lunes, 19 de octubre de 2020

CUENTOS DE PISADIABLO: PROFESOR “JULIASO”, CUMPLE AÑOS EN SAN MIGUEL - POR VÍCTOR HUGO ALVITEZ MONCADA


CUENTOS DE PISADIABLO:

PROFESOR “JULIASO”, CUMPLE AÑOS EN SAN MIGUEL


 Por Víctor Hugo Alvìtez Moncada

Eran Elecciones Municipales del 11 de octubre de 1998 a nivel nacional. San Miguel, vivía con entusiasmo esperando mejores resultados. Caracterizado por su tranquilidad, ese día domingo amaneció nublado, luciendo totalmente diferente: paredes pintarrajeadas con símbolos políticos y números con rostros de candidatos por todas las calles, entradas del pueblo y hasta piedras del camino; había mayores transacciones comerciales y bullicio del gentío que llegaba de todas las estancias y caseríos en camiones, lecheros y caballerías con alforjas llenas de esperanza.

Una “mancha” o grupo de amigos del pueblo, luego de dar su voto en diferentes locales, se encontraban comentando no muy ilusionados sobre el particular en Plaza de Armas; el reloj de la iglesia matriz advirtió con sus clásicas campanadas las doce horas con treinta minutos. Al percatarse, Manuel “Landuchi”, propuso al grupo ir a tomar un buen “abre apetito” para ir almorzar tranquilos, en cantina de su compadrito “Chita”, porque ahí hay buen aguardiente y buena música.

Sin discusión alguna, marcharon directo los asiduos concurrentes, limpiándose algunos todavía sus huellas dactilares de tinta indeleble de elector en papeles que sacaron de sus bolsillos o recogían del suelo.

─ ¡Compadre, “Chita”…, ¡a mi nombre, sirva la primera media de caña! ¡Eso sí, que sea del bueno, ese como para encomienda!...

Y así fue, la botella no había dado ni una vuelta quedando totalmente vacía, cayéndole “culatazo” al dueño del negocio, quien en el acto repuso el líquido transparente, moviéndolo para hacer notar el serpentín del aguardiente en cuello de la botella como símbolo de calidad e inalterable pureza, producto de aquí abajo, del Cuñish, traído y recomendado especialmente para él.

─ ¡Póngame, compadrito, esas marineras que ha grabado en la fiesta patronal!

La música alzó su volumen y la conversa se hizo más amena y fraterna: salud compadre “Landuchi”…, salud “Chita”…, salud “Vita”…, ordenó “Rafa” Tello; Aguchaso, “Gato” Carlos y el primo “Tapia” habían secado sus copas hace rato… ¿Y qué?, el “Huguito” Llique no está tomando, sírvanle copa llena reclamó “Shico” Enrique… En eso, apareció Walter “Chavito” Yeckle, vecino de al frente; invitándolo a pasar… ¡Yo,solamente he venido a llevar a mi papá “Dos Copitas”!…, no te preocupes, recién estamos empezando, dijo don Vita y continuaron tomando con él y un comerciante amigo de apellido Juárez, recién llegados.

La alegría dominguera era desbordante, la música desprendía sus melodías desde todas las chinganas y cantinas; beodos buscaban “colarse” y refugiarse en alguno de estos negocios. Sorpresivamente, cuando los ánimos del grupo estaban màs caldeados y otros a punto de despedirse e ir a almorzar tranquilos en casa, en umbral de puerta de la tienda ─abierta de par en par─ apareció la inconfundible figura de aquel entrañable amigo, alegre, alto de cuerpo, jovial, sincero, sentimental, generoso, querendón de San Miguel al cien por ciento; quien jubilado del magisterio retornó a su natal Cajamarca a vivir con su familia. Era el profesor Julio De la Torre, más conocido y querido como “Juliaso” en San Miguel, no solo por su talla o estatura, sino también por elevada expresión de cariño y plena identificación con nuestro pueblo, donde sentó raíces creando su excelsa y hermosa familia y, donde propios y extraños nadie se salva de acertada “chapa” o apodo.

“Juliaso”, había llegado para votar en elecciones municipales de ese día, prefería mantener la identidad sanmiguelina como buen pretexto para volver al lar amado cuantas veces sea necesario. Arribó todo maltrecho y sudoroso, maletín al hombro, pantalones y zapatos encharcados de barro, dirigiéndose directamente a un recordado bar conocido y exaltado de música y jolgorio, reencontrándose con viejos amigos, abrazó fuertemente uno a uno, brindándoles su amplia sonrisa y carcajada característica, llena de felicidad:

─ ¡Desde Jancos, vengo caminando a votar por el alcalde de mi San Miguel…, la carretera está interrumpida por tanta lluvia, no hay pase!, hermanitos!...

─ ¡Con razón, estás de sed, primo!, respondió don Vita, sirviéndole una buena copa del buen aguardiente que sin demora alguna lo tomó de un solo sorbo, haciendo temblar sus cimientos.

Sirvieron otra media botella del cada vez m agradable aperitivo y todos brindaron con él. La hora avanzaba pidiéndole vaya a cumplir su deber ciudadano. Entusiasmado de estar en la tierra que lo acogió con tanto amor, se resistía acudir a las ánforas, deseaba aprovechar todo el tiempo posible departir con dilectos paisanos, incluso se acercaron su esposa que había llegado antes y su comadre Elena, ofreciéndoles ir luego a la votación:

─ ¡Ya “chinitas”, si no voy a votar, pagaré mi multa!, respondió apacible.

Al resistirse largas horas, sus acompañantes descartaron la posibilidad que el profesor “Juliaso” aquí sea elector, además estaba bien “picadito” y no lo iban a dejar entrar, hasta que pasó las cuatro de la tarde, culminando el acto electoral soltando una gran carcajada levantando su copa ante todos: ¡salud, compañeros!, mostrando abiertamente su documento de identidad, confirmando a incrédulos amigos que si era votante en San Miguel, y cuál sería el asombro de todos, aquel inolvidable 11 de noviembre, era cumpleaños del profesor “Juliaso”; como tal, había suficiente motivo para seguir brindando por la vida, el amor y la amistad. Todos volvieron a abrazarlo y felicitar. El cantinero “Chita”, emocionado, desató una docena de cuetes de golpe, ingresó al corral de la casa y uno tras otro lanzó al aire, provocando fuerte estruendo, reiniciándose la fiesta con mayor entusiasmo:

─ ¡Salud, Julito!..., ¡salud, hermano!..., ¡a tu salud, Julio!..., ¡salud, “Juliaso”!... ¡Muchos años màs de vida, bienestar y prosperidad!...

¡Viva mi San Miguel!..., con brazos en alto, una y otra vez el festejado profesor, encumbraba la voz y ensanchaba el pecho, casi dejando escapar algunas lágrimas. La muchedumbre respondía con vítores y aplausos al unísono en honor del celebrado cumpleañero, memorable y auténtico amigo.

El padre de “Chita”, quien tranquilamente daba su siesta, despertó sobresaltado y asustado, abordando el retorno del cuetero ─tizón en mano─, increpándolo y llamándole la atención por su actitud y por lo que estaba pasando con tanto bullicio y alboroto, o tal vez ha ganado tu incógnito candidato, le dijo.

¡No papá!..., hoy es cumpleaños del profesor “Juliaso” y estamos celebrándolo aquí en la tienda… ¿Acaso el profesor Julio, no vive en Cajamarca?... Aquí está con nosotros, ha venido a votar… Entonces, hijo, dale mi saludo y un abrazo especial a mi buen amigo, marchándose a seguir reposando.

Los mostradores del local se habían llenado de botellas vacías, no solamente de aguardiente sino también de cerveza, champagne y otras, las cintas cassets regadas por doquier. Nuevos amigos habían llegado y llenado el ambiente festivo, otros dormían plácidamente sobre mesas y sus brazos cruzados.

Al fin, su sobrino “Chavito” y tres jóvenes más que habían resistido la larga y animada jornada de celebración, fueron encomendados llevar en hombros al agradecido homenajeado a descansar en su casa, cargando cuesta arriba al alegre amigo, dejándolo en regazo de su digna esposa Carmencita, quien, en puerta de su casa, anocheció esperándolo.

─ ¡Salud, Julito!..., ¡salud, hermano!..., ¡a tu salud, Julio!..., ¡salud, “Juliaso”!... ¡Muchos años màs de vida, bienestar y prosperidad!...

Octubre, 11 del 2020

pisadiablo100@hotmail.com