Valdez Salcedo Eusebio
Vargas Mendoza Roberto
Zubieta Bejar Ovidio
---
Alva Aldave Hortencia
Alvarado Pardo Julia
Bolarte Sánchez Zoila
Brios Ramos Norka
Damián Obdulia
Díaz Ortega Ana Vicenta
Gamarra Garro Rosa Aurora
Huerta Yabar Ambrosia
Ibarra Castillo Orfelinda
Jaimes Palacios Teodora Prudencia
López Padilla Bertha
Márquez Muñoz Yolanda
Mejía Luz Juana
Montes Oré Magda
Moreno Padilla Segundina
Noel Bravo Yolanda Ruth
Ocrospoma Sánchez Lola Juana
Pacora Vicuña Martha Alcira
Ramírez Maturana Rosa Susana
Reyes García Maura Hermelinda
Reyes Tello Graciela
Rivera Salcedo Magloria Rafaela
Ruiz Ríos Agustina
Tapia Ochoa Juana
Valderrama Alvarado Enma Gumercinda
Valdez Cano María Carmen
Vergaray Olivos Consuelo
Yabar Torres Elena Juliana
Zubieta Arévalo Claudia
Sección 'B'
.
Aguirre Alvarado Sixto
Alvarado Aldave Carlos Aníbal
Aldave Vicuña Hidorfo
Alejos Avalos Rosendo
Alejandro Villanueva Susano
Alvarado Calderón Arquímedes
Alva Díaz Calixto
Alvarez Padilla Félix
Cano Huamán Alberto
Cano Narvaja Víctor
Carrera Huaranga Elías
Carrillo Torres Simeón
Celestino Mercedes Novato Pablino
Cristóbal Cerrate Diógenes
Chiri Núñez Luis
Damián Núñez Víctor
Duran Carrera Alejandro
Espinoza Ramírez Alfredo
Gamarra Cueva Fernando
Gamarra Cueva Juan de Dios
Gamarra Márquez Víctor Teódulo
Garro Ayala Gudberto Jorge
Garro Alzamora Julián
Hinostroza Sánchez Gamaniel
Jaimes Díaz Celso Antonio
Limay Huaranga Ananías
Montes Alva Pedro Paulino
Ortega León Ubaldo
Padilla Ocrospoma Jorge
Padilla Robles Artemio Lupe
Parra Castillo Medardo
Patricio Higinio Raúl
Ramírez Silva Romerico
Rayo Minaya José Eugenio
Rivas Albornoz Agapito
Robles Garro Arturo
Rojas García Marcos
Romero Damián Benedicto
Santos Flores Francisco
Santos Marcelino Maximiliano
Tafur Montes Manuel Natividad
Tapia Ochoa Cirilo
Valdez Salcedo Adolfo
Damián Vásquez Mariano Antonio
Yabar Valverde Carlos Factor
Zambrano Carrera Raúl
Zambrano Duran Teódulo
Aguirre Alvarado Sixto
Alvarado Aldave Carlos Aníbal
Aldave Vicuña Hidorfo
Alejos Avalos Rosendo
Alejandro Villanueva Susano
Alvarado Calderón Arquímedes
Alva Díaz Calixto
Alvarez Padilla Félix
Cano Huamán Alberto
Cano Narvaja Víctor
Carrera Huaranga Elías
Carrillo Torres Simeón
Celestino Mercedes Novato Pablino
Cristóbal Cerrate Diógenes
Chiri Núñez Luis
Damián Núñez Víctor
Duran Carrera Alejandro
Espinoza Ramírez Alfredo
Gamarra Cueva Fernando
Gamarra Cueva Juan de Dios
Gamarra Márquez Víctor Teódulo
Garro Ayala Gudberto Jorge
Garro Alzamora Julián
Hinostroza Sánchez Gamaniel
Jaimes Díaz Celso Antonio
Limay Huaranga Ananías
Montes Alva Pedro Paulino
Ortega León Ubaldo
Padilla Ocrospoma Jorge
Padilla Robles Artemio Lupe
Parra Castillo Medardo
Patricio Higinio Raúl
Ramírez Silva Romerico
Rayo Minaya José Eugenio
Rivas Albornoz Agapito
Robles Garro Arturo
Rojas García Marcos
Romero Damián Benedicto
Santos Flores Francisco
Santos Marcelino Maximiliano
Tafur Montes Manuel Natividad
Tapia Ochoa Cirilo
Valdez Salcedo Adolfo
Damián Vásquez Mariano Antonio
Yabar Valverde Carlos Factor
Zambrano Carrera Raúl
Zambrano Duran Teódulo
AMADO COLEGIO
Alma Mater de la juventud bolognesina,
crisol purificador del saber estudiantil,
camino a seguir rumbo al ideal;
¡eres mi orgullo y mi fe!
¡Tengo deberes sagrados que cumplir
y los cumpliré hasta quemar el último cartucho!
gritó fuerte el Coronel Bolognesi;
y al florecer la madrugada
y al florecer la madrugada
el Morro se cubrió de gloria
con la sangre de sus hijos.
Desde entonces vive Arica
en las páginas de la Historia,
donde se venera a los SOLDADOS,
que entre ayes, balas y tambores,
cayeron con la bayoneta calada.
Así quedó herida de muerte,
aquella rendición vergonzosa
que propusieron los chilenos,
pensando que los peruanos,
no se inmolan por su Patria.
¡Loor a todos los espartanos
de la Épica Jornada!
Amado Colegio:
No soy poeta letrado,
sino un corazón que late,
y una pluma que vuela
con las alas de los sueños.
Por eso canto a Bolognesi,
canto al Yerupajá y al cielo,
canto a los viejos chiquianos
que lo dieron todo por su suelo.
Canto también a Luis Pardo,
nuestro inmortal bandolero,
de la justicia social, mensajero,
como buen luchador señero.
A los directores y profesores,
a los auxiliares y a los nobles pizarrones,
a los cuadernos cuajados de borrones,
y a los miles de buenos alumnos
que dejaron sudor y lágrimas
en noches frías estudiando,
para ser cada vez mejores.
Amado Colegio:
Mi musa es una linda peruana,
de blanco y rojo vestida
que en el apu Jaracoto flamea
todos los 7 de junio.
Hoy mi canto interpreta
lo que por ti el alma siente;
por eso quise cantarte,
por darme conocimiento,
y libertad de pensamiento.
con la sangre de sus hijos.
Desde entonces vive Arica
en las páginas de la Historia,
donde se venera a los SOLDADOS,
que entre ayes, balas y tambores,
cayeron con la bayoneta calada.
Así quedó herida de muerte,
aquella rendición vergonzosa
que propusieron los chilenos,
pensando que los peruanos,
no se inmolan por su Patria.
¡Loor a todos los espartanos
de la Épica Jornada!
Amado Colegio:
No soy poeta letrado,
sino un corazón que late,
y una pluma que vuela
con las alas de los sueños.
Por eso canto a Bolognesi,
canto al Yerupajá y al cielo,
canto a los viejos chiquianos
que lo dieron todo por su suelo.
Canto también a Luis Pardo,
nuestro inmortal bandolero,
de la justicia social, mensajero,
como buen luchador señero.
A los directores y profesores,
a los auxiliares y a los nobles pizarrones,
a los cuadernos cuajados de borrones,
y a los miles de buenos alumnos
que dejaron sudor y lágrimas
en noches frías estudiando,
para ser cada vez mejores.
Amado Colegio:
Mi musa es una linda peruana,
de blanco y rojo vestida
que en el apu Jaracoto flamea
todos los 7 de junio.
Hoy mi canto interpreta
lo que por ti el alma siente;
por eso quise cantarte,
por darme conocimiento,
y libertad de pensamiento.
.Nalo Alvarado Balarezo - Jaracoto, 7 JUN 77
'La
tiza, el
lápiz y el lapicero, son las cañas de pescar del estudiante
bolognesino. Los libros, los cuadernos, el pizarrón, la naturaleza, pero
sobre todo los excelentes maestros, son ríos pródigos en
conocimiento...' Nalo AB 22 OCT 2002
"MI JEFE, EL CORONEL FRANCISCO BOLOGNESI"
Por Roque Sáenz Peña
Por Roque Sáenz Peña
Presidente de Argentina
...............
El
noble anciano contaba setenta y un años. Sus antepasados eran de origen
italiano, pero el coronel don Francisco Bolognesi había nacido en el
Perú, sirviendo a su patria en el ejército de línea, desde que sentó
plaza con el grado de subteniente, en los primeros días de su juventud.
Era un hombre de pequeña estatura; había lentitud y dureza en sus
movimientos como la había en su fisonomía; la voz era clara y entera a
pesar de la senectud; los años y los pesares habían plateado sus
cabellos, y la barba redonda y abundante, destacaba la tez bronceada de
su rostro enérgico y viril.
La inteligencia era inculta y carecía de preparación, pero tenía la percepción clara de las cosas y de los sucesos; la experiencia de los años y la malicia que se desenvuelve en la vida inquieta de los campamentos, habían dado a su espíritu cierta agilidad de concepción; era un ordenancista implacable, capaz de desdeñar la victoria sino era conquistada por los preceptos de la ley militar; prefería la derrota con la estrategia y la ordenanza al triunfo con la inspiración o el acaso.
Sus vistas no eran vastas; en la política interna se había limitado a resistir las hostilidades que el partido civilista llevaba al campo del ejército; nacido bajo un gobierno centralista, no concebía otro régimen que el unitario y escuchaba con desdén profundo los problemas que se planteaba y complicaba el general Juan Buendía, en sus largas y eternas discusiones sobre el gobierno federal.
El coronel Bolognesi había conocido los ejércitos europeos y hecho estudios detenidos sobre armamentos; recordamos haber leído sus trabajos y manuscritos; carecían absolutamente de forma, pero en el estudio comparativo revelaban un conocimiento exacto de las armas Modernas. Nunca pudimos conocer sus opiniones sobre la campaña del Sur.
Asistió a todos los combates como jefe de la Segunda División, pero jamás opinó sobre el acierto de las operaciones; había tomado las armas para batirse y no para juzgar a sus superiores; la ordenanza, decía, prohíbe la murmuración de los subalternos, y él era ordenancista y soldado sobre todas las cosas.
Un día que se conversaba en rueda de oficiales superiores sobre la batalla de Dolores quiso conocerse su opinión sobre el ataque del cerro San Francisco y el coronel Dávila lo interpeló directamente: ¿No cree usted, Coronel Bolognesi, que el cerro era inexpugnable, que el ejército aliado debió sitiarlo y no atacarlo, que debimos apoderarnos del agua? Puede ser, replicó Bolognesi, pero yo no tenía sed.
La reserva y circunspección de su carácter desconcertaban las insinuaciones e intrigas de campamento; la murmuración, el aplauso, todo le era indiferente, todo lo que no estuviera escrito en algún artículo de la ordenanza o en el concepto del honor militar. ¡Qué sinceridad de sentimientos había en ese viejecito batallador!
Tarapacá lo sorprendió gravemente enfermo; la temperatura era elevada y mantenía al paciente en las intermitencias de la convulsión y del delirio, agotando las escasas fuerzas; pero de pronto el toque de generala y los primeros tiros del combate hieren el oído del enfermo, acelerando los latidos de la fiebre. El viejo veterano se incorpora en el lecho, viste su uniforme, toma la espada, y ensillando él mismo su caballo, trepa las alturas de Tarapacá, donde asume el mando de su regimiento y soporta nueve horas de combate, con el rostro encendido del febriciente, la mirada brillante por el ardor de la pelea y el corazón contento de haberse batido por la ordenanza y la patria.
Al descender del caballo lo esperaban varios jefes y oficiales para restituirlo a su lecho, pero endureciendo sus miembros y levantando la mirada altanera rechazó todo concurso y llegó por el propio esfuerzo hasta su alojamiento.
"Las balas chilenas, nos dijo, señalando el pie derecho, apenas llegan a la suela de mis botas"... Un proyectil le había llevado un taco de sus granaderas.
El coronel Bolognesi llegó a Arica a la cabeza de su regimiento y fue nombrado comandante en jefe de la plaza, que contaba una guarnición de mil seiscientos hombres. Allí donde tuvimos el gusto de tratarle con cierta intimidad. Recién entonces comenzó hacerse sentir la disciplina militar; Bolognesi era infatigable en el servicio; se aparecía en todas las avanzadas, y sorprendía de noche a los centinelas que comenzaban a dejar los viejos hábitos del sueño, consentidos por el general Buendía, jefes y oficiales y soldados habían cobrado respeto y afección por el anciano.
Vencedores los chilenos en la batalla de Tacna traen el ataque sobre Arica; colocan su artillería en los elevados cerros que oprimen la ciudad como un aro inmenso de granito y desde allí nos hacen fuego durante dos días; Bolognesi no contesta, pero sigue preparando sus minas y sus elementos de defensa, hasta la mañana del 6 de junio, en que el cañón enmudece, y avanza hasta nuestras líneas un jefe chileno con una pequeña comitiva, levantando bandera blanca. ¡Era un parlamentario!
Bolognesi lo recibe según todos los preceptos de la ordenanza y todas las leyes de la guerra; le hace vendar los ojos, lo introduce a la plaza y luego a la comandancia donde se encuentra reunida la junta de defensa formada por los coroneles, tenientes coroneles y sargentos mayores del ejército. Eran veintiocho jefes.
Libres de la prisión de las vendas, los ojos del parlamentario se clavaron con curiosidad visible en los rostros enemigos; a su turno, el visitante extraño era observado hasta en los detalles de su persona; su fisonomía, su actitud, sus miradas, su uniforme, todo muy cuidado y minucioso, produciendo una impresión más bien simpática.
La sesión fue solemne. El coronel Bolognesi presidiendo, invitó al parlamentario a que diera cuenta de su misión.
El comandante José de la Cruz Salvo, entonces mayor del ejército de Chile, expuso la situación de ambos ejércitos; la plaza dijo, no puede defenderse, bloqueada por mar, sitiada en tierra por un ejército seis veces superior en fuerzas, la resistencia es imposible; el general Baquedano invita a los jefes superiores a evitar se derrame más sangre que la que acaba de correr sobre los "Campos de la Alianza". Pedía la evacuación de la plaza y la entrega de las armas; las tropas peruanas desfilarían con honores militares, batiéndose marcha regular por el ejército chileno.
El coronel Bolognesi se dirigió entonces a los jefes de la junta, en estos términos, que reproduzco textualmente:
"Señores jefes y oficiales: estáis llamados a decidir con vuestro voto la suerte de esta plaza de guerra, cuya custodia os ha confiado la nación. No quiero hacer presión sobre vuestras conciencias porque nuestros sacrificios no serían idénticos. Yo he vivido setenta y un años y mi existencia no se prolongará por muchos días; ¿qué más puedo desear que Morir por la patria y por la Gloria de una resistencia heroica que salvará el honor militar y la dignidad del ejército comprometida en esta guerra?
Pero hay entre vosotros muchos hombres jóvenes que pueden ser útiles al país y servirlo en el porvenir; no quiero arrastrarlos en el egoísmo de mi gloria sin que la junta manifieste su voluntad decidida de defender la plaza y de resistir el ataque.
El Comandante en jefe espera que sus oficiales manifiesten libremente su opinión".
En la histórica respuesta el coronel Moore, que ocupaba un asiento en el fondo del desmantelado salón, pidió que la junta resolviese por aclamación la defensa de la plaza.
Todos los jefes se pusieron de pie y la resistencia quedó resuelta, por aclamación. Fue entonces cuando el coronel Bolognesi se dirigió al parlamentario chileno, con una frase cuyo recuerdo conservan los pocos peruanos que sobrevivieron al desastre:
"Podéis decirle al general Baquedano que me siento orgulloso de mis jefes y dispuesto a quemar el último cartucho en defensa de la plaza".
Al amanecer del día siguiente las infanterías chilenas que habían ganado posiciones durante la noche, rompieron el fuego, al pie de las trincheras; el coronel Bolognesi a caballo, se destaca sobre las alturas del Morro, sirviendo de blanco a las punterías enemigas y haciendo esfuerzos heroicos por detener el ataque, recio y formidable, de los regimientos chilenos, que avanzan sobre un mar de sangre y un hacinamiento de cadáveres.
Por fin el fuego cesa dentro de la plaza porque el que no está herido está vivo; Bolognesi sale ileso del combate; fue en aquella situación indecisa cuando un grupo de soldados chilenos trepó los parapetos, haciendo una descarga vigorosa con punterías fijas y precisas permitidas por la proximidad de la distancia. Allí cae Moore como tantos otros, atravesado por una multitud de proyectiles y el coronel Bolognesi, el viejo amigo, el anciano venerable, inclina su frente y cae con el alma serena y el rostro plácido y sonriente... una bala le había atravesado el corazón.
Cuando volvimos al campo de los muertos buscando los cadáveres de Ugarte y de Zavala, encontramos el cuerpo frío del que fue nuestro jefe. Me detuve un momento en contemplarlo y aún conservo la impresión que me produjo la disposición del cadáver profanado momentos antes; los bolsillos del pantalón estaban vueltos hacia fuera, se le había despojado de la chaquetilla y de las botas y un feroz culatazo le había descubierto la parte superior del cráneo, derramando la masa cerebral sobre el tosco lecho de granito.
Aquella impresión fue para mí tan intensa, tan honda y tan dolorosa como la muerte misma de mi viejo amigo, el querido y venerado anciano: "EL GRAN CORONEL DON FRANCISCO BOLOGNESI"
El ciudadano argentino Roque Sáenz Peña (1851- 1914) tenía 28 años de edad y un doctorado en derecho, cuando decidió venir al Perú en 1879 para enrolarse en el ejército peruano y pelear contra los invasores chilenos, convencido de que "al Perú le asistía la justicia".
Estuvo entre los jefes que secundaron a Bolognesi en su histórica respuesta de luchar hasta quemar el último cartucho. Fue uno de los sobrevivientes del Morro, hecho prisionero y recluido en una cárcel chilena. Retornó a Argentina, donde llegó a ser presidente de su país (1892- 1898).
La inteligencia era inculta y carecía de preparación, pero tenía la percepción clara de las cosas y de los sucesos; la experiencia de los años y la malicia que se desenvuelve en la vida inquieta de los campamentos, habían dado a su espíritu cierta agilidad de concepción; era un ordenancista implacable, capaz de desdeñar la victoria sino era conquistada por los preceptos de la ley militar; prefería la derrota con la estrategia y la ordenanza al triunfo con la inspiración o el acaso.
Sus vistas no eran vastas; en la política interna se había limitado a resistir las hostilidades que el partido civilista llevaba al campo del ejército; nacido bajo un gobierno centralista, no concebía otro régimen que el unitario y escuchaba con desdén profundo los problemas que se planteaba y complicaba el general Juan Buendía, en sus largas y eternas discusiones sobre el gobierno federal.
El coronel Bolognesi había conocido los ejércitos europeos y hecho estudios detenidos sobre armamentos; recordamos haber leído sus trabajos y manuscritos; carecían absolutamente de forma, pero en el estudio comparativo revelaban un conocimiento exacto de las armas Modernas. Nunca pudimos conocer sus opiniones sobre la campaña del Sur.
Asistió a todos los combates como jefe de la Segunda División, pero jamás opinó sobre el acierto de las operaciones; había tomado las armas para batirse y no para juzgar a sus superiores; la ordenanza, decía, prohíbe la murmuración de los subalternos, y él era ordenancista y soldado sobre todas las cosas.
Un día que se conversaba en rueda de oficiales superiores sobre la batalla de Dolores quiso conocerse su opinión sobre el ataque del cerro San Francisco y el coronel Dávila lo interpeló directamente: ¿No cree usted, Coronel Bolognesi, que el cerro era inexpugnable, que el ejército aliado debió sitiarlo y no atacarlo, que debimos apoderarnos del agua? Puede ser, replicó Bolognesi, pero yo no tenía sed.
La reserva y circunspección de su carácter desconcertaban las insinuaciones e intrigas de campamento; la murmuración, el aplauso, todo le era indiferente, todo lo que no estuviera escrito en algún artículo de la ordenanza o en el concepto del honor militar. ¡Qué sinceridad de sentimientos había en ese viejecito batallador!
Tarapacá lo sorprendió gravemente enfermo; la temperatura era elevada y mantenía al paciente en las intermitencias de la convulsión y del delirio, agotando las escasas fuerzas; pero de pronto el toque de generala y los primeros tiros del combate hieren el oído del enfermo, acelerando los latidos de la fiebre. El viejo veterano se incorpora en el lecho, viste su uniforme, toma la espada, y ensillando él mismo su caballo, trepa las alturas de Tarapacá, donde asume el mando de su regimiento y soporta nueve horas de combate, con el rostro encendido del febriciente, la mirada brillante por el ardor de la pelea y el corazón contento de haberse batido por la ordenanza y la patria.
Al descender del caballo lo esperaban varios jefes y oficiales para restituirlo a su lecho, pero endureciendo sus miembros y levantando la mirada altanera rechazó todo concurso y llegó por el propio esfuerzo hasta su alojamiento.
"Las balas chilenas, nos dijo, señalando el pie derecho, apenas llegan a la suela de mis botas"... Un proyectil le había llevado un taco de sus granaderas.
El coronel Bolognesi llegó a Arica a la cabeza de su regimiento y fue nombrado comandante en jefe de la plaza, que contaba una guarnición de mil seiscientos hombres. Allí donde tuvimos el gusto de tratarle con cierta intimidad. Recién entonces comenzó hacerse sentir la disciplina militar; Bolognesi era infatigable en el servicio; se aparecía en todas las avanzadas, y sorprendía de noche a los centinelas que comenzaban a dejar los viejos hábitos del sueño, consentidos por el general Buendía, jefes y oficiales y soldados habían cobrado respeto y afección por el anciano.
Vencedores los chilenos en la batalla de Tacna traen el ataque sobre Arica; colocan su artillería en los elevados cerros que oprimen la ciudad como un aro inmenso de granito y desde allí nos hacen fuego durante dos días; Bolognesi no contesta, pero sigue preparando sus minas y sus elementos de defensa, hasta la mañana del 6 de junio, en que el cañón enmudece, y avanza hasta nuestras líneas un jefe chileno con una pequeña comitiva, levantando bandera blanca. ¡Era un parlamentario!
JUNTA DE DEFENSA
Bolognesi lo recibe según todos los preceptos de la ordenanza y todas las leyes de la guerra; le hace vendar los ojos, lo introduce a la plaza y luego a la comandancia donde se encuentra reunida la junta de defensa formada por los coroneles, tenientes coroneles y sargentos mayores del ejército. Eran veintiocho jefes.
Libres de la prisión de las vendas, los ojos del parlamentario se clavaron con curiosidad visible en los rostros enemigos; a su turno, el visitante extraño era observado hasta en los detalles de su persona; su fisonomía, su actitud, sus miradas, su uniforme, todo muy cuidado y minucioso, produciendo una impresión más bien simpática.
La sesión fue solemne. El coronel Bolognesi presidiendo, invitó al parlamentario a que diera cuenta de su misión.
El comandante José de la Cruz Salvo, entonces mayor del ejército de Chile, expuso la situación de ambos ejércitos; la plaza dijo, no puede defenderse, bloqueada por mar, sitiada en tierra por un ejército seis veces superior en fuerzas, la resistencia es imposible; el general Baquedano invita a los jefes superiores a evitar se derrame más sangre que la que acaba de correr sobre los "Campos de la Alianza". Pedía la evacuación de la plaza y la entrega de las armas; las tropas peruanas desfilarían con honores militares, batiéndose marcha regular por el ejército chileno.
El coronel Bolognesi se dirigió entonces a los jefes de la junta, en estos términos, que reproduzco textualmente:
"Señores jefes y oficiales: estáis llamados a decidir con vuestro voto la suerte de esta plaza de guerra, cuya custodia os ha confiado la nación. No quiero hacer presión sobre vuestras conciencias porque nuestros sacrificios no serían idénticos. Yo he vivido setenta y un años y mi existencia no se prolongará por muchos días; ¿qué más puedo desear que Morir por la patria y por la Gloria de una resistencia heroica que salvará el honor militar y la dignidad del ejército comprometida en esta guerra?
Pero hay entre vosotros muchos hombres jóvenes que pueden ser útiles al país y servirlo en el porvenir; no quiero arrastrarlos en el egoísmo de mi gloria sin que la junta manifieste su voluntad decidida de defender la plaza y de resistir el ataque.
El Comandante en jefe espera que sus oficiales manifiesten libremente su opinión".
En la histórica respuesta el coronel Moore, que ocupaba un asiento en el fondo del desmantelado salón, pidió que la junta resolviese por aclamación la defensa de la plaza.
Todos los jefes se pusieron de pie y la resistencia quedó resuelta, por aclamación. Fue entonces cuando el coronel Bolognesi se dirigió al parlamentario chileno, con una frase cuyo recuerdo conservan los pocos peruanos que sobrevivieron al desastre:
"Podéis decirle al general Baquedano que me siento orgulloso de mis jefes y dispuesto a quemar el último cartucho en defensa de la plaza".
Al amanecer del día siguiente las infanterías chilenas que habían ganado posiciones durante la noche, rompieron el fuego, al pie de las trincheras; el coronel Bolognesi a caballo, se destaca sobre las alturas del Morro, sirviendo de blanco a las punterías enemigas y haciendo esfuerzos heroicos por detener el ataque, recio y formidable, de los regimientos chilenos, que avanzan sobre un mar de sangre y un hacinamiento de cadáveres.
Por fin el fuego cesa dentro de la plaza porque el que no está herido está vivo; Bolognesi sale ileso del combate; fue en aquella situación indecisa cuando un grupo de soldados chilenos trepó los parapetos, haciendo una descarga vigorosa con punterías fijas y precisas permitidas por la proximidad de la distancia. Allí cae Moore como tantos otros, atravesado por una multitud de proyectiles y el coronel Bolognesi, el viejo amigo, el anciano venerable, inclina su frente y cae con el alma serena y el rostro plácido y sonriente... una bala le había atravesado el corazón.
Cuando volvimos al campo de los muertos buscando los cadáveres de Ugarte y de Zavala, encontramos el cuerpo frío del que fue nuestro jefe. Me detuve un momento en contemplarlo y aún conservo la impresión que me produjo la disposición del cadáver profanado momentos antes; los bolsillos del pantalón estaban vueltos hacia fuera, se le había despojado de la chaquetilla y de las botas y un feroz culatazo le había descubierto la parte superior del cráneo, derramando la masa cerebral sobre el tosco lecho de granito.
Aquella impresión fue para mí tan intensa, tan honda y tan dolorosa como la muerte misma de mi viejo amigo, el querido y venerado anciano: "EL GRAN CORONEL DON FRANCISCO BOLOGNESI"
El ciudadano argentino Roque Sáenz Peña (1851- 1914) tenía 28 años de edad y un doctorado en derecho, cuando decidió venir al Perú en 1879 para enrolarse en el ejército peruano y pelear contra los invasores chilenos, convencido de que "al Perú le asistía la justicia".
Estuvo entre los jefes que secundaron a Bolognesi en su histórica respuesta de luchar hasta quemar el último cartucho. Fue uno de los sobrevivientes del Morro, hecho prisionero y recluido en una cárcel chilena. Retornó a Argentina, donde llegó a ser presidente de su país (1892- 1898).
GALERÍA FOTOGRÁFICA
El Presente
El Presente
......
.el día de la inauguración - 1957
EL PROFESOR CHEQUE
1
Estos
dos relatos del escritor colombiano Fernando Gonzáles Ochoa, fueron
narrados a mediados de la década de 1960 en una de las aulas del colegio
"Coronel Bolognesi", por nuestro profesor de Filosofía, el carismático
“Cheque” SERGIO FIGUEROA CUENTAS.
De repente algún compañero que estuvo presente advertirá con su agudo
lente, que a uno de ellos le falta o quizá le sobre un acento o una
letra. Ustedes saben, a partir de los “sin cuenta” la memoria ya
necesita aceite 3 en 1 para funcionar bien.
1
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EL PERRO QUE SE CONVIRTIÓ EN LEYENDA
2
LA PARÁBOLA DEL LAGO .
En tiempos muy lejanos, unos pastores le pidieron a un anciano que les relate su mejor historia. Él les narró así:
En
una misma casa convivían a regañadientes un pequeño gato “ron ron” y
un enorme perro “zon zon”. Todo era pelea entre maullidos gatunos y
ladridos perrunos.
Pero cierto día el gato sacó de una olla
varios trozos de chicharrón. El perro entró sigiloso a la cocina y se
quedó contemplando en silencio el banquete del felino, y antes que éste
termine se fue meneando el rabo.
-Esta es mi mejor historia —dijo el anciano y se marchó con una sonrisa.
Al
poco tiempo esta historia se extendió por el mundo gracias a los
libros de reflexiones. Unos decían que estaba llena de sabiduría. Otros
sostenían que proclamaba la doctrina del descuido, ya que el perro no
protegió el chicharrón de su amo. No faltaron los que afirmaban que era
el triunfo del desprendimiento sobre el egoísmo y otros más expertos
señalaron que al perro no le gustaban los chicharrones porque le subían
los triglicéridos. En fin, abundaron comentarios de todo tipo, cada
cual desde su propia óptica.
Hoy, en algunas pps que se
multiplican en nuestros correos se desliza, que este relato contribuyó
al adelanto de la metafísica...
2
LA PARÁBOLA DEL LAGO .
Dicen
que el hombre brinda su alma a todas las cosas y ve reflejada su
imagen en cada una de ellas. También dicen que el ser humano odia a
otro de su especie porque en él ve dibujada su voluntad ansiosa.
Asimismo dicen que ama a los puquiales, a los árboles y a los animales,
porque en ellos puede interpretarse a sí mismo. En todo ve su
personalidad: en el murmullo del agua escucha la voz de sus viejos
amores, y en la paz de la noche estudia su sentimiento cautivo.
El
espíritu del hombre echado sobre el mundo es lo que se llama sentido
del mundo. Este es el espejo donde el hombre se ve a sí mismo. Por
ejemplo, un niño contemplando la laguna, dice:
- Papa, papá, en la laguna hay un niño igualito a mí –se acerca su papá y señalando con el dedo, asevera:
-
No hijo, la laguna tiene un hombre calvo como yo –luego viene otro y
después otros que ven mancos, cabezones, canosos, teñidos, orejones,
etc, etc; es decir, miramos en el agua nuestra propia imagen.
¿Qué
dice la parábola?. Dice que las cosas sin alma y sin sentido, son las
que están llenas de filosofía, porque en ellas caben todos los
sentidos, y es así como uno puede verse a sí mismo como en un espejo
encantado...
***
Aquel día el profesor Figueroa nos comentó que Felipe Gonzáles escribió dichos relatos a los 20 años de edad, en circunstancias que se iniciaba como maestro rural en un pueblo de Colombia.
"Él
fue un hombre que envejeció prematuramente, legándonos pensamientos,
cuentos y parábolas que escribía mientras otros dormían",
nos dijo contemplando por la ventana el paraje de Caranca.
Recuerdo
que una tarde gris de diciembre de los sesentas, debido a la fuerte lluvia algunos alumnos
quedamos atrapados en el aula a la hora de salida; el profesor Figueroa, sentado en el tablero de una de las
carpetas, nos comentó que no fue Colón quien avisó al mundo que la
Tierra era redonda, pues ya la Biblia así lo señala desde siglos atrás
(Isaías 40:22). "Lean todos los días la Biblia, porque allí está el principio y el fin de la vida", nos reiteró. Finalmente recalcó: “Siempre
tengan a la mano un papel y un lápiz para escribir lo que les llame la
atención. La memoria es frágil y quizá cuando deseen plasmarla, poco
se acuerden....”. Desde ese entonces procuro caminar con una libreta y un lapicero en el bolsillo.
Gracias Profesor Sergio, sus consejos no fueron “cheques en blanco”, sino, en efectivo al portador...
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Su alumno Nalo Alvarado Balarezo
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Primo BLADIMIRO ELÍAS ALVARADO VICUÑA,
que Dios continúe guiando tu camino.
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