viernes, 28 de agosto de 2020

LA SALVA ABRE EL TELÓN DE LA FIESTA DE SANTA ROSA EN CHIQUIÁN - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)

 

.
 LA SALVA ABRE EL TELÓN DE LA FIESTA
 
 DE SANTA ROSA EN CHIQUIÁN
 
 IV
 
SALVA
 
28 DE AGOSTO
 
 Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

En mis años primeros la presencia y recibimiento (Taripay) de las bandas en las afueras del pueblo eran acontecimientos muy placenteros para los niños, donde la emoción por el arribo de los encargados de amenizar la fiesta con su arte musical nos hacía saltar de gozo el corazón. Ente las 6 y 8 de la noche del 28 de agosto los músicos llegaban a pie con sus instrumentos de viento y percusión a cuestas, en compañía de sus esposas e hijos, en un colorido pasacalle por los caminos de herradura. 
 
Enterados que se aproximaban al pueblo, los niños corríamos a darles el encuentro en Tranca, Quihuillán o Rumichaca (de acuerdo al lugar de ingreso). 
 
Mientras las avellanas anunciaban con su inconfundible estruendo el arribo esperado, la cerveza, la chicha y el chinguirito se paseaban 'como pedro en su casa', gracias al fraterno camachico.
 
Luego de cambiarse los llanques por zapatos, hacían sonar sus notas marciales camino a la iglesia para rendir culto a Santa Rosa con la entonación de una música de procesión. 
 
 
 
 
El poncho y el sombrero era la vestimenta habitual del músico de antaño en la Salva. Aún resuena el eco del recuerdo de aquellas bandas de músicos que marcaron época dorada a mediados del siglo XX, haciéndose imprescindibles en la cuna de Luis Pardo: Chiquián, Llipa y Huanri. 
 
 
 
En fechas conmemorativas, como el aniversario de la provincia, los integrantes de las bandas de músicos usaban camisa, corbata y gomina. Actualmente la vestimenta nativa ha sido reemplazada por el terno (cada vez más vistoso), el buzo deportivo y los lentes tipo Ray-Ban. Hasta el corte y el peinado han cambiado, siguiendo la moda de los chicos realities del Tercer Milenio.
 
 

Con el paso de los años, ya en mi adolescencia, Umpay se sumó como punto de llegada de las bandas procedentes del Callejón de Huaylas y los pueblos cercanos al valle del Fortaleza y de la ciudad de Barranca. Venían sobre la tolva de madera de un camión ancashino. En ocasiones llegaban en ómnibus de pasajeros. 
 
Con la anuencia recibida llevaban a cabo una breve retreta en la plaza de armas, y después acudían a la casa del funcionario que los contrató, cenaban y descansaban hasta el inicio de las visitas programadas; tradición que continúa hasta ahora. En esta primera cena se lucen los matarifes, las cocineras y sus ayudantas, haciendo gala del sabor chiquiano con el esperado lushtupacuy (llushtupakuy o llushtupacuy). 
 
El número de personas que conformaba una banda oscilaba entre 14 y 18 como máximo. Hoy pasan con holgura de 30, con buen uso del marketing impreso y en la Internet, e instrumentos novedosos entre los que destacan los timbales electrónicos, los trombones y tres o cuatro tubas gigantes, muy llamativas.
 
 

 
A partir de las 9.30 de la noche los funcionarios de la fiesta llegan a la puerta de la iglesia, y en acto de reverencia piden permiso a la Santa Patrona para dar inicio a las actividades. Luego se dirigen a sus casas para celebrar la Salva con bandas, orquestas, trago y avellanas a discreción. Después se visitan mutuamente, anunciando su llegada con el estruendo de una avellana que es respondida con otra, y otra dejando su estela de humo en la oscuridad, cada segundo más potente y asfixiante para los impúberes fiesteros. Es costumbre que el jefe militar Rumiñahui recoja al Inca de su domicilio para efectuar juntos las visitas programadas. El Camachico recibe al visitante con licor, y la banda entona una parada de huayno para que bailen los asistentes. Al culminar la visita salen huaylishando, tomando licor y haciendo reventar avellanas. 
 
Durante el recorrido las pallas van entonando canciones en quechua y castellano. Sus cánticos son coplas que van variando de acuerdo con el cargo del funcionario, bajo un ritual aprendido durante los ensayos.  
 
El Inca y Rumiñahui son los primeros en visitar a cada funcionario, e inician la comparsa costumbrista, circunstancias que ingresan el Capitán y su comitiva. Al finalizar la visita, el Inca y su séquito se retiran para continuar su recorrido, en tanto el Capitán, comitiva y amigos se quedan bailando una parada musical con los dueños de casa. Esta actividad se repite en el domicilio del funcionario visitado. El duelo simbólico entre el Inca y el Capitán es aplaudido por la concurrencia, sobre todo cuando en la parodia el Inca rosa con su hachita de madera la garganta del Capitán. Parecido duelo realiza Rumiñahui y el Abanderado, animando el gusto popular al límite del latido cardíaco. 
 
 
 
Durante la Salva el Capitán y su comitiva usan poncho habano, bufanda y sombrero de paja con cinta peruana alrededor de la copa. El tamaño del ala del sombrero se incrementa años tras año, tornándose muy expresivo entre la concurrencia. El Inca y Rumiñahui también usan poncho habano, bufanda y sombrero con cinta peruana y una pluma de ave o algo parecido, además de guantes de lana. Las pallas usan pañolón negro. Rumiñahui porta como alabarda de mando un listón de madera forrado con cinta peruana. Con el paso de los años el pañolón de las pallas está siendo reemplazado por el poncho de algodón, sobre todo en las fiestas patronales que se realizan en Lima. Después qué vendrá, nadie lo sabe...
 
Fuente:
 
Capítulo XIV de la novela "DEL MISMO TRIGO" 1993 - Bodas de Oro del Colegio Nacional "Coronel Bolognesi" de Chiquián. En Internet desde el 2003.