Danilo Sánchez Lihón
Nieve
en la noción del fuego.
César Vallejo
1. El más
querido
La
princesa Huandoy es la única hija adorada y predilecta del Inca
majestuoso. Y es además la flor más bella, preciada y primorosa del
imperio.
Pero
a su vez quien ha quebrantado las leyes más severas al enamorarse de
Huascarán, el sacrificado y valeroso soldado y ahora comandante supremo
de las legiones del Inca, pero de origen plebeyo.
Vencedor
de mil batallas, Huascarán ha llegado a ser el más joven, estimado y
querido general del vasto reino y predilecto del soberano y su corte de
consejeros.
Pero esta deferencia y estimación, especialmente del Inca no basta ni puede llegar a tanto.
Ni
puede romper las normas divinas, como para consentirse que pretenda
mezclar la sangre excelsa y celestial de la familia imperial con la
sangre común y corriente.
Y eso por más que lo adornen mil pendones conquistados en cruentas batallas.
2. Mirarse
a los ojos
Sin embargo, Huandoy es tan bella que conmueve por ser una flor delicada, exquisita y tierna.
Como
puede serlo la luna cuando boga apacible en una fuente quieta y al
amanecer. Y con todas las estrellas y luceros extasiados que la siguen.
Pero hay un rival de Huascarán en el mando y en el cargo que ocupa, y que esta vez le ha tendido una celada.
Y
ambos, Huandoy y Huascarán han sido sorprendidos en confidencias dentro
del palacio. Aunque no en los aposentos interiores ni en falta grave.
Pero basta que se vean y se miren a los ojos para constituir ello un ominoso delito.
Descubierto
esto parientes y allegados quieren ocultar a Huandoy. Otros poniendo en
juego su vida quieren hacerla viajar a un lugar remoto.
2. Y Huandoy
suplica
Pero no.
Ella no acepta y prefiere afrontar junto a su amado el juicio y hasta el suplicio, si lo hubiera.
Ha querido permanecer al lado suyo y ser conducida ante el Inca, sin separarse de su amado.
–
¡Poderoso y magnánimo Señor! –Le suplica reverente Huascarán al Inca–.
Te he servido devotamente desde niño, pero debo confesarlo...
Intenta proseguir, pero se le quiebra la voz, y se arrodilla.
– ¡Amo y adoro a Huandoy!
– ¡Cómo te atreves!
–
Mándame poner otros mundos a tus pies, y los pondré. Así sean en los
confines más hoscos y abruptos del universo. Allí siempre seré tu leal
vasallo. Y protegeré tu reino como un hijo tuyo.
Y Huandoy suplica:
– ¡Padre! ¡Tú me enseñaste a amarlo!
3. Ya es sangre
de tu sangre
– ¡Cómo te atreves a decir esto!
– ¡Sí, padre!
– ¡De qué modo!
–
Hablando siempre de él y de sus hazañas. Y del orgullo que sientes
porque es ejemplo de virtudes y valeroso. Y, además, humilde.
– Mmmm.
– Refiriendo de su lealtad sin límites hacia ti. De su generosidad y del hogar lleno de encantos de dónde él proviene.
– Ambos serán juzgados y condenados. ¡Son leyes divinas que ustedes dos han quebrantado!
– ¡Padre! ¡Llevo un hijo suyo en mis entrañas! Te pido perdón y clemencia. ¡Él ya es sangre de tu sangre!
El Inca ha recibido estas palabras con el impacto de la descarga de mil rayos.
– ¡Apresarlos!
5. Excelsa
flor
Esa
niña, pura como la más excelsa flor de la más cimera montaña, y plena
de bondad sin límites, ¿ha desacatado así, y de ese modo, una ley
divina?
– ¡A ambos! ¡Condúzcanlos a calabozos separados!
– ¡Padre!
–
¡Encadénenlos y cuiden que las celdas sean seguras e inexpugnables!
¡Ambos morirán al amanecer! –Y golpea el suelo con el bastón de mando,
signo de que las palabras que ha dicho, las jura como la más rigurosa
ley.
Es allí cuando Huascarán forcejea y veloz se escapa de sus captores. Rescata a Huandoy y huyen por pasadizos secretos.
Pasan las horas y nadie los encuentra, concluyendo que ya están fuera, en los extramuros del palacio.
El
soberano ante esta fuga, ordena que todas las guarniciones cercanas
salgan a prenderlos, maniatarlos y conducirlos encadenados ante su
trono.
6. En noches
de luna
Huascarán
que es sagaz, fuerte y arriesgado, alzándola consigo a Huandoy,
emprende la huida escapando por caminos de hielo y pedruscos, subiendo
las altas montañas frígidas y escarpadas.
El frío, el hielo y la nevada no logra estremecerlos.
Pero,
cercados por las legiones que los persiguen por uno y otro flanco, y
antes de ser capturados, deciden convertirse en los nevados más altos y
prominentes de la Cordillera Blanca del departamento de Ancash.
Perpetuando de ese modo y para siempre su amor irrenunciable, su mutua devoción y el querer consagrarse a su pueblo.
Es así cómo se convirtieron en nieve inmarcesible y en nuestros Apus tutelares.
Ahora se miran, se acunan e intiman. Ambos se buscan y se juntan en noches de luna y de estrellas arrobadas en el firmamento.
7. El efluvio
del amor
Hacen
el amor en noches serenas, que es cuando repentinamente se llenan de
neblinas y rubores los cerros que se reflejan en las fuentes que ellos
han creado con sus lágrimas y se atisban adorándose hacia el fondo de
los celajes.
Entonces ella se sonroja y se oculta detrás de él que es imponente y severo.
Y
que es cuando el agua de la laguna que está al pie se remueve y
acompasa y luego produce grandes oleajes; a veces como quejidos hondos y
agitados de olas que golpean contra las rocas y piedras a su contorno y
a su vera.
Se
los siente revolverse bajo las sábanas y compenetrarse. Ella se esconde
en él, quien se hunde en su vientre y la preña, que es cuando se la ve
abultada.
Y
que es cuando fructifican las sementeras y aumentan las crías del
ganado. Y es cuando nosotros los seres humanos sentimos que el efluvio
del amor también inunda nuestras vidas.
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