miércoles, 2 de septiembre de 2020

FIESTA DE SANTA ROSA: PRIMERA TARDE DE TOROS - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)

 



Brentwood, 2 de septiembre de 2020

HOLA SHAY:




 
RECUERDOS
 
ACTIVIDADES DEL 2 DE SEPTIEMBRE EN CHIQUIÁN
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Armado de palincas

05:00 a.m. Plaza de toros de Jircán


Pinquichida

09:00 a.m. En la casa del Primer Mayordomo.


10:00 a.m. En la casa de la Primera Mayorala.


11:00 a.m. En la casa de la Segunda Mayorala.

12:00 m.    En la casa de la Tercera Mayorala.


13:00 a.m. En la casa de la Cuarta Mayorala

Almuerzo


02:00 p.m. En la casa del Capitán y de los demás funcionarios 

Primera tarde taurina con toros de casta

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03:00 p.m. A cargo del Capitán de la fiesta, con presentación de una cuadrilla de toreros.

Quema de un castillo de fuegos artificiales

10:00 p.m. Plaza de Armas.

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APUNTES CHIQUIANOS...
 
Armando Alvarado Montoro, 
Capitán de la Fiesta de Santa Rosa,
a mediados de los cincuentas del siglo XX

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FIESTA DE SANTA ROSA DE LIMA EN CHIQUIÁN 
 
VIII

PRIMERA TARDE DE TOROS 


Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo) 

2 DE SEPTIEMBRE
 
Día de Rumiñahui
 
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Primera tarde taurina
 
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Desde las primeras horas de la mañana se realiza la Pinquichida en las casas de las mayoralas. También con el alba los comuneros empiezan a construir pintorescas palincas (barandas en forma de tribunas con palos, pellejos de vaca y listones de madera amarrados con sogas de cabuya, cuero o nylon), con suficiente espacio para albergar sillas y bancas para los familiares y amigos.
 
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Los lugares por donde pueden escaparse las vacas y los toros bravos son protegidos con camiones, minibuses y camionetas, que en la mayoría de los casos terminan con la capota del motor despostillada por las pisadas de los asustados curiosos que trepan temerosos de una cornada fatal..


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Gracias al aporte de paisanos benefactores, cada cierto tiempo se construye un coso de madera, con burladeros para el refugio de los toreros, sin alterar la estructura de las tribunas de tierra donde reposan las palincas, ni la ubicación de los vehículos motorizados; garantizándose así, que los toros "no abusen" de los borrachitos que vuelan como cometas, entre ayes y carcajadas. Sin embargo, ha motivado que muchos 'Romeos de poncho y sobresalto' pierdan la oportunidad de demostrar a sus 'Julietas de septiembre' lo macho que son al pasearse sudando frío en el ruedo junto a mil temblorosos enamorados más.
 
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A partir del mediodía la plaza de toros de Jircán comienza a engalanarse con la presencia del pueblo y de los paisanos visitantes. No falta el turismo interno: sombreros adornados con flores de Mangas y vestidos multicolores de Roca, haciendo de cada tendido un arco iris humano.
 



Antes de verse cara a cara con la muerte en el ruedo, los toreros visitan la Iglesia del pueblo para encomendarse a Dios y a Santa Rosita. Es un pacto secreto entre el diestro y su fe. 
 
 



Las avellanas anunciando la llegada del Inca y su séquito, son señales de estruendo y humo que la espera llegó a la recta final. Luego ingresan las cuadrillas de toreros y finalmente el Capitán y su comitiva con sus cabalgaduras resoplando al compás de la banda de músicos, precedidos por el Abanderado que lleva la Bandera peruana. Una vuelta al ruedo, saludos y aplausos. Se abre la compuerta y antes de que todos los caballos abandonen el ruedo, sueltan una vaca loca entre gritos y ayes. Gran parte de la plaza queda desierta. La corrida ha empezado, a persignarse unos, y ajustar el * otros.

Recuerdo la primera corrida de toros de 1975. Nunca había visto bailar con tanta destreza y sentimiento a Rumiñahui. A escasos minutos para las 4 de la tarde hizo su ingreso mi amigo Pedro Rivera Ñato con su alabarda bicolor en la mano derecha y una botella de chinguirito en la otra. Parecía un cóndor a punto de elevar vuelo batiendo sus remangas como aspas de molinete, como quién dice, abriendo pista para que pase campante el Inca (Raúl Santiago Márquez), las pallas y los paisanos huaylishando sin cesar al son de la orquesta de cuerda, cerda y viento. Y no fueron dos, sino tres, a pedido del público alborozado, las vueltas que el Inca y su séquito dio al ruedo apretujado de curiosos, antes de ubicarse en la palinca. Luego llegó el Capitán de la fiesta (Manuel Roque Dextre) e hizo lo que tenía que hacer: demostró una vez más el por qué era considerado uno de los mejores ganaderos de la región: ducho sobre el caballo bien enjatado y por los toros bravos de su propiedad que se lucieron en aquella corrida memorable, con cuatro bandas de músicos tocando a todo pulmón, y los manojos de pañuelos de las pallas flameando en todo lo alto como palomas polícromas en revoloteo rasante. Al culminar la corrida un histórico borrachito que estuvo a mi lado durante la tarde, apretando a su corazón una chata vacía de ron Cartavio lloró a pecho pelado, musitando emocionado "Ahora sí puedo morir tranquilo, he visto la mejor huaylishada del mundo y la mejor corrida en mis 95 años de vida".  
 
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La corrida a cargo del Capitán se inicia, en el mejor de los casos, a las 3 de la tarde, casi siempre empieza poco antes de la 4. Se lidian seis toros bravos y dos vacas machorras chuscas encargadas de 'limpiar la plaza'. Por cosas del clima es momento de una corta llovizna que cae como una bendición del cielo para suavizar el ruedo de lija (cascajo y tierra).
 
 
 
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Durante el intermedio, el Capitán, su comitiva, familiares y curiosos dan un paseo por la plaza bajo las notas de la banda de músicos, una incesante lluvia de caramelos, bizcochuelos, cerveza y aplausos. 
 
 

 
Si en este intervalo, un voluntario hace notar su decisión de convertirse en el futuro Capitán, se le cede el sombrero, corona, banda y cabalgadura, iniciando junto al nuevo Abanderado y sus acompañantes una vuelta al ruedo para recibir la anuencia del público, que empieza a augurar si la próxima fiesta será buena o regular. El Capitán escoge su comitiva dentro de los miembros de su familia y del entorno más cercano de sus amistades de la infancia o de su centro de labores.

Llama la atención ver el ruedo abarrotado de vendedores de helados, cancha 'poc-corn', alfeñiques y manjares costeños. En algunas ocasiones los toros embisten a estos sufridos vendedores, a quienes no les queda más remedio que despedirse de sus helados, bandejas, bizcochos y camisas que quedan hechas trizas por las filudas astas de los bravos. Ni qué decir de los espontáneos, quienes por tratar de impresionar a la dama de sus sueños deambulan 'muertos en vida', obstaculizando la faena de los toreros y aficionados del lugar; es decir, estos 'temblorosos diestros' colman el coso, culminando su periplo taurino con el calzoncillo cargado de miedo.
 
 


En mis años mozos el amigable torero regional 'Romerito el quisipatino', vestido de seda y oro, lanzaba con destreza las banderillas sobre el cerviguillo del toro, inofensivos rehiletes que terminaban regados en el piso a falta de arpón, pues sólo eran listoncitos de madera recubiertos de papel picado (blanco, amarillo y rojo). Augusto Peña Mendoza, a quien llamamos de cariño 'Shatanco', encargado de sacar los toros al ruedo, cuida que a los astados no se les maltrate ni con las hojas lanceoladas de un tierno lajtash. Él, como todo chiquiano pacífico, comedido y soñador por antonomasia, lleva en la mirada la esperanza de una buena tarde de toros para el deleite del pueblo y visitantes; ya cuando las sombras cubren el ruedo de Jircán, mira Huancar con esos ojos de quien no quiere que se acabe la labor que ama desde niño taurófilo.
 
 


La primera tarde taurina agoniza cuando el sol desaparece tras el impoluto Huayhuash que se va tornando grana, circunstancia que aprovecha el torero que realizó una buena faena para darse una vuelta al ruedo, pidiendo un donativo con la roja y amarilla extendida por cuatro subalternos, aunque no falta una piedrita lanzada con disimulo por algún fermentado comentarista de palinca.
 
 


Uno que otro año el coso se tiñe de rojo con la sangre de los borrachitos que son pasados, repisados y repasados sin compasión por las pezuñas y las astas del toro en suerte. "Le ha agrandado el uchcu", dice uno. El otro le pregunta: ¿cómo sabes shay, acaso eres brujo de Mangas". "No ves que uno de los cuernos está ocre", retruca de inmediato. "Mostacero tenías que ser", finaliza el diálogo en la palinca, mientras el dueño del toro, emocionado hasta el sollozo plañidero, grita desde el fondo del alma telúrica: ¡¡¡banda, un pasodoble¡¡¡, y la banda de Llipa entona un clásico taurino. 
 
 

 
El terror se desborda como huayco endemoniado en los tendidos cuando el toro sale del toril con furia homicida. Es cuando madres, abuelitas, hermanas, sobrinas, cuñadas, vecinas y enamoradas se encomiendan al Señor de Conchuyacu y a Santa Rosita apretando su Rosario. ¡Ahurasilo!!!! (ahora sí) gritan trémulas, "busca a tu papá no lo veo por ningún lado, dicen que lo han visto borracho mirando a una palla junto a tu enamorado, te dije que los dejaras bien amarrados con chiligua en la casa". Pasa el peligro y vuelve el alma al cuerpo.
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Fuente: 
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Capítulo XIV de la novela "DEL MISMO TRIGO" 1993 - Bodas de Oro del Colegio Nacional "Coronel Bolognesi" de Chiquián. En Internet desde el 2003.
 
 


   2 DE SEPTIEMBRE DE 2010 EN IMÁGENES
 
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)


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