LOS CHANCHOS VUELAN EN CHIQUIÁN
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Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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La
madrugada del miércoles 24 de diciembre de 1913, Ishico Pardo despertó
angustiado de un sueño premonitorio en su casa-hacienda de Aquia:
el chancho que venía
cebando para la cena navideña en Chiquián, había
desaparecido. Se vistió como pudo y corrió como loco al corral, no hallando
al cebón. Recorrió calles y callejones preguntando a todo el
mundo, sin hallar rastro; ídem,
anduvo peinando caminos, terrenos baldíos y potreros a
orillas del Huamanmayo. Del cerdo: ni humo. Encomendándose al Señor de Cayac apresuró el viaje a
Chiquián, llegando a la plazoleta de Quihuillán antes del mediodía.
En Quihuillán empezó su calvario, tenía que conseguir a cualquier precio un chancho para cumplir lo ofrecido a su esposa,
suegros y cuñados: una Noche Buena inolvidable en Chiquián, con una paila de chicharrones sabrosos.
Indagó de zaguán
en zaguán hasta Racrán, sin resultado. Ni siquiera un pedazo de garancho para el
tushu nanay consiguió. Tampoco un humilde pucash como regalo navideño para su entenadito Apolinario Timoteo.
Entrada
la tarde, y sin asomarse a su casa donde su esposa acechaba inquieta la
llegada del cebón, se acordó que su examiga Ipicha
Gaitán Vda. de Núñez, tenía un criadero de chanchos en Rumichaca. Sin
pensarlo dos veces tomó valor y se
dirigió a la casa de la viuda. Frente al portón de hojalata se persignó y tocó con una monedita de la suerte. Acá
el diálogo:
- ¿Quién?
- Soy yo, Ipichita, tu amigo Ishico, ábreme por favor.
-
Examigo, dirás, ¿cómo te atreves a
venir después de haber destruido mi matrimonio?. ¿Acaso no
recuerdas que mi marido tuvo un infarto por tu culpa?, ¡so
chismoso de m.....!
- Por favor Ipichita, te ruego una tregua, un armisticio como
en las guerras se dispensan por Navidad los rivales más crueles.
- Está bien, acepto la tregua, y dime, ¿qué quieres?
- Véndeme un chancho para la Noche Buena, aunque sea uno
pequeño, es cosa de vida o muerte.
-
Seguro que no has encontrado un solo chancho disponible en el pueblo,
por eso has venido a mi casa sabiendo que te detesto por lengua larga.
Estás comenzando a pagar tus culpas, pues todos
mis chanchos han volado antes del mediodía.
- Y ahora, ¿qué hago Ipichita?
- Disfrázate de chancho al horno ¡y métete un rocoto donde tú ya sabes!!!!.
Fuente:
EL JUGUETE Y OTROS CUENTOS