jueves, 25 de junio de 2020

SENSIBLE FALLECIMIENTO DE LA DILECTA DAMA CHIQUIANA LUZMILA GAMARRA DE ZÚÑIGA








 
RECUERDOS
 
 
RESISTIREMOS MAMÁ

Aunque la distancia

impida abrazarte en persona.

Aunque los días

avancen incesantes

y nos consuma la nostalgia.

Aunque los contagios

toquen nuestras puertas

sin compasión.

Resistiremos porque viven

madres como tú

que subliman nuestros días.

Resistiremos para abrazarte

cantando valses y huaynos

recordando la vida.

Resistiremos para contarte

nuestras alegrías y penas

nutriéndonos en tu regazo.

Mamá resistiremos por ti.
 
La Pluma del Viento
 
Lima, 10 de mayo de 2020
 
 


A LA MUJER MÁS LINDA



Tu voz dulce y acariciante siento todos los días
Tu preocupación por mi salud sigue igual a cuando era niño
Me ofreces queso y canchita caliente  cuando llego en las tardes
Percibes que mi calzado requiere reparación
Adviertes que el auto necesita de mantenimiento
Nadie como tú para preocuparse por mí.
Nadie como tú para sufrir de mis desvelos
Nadie como tú para alegrarse de mis escasos éxitos
Ahora que llega el día de la madre
No sé cómo agasajarte mamá
Siempre fui descuidado en la atención cariñosa
Nunca supe expresar mis alegrías internas
No te acostumbré a los ramos de flores
Ni a las tarjetas con músicas llamativas
Ni a traerte charros mejicanos para cantarte
Ahora que quiero demostrarte mi amor
No sé cómo hacerlo
Quisiera llevarte al restaurante de Gastón
Quisiera almorzar en Cieneguilla o Pachacamac
Quisiera caminar junto a ti por la plaza de armas
Quisiera ser el primero en regalarte una poesía
Siempre lo quise en mis pensamientos
Nunca me di ese tiempo como si no lo merecieras
Asumí erradamente que las madres comprenden no exigen
Y si son ancianitas solo deben permanecer en casa
No quise percatarme que deseabas conversar
Que querías hablar de nuestra niñez
Que querías transmitirnos lo mejor de tu corazón
Hoy que quiero revertir eso ya no estás
Me quiebro de dolor y culpa
Hoy que miro tu foto y no te tengo
Golpeo la pared gritando tu nombre
Hoy nadie pregunta por mi salud
Nadie se interesa si ceno o no
Nadie merece la pena de amarme
Porque nunca demostré amor
A la mujer más linda
Mi madre

La Pluma del Viento
 
Lima, 10 de mayo de 2020
 

FELIZ CUMPLEAÑOS MAMÁ LUCHI 

 POR AGUSTÍN ZÚÑIGA GAMARRA (ACUCHO DE CHIQUIÁN)

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ANIVERSARIO DE MAMÁ LUCHI

Por Agustín Zúñiga Gamarra (Acucho)

El 21 de agosto en 1927, nació en Huayllacayán, MAMA LUCHI. Sus padres fueron don Wenceslao Gamarra y doña Angélica Cueva. Quienes hemos visitado esta ciudad, subiendo desde Chasqui, pasando por Llampa, La Esperanza y Yumpe, nos damos cuenta de lo que es el Perú, algún desarrollo en las capitales y postergación exacerbada en las localidades del interior.

Este pequeño distrito de la provincia de Bolognesi, centra su subsistencia en la agricultura. En la parte alta, la papa y el maíz, principalmente, pero en la parte baja las frutas, con su sello característico, la Chirimoya. A este pueblo, llegó de maestro papá Antuco, y se llevó a Chiquián, a doña Luzmila Gamarra Cueva, nuestra madre. Ella, de muy joven, hizo todo lo posible para darle amor, abrigo y alimento a sus hijos. Vinieron primero Nili, luego Chole, Marco, Acucho y Uli. Hijos de un maestro de respeto y prestigio, no había otro camino que confiar en la educación como aspiración al desarrollo. No tuvimos chacras en Chiquián, parecíamos extranjeros. Nuestras vaquitas crecían para alimentarnos, eran cuidadas como parte de la familia.

Desde Huarampatay, cerca al río Aynín, hasta Putu, arriba de la ciudad, conocían del trajín de una mujer, pequeña pero fuerte, subía y bajaba las pircas como un ave. Porongos de leche en las manos y alfalfa en la espalda, eran la imagen de una madre luchadora. En su casa sus retoños aguardaban el desayuno, luego con la ropa limpia, y bien planchada, salíamos a la escuela.

Nuestros años de estudiante en la Primaria fueron muy cortos. Partimos hacia Lima o Huaraz para estudiar la Secundaria. A los 11 años sus hijos se alejaron de Chiquián. Ahora que veo cerca a mis sobrinitas, comprendo el dolor que sería alejarse de los hijos tan tiernos. Pero el estudio, en mejores colegios, merecían todo el sacrificio.

A falta de sueldo, ella tenía que trabajar doble. Criar animalitos para alimentarnos, tener la carne necesaria para los que vivían en Chiquián, y también preparar las encomiendas para enviarlas a Lima: dulces de leche, quesos, mantequilla y tortas de maíz. Desde Huayllacayán la abuelita Anqui, proveía granos, trigo, cebada y maíz, eran tan surtidos que las retirábamos en baldes, desde los sacos como sacar agua de un caño. Luego de acompañar a su último vástago, Uli, en la Primaria, se vino con él a Lima. Así comenzamos a vivir en la Capital de la República. Ahora podíamos estudiar cerca a nuestra madre.

En Chiquián mis hermanas habían conformado sus propios hogares. En Lima nos acompañó para terminar nuestros estudios universitarios. En nuestro pequeño hogar, en Ingeniería, había incluso espacio para cobijar a los hijos de nuestro tío Beto. Él había sido un ser muy bondadoso en Chiquián, nuestras vaquitas caminaban con las suyas en sus chacras. Siempre estuvimos juntos con Edgar y Normita. El dinero para el alquiler lo cubría el reducido sueldo de maestro de mi padre. Con su jubilación pudo construir la casa propia.

En esa casa levantada con el sudor y esfuerzo de nuestros padres, vivimos hoy junto a mamá Luchi, Chole y Carlita. Continuamos recibiendo el amor y cuidado de la mujer que nos dio la vida, que a sus 87 años, nos inspira alegría, unión, y fortalezas.

Fuente:

Blogspot CHIQUIÁN CULTURA de Agustín Zúñiga Gamarra
 
 
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CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA

Construcción y forja de la utopía andina
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DISTINCIÓN:

AMAUTA DEL PERÚ ETERNO Y MEDALLA DE ORO

A

AGUSTÍN ZÚÑIGA GAMARRA

POR SU REFLEXIÓN Y MAGISTERIO EN EL CAMPO

DE LAS CIENCIAS Y LA CULTURA

Bienvenida:

DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

Presentación:

RAMÓN NORIEGA TORERO

Semblanza:

ARMANDO ALVARADO BALAREZO

Comentario:

MODESTO MONTOYA ZAVALETA

Conferencia:

AGUSTÍN ZÚÑIGA GAMARRA

Entrega de Diploma de Honor:

CÉSAR VALLEJO YNFANTES

Imposición de Medalla de Oro:

CARLOS CASTILLO MEZA

* * *

RECUERDOS - SEMBLANZA LEÍDA EN EL AULA CAPULÍ

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)


¡CÓMO PASA EL TIEMPO SHAY!

Hace cinco años celebramos en el Club Chiquián, los 50 fructíferos febreros de AGUSTÍN RICARDO ZÚÑIGA GAMARRA, llamado cariñosamente "ACUCHO". Este año apagó 55 velitas en el calor del hogar familiar de la urbanización Ingeniería.

Hace varias décadas que desde el empinado paraje "Los Pinos" de Huaraz, donde estudiaba la secundaria bajo el rigor académico del Seminario San Francisco de Sales, se lanzó como avellana a la conquista de sus sueños en la Capital de la República, la tierra prometida de los provincianos de las tres regiones naturales, no: "Lima la horrible" como la catalogan los ingratos.

Ingresó a la Universidad Nacional de Ingeniería a la vanguardia de los postulantes, lejos de los cenáculos artísticos y literarios, pero sin desligarse del canto chiquiano con arpa, violín y sordina, tampoco del deporte rey. Este último, en el que desde siempre impone su talento creador frente a sus ocasionales adversarios, con esa rebeldía natural y la experiencia cada vez más creciente que no se logra leyendo libros sobre cómo hacer goles de "guacha", "chalaca" o de "taquito", sino en la cancha, haciendo funcionar la cabeza y los pies al unísono.

Durante su fecunda vida ha subido a pulso todos los peldaños académicos de su profesión, tanto en el Perú como en el extranjero, coronando con éxito la cima más alta, que le ha valido para desempeñarse en cargos de suma responsabilidad. A la par, contagiado por los coterráneos que aún sufren los estragos del desarraigo por el huayco migratorio de los setentas, ensaya la vena popular en los albores del Tercer Milenio, y no tarda en descubrir su genio narrativo que hoy florece para beneplácito de las letras chiquianas y alentar la difusión del conocimiento científico, a través de sus portales virtuales y programas radiales, con gran acogida por las mentes ávidas de aprender, en circunstancias que la ciencia, la tecnología y la innovación no son prioridad para los gobiernos de turno, pese a ser conocedores, en demasía, que el conocimiento es la mayor riqueza que un país puede ostentar sin dañar el medio ambiente y exportarlo en abundancia a los cinco continentes para provecho de la Humanidad.

En su narrativa no se olvida de la primera lluvia, aquella que deja su fresco aroma entre el corazón y la mente. Así su amado Agocalle, donde fue campeón caminando en zancos, saltando con garrocha y ganando bolsillos tras bolsillos de chillanditas, renace en cada despertar, porque ese sentimiento de amor por la Patria Chica que se incrusta en la infancia, permanece indeleble en la memoria.

Hoy, que los caminos del mundo van albeando su privilegiada testa más allá del horizonte nativo, su espíritu telúrico sigue siendo de ese niño inquieto hecho río cristalino, gracias a dos vertientes de agua dulce que se unieron para darle vida: Chiquián donde florece la cantuta y Huayllacayán donde madura la chirimoya.

CHIQUIAN: es el pueblo donde el destino tejió el ropón de ACUCHO, ser humano de corazón noble e iris de niño; un guerrero de la constancia, la abnegación, el raciocinio y la fe en el éxito final, como buen Quijote del conocimiento. En suma, un domador nato de la ignorancia como todo orfebre empeñado en llenar la vasija de la ciencia popular en las altas cumbres. Futbolista ciento por ciento con su doble salto en el aire como el rey Pelé y el gran capitán Héctor Chumpitáz.

Integrar el Comité de Gestión - Base Lima por varios años bajo su presidencia, me ha permitido conocer la grandeza de su espíritu y las virtudes de su liderazgo natural: sencillo, humilde, generoso, optimista; siempre guiando y promoviendo nuevas rutas de desarrollo para nuestra tierra. Doctor en Física Nuclear, con un importante cargo en el IPEN y estudiante infatigable en un nuevo doctorado que pronto verá el alba de oro.

Viene a mi mente el poeta Alejandro Pope, quien refiriéndose a Newton expresa: "La Naturaleza y sus leyes se ocultaban en la noche: por eso Dios dijo ¡que nazca Newton! y se hizo la luz". Esa misma luz es la que irradia Acucho en los paisanos que lo acompañamos en su tarea de progreso provincial, así como en las jornadas informativas y proyectos educativos que promueve y empuja hacia adelante; pues de la misma manera como las plantas convierten los minerales en alimento cotidiano, así también los hombres de ciencia convierten la materia prima en naturaleza útil para la Humanidad. Son los descubridores e inventores que nos allanan el camino para no andar a tientas en el mundo moderno.

Pero no solamente destaca en el mundo científico, sino también en la tarea literaria, que no ofrece réditos materiales de corto ni largo aliento, porque sabe que la literatura es un noble sentimiento que apunta al desarrollo de los pueblos sin esperar nada a cambio, siguiendo las hondas huellas dejadas por don Antonio Zúñiga Alva, su adorado padre. Huellas de Maestro que es menester recordar en este sagrado lugar, crisol purificador de la obra de nuestro vate universal César Vallejo, quien también fue maestro de escuela:

Mayo, mes florido en Chiquián gracias al aguacerito que se marcha hasta diciembre, dejándonos su tributo de vida.

Mayo, aroma de campo primaveral en la Sierra. Los gorriones saludan la llegada de la aurora en cada despertar, cantando felices sobre los tejados. En las noches los grillos tocan alegres sus violines entre las pircas de las chacras turquesas.

Mayo, mes de dulce caña, de tersas habas para el rico panco, de maíz, alfalfita y dorado trigo en Racrán, desde donde se divisa los mechones de humo de fogón que se elevan al cielo como velos blancos.

Mayo, mes de cuilumpis maduros invitándonos a la cosecha de coloridas papitas arenosas que en unos meses serán sabrosas gecnas. Hasta el agua y la espumante leche recién ordeñada saben a gloria. 

En este generoso mes, el martes 10, de hace 100 años, nació en Chiquián un ser humano pródigo en magisterio viviente que dejó huellas indelebles en la provincia de Bolognesi y en los lugares donde llevó su elocuente palabra para gestionar y promover el desarrollo de nuestra tierra. 

Don ANTONIO ZÚÑIGA, quien además de maestro y escritor, se desempeñó como supervisor de educación, forjador de la Casa del Maestro de la provincia de Bolognesi y presidente de la Sociedad de Beneficencia Pública de Chiquián. Institucionalista ciento por ciento; deportista y socio fundador de la Liga Provincial de Fútbol y del Club Cultural Deportivo Alianza Chiquián que tantos lauros cosechó en Ancash. 

Los conocimientos que adquirió en las aulas de Chiquián, Huaraz y Lima, los puso a manos llenas a disposición de sus pupilos chiquianos, de Cajacay, Huayllacayán y Llaclla. Los pobladores de este último lugar lo recuerdan como uno de los más importantes gestores para la creación del distrito Abelardo Pardo Lezameta en 1956. Siempre fue elegido por sus capacidades y potencialidades innatas, junto a otros ilustres colegas, para representar al magisterio bolognesino en convenciones realizadas en Huaraz y Lima, dejando en alto el nombre de CHIQUIÁN.

Ciudadanos ejemplares como don Antonio, fueron en el siglo XX parte medular del tejido social bolognesino y ahora son el patrimonio cultural, moral y espiritual que debemos conservar y emular, sobre todo en momentos sombríos como el que atravesamos, donde todo se pone en tela de juicio, lamentablemente por hechos deleznables originados en las altas esferas del poder, arrinconando voluntades y valores supremos, ante los ojos del mundo. 

Cómo no recordar su vigorosa personalidad y su fe inconmovible. Su pulcritud en el vestir y su esmero en el cotidiano quehacer; sin duda, uno de los referentes más destacados que marcará época en la historia de nuestro pueblo, sobre todo por su impecable trayectoria. 

Escucharlo conversar con mi papá, cada vez que visitaba nuestra casita de Ingeniería en los ochentas y noventas, era un constante aprender. Jamás escuché de sus labios la más tenue manifestación de rencor o resentimiento por algo o alguien. Sus ojos azules cristalinos brillaban más y más, cada vez que recordaba su labor magisterial en el vendaval de los contrafuertes bolognesinos, lejos de su hogar del Jr. Saénz Peña en Chiquián: de su adorada Luzmila y sus retoños.

Cuántas noches en vela seguramente pasó en su afán de fecundar las buenas semillas del conocimiento y del pensamiento en sus alumnos del mundo rural; cuántas privaciones de sustento material habrán hincado su cuerpo y alma de servidor estatal mal remunerado.

Ya en el seno familiar, junto a su esposa y amiga, hasta que espiró su último aliento, no solamente propiciaron y concretaron una buena educación para sus hijos y nietos, sino también les infundieron ese espíritu de honradez y de amor al trabajo tan propio en los provincianos, y el sentido de responsabilidad tan escaso en nuestro país; nobles tareas a las que entregó su talento, sus energías, salud y vida.

* * *
 
Como Presidente de la Asociación "Chiquián Cultura", la visión emprendedora de Acucho, hizo que en breve tiempo dicha institución brinde su primer fruto con la Noche de Gala, realizada un 11 de diciembre de grata recordación, en homenaje a las mujeres y hombres que forjaron nuestra identidad. Después de un alto en el camino para meditar y madurar la forja creadora, queda el compromiso de continuar bregando como nexo entre las diferentes instituciones chiquianas, procurando que las actividades culturales en bien de nuestra tierra encuentren su alborada, sobre todo la cultura nativa, tan rica y variada, uniendo en un mismo puño a los distritos de la provincia de Bolognesi.

Con Acucho y Vladimiro Reyes Gamarra, hemos tenido el privilegio de visitar Chiquián, unas veces por la ruta de Matarrajra, otras tantas escuchando murmurar al generoso Huamanmayo de la encajonada joya aquina; siempre haciendo un alto en cada recodo de la ruta para respirar el aire sereno de la cordillera, perennizando en nuestras retinas y cámaras fotográficas la belleza incontrastable del Ande, belleza que con dicha plena se va poniendo en valor a través de la Internet.

Hace 5 años participé del cumpleaños 50 de Acucho. Fue una velada que pulsa así en el recuerdo:

Las palabras de bienvenida estuvieron a cargo de Nila, su hermana mayor, con gratas evocaciones del ayer, que nos hicieron transportar a las épocas adolescentes en nuestro querido pueblo, donde las palabras: Amistad, solidaridad, risas, juegos, trabajo, estudio y deporte sano, nos colmaron de dicha cotidiana junto a nuestros vecinos, amigos, maestros, padres y abuelitos, bajo los mantos protectores del Señor de Conchuyacu, Santa Rosa de Lima y San Francisco de Asís.

Expresivos pasajes de la niñez de Acucho, entre los que destacan: “El diccionario”, “Los guantes de box”, “Al compás de la procesión”, “Celebrando un rojo en la libreta”, “Las crecidas de Agocalle con ripio, zancos y garrochas”, “Paso de desfile sin mirar de reojo a las chicas”, “Historia de un intercomunicador demasiado madrugador ”, “Mi almidonado mandil del Jardín de la Infancia”, “El pequeño cantor enamorado de las amigas de sus hermanas”, “Rayadores y regaderas al por mayor” y “Tardes de fulbito con balones de pucash en Sáenz Peña”, marcaron la nota pintoresca del evento con el emocionado relato de Nila, donde también recordamos a nuestros pioneros Miguel Durand y Glorioso Aranda, retrotrayendo a la memoria cálidos trocitos del Anecdotario de don Antonio Zúñiga, quien con su ágil pluma pintó de arco iris ese hermoso lienzo de confraternidad, sentimiento telúrico y belleza natural, llamado con orgullo "Espejito del cielo".

Luego se sumaron las palabras de afecto de: Víctor Tadeo a nombre de la Asociación Chiquián; Lauro Rosales por el Sport Cahuide; dos alumnos de Física a nombre de los estudiantes de UNI, UNFV y UNMSM; Arturo Vicuña en representación del Club Chiquián; Fortunato Aguirre por el Comité de Gestión – Sede Lima. Todos ellos resaltaron las cualidades personales y profesionales de Acucho.

A las 11 de la noche llegaron las palabras de agradecimiento del homenajeado, quien hizo un rápido recuento de su hoja de vida con la sencillez y el peculiar estilo chiquiano. Fue entonces que el ambiente lleno de melodías andinas volvieron a revolotear las aves temporarias del recuerdo de aquellos sesentas. Acucho nos recordó su paso redoblado por la Escuela del amauta Josué Alvarado Cruz, aquella Alma Mater camino a Chivis y de vista al majestuoso Yerupajá, que a tantos niños colmó de conocimiento.

Luego nos narró sus años de estudiante primario en la Pre Vocacional de Varones 351 con una sentida muestra de gratitud por su maestro de aula Anatolio Calderón Pardo, presente en el ágape, de quien rememoró sus clases ecológicas a orillas del Aynín, donde la pachamanca franciscana con papas roqueñas, choclos de Parientana y habas de Chicchó, era mucho más que un simple alimento para saciar el hambre material.
También trajo a colación atrapando nuestros sentidos, los recuerdos de sus maestros: Cástulo Rivera y la fabricación de tizas de color con insumos extraídos de las tunas de Shapash, Cucuna y Ninán; las clases de mecánica de Oshvita Vicuña que permitía a los alumnos agenciarse de un dinerito honrado; el taller de carpintería del maestro Manuel Quispe y las clases de agronomía del profesor Crisólogo Ramírez, en los sembríos de la Escuela.

Abundaron muchos recuerdos de aquel centro del saber bolognesino, de amplios salones revestidos con yeso de Quilcay, grandes puertas y ventanas de madera, piscina y patios adornados de cipreses que se mecían con el viento al compás de los sonoros "tilín, talán, tolón" de Martín el campanero.

Del mismo modo nos narró sobre sus cualidades de chuncador pertinaz, donde su pequeña ñauca, que era la mitad de la sesma del espigado “bellotita” Escobedo, no era suficiente desventaja para perder el jugo, pues con su "lecheronga" y su providencial puntería cerrando el ojo izquierdo, se metía tranquilamente a los bolsillos del pantalón y la camisa, puñados tras puñados de pushpus, bolas pintas "chillanditas" y cholocos del Callejón de Huaylas, los que remataba al mejor postor para comprar media docena de panes de punta, que compartía con sus leales escuderos "Abchu" y "Shansha"; y de yapa, adquirir de la librería Santos Flores, los pliegos de papel oficio rayados y cuadriculados para los exámenes con tinta líquida, que no permitían borrones ni enmendaduras, solo el vaivén del secante, antes de que se tiñan de azul la carpeta y las mangas del uniforme comando.

Después vendría su viaje a Huaraz para estudiar la secundaria en el seminario. Fue allí, entre árboles, pájaros canoros, sotanas, hierba silvestre y el riachuelo que discurre ronroneando la angosta quebrada, que forjó su espíritu emprendedor, de la mano de sus libros y cuadernos.

Ya instalado en Lima, se preparó e ingresó a la UNI. Las limitaciones materiales en la capital de la República para un joven provinciano acostumbrado a vivir bajo la pupila protectora de papá, no mermaron su perseverancia, lo que le permitió culminar con éxito su carrera, constituyéndose en ejemplo de estudio y superación para los jóvenes paisanos. Desde aquel entonces vinieron año tras año muchos logros profesionales, tanto en el Perú como en el extranjero, hasta llegar al sitial que hoy ocupa en el Instituto Peruano de Energía Nuclear, actualmente presidido por el Doctor Modesto Montoya, quien junto a otros físicos nucleares concurrieron al Club Chiquián para brindarle su saludo.

Estamos en el quinto año del nuevo milenio y aún el Universo navega en el misterio. Se dice que la esencia y los atributos de Dios, la materia y la vida, la rigidez de las estructuras físicas y la versatilidad del pensamiento creador, la causalidad de los fenómenos y el dilema del ser humano que parece nacido simultáneamente para la inmortalidad y la muerte, es un secreto todavía. Felizmente hay hombres como Acucho que no claudican ante este misterio; es decir, no aceptan un Universo ciego y sordo; sino que, día a día aspiran a trasformar con el conocimiento científico el reino de la oscuridad y del temor, por el dominio de la tranquilidad y la luz.

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Hermanos del Aula Capulí:

Hace dos semanas estuvo aquí el poeta germano Juerguen Polinske, bibliotecario mayor de la universidad Alexander von Humbolt de Alemania. El nos dijo que Europa está en proceso de hibernación, en cambio Latinoamérica ha despertado de su letargo de 500 años. Lástima que en el Perú el Estado continúa dándole la espalda a la ciencia y no suene todavía el segundo grito de independencia y sigamos copiando modelos económicos ajenos a nuestra realidad, así como sus vicios que los canales de televisión multiplican en horas estelares, incubando en los niños y jóvenes el germen de una farándula nada santa, que se pasea a su antojo en la pantalla chica a vista y paciencia de los organismos reguladores.

Jóvenes amigos que nos honran con su presencia:

No sólo el calor anima la marcha de un miliciano del alba, también lo hace el dolor, porque la vida es mezcla de alegría y llanto. Sin olvidar que las horas que el estudiante le resta a la madrugada: decide su futuro y por ende el de la Humanidad. Tampoco debemos olvidar que no es tan importante saber de qué material está hecho el arado, el caishi o la racuana, sino saber abrir surcos profundos donde florezca la semilla.

Por todo ello, unámonos con fuerza a la gesta heroica de Modesto Montoya Zavaleta, Erik Antúnez de Mayolo Rinning y Agustín Zúñiga Gamarra, líderes naturales del conocimiento y la innovación en el Perú, para que nunca más el fiero látigo de la ignorancia restalle sobre la cabeza de nuestro pueblo; pero unámonos de manera permanente y sostenida, pues no basta tener el arranque de un potro para recorrer un largo camino. Se necesita duro pellejo para sortear los fuertes vientos de la adversidad.

Muchas gracias

En este hermoso día de tu santo, extiendo mis brazos fraternos tanto como los de Diderot, para darte un fuerte abrazo de hermano, recordando tu grata presencia en el AULA CAPULÍ.

Nalo

La Vergne, 07 de febrero de 2014

IMÁGENES DE LA CEREMONIA DE PREMIACIÓN

Palabras de Bienvenida



Presentación
 

Comentario



Conferencia



Entrega de Diploma de Honor "Amauta del Perú Eterno"



Distinción: Medalla de Oro "Capulí, Vallejo y su Tierra"



Momento Poético


Palabras de Homenaje: Integrantes de Capulí, Vallejo y su Tierra



Palabras de Agradecimiento: Familia Zúñiga Gamarra


Entonando sagradas canciones peruanas
 


Imágenes para el recuerdo

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MAESTRO Y ESCRITOR ANTONIO ZÚÑIGA ALVA

EN EL CENTENARIO DE SU NATALICIO
 
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Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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Mayo, mes florido en Chiquián, gracias al aguacerito que ahora se marcha hasta diciembre, dejándonos su tributo de vida.
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Mayo, aroma de campo primaveral en la Sierra. Los pichuichancas saludan la llegada de la aurora en cada despertar, cantando felices en los tejados. En las noches los chuluc tocan alegres sus violines en las pircas de las chacras turquesas.
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Mayo, mes de la dulce caña de generoso maíz, de tersas habas para el rico panco, de  calabacitas y alfalfita en punta. Mes de dorado trigo en Racrán, desde donde se divisa los mechones de humo de fogón, que se elevan al cielo como velos blancos.
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Mayo, mes de cuilumpis maduros invitándonos a la cosecha de papitas arenosas que en unos meses serán sabrosas gecnas. Hasta el agua y la espumante leche recién ordeñada saben a gloria.
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En este pródigo mes, el martes 10, de hace 100 años, nació en Chiquián en el hogar de sus padres Agustín y Corina, un ser humano pródigo en magisterio viviente que dejó huellas indelebles en la provincia de Bolognesi y en todos los lugares donde llevó su elocuente palabra para gestionar y promover el desarrollo de nuestra tierra. Su nombre, todos lo conocemos y recordamos con gratitud, aprecio y respeto: ANTONIO ZÚÑIGA ALVA, quien además de maestro y escritor, se desempeñó como supervisor de educación, forjador de la Casa del Maestro de la provincia de Bolognesi y presidente de la Sociedad de Beneficencia Pública de Chiquián. Institucionalista ciento por ciento; deportista y socio fundador de la Liga Provincial del Fútbol y del Club Cultural Deportivo Alianza Chiquián que tantos lauros cosechó en Ancash.
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Los conocimientos que adquirió en las aulas de Chiquián, Huaraz y Lima, los puso a manos llenas a disposición de sus pupilos chiquianos, de Cajacay, Huayllacayán y Llaclla. Los pobladores de este último lugar lo recuerdan como uno de los más importantes gestores para la creación del distrito Abelardo Pardo Lezameta (1956).
 
Siempre fue elegido por sus capacidades y potencialidades innatas, junto a otros ilustres colegas, para representar al magisterio bolognesino en convenciones realizadas en Huaraz y Lima, dejando en alto el nombre de CHIQUIÁN.
 .
Ciudadanos ejemplares como don Antonio, fueron en el siglo XX parte medular del tejido social bolognesino y ahora son el patrimonio cultural, moral y espiritual que debemos conservar y emular, sobre todo en momentos sombríos como el que atravesamos, donde todo se pone en tela de juicio, lamentablemente por hechos deleznables originados en las más altas esferas del poder, arrinconando voluntades y valores supremos, ante los ojos del mundo. 
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Cómo no recordar su vigorosa personalidad y su fe inconmovible. Su pulcritud en el vestir y su esmero en el cotidiano quehacer; sin duda, uno de los referentes más destacados que marcará época en la historia de nuestro pueblo, sobre todo por su impecable trayectoria. 
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Escucharlo conversar con mi papá, cada vez que visitaba nuestra casita de Ingeniería en los ochentas y noventas, era un constante aprender. Jamás escuché de sus labios la más tenue manifestación de rencor o resentimiento por algo o alguien. Sus ojos azules cristalinos brillaban más y más, cada vez que recordaba su labor magisterial en el vendaval de los contrafuertes bolognesinos, lejos de su hogar del Jr. Sáenz Peña en Chiquián: de su adorada Luzmila y sus retoños (Nila, Chole, Marquito, Acucho y Uli).
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Cuántas noches en vela seguramente pasó en su afán de fecundar las buenas semillas del conocimiento y del pensamiento en sus alumnos del mundo rural; cuántas privaciones de sustento material habrán hincado su cuerpo y alma de servidor estatal mal remunerado.
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Ya en el seno familiar, junto a su esposa y amiga, hasta que espiró su último aliento el sábado 29 de julio del 2000 a la edad de 89 fructíferos años, no solamente propiciaron y concretaron una buena educación para sus hijos y nietos, también les infundieron ese espíritu de honradez y de amor al trabajo tan propio en los provincianos, y el sentido de responsabilidad tan escaso en nuestro país; nobles tareas a las que entregó su talento, sus energías, salud y vida.

¡MAESTRO Y ESCRITOR ANTONIO ZÚÑIGA ALVA, PRESENTE!


a
CHIQUIAN  QUERIDO
t
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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Amarte es sentir sin hablar;
es dibujarte con los ojos cerrados,
es volver tras los sueños dorados,
es sonreír, llorar, orar y suspirar.

Es conjugar los verbos amar y dar;
es el abrazo amigo que da abrigo,
es la espiga que sólo sabe brindar,
y un ¡te amo¡ que le susurra el trigo.

Amarte es besar la aurora boreal,
es rebobinar el tiempo en espiral,
es robarle una primavera a la risa
para no envejecer más de prisa.

Es ahogar en el Aynín el llanto,
es perder en Caranca el quebranto;
arrancarle un aleluya a Capillapunta
y compartir un pan de punta.

Amarte, es correr al oír tu llamado,
con el corazón latiendo emocionado,
como la sangre corre hacia la herida
para curar las penas de una partida.

Chiquián, eres poesía, música y canción;
danzas y potajes que llenan de emoción;
cuentos y leyendas que destilan cultura
bajo tu hermoso Yerupajá de gran altura.

Quererte es tener a Shaprita en la retina
apapacharlo con una serenata andina,
con la dulce melodía de una mandolina
y los acordes de un violín y una sordina.

Chiquián, cuna del justiciero Luis Pardo,
tierra de trovadores con alma de bardo;
tus aguas de Usgor curan males de amor
y tus frescos puquiales calman el dolor.

Amarte, es honrar a tres bellas plumas:
Alberto Carrillo, por su prosa descriptiva,
Antonio Zúñiga, discípulo del gran Dumas,
y Rubén Barrenechea, por su fina narrativa.

CHIQUIÁN, de tardes de toros en Jircán
y de noches de plenilunio en Quihuillán;
muchas veces te sueño callado y distante,
pero en mi locura sonríes en un instante.
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Ancón, AGO 97
 

 


 
MÁS RECUERDOS
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Estudiosos en la materia subrayan que el espíritu de sacrificio y el afán solidario son impulsos naturales del hombre que lo llevan a dar de sí, sin importar que de por medio estén sus bienes materiales, su salud y su vida. Asimismo señalan que el sacrificio y la solidaridad implican en su acepción más amplia, la idea del desprendimiento y la generosidad; es la antítesis del egoísmo, que proclama sólo el vivir por sí y para sí. Pero la vida no es ante todo individual, es también colectiva, donde nadie puede ni debe vivir aislado.
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Cuando el sacrificio y la solidaridad no se traducen en dádiva, se trasluce en nobles acciones, como por ejemplo, preferir lo difícil a lo fácil, afrontar cualquier peligro para auxiliar a alguien o ayudar al desarrollo de la comunidad. También acudir a donde se necesita ayuda. En fin, sacrificar la propia existencia por valores más altos que los que ella encierra. El espíritu de sacrificio y de solidaridad compartida son propios de hombres de buen corazón; demanda valor y entrega por los demás. En esta oportunidad voy a citar algunos nombres de seres humanos que ya emprendieron el Gran Vuelo y de otros ciudadanos que son ejemplos vivos, intentado recrear sus obras en bien de la comunidad bolognesina.
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Llega a mi memoria la imagen del primer “Hombre Araña” que quedó guardada eternamente en mi corazón. Fue una fría mañana de fines de junio del 1961, retornaba de Shincush hasta donde fui gorreando el camión “San Martín”, que iba a Recuay. En circunstancias que sorteaba la bajada, cortando por tramos la vía, pude ver a don Mateo Barba, trepado a un poste en lo alto del cerro, haciendo lo imposible por unir dos cables de acero de filudas puntas que lo hacían sangrar. No llevaba casco, guantes, tampoco una soga que lo proteja de las hualancas y las puntiagudas piedras, que desde abajo lo miraban como vampiros. Nuestro paisano trabajó casi toda su vida en la Oficina de Correos y Telégrafos. Él, cada vez que se producía un corte en el sistema telegráfico tenía que caminar metro a metro los escarpados hasta encontrar la avería y repararlo de inmediato, aun a costa de su integridad y vida, pues seguramente en muchas ocasiones tuvo que hacer su trabajo en terreno hostil. Recuerdo que al acercarme me brindó unos segundos de su tiempo para responder mi saludo; ya cuando estuvo de pie, vi su mirada de satisfacción y sentí su corazón latiendo con fuerza por la emoción de haber cumplido su tarea en bien de la comunicación. Esta vocación de sacrificio es similar al ejemplo de hombres valiosos como Panchito Alva, Alberto Núñez y don “Muchqui” Valerio Aldave, quienes tenían que surcar leguas de leguas cuando eran llamados desde el interior de la provincia para sanar heridas o socorrer a los desvalidos, sin temor a ser contagiados por alguna enfermedad. Seguramente caminaron de noche los abruptos senderos, pues la salud no espera la llegada del alba. De igual modo lo hicieron los amautas Antonio Zúñiga, Juan Fuentes, Teófilo Núñez, Hernán Reyes y los demás maestros rurales llevando conocimiento a los pueblos olvidados. También el Supervisor Provincial Marcos Lemus, visitando una a una las escuelas para cumplir su labor de control, viajando a caballo o a pie y poder entregar los míseros sueldos a los heroicos maestros rurales, las noticias de sus familiares y el azúcar que endulce su agüita de muña.
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Cómo no recordar a los comuneros en las excelsas figuras de sus presidentes: Arcadio y Juan Ibarra, Pedro Moreno y Abilio Huerta, quienes además de defender nuestras tierras con el grito: 'Romatambo de Chiquián', construyeron canales y caminos en nuestra difícil topografía, estanques y reservorios de agua para el riego, paredes de tapiales interminables y calles por doquier; es decir apuntalaron con sus brazos y sus cerebros el progreso de Chiquián, obras de las que gozamos de niños, adolescentes y en la actualidad. No es menos importante la labor de nuestros panaderos por darnos el pan caliente mañanero y vespertino, quemándose el lomo, las manos y las pestañas durante las largas horas que dura la tarea de amasijo.
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Cómo no evocar a nuestros mineros de socavón como don Manuel Vicuña y su hijo Apacho, y a don Manuel Roque. Asimismo a los policías e instructores de Pre-Militar que cuidaban nuestro desarrollo: Pedro Cuevas, “Angelito”, Fausto Chirinos, Cesareo Zarazú, Víctor Morán, Lucho Chiri, Antonio Franco, Cástulo Sánchez, Alejandro Dextre, Pancho Sánchez, Víctor Alvarado, entre otros seres de uniforme verde olivo y azul municipal como don Alejandro Alvarado. De igual manera los coheteros Alberto “Limonta” Núñez de Quihuillán, Baldomero Ramírez y Jacobo Palacios, quienes con su esperado ¡PUN! nos llenaban de dicha en las fiestas costumbristas, poniendo en peligro sus dedos y nariz en cada disparo de avellana o tendida de bombardas en la Plaza de Armas y en el estadio de Jircán.
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En mis retinas tengo grabados: los helados, las raspadillas y las chalacas, pero de solo imaginarme que para elaborarlas tan sabrosas: Camilo Bravo, Danielito Garro, Gelacio Valderrama Ramírez y su papá, José Montoro y Gregorio Carrera, tenían que bajar enormes adoquines de hielo desde Tucu y traerlos paso a paso a lomo de burro, siento escalofríos en el cuerpo y en el alma. También integran esta pléyade de valientes del trabajo productivo nuestros paisanos Bonifacio Peña y Juan Ramírez, los hombres de la “luz al final del túnel”, siempre prestos a iluminar nuestras noches, a costa de quedarse electrocutado el primero, y morir intoxicado por monóxido de carbono el segundo. Del mismo modo los picapedreros Factor, Alejandro y Aurelio Yábar, Apolinario Montoro, Felipe Alvarado y Melchor Romero, quienes a mano, cincelada a cincelada, milímetro a milímetro construyeron molinos de uso rural, batanes, morteros, umbrales y soportes de huaros.
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Con estos bellos ejemplos, renace ese espíritu de sacrificio por amor al prójimo como estado sublime del alma, alcanzado con sufrimientos e incomodidades, al extremo de convertirse en un hábito, pues los que se acostumbran a experimentar privaciones y molestias, sensibilizan su cuerpo, de tal forma que los más crudos dolores y los más pesados trabajos no dejan huella apreciable en ellos. Cómo no recordar también a nuestros tejedores de antaño: Benito y Pedro Moreno, Marcos y Cesareo Minaya, Florián Rodríguez y Fausto Castillo, quienes confeccionaban de sol a sol: ponchos, frazadas, faldellines, jergas, aperos, pantalones de bayeta, jacus y llicllas. A nuestras tejedoras, bordadoras y costureras: Asunción Aldave, Pili Díaz, Teodora Alva. Goya Anzualdo, Consuelo y Norma Espinoza, Etelvina Tello, Mary Luján, Carmen Montes, Orfila Ocrospoma, Bercilia y Elvira Prudencio, María Rosemberg y Martina Yabar. A nuestra fabricante de coronas Dolorita Aguirre, quien con doña Aquelina de Silva, Dieguita, Orfelinda Portilla, Juanita 'Causa', María Gamarra, Carlos espinoza y la esposa del chofer Leonardo Aldave de Carcas, alegraban nuestros días con sus sabrosos potajes y bebidas al paso.
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A los trabajadores de la Oficina de Correos y Telégrafos: Pepe Zárate Durand (Jefe), Ana Márquez Ibarra, a nuestra recordada Loyolita, Luz Romero Milla, Pedro Díaz Anzualdo, Mateo Barba Zubieta, Juan Garro Aldave, Antonio Ortiz y Agripino Carrera.
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A los herreros Ambrosio Chávez, Abilio Huerta y David Aldave que forjaban rejas, barretas, racuanas, visagras, aldabas, herrajes, canchanas. A nuestros fabricantes de tejas y adobes Toribio Allauca e Iuchi Ramírez. A los talabarteros Felipe Vicuña, Benancio Valderrama, Felipe Velásquez, a los trenzadores Cosme Padilla y Agripino Cerrate, al pintor con pellejo de cordero Crisólogo 'Bolívar' Vásquez. También a nuestros sastres Miguel e Icha Durand, Natividad Valderrama, José Gamarra Ñato, Jorge Bolarte, Alicho Romero, Juan 'Palermo' Gonzáles, Elias Damián. A los carpinteros Toribio y Teodoro Moreno, Nicolás Ramírez, Gaudencio Moreno, Casimiro Alvarado, Lorenzo Yábar, Valerio Jaimes Calder
ón, Juan Díaz, Julio Carhuachín, Elacho Ñato, Maurelio Reyes. A los fotógrafos Perfecto Bolarte, Garrito, Cesareo Zarazú, Pepe Zárate, Pedro Zubieta, Víctor Morán, Pedro Cuevas, Guillermo Arbaiza. A don Abraham Bolarte que mantenía a puntos los relojes a cuerda; a los zapateros Rucu Feliciano, Juan Ñato, Alejandro Anzualdo, Samuel Calderón, Mariano Blas, Pedro Alvarez, Lorenzo Padilla, Gregorio Espejo, Estañiz Gamarra.
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A los panaderos Manuel Castillo, Maurelio Reyes, Simón Rayo, Ignacio Calderón Ramírez, Pepel, Policarpo Aldave, Pascual Palacios, Victoria Montoro, Ela García, Lucinda y Faustina Alvarado, Mercedes Moncada, Pili y Pedro Díaz, Guillermo Garro, Pedro Moreno, Benigno Palacios, Alejandro Lemus, Chanti Alvarado, Alejandro Lázaro, Honorio Jara, Alejandro Rivera Palacios, Joaquín Chamorro, el chino Félix Jiménez. A los choferes ruteros que traían y llevaban calor familiar uniendo sin pestañear de Lima a Chiquián a los paisanos, entre ellos Benjamín y Segundo Robles, Luis y Carlos Nuñez, Anaya, Amancio, Teobaldo Padilla, Matuco Galvez , José Maturana, Juan Montes, Leonardo Aldave, Zenobio Alarcón, Armando y Chanti Alvarado, Elías Landauro, José Yábar, San Martín, Keclin Carbajal, Cachay, Ocrospoma, Armando Delgado, La Liebre, Tolomeo Padilla, los hermanos Abundio y Manzueto Santos Flores, Peli Balarezo, Luco y Claudio Ñato, Miguel Moncada.
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A los techadores Eliseo Calderón, Reymundo Flores, Florentino Alvarado, Teodoro Vásquez (experto en tapiales). A los hojalateros Lolito Rivera, Abraham Bolarte, Manuel Rueda y Bernardo Escobedo. A los productores lácteos Alberto Espejo, Isidro Espejo, Filomeno Meza, Andrés Vásquez, Miguel Romero, Amancio Valdez. A los fabricantes de velas Felipe Ramírez, Accepio Palacios, Lolito Rivera, Daniel Yabar, Mauricio Zubieta. A los albañiles Elías Alvarado, Andrés Lázaro y Perico Izquierdo. A los sombrereros Teófilo Rivera y Rómulo Toro. A don Antonio Padua y su roncadora. A los diestros en bordaduría Eulogio Rivera y don Braulio. A los peluqueros Fidel Balarezo, Pedro Loarte, Chimuco Garro, Elías Rivera, Leonardo Allauca.
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De nuestros maestros primarios, secundarios y de la Escuela Normal, hay tanto que decir, pues gracias a sus enseñanzas somos seres humanos con mayor conocimiento. Saludo a todos ellos en la persona de los maestros chiquianos que nos acompañan en la ruta Arcadio Zubieta, Pablo Vásquez, Eduardo Aldave, Anatolio Calderon, Belisario Pardo; del mismo modo a los trabajadores estatales, comerciantes, base del turismo receptivo, a los músicos y cantantes representados por el maestro Alejandro Aldave; a los comunicadores sociales y administradores de las páginas chiquianas de la Internet; a los escritores en la persona de Filomeno Zubieta, a los gobiernos locales, autoridades de Gobierno y comunidades campesinas, a las asociaciones y comités de gestión.
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Nalo Alvarado Balarezo

 
 

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CHIQUIÁN: 
 
Cielo azul

30 de agosto en soledad,
con el ala rota una vez más,
horizonte incierto, cielo azul,
fuegos artificiales, Salva fugaz,
vuelve la noche, con su negro tul.

Toca la banda, hasta el amanecer,
por las callecitas del viejo hogar;
horizonte incierto, cielo azul,
ausencia triste, lejana estás,
sueño distante, coplas de ayer.

Tardecita fría, de paisaje gris,
ya mi alma mira desde el dintel;
en nocturno cielo, la quena llora,
y junto a ella, una guitarra implora
porque un corazón, dejó de latir.

Nalo AB - 15651
 
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PASAJERO DEL TIEMPO 
 
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
 
Bajo los párpados para soñar despierto, y sobrevuelo Chiquián con el pensamiento...

Busco por todos lados, mas no encuentro a mis amigos. Unos están en el cielo, otros en el mundo esparcidos. En el jirón Leoncio Prado la oscuridad rasga mi pecho, pues muchos vecinos se han ido, y por más que en los rostros de sus hijos se reflejan, no late ese sentimiento telúrico tan arraigado en los viejos, y me siento forastero en mi propia tierra.
 
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En este agonizante mutismo de un barrio otrora alegre, el llanto se esconde en mis pupilas con un rayo de luz que me invita un acre trago de nostalgia. Fantasía gris de un tiempo que se va haciendo ceniza; no sé si fatigado por el paso de los años, o curvado por el peso de los sueños truncos en un batir de alas agoniza, como los ojos que perdieron la facultad de llorar, como los labios secos que se olvidaron de besar, como las manos cuajadas de venas moradas, como una laguna congelada en mil sollozos, como un cortejo de almas penitentes en un viernes cansado de vivir, como aquella golondrina de verano que se marchó para no volver, o el presagio que envuelto en un gemido adivina que muy pronto será la rígida manecilla de un reloj fenecido.
 


 
Ya es medianoche, y veo pasar por la acera a un viejo vecino con su poncho de neblina. Va murmurando sobre el paso del tiempo que en la noche esconde sus horas vacías. Entonces vienen a mi mente los versos que buscan tierra de sepulcro en un paraíso de torcazas hartas de volar, y barquitos de maguey anclados a la vera de Maraurán, aguardando a sus capitanes que descansan en paz.

En el rostro del vecino querido veo incontables surcos que el arado de la vida ha labrado. Tiene la mirada con nubes nacaradas que flotan donde duermen sus recuerdos. Sólo atino a contemplarlo a través de dos lágrimas que ruedan para regar la tierra generosa de mis viejos.
 


 
Ya está amaciendo, y el anciano sigue andando empujado por el viento para nunca más volver, como avanza el tiempo sin retroceder, mientras las sombras aguardan con sus brazos de hielo.

No sé qué es lo que lo sostiene en pie, mas lo contemplo en silencio y llegan a mi memoria aquellos pilares de carne, pellejo y huesos que sustentaron mi barrio de Jircán colmado de Yerupajá, tardes de toros al son de la banda y trotes de caballos en el empedrado, aquellos cascos, que así como labran caminos, también se detienen para siempre.
 


 
No escucho risas, golpes de canga ni huaynos en el vecindario, sólo un pichuichanca invidente que no sabe de sol, de luna ni de estrellas, trina en el alero un canto de esperanza, hurgando un poco más de tiempo, como las hilachas de la memoria colectiva que el tiempo desovilla a falta de una rueca que las hile hasta convertirlas en poncho, en cuya trama nadie falte ni sobre.
 
 

 
Son las 6 de la mañana, me persigno e ingreso a casa. En mi pequeña biblioteca reviso mis viejos cuadernos, y en sus hojas pálidas de años y lejanía, dejo mis lágrimas otoñales recordando a mis vecinos y amigos. Junto a los cuadernos, en un candelabro lleno de gotas endurecidas de dos cirios consumidos, reposan los recuerdos de largas horas de angustia de mi madre por el esposo viajero.
 
 

Bebo un sorbo de agua con sabor a cuntu añejo, y un pensamiento errante me aprieta el alma. Entonces, parafraseando un pensamiento milenario, declamo: "¡Qué terrible será ser eterno cuando todos se hayan ido!. Gracias a Dios nadie puede con el límite... y la vida se va en un sueño con los carruajes del silencio, pues aún no se ha inventado algo que detenga el fin"...
 


 
De pronto asoman como aves temporarias las palabras de mi viejo amigo Panchito Gonzáles, que vienen desde Marián, HUARAZ: "Nacer o morir, ¿Un mismo significado?.. morir y nacer, interrogante sin respuesta. ¿La partida será el encuentro? ¡He ahí el misterio de la vida¡... el palpitar se detiene y las arterias son caminos desiertos... el soplo ha desaparecido. Y así, una y otra vez la Fábula de Higinio: “La tierra pide lo que es suyo y el alma al infinito, va en pos de una nueva creación". Sí, ayer llegó el final; la razón y el sentimiento en su lucha tenaz no llegaron a ningún acuerdo, pero triunfó el corazón:.. “Hay que llorar por los seres que se alejan de nuestro lado para siempre, pues son nuestra razón de existir, amor de amores, pena de penas, se diluye en un segundo y todo se acaba”.

Abro los ojos; y aquí, en el cementerio de Chiquián, yace un viejo poema cubierto de pétalos blancos...

Tulpajapana, 02 NOV 2003


Cementerio de Chiquián


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NO PREGUNTES POR QUIÉN DOBLAN LAS CAMPANAS;
 
 DOBLAN POR TI Y POR MÍ
 
Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

“Curiosa es nuestra situación de hijos de la Tierra. Estamos por una breve visita y no sabemos con qué fin, aunque a veces creemos presentirlo. Ante la vida cotidiana no es necesario reflexionar demasiado: estamos para los demás. Ante todo para aquellos  de cuya sonrisa y bienestar depende nuestra felicidad; pero también para tantos desconocidos a cuyo destino nos vincula una simpatía”. Albert Einstein (Mi visión del mundo)
 
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La mañana del martes 17 de octubre de 1961, me encontraba cogiendo agua en el pilón del barrio poco antes de asistir a la escuelita 378 de Quihuillán, donde cursaba el 4to. de Primaria; de pronto, en circunstancias que convergían en la esquina los señores Manuel Roque Dextre y Teófilo Salas Rivera, doblaron las campanas de la iglesia matriz de Chiquián, anunciando un deceso, motivando que mi cuerpo se escarapele, pues los camiones de mi padre y el de su compadre Segundo Robles Valverde, que debieron llegar de madrugada, no asomaban por la ceja de Caranca. Don Teófilo preguntó:

- ¿Por quién doblarán las campanas, Manuelito?

- Doblan por ti y por mí, hermano del alma. Le contestó compungido.

Don Manuel, persona muy instruida, otrora presidente de la Federación de Estudiantes del Perú, y reconocido poeta, al notar que su respuesta inquietó sobremanera a don Teófilo, le comentó, que los versos “No preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti” corresponden al fragmento “POR QUIÉN DOBLAN LAS CAMPANAS” del poeta inglés John Donne (1572 / 1631), fragmento que tres siglos después inspiró la novela del mismo nombre, del escritor americano Ernest Hemingway (1899/ 1961), fruto de sus experiencias como corresponsal en la guerra civil española.
 
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Dicha novela empieza así:

“Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si se tratara de un legendario monte, o de la casa solariega de uno de tus amigos o la tuya propia. Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”. John Donne.
 
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Esquina chiquiana, escenario de la experiencia de vida

Doña María Gamarra de Calderón, quien retornaba del mercado de abastos, acercándose a los dos señores, les comunicó muy apenada:

- Mañuquito, Tiuchito, ha muerto nuestro amigo Shaprita.

Oír el sobrenombre, tantas veces escuchado en Chiquián y los pueblos aledaños, hizo llaga en mi alma para siempre, al interpretar en carne viva el mensaje del poeta metafísico John Donne, pues mi querido amigo Manuel Ñato Allauca partió antes de tiempo. Ser humano muy laborioso fue Shaprita, cuyo aporte era de suma importancia para el pueblo, sobre todo su fraterno afán de fecunda generosidad con los turistas, las amas de casa y los niños que lo teníamos como valioso ejemplo de vida. Dos horas después arribaron mi padre y su compadre Segundo, se habían quedado varados cerca del puente Mellizo (Mayorarca), por la rotura del eje delantero de un camión minero, en una angosta pendiente. Al día siguiente, miércoles 18 de octubre de 1961, el pueblo chiquiano decretó tarde no laborable para acompañar al paisano querido hasta su última morada, al compás de la Marcha Fúnebre de Morán, entonada por la banda de músicos de la solidaria familia Aldave Montoro. Ese día, hasta los niños vestimos de luto.
 
Por éso y por mucho más, cada vez que muere un ser vivo, sé que algo de mí se desprende, y así será hasta el final de mis días, porque gracias a dicha experiencia aprendí que soy parte indisoluble de las obras de Dios, nuestro Creador: la Naturaleza y el Cosmos. Nadie, como bien lo señala John Donne, es una isla; por tanto, ningún ser humano merece vivir ni morir aislado. Al respecto, el poeta español Antonio Machado, nos dice: “A menudo el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones en un mismo ataúd”, de ahí que el lugar mas cálido para el reposo sea el corazón humano, porque en el recuerdo y la esperanza anida el misterio de la eternidad, tal como reza el proverbio de Facundo Cabral: “No perdiste a nadie: el que murió, simplemente se nos adelantó, porque para allá vamos todos. Además lo mejor de él, el amor, sigue en tu corazón”, sin olvidar en cada momento del día las palabras de Jesús: "Yo soy la resurección, y la vida. Aquel que crea en Mí, aunque muera, vivirá."
 
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En estos últimos días han fallecido diez paisanos bolognesinos de gran valía. Hace un año, el 10 de febrero emprendió el Gran vuelo en Lima el escritor Luzuriaguino Guido Vidal Rodríguez, y al día siguiente 11 como hoy, también falleció en Lima, uno de mis amigos más amados, Hugo Nicanor Vilca del Castillo, nacido en Huari. Tengo la certeza de que por dichas pérdidas doblaron las campanas en Bolognesi, Mariscal Luzuriaga y Huari, como expresión de luto colectivo que mantienen y mantendrán eternamente nuestros pueblos fraternos, por más lejos que sus hijos pierdan la vida.

Desde los albores de la Humanidad todas las puertas del mundo han sido tocadas por el ala de la muerte, para las que se construyan ahora y después, es cuestión de tiempo solamente. Al respecto, cuentan que: “Un monje tenía siempre una taza de té al lado de su cama. Por la noche, antes de acostarse, la ponía boca abajo y, por la mañana, le daba la vuelta. Cuando un novicio le preguntó perplejo acerca de esa costumbre, el monje explicó que cada noche vaciaba simbólicamente la taza de la vida, como signo de aceptación de su propia mortalidad. El ritual le recordaba que aquel día había hecho cuanto debía y que, por tanto, estaba preparado en el caso de que le sorprendiera la muerte. Y cada mañana ponía la taza boca arriba para aceptar el obsequio de un nuevo día. El monje vivía la vida día a día, reconociendo cada amanecer que constituía un regalo maravilloso, pero también estaba preparado para abandonar esté mundo al final de cada jornada”. Estas y otras reflexiones que navegan en la Internet me inspiraron a escribir la hilachita:
 
   
EN CUALQUIER MOMENTO

La puerta de la vida se cierra, la sangre detiene su curso y el alma vuela como hoja quebradiza en el éter. Abajo los cardos siguen floreciendo en la redondez del mundo.

Todo acaba tras el último aliento, sólo lágrimas de congoja y plegarias a Dios corren en pos de la Resurrección.

Después quedan los recuerdos, y poco a poco el viento del olvido va borrando del mapa el único camino que no conduce a Roma, sino a la tumba.

Ignoro quién sobrevivirá y quién será el ausente en aquel momento. ¿Lo sabes tú?. 
 
Mientras tanto, ama, reza y goza la vida segundo a segundo, por ventura divina.
 
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Confieso, no me ha sido fácil aceptar la muerte de mis seres queridos: abuelitos, mamá, papá, tíos, primos, sobrinos, maestros, compañeros de estudio, trabajo y de ocio, coterráneos y entrañables amigos. Solamente el honrar su recuerdo, compartir experiencias similares con fe y esperanza, entender que empezamos a morir desde que nacemos y dejar brotar las emociones contenidas, han hecho que no sea el muerto en vida del poema de Becquer, sino que viva cada día como si fuera el último, apreciando segundo a segundo lo bella que es la existencia terrena, en armonía plena con la creación del Altísimo.
 
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En casos muy dolorosos un abrazo a tiempo es mejor que mil palabras, sin perder de vista el mensaje de San Agustín: "Cuando tenga que dejarte por un corto tiempo, por favor, no te entristezcas, ni derrames lágrimas, ni te abraces a tu pena a través de los años. Por el contrario, empieza de nuevo con valentía y con una sonrisa por mi memoria y en mi nombre y haz todas las cosas igual que antes, no alimentes tu soledad con días vacíos sino llena cada hora de manera útil. Yo estaré cerca de ti y nunca tengas miedo de morir porque yo estaré esperándote en el cielo".
 

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  Chiquián, una vez más la banca vacía..