sábado, 17 de octubre de 2020

EN EL DÍA MUNDIAL DEL ABRAZO - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)


 
JULIANCITO:
 
UN ABRAZO POR UNA SONRISA 
 
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
 
Domingo de cielo azul en Chiquián (1960). Tengo 9 años y dos meses de edad. Es 29 de agosto, día de avellanas rubricando el cielo de fiesta en homenaje a Santa Rosa de Lima, patrona del pueblo. La risa de los niños de lozana primavera cuaja la mañana de celosía multicolor. Los balcones del jirón Comercio aguardan silenciosas la Entrada, que el primero de septiembre romperá fuegos de colores en la plazoleta de Quihuillán.
 
Voy camino al barrio de Shulu, atraído por los sones de la banda de Mangas, que toca la melodía "12 de octubre". Llego a la esquina de Comercio con Tarapacá, y allí está parado Juliancito Zavaleta Valdez, nuestro querido "Mudito de Huasta", esperando que las tiendas abran sus puertas solidarias.
 
Son las 7 de la mañana, Chiquián va despertando de la Salva con el padre Sol que pinta de oro los tejados ocres. Jualiancito me tiende su mano y no tengo pan, tampoco una monedita que ofrecerle, mis bolsillos están vacíos, no mi pequeño corazón que se inflama de emoción. Le doy un abrazo, él me regala una sonrisa que se perenniza en mis latidos, porque el abrazo es el más noble de todos los sentimientos en las relaciones humanas, cuando la emoción anuda la garganta callando la voz. 
 
Dicen los entendidos, que en el silencio del abrazo comulgan dos corazones, pero el abrazo no solamente es contacto físico. Su poder espiritual repara dolencias, brinda confianza, entusiasma, aplaca el dolor más acerbo, la ansiedad, el temor y ayuda a convivir en paz con los demás, en alianza con Dios. 
 
El abrazo tiene un potente poder curativo, porque es una receta que viene del cielo. Un abrazo a tiempo nos hace sentir protegidos, elimina distancias, resentimientos y malos entendidos que nunca faltan en el cotidiano vivir. No hay persona en el mundo, por más poderosa que sea, que no necesite ser abrazado por otro ser humano, sobre todo de su entorno.
 
Con seguridad, la misma emoción que sentí aquella mañana, siente el trecho cuando abraza al camino, el arroyo al río y éste cuando abraza al ancho mar en un canto de libertad. Abrazos y sonrisas, amplios caminos y ríos inagotables que conducen al supremo amor: el amor al prójimo por obra y gracia de Jesús.

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Aquella mañana del 29 de agosto de 1960 en Chiquián, una vez más comprendí que la sonrisa es el camino más corto hacía el corazón, y pinta de alborada el espíritu; que el abrazo es el lazo que une a los seres vivientes, abre horizontes y alivia las heridas. También expresa reconocimiento, respeto y afecto.
 
Hoy, 3 décadas después, la sonrisa de Juliancito sigue iluminando mis pasos que van hacia ti, siempre hacia ti: amado paisano, amigo, hermano.
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Parientana, 30 AGO 1991 


Fuente:
 
"CHIQUIÁN: Sentimientos" , de NAB
 
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