RECUERDOS
La Vergne, 16 de noviembre 2012
HOLA SHAY:
Tengo el penoso deber de comunicar a la familia chiquiana, el sensible fallecimiento de mi tío VALERIO JAIMES CALDERÓN, acaecido en la ciudad de Lima. La familia Alvarado Balarezo expresa sus sentidas condolencias a nuestros queridos familiares de Chiquian (Ancash), y del barrio de Mangomarca (Lima).
HOLA SHAY:
Tengo el penoso deber de comunicar a la familia chiquiana, el sensible fallecimiento de mi tío VALERIO JAIMES CALDERÓN, acaecido en la ciudad de Lima. La familia Alvarado Balarezo expresa sus sentidas condolencias a nuestros queridos familiares de Chiquian (Ancash), y del barrio de Mangomarca (Lima).
Sus
restos mortales se están velando en su casa de la Av. Las Lomas
1077-Mangomarca, San Juan de Lurigancho, LIMA, y hallarán cristiana
sepultura mañana sábado 17 a partir del mediodía en el cementerio Campo
Fe de Huachipa.
La dolida melodía de su violín en las fechas luctuosas de nuestro pueblo y la armonía suprema por rescatar nuestras danzas nativas en las fiestas costumbristas y tradicionales, seguirán resonando a través de los siglos. Un verdadero maestro en el uso de la madera, como fue San José. También fue criandero en la Puna Ancashina. Cuántas casas abrigó con su espíritu artesano, no sólo dentro de los linderos chiquianos, pues emigró a Lima con el huayco migratorio en los setentas del Siglo XX, y en poco tiempo, gracias a su tenacidad e ingenio, se convirtió en el líder de dos empresas prósperas, una dedicada a la carpintería y la otra a las tareas de amasijo. Ambas, orgullo del Perú pujante en la Capital de la República.
Queridos primos: Ricardo, Chela, Rubén, Lucía, Valerio y Bernita, ustedes son el fruto de un hombre bueno que está a la diestra de Dios, y de una mujer buena que los acompaña. Sigan su ejemplo, recordando cada día sus enseñanzas de vida, y serán el mejor legado para las futuras generaciones de paisanos.
Con profundo dolor,
Nalo
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MÁS RECUERDOS
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Estudiosos en la materia subrayan que el espíritu de
sacrificio y el afán solidario son impulsos naturales del hombre que lo llevan a
dar de sí, sin importar que de por medio estén sus bienes materiales, su salud y
su vida. Asimismo señalan que el sacrificio y la solidaridad implican en su
acepción más amplia, la idea del desprendimiento y la generosidad; es la
antítesis del egoísmo, que proclama sólo el vivir por sí y para sí. Pero la vida
no es ante todo individual, es también colectiva, donde nadie puede ni debe
vivir aislado.
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Cómo no recordar a los comuneros en las excelsas figuras de sus presidentes: Arcadio y Juan Ibarra, Pedro Moreno y Abilio Huerta, quienes además de defender nuestras tierras con el grito: 'Romatambo de Chiquián', construyeron canales y caminos en nuestra difícil topografía, estanques y reservorios de agua para el riego, paredes de tapiales interminables y calles por doquier; es decir apuntalaron con sus brazos y sus cerebros el progreso de Chiquián, obras de las que gozamos de niños, adolescentes y en la actualidad. No es menos importante la labor de nuestros panaderos por darnos el pan caliente mañanero y vespertino, quemándose el lomo, las manos y las pestañas durante las largas horas que dura la tarea de amasijo.
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A los trabajadores de la Oficina de Correos y Telégrafos: Pepe Zárate Durand (Jefe), Ana Márquez Ibarra, a nuestra recordada Loyolita, Luz Romero Milla, Pedro Díaz Anzualdo, Mateo Barba Zubieta, Juan Garro Aldave, Antonio Ortiz y Agripino Carrera.
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A los herreros Ambrosio Chávez, Abilio Huerta y David Aldave que forjaban rejas, barretas, racuanas, visagras, aldabas, herrajes, canchanas. A nuestros fabricantes de tejas y adobes Toribio Allauca e Iuchi Ramírez. A los talabarteros Felipe Vicuña, Benancio Valderrama, Felipe Velásquez, a los trenzadores Cosme Padilla y Agripino Cerrate, al pintor con pellejo de cordero Crisólogo 'Bolívar' Vásquez. También a nuestros sastres Miguel e Icha Durand, Natividad Valderrama, José Gamarra Ñato, Jorge Bolarte, Alicho Romero, Juan 'Palermo' Gonzáles, Elias Damián. A los carpinteros Toribio y Teodoro Moreno, Nicolás Ramírez, Gaudencio Moreno, Casimiro Alvarado, Lorenzo Yábar, Valerio Jaimes Calderón, Juan Díaz, Julio Carhuachín, Elacho Ñato, Maurelio Reyes. A los fotógrafos Perfecto Bolarte, Garrito, Cesareo Zarazú, Pepe Zárate, Pedro Zubieta, Víctor Morán, Pedro Cuevas, Guillermo Arbaiza. A don Abraham Bolarte que mantenía a puntos los relojes a cuerda; a los zapateros Rucu Feliciano, Juan Ñato, Alejandro Anzualdo, Samuel Calderón, Mariano Blas, Pedro Alvarez, Lorenzo Padilla, Gregorio Espejo, Estañiz Gamarra.
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A los techadores Eliseo Calderón, Reymundo Flores, Florentino Alvarado, Teodoro Vásquez (experto en tapiales). A los hojalateros Lolito Rivera, Abraham Bolarte, Manuel Rueda y Bernardo Escobedo. A los productores lácteos Alberto Espejo, Isidro Espejo, Filomeno Meza, Andrés Vásquez, Miguel Romero, Amancio Valdez. A los fabricantes de velas Felipe Ramírez, Accepio Palacios, Lolito Rivera, Daniel Yabar, Mauricio Zubieta. A los albañiles Elías Alvarado, Andrés Lázaro y Perico Izquierdo. A los sombrereros Teófilo Rivera y Rómulo Toro. A don Antonio Padua y su roncadora. A los diestros en bordaduría Eulogio Rivera y don Braulio. A los peluqueros Fidel Balarezo, Pedro Loarte, Chimuco Garro, Elías Rivera, Leonardo Allauca.
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De nuestros maestros primarios, secundarios y de la Escuela Normal, hay tanto que decir, pues gracias a sus enseñanzas somos seres humanos con mayor conocimiento. Saludo a todos ellos en la persona de los maestros chiquianos que nos acompañan en la ruta Arcadio Zubieta, Pablo Vásquez, Eduardo Aldave, Anatolio Calderon, Belisario Pardo; del mismo modo a los trabajadores estatales, comerciantes, base del turismo receptivo, a los músicos y cantantes representados por el maestro Alejandro Aldave; a los comunicadores sociales y administradores de las páginas chiquianas de la Internet; a los escritores en la persona de Filomeno Zubieta, a los gobiernos locales, autoridades de Gobierno y comunidades campesinas, a las asociaciones y comités de gestión.
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Cuando el sacrificio y la solidaridad no se traducen en
dádiva, se trasluce en nobles acciones, como por ejemplo, preferir lo difícil a
lo fácil, afrontar cualquier peligro para auxiliar a alguien o ayudar al
desarrollo de la comunidad. También acudir a donde se necesita ayuda. En fin,
sacrificar la propia existencia por valores más altos que los que ella encierra.
El espíritu de sacrificio y de solidaridad compartida son propios de hombres de
buen corazón; demanda valor y entrega por los demás. En esta oportunidad voy a
citar algunos nombres de seres humanos que ya emprendieron el Gran Vuelo y de
otros ciudadanos que son ejemplos vivos, intentado recrear sus obras en bien de
la comunidad bolognesina.
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Llega a mi memoria la imagen del primer “Hombre Araña” que
quedó guardada eternamente en mi corazón. Fue una fría mañana de fines de junio
del 1961, retornaba de Shincush hasta donde fui gorreando el camión “San
Martín”, que iba a Recuay. En circunstancias que sorteaba la bajada, cortando
por tramos la vía, pude ver a don Mateo Barba, trepado a un poste en lo alto del
cerro, haciendo lo imposible por unir dos cables de acero de filudas puntas que
lo hacían sangrar. No llevaba casco, guantes, tampoco una soga que lo proteja de
las hualancas y las puntiagudas piedras, que desde abajo lo miraban como
vampiros. Nuestro paisano trabajó casi toda su vida en la Oficina de Correos y
Telégrafos. Él, cada vez que se producía un corte en el sistema telegráfico
tenía que caminar metro a metro los escarpados hasta encontrar la avería y
repararlo de inmediato, aun a costa de su integridad y vida, pues seguramente en
muchas ocasiones tuvo que hacer su trabajo en terreno hostil. Recuerdo que al
acercarme me brindó unos segundos de su tiempo para responder mi saludo; ya
cuando estuvo de pie, vi su mirada de satisfacción y sentí su corazón latiendo
con fuerza por la emoción de haber cumplido su tarea en bien de la comunicación.
Esta vocación de sacrificio es similar al ejemplo de hombres valiosos como
Panchito Alva, Alberto Núñez y don “Muchqui” Valerio Aldave, quienes tenían que
surcar leguas de leguas cuando eran llamados desde el interior de la provincia
para sanar heridas o socorrer a los desvalidos, sin temor a ser contagiados por
alguna enfermedad. Seguramente caminaron de noche los abruptos senderos, pues la
salud no espera la llegada del alba. De igual modo lo hicieron los amautas
Antonio Zúñiga, Juan Fuentes, Teófilo Núñez, Hernán Reyes y los demás maestros
rurales llevando conocimiento a los pueblos olvidados. También el Supervisor
Provincial Marcos Lemus, visitando una a una las escuelas para cumplir su labor
de control, viajando a caballo o a pie y poder entregar los míseros sueldos a
los heroicos maestros rurales, las noticias de sus familiares y el azúcar que
endulce su agüita de muña..
Cómo no recordar a los comuneros en las excelsas figuras de sus presidentes: Arcadio y Juan Ibarra, Pedro Moreno y Abilio Huerta, quienes además de defender nuestras tierras con el grito: 'Romatambo de Chiquián', construyeron canales y caminos en nuestra difícil topografía, estanques y reservorios de agua para el riego, paredes de tapiales interminables y calles por doquier; es decir apuntalaron con sus brazos y sus cerebros el progreso de Chiquián, obras de las que gozamos de niños, adolescentes y en la actualidad. No es menos importante la labor de nuestros panaderos por darnos el pan caliente mañanero y vespertino, quemándose el lomo, las manos y las pestañas durante las largas horas que dura la tarea de amasijo.
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Cómo no evocar a nuestros mineros de socavón como don
Manuel Vicuña y su hijo Apacho, y a don Manuel Roque. Asimismo a los policías e
instructores de Pre-Militar que cuidaban nuestro desarrollo: Pedro Cuevas,
“Angelito”, Fausto Chirinos, Cesareo Zarazú, Víctor Morán, Lucho Chiri, Antonio
Franco, Cástulo Sánchez, Alejandro Dextre, Pancho Sánchez, Víctor Alvarado,
entre otros seres de uniforme verde olivo y azul municipal como don Alejandro
Alvarado. De igual manera los coheteros Alberto “Limonta” Núñez de Quihuillán,
Baldomero Ramírez y Jacobo Palacios, quienes con su esperado ¡PUN! nos llenaban
de dicha en las fiestas costumbristas, poniendo en peligro sus dedos y nariz en
cada disparo de avellana o tendida de bombardas en la Plaza de Armas y en el
estadio de Jircán.
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En mis retinas tengo grabados: los helados, las raspadillas
y las chalacas, pero de solo imaginarme que para elaborarlas tan sabrosas:
Camilo Bravo, Danielito Garro, Gelacio Valderrama
Ramírez y su papá, José Montoro y Gregorio Carrera,
tenían que bajar enormes adoquines de hielo desde Tucu y traerlos paso a paso a
lomo de burro, siento escalofríos en el cuerpo y en el alma. También integran
esta pléyade de valientes del trabajo productivo nuestros paisanos Bonifacio
Peña y Juan Ramírez, los hombres de la “luz al final del túnel”, siempre prestos
a iluminar nuestras noches, a costa de quedarse electrocutado el primero, y
morir intoxicado por monóxido de carbono el segundo. Del mismo modo los
picapedreros Factor, Alejandro y Aurelio Yábar, Apolinario Montoro, Felipe
Alvarado y Melchor Romero, quienes a mano, cincelada a cincelada, milímetro a
milímetro construyeron molinos de uso rural, batanes, morteros, umbrales y
soportes de huaros.
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Con estos bellos ejemplos, renace ese espíritu de
sacrificio por amor al prójimo como estado sublime del alma, alcanzado con
sufrimientos e incomodidades, al extremo de convertirse en un hábito, pues los
que se acostumbran a experimentar privaciones y molestias, sensibilizan su
cuerpo, de tal forma que los más crudos dolores y los más pesados trabajos no
dejan huella apreciable en ellos. Cómo no recordar también a nuestros tejedores
de antaño: Benito y Pedro Moreno, Marcos y Cesareo Minaya, Florián Rodríguez y
Fausto Castillo, quienes confeccionaban de sol a sol: ponchos, frazadas,
faldellines, jergas, aperos, pantalones de bayeta, jacus y llicllas. A nuestras
tejedoras, bordadoras y costureras: Asunción Aldave, Pili Díaz, Teodora Alva.
Goya Anzualdo, Consuelo y Norma Espinoza, Etelvina Tello, Mary Luján, Carmen
Montes, Orfila Ocrospoma, Bercilia y Elvira Prudencio, María Rosemberg y Martina
Yabar. A nuestra fabricante de coronas Dolorita Aguirre, quien con doña Aquelina
de Silva, Dieguita, Orfelinda Portilla, Juanita 'Causa', María Gamarra, Carlos
espinoza y la esposa del chofer Leonardo Aldave de Carcas, alegraban nuestros
días con sus sabrosos potajes y bebidas al paso..
A los trabajadores de la Oficina de Correos y Telégrafos: Pepe Zárate Durand (Jefe), Ana Márquez Ibarra, a nuestra recordada Loyolita, Luz Romero Milla, Pedro Díaz Anzualdo, Mateo Barba Zubieta, Juan Garro Aldave, Antonio Ortiz y Agripino Carrera.
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A los herreros Ambrosio Chávez, Abilio Huerta y David Aldave que forjaban rejas, barretas, racuanas, visagras, aldabas, herrajes, canchanas. A nuestros fabricantes de tejas y adobes Toribio Allauca e Iuchi Ramírez. A los talabarteros Felipe Vicuña, Benancio Valderrama, Felipe Velásquez, a los trenzadores Cosme Padilla y Agripino Cerrate, al pintor con pellejo de cordero Crisólogo 'Bolívar' Vásquez. También a nuestros sastres Miguel e Icha Durand, Natividad Valderrama, José Gamarra Ñato, Jorge Bolarte, Alicho Romero, Juan 'Palermo' Gonzáles, Elias Damián. A los carpinteros Toribio y Teodoro Moreno, Nicolás Ramírez, Gaudencio Moreno, Casimiro Alvarado, Lorenzo Yábar, Valerio Jaimes Calderón, Juan Díaz, Julio Carhuachín, Elacho Ñato, Maurelio Reyes. A los fotógrafos Perfecto Bolarte, Garrito, Cesareo Zarazú, Pepe Zárate, Pedro Zubieta, Víctor Morán, Pedro Cuevas, Guillermo Arbaiza. A don Abraham Bolarte que mantenía a puntos los relojes a cuerda; a los zapateros Rucu Feliciano, Juan Ñato, Alejandro Anzualdo, Samuel Calderón, Mariano Blas, Pedro Alvarez, Lorenzo Padilla, Gregorio Espejo, Estañiz Gamarra.
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A los panaderos Manuel Castillo, Maurelio Reyes, Simón
Rayo, Ignacio Calderón Ramírez, Pepel, Policarpo Aldave, Pascual Palacios,
Victoria Montoro, Ela García, Lucinda y Faustina Alvarado, Mercedes Moncada,
Pili y Pedro Díaz, Guillermo Garro, Pedro Moreno, Benigno Palacios, Alejandro
Lemus, Chanti Alvarado, Alejandro Lázaro, Honorio Jara, Alejandro Rivera
Palacios, Joaquín Chamorro, el chino Félix Jiménez. A los choferes
ruteros que traían y llevaban calor familiar uniendo sin pestañear de Lima a
Chiquián a los paisanos, entre ellos Benjamín y Segundo Robles, Luis y Carlos
Nuñez, Anaya, Amancio, Teobaldo Padilla, Matuco Galvez , José Maturana, Juan
Montes, Leonardo Aldave, Zenobio Alarcón, Armando y Chanti Alvarado, Elías
Landauro, José Yábar, San Martín, Keclin Carbajal, Cachay, Ocrospoma, Armando
Delgado, La Liebre, Tolomeo Padilla, los hermanos Abundio y Manzueto Santos
Flores, Peli Balarezo, Luco y Claudio Ñato, Miguel
Moncada..
A los techadores Eliseo Calderón, Reymundo Flores, Florentino Alvarado, Teodoro Vásquez (experto en tapiales). A los hojalateros Lolito Rivera, Abraham Bolarte, Manuel Rueda y Bernardo Escobedo. A los productores lácteos Alberto Espejo, Isidro Espejo, Filomeno Meza, Andrés Vásquez, Miguel Romero, Amancio Valdez. A los fabricantes de velas Felipe Ramírez, Accepio Palacios, Lolito Rivera, Daniel Yabar, Mauricio Zubieta. A los albañiles Elías Alvarado, Andrés Lázaro y Perico Izquierdo. A los sombrereros Teófilo Rivera y Rómulo Toro. A don Antonio Padua y su roncadora. A los diestros en bordaduría Eulogio Rivera y don Braulio. A los peluqueros Fidel Balarezo, Pedro Loarte, Chimuco Garro, Elías Rivera, Leonardo Allauca.
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De nuestros maestros primarios, secundarios y de la Escuela Normal, hay tanto que decir, pues gracias a sus enseñanzas somos seres humanos con mayor conocimiento. Saludo a todos ellos en la persona de los maestros chiquianos que nos acompañan en la ruta Arcadio Zubieta, Pablo Vásquez, Eduardo Aldave, Anatolio Calderon, Belisario Pardo; del mismo modo a los trabajadores estatales, comerciantes, base del turismo receptivo, a los músicos y cantantes representados por el maestro Alejandro Aldave; a los comunicadores sociales y administradores de las páginas chiquianas de la Internet; a los escritores en la persona de Filomeno Zubieta, a los gobiernos locales, autoridades de Gobierno y comunidades campesinas, a las asociaciones y comités de gestión.
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Nalo Alvarado Balarezo
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CHIQUIÁN
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"Los trovadores del
ayer".
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Por Armando Alvarado Balarezo
(Nalo)
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Uno de los más
grandes trovadores chiquianos de los últimos tiempos, fue el maestro, compositor
y cantante César Vicuña Romero, de palpitante recuerdo y mensaje de amor por
“Espejito del cielo”.
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Nuestro amigo Huayco
heredó el talento de su querido padre Feliciano Vicuña, reconocido guitarrista
del barrio de Quihuillán. Al igual que él, su hermano Oshva cultiva el arte
musical desde niño.
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La prodigiosa voz de
Oshva, encoge y estira como fuelle de acordeón nuestros corazones, todos los
domingos a las 9 de la mañana, cuando abre el programa radial “Por las rutas de Chiquián y los pueblos de la
provincia de Bolognesi”, con la canción Laguna de Conococha del bardo aijino Jacinto
Palacios Zaragoza: "...eres la fuente de
agua tranquila aquí te traigo, aquí dejo mis amores y mis
canciones...".
El legado de Huayco no solamente inmortaliza su nombre, sino
el sentimiento chiquiano hecho melodía y verso. Allí radica el valor espiritual
y cultural de su repertorio, que ya viene hallando difusión a través de los
intérpretes, músicos y compositores bolognesinos que actualmente brillan en el
corazón del Perú profundo: Nieves, Eva y Reyda Alvarado, Julia Garro, Consuelo
Valderrama, Norka Alvarado, Chole Zúñiga, Elsa Navarro, María Díaz, Chopa
Rivera, Graciela Allauca, Mirtha Garro, Alicia Ramírez, Julia Palma, Carmelino
Carrillo, Carlos Oro, Romeo Reyes Gamarra y sus retoños, Efraín Vásquez
Veramendi, Pedro Miranda, “Yoga” Rivera, Pacho Díaz Mendoza, Miguel Ramírez
Vicuña, Gilbert Alejos, Pepe Alva, Alfonso Aranda, Walter Jaimes, José Jiménez,
"Pepe" Perfecto Calderón, Llucu Orduña, Bonifacio Gamarra, Pablo Aldave, entre
otros paisanos de voz y trino sonoro. También los conjuntos y orquestas: Brisas
del Yerupajá, Melodías de Bolognesi, Luis Pardo, Los Andes de Bolognesi,
Chiquián y Luz radiante de Bolognesi, entre otros.
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A escala internacional Roby Alva Ibarra, autor con Herberto
Aldave del Castillo y Macollado Vásquez Veramendi, de la canción "Aguas de
Usgor", llevó a USA en los albores del Tercer Milenio, el verbo florido y la
dulce melodía de nuestra querencia.
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Armando "Zeta" Zarazú Aldave (guitarra, mandolina y
charango), es el máximo exponente chiquiano en la promoción y difusión de la
música andina en el difícil mercado americano, a través de su importante
organización folklórica "MESTIZO MANTA"
(Tushurushun), con amplios espacios ganados a pulso en las páginas
rojiblancas de la Internet, donde las canciones: "Quisiera quererte, "El
Obrero", "El cóndor pasa", "Cuando florezca el chuño", entre otras maravillas
latinomericanas, se van ubicando en el sitial que les corresponde.
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Desde
épocas ancestrales, Chiquián es rica en costumbres y tradiciones. También es
cuna de excelentes trovadores, siendo dos de sus más connotados baluartes: Pedro
Bernardo “Bellota” Escobedo Luna y Calixto Palacios Carrillo
"Cañita".
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Ambos hicieron famosa la canción “Cañita huayta sin
corazón”. Aún resuenan en las calles de Oropuquio la potente voz de Bellota y
las mágicas notas de la guitarra de Cañita: “Si quieres ser buen jinete ponte amansar
potrancas”, cantaba el primero, “después cabalga a pelo por las faldas de
Cochapata” remataba el segundo con alegría.
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Pero no solamente las cantinas se constituían en los
lugares preferidos, sino también las casas de los amigos y familiares donde la
"chicha con punto" corría en jarra, sobre todo si la música de fondo estaba a
cargo de Ritmo Andino de Huasta. Los viajes de excursión con las guitarras en
bandolera al interior de la provincia, un compromiso de "fútbol macho" en
Huallanca, Recuay, Ocros, Huaraz, Carhuaz, Yungay, Huari y Caraz, o un amado
zaguán elegido para una serenata, fueron los marcos perfectos para soñar
despierto con las pallas de Umpay, Tulpajapana y Racrán.
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Durante el funcionamiento de la Escuela Normal, el quinteto
"Las Taviesas" llevó nuestro canto a otros departamentos, en las voces de:
Carmen Escobedo, Zoila Ramos, Luchi Pacora, Fabia Alvarado y Nelly
Rivera.
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Además de los nombrados, los chiquianos que cultivaron el
arte de interpretar huaynos guitarra en mano, fueron: María Maldonado, Zoila
Núñez, Amina Rayo de Aldave, Martina Yabar, Pedro Zubieta Calderón, Hortencio
Balarezo Lavado, Lucnardo Díaz, Rómulo Toro, los hermanos Porfirio, Achico, José
y Germán Romero Yabar, este último, autor de la música y letra de “Carhuaspunta
escorzonera”, en quechua y castellano, matizados de sana picardía, como estos
versos que cantaba sonriente:
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“Quizá mi canto
no salga sabio porque el chinguirito partió mi labio, mas no espero que rían
todos, pues alguien tiene que llorar recordando a una roqueñita ingrata que le
robó el shonqon, y disculpen que de tanto licor mi canto suene a responso. Rompe
las viejas cuerdas punteando y no ajustando las clavijas, sino busca quién te
enseñe a templar, antes de volverlo a intentar”.
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También ajustaron la fina cintura de ardiente madera: Lorenzo
Yabar, Alberto Núñez, el “Chino” Benito Calderón con su cautivadora canción
“Neblina Blanca”, Pasión y Alejandro Aldave, Pedro Loarte Cano, Hernán Reyes
Aguirre, Bernardo Arellano, el zurdo Máximo Calderón Cerna y su hijo Adolfo,
Alberto Turco, Cástulo Rivera, Teófilo Núñez Romero, Loli Romero Moreno,
Herberto Aldave del Castillo, Romeo Reyes Gamarra, Pablo Martín Vásquez
Veramendi, Alberto Carrillo Ramírez, Abasalón Álvarez, Felix “Sopita” Moran
Moreno, Solio y Leonidas Bolarte
Pardavé, Armando, Adolfo “Apopo” y Chanti Alvarado Montoro, los hermanos
Juan, José “Shacui” y Apolinario “Puco” Montoro Ramírez de trino amable y versos
alegres: “No cacarees como gallina,
mejor canta como zorzal y deja que brote el llanto como agua de manantial, para
que gima la prima y llore la segunda. Apúrate shay, brindemos con chicha en
porongo junto al fogón donde burbujea el mondongo”.
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Quizá algunos trinos andariegos que vivieron al compás de los
recuerdos se van perdiendo en el tiempo, y sólo el eco está flotando en el aura
con la sinfonía de los grillos que nos recuerdan a Pisana María. Todo depende de
nosotros para que no mueran, como aquel viejo pichuichanca que por dormilón cayó
de una rama al turbulento Aynín y se fue a la deriva sin hallar la mano amiga
que le salve la vida. Recopilemos y cantemos lo escrito por nuestros viejos
compositores, démosle el fresco soplo de la brisa, solamente así este fecundo
arroyo de leyenda murmurará con mayor vigor la melodiosa armonía de la guitarra
chiquiana.
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El arpa trae a la memoria nombres de grata añoranza,
unos ya tocan las cuerdas en el cielo, otros continúan deleitándonos con sus
abrigadores gorjeos: Florentino Aldave Calderón, pródiga vena musical heredada
por su hijo Alejandro Aldave Montoro y sus nietos Carlos y Juvilio Alvarado;
José Ramos "Patriarca", Julia Ramírez de Pardo, David “Lapicho” Aldave del
barrio de Jupash, Demetrio Calderón, Pedro Gamarra, Eleuterio Palacios,
Estanislao y Miki Zubieta, “Garash” Lorenzo Padilla, "El satanás del arpa",
"Anacleto Pachapleto", Toribio Moreno y José Jaimes, sentados o parados se
yerguen como los más respetados cultores de las cuerdas verticales.
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En la mandolina hicieron furor en los cuarentas y
cincuentas: Ernestina Yabar Calderón, Amina Rayo de Aldave, César "Shimilán"
Figueroa Cuentas, Alejandro Yabar Alva, Eleodoro Gamarra Salinas, Pedro Loarte Cano, Cástulo
Rivera, Felipe Ramírez Gamarra, Francisco Alva Palacios, Zenobio Garro Aldave,
José Morán Ramírez y Cesareo Calderón.
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Antonio Padua Toro, roncadora en mano anunciaba el
reparto de agua por las calles de Chiquián. En la caja y el píncullo brilló
Imicho Ríos, hoy sigue sus pasos Domingo Guzmán Rivera. También en píncullu y
quena aportaron su arte: Máximo Bravo, Pedro Moreno y Ildefonso Garro, los
hermanos: Jesús, Simón y Victor Hugo Aldave Rayo. En rondín: Pilico Gamarra,
Abel Alvarado Montoro, Graciano Zubieta Carhuachín. En concertina: Perfecto Bolarte Calderón.
En acordeón: Rubén Barrenechea Núñez, Alejandro Aldave
Montoro y su esposa Amina Rayo, Carlos y Jubilio Alvarado Aldave, Luis Alva
Aldave y Teódulo Zubieta. En saxofón: Juan Vicuña, Manuel Alvarado y Carlos
Alvarado Aldave.
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En el violín marcaron época: Valerio Jaimes Calderón, Julio Carhuachín, Guillermo Zubieta, Saturnino Jaimes, Manuel Quispe Hinostroza, Teodomiro Carrillo, Juan Jaimes, Carlos Gamarra y Eleodoro Gamarra Salinas. El último de los nombrados, gran maestro chiquiano, daba conciertos a puerta cerrada en su florida residencia del Jirón Tarapacá. Escuchar la melodía de la canción “Dolores” era el goce general de los concurrentes, mientras el profesor Gamarra sudaba frío y bajaba cada vez con mayor fuerza el mentón para ahogar el llanto del violín plañidero y evitar que se deshidrate. En sordina: Arturo Alvarado Aldave y Celedonio Maldonado son los más afamados cultivadores.
Muchos trocitos de inspiración de los viejos trovadores de Jircán hallaron abrigo en los corazones amigos. Entre ellos: “Nunca hallarás buena comida donde ladren perros flacos”. “Busca la vaca que menos rumia, porque da la mejor nata”. “Por andar persiguiendo una viuda, aprendí a rezar el rosario y me convertí en el más devoto del sagrario”. “Hoy que los años salpican su melancolía, dime algo palomita”. ”Quien vive solo tiene poco que contar, anda acompáñame un rato y te enseñaré a cantar”. “Si te dicen que tocas regular, es porque eres el mejor de los peores, es tiempo que cambies de oficio y cantes junto a los maestros, así serás el mejor de los cantores”. “Entre los pichuichancas solo cantan los machos, las hembras mueven sus pestañas como olas y los neutros menean sus colas”. “Compositor, regálame un huayno de esperanza que estabilice la balanza, con el peso de tu voz atravesando mi garganta”. “Chiuchi, si no naciste para volar como tinyaco, por gusto miras el cielo, mejor repta como shulaco”. Pastorita, ojitos de capulí, rompe las paredes de tu choza fría y ven con el viento a mis brazos”. “Cholita, déjame creer aunque sea por un segundo que los niños huérfanos y sin hogar son actores solamente; déjame creer que la lluvia es un fenómeno natural y no lágrimas de las madres que lloran en el cielo”. “El odio es malo, carcome el alma y te lleva a un lugar solitario”. “Cantemos juntos, así viviremos en el corazón de los paisanos y dejaremos de ser forasteros en nuestra tierra”. “Linda chiquiana, deja de llorar, que las lágrimas cicatrizan, pero las cicatrices no, y yo prefiero sangrar”. “Ayer me dijo doña Juliana, que no canta bien el que tiene ganas, sino el que sabe cantar”. “El gemido del aire es como un abrazo al vacío, una lágrima que cae en silencio enjugando el verbo amar sobre la tumba fría”. “El recuerdo de tus besos son como bandadas de torcazas que vuelan arrulladas por un coro de jilgueros...”.
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Entendidos en la materia comentan que la musa de los troveros chiquianos es el aire limpio que respiran, el paisaje que admira absorto el turista, su dicha, su dolor, su risa, su llanto, el recuerdo del primer amor y la esperanza de volverla a ver en la fiesta de Santa Rosa; es el pregonero que anuncia agua para las sedientas sementeras; las serenatas, los juegos infantiles, las fiestas costumbristas, los potajes, las danzas, los monumentos arqueológicos, la flora, la fauna, las procesiones; las tardes de fútbol, de Entrada y de toros; las huaylisheadas, las pinquichidas, el agudo canto de las pallas al ritmo del arpa, del violín y la trompeta con sordina, el retumbar de la avellana en Capillapunta, los fuegos artifíciales al compás de la banda de Mangas. En fin, es la arcilla donde se forja el espíritu telúrico, por eso le cantan al río, a la cascada, a los nevados, al patito de la laguna, a las faldas de Cochapata, al cerrito de Huayalpampa, a la linda chiquiana, a Jaracoto, a la bella capuliñahui, al maíz, al trigo, al anciano, al bandolero, a la gente de bien, a la noche de Salva como lo subraya en su canción "Mi recuerdo" el escritor y compositor Mario Reyes Barba.
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Más que derramando lenguaje florido, los chiquianos
cantan con el corazón, como decía con nostalgia nuestro recordado amigo Moshongo
Romero, hecho que se hace patente en el breve relato y los dos poemillas
escritos al fragor de las cuerdas con una moña rojiblanca en las clavijas,
durante mis visitas a Chiquián en Julio Patriótico:
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SERENATA DE CUMPLEAÑOS
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Es medianoche, la Luna cruza solitaria por el aterciopelado cielo, acariciando con sus rayos plateados las turbias aguas de Agocalle, que bajan murmurando sobre el ripio que cubre las veredas.
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El ambiente está calmo, fresco, delicioso y poético, sólo se escucha el canto de los grillos y los ronquidos de los vecinos.
El rostro del trovador va adquiriendo un tinte de melancolía; afina con sus dedos de lajtash la guitarra y toma un cuarto de anisado hasta la última gota. Enciende un cigarrillo con temblorosa mano, da dos pitadas y tira el pucho al charco. Puntea unos minutos las raídas cuerdas y de sus labios brota como un suspiro la primera estrofa de la canción “AGUAS DE USGOR", de Herberto Aldave, Macollado Vásquez y Roby Alva:
Y repite con ondulante énfasis, como la repercusión del eco que rueda al vacío:
La ventana del segundo piso abre sus mohídas bisagras, mas nadie asoma. En la habitación la musa de sus sueños se aprieta el corazón con las manos, y piensa en silencio: "esa voz es conocida, qué linda canción". El trovador canta enérgico y con apasionado acento. Por sus mejillas descienden dos lágrimas cual muda expresión del amor cautivo.
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Las cuerdas sollozan temerosas de romperse y chicotear el rostro chaposo del trovador. La emoción infla su pecho de zorzal y pasa de quinta a primera sin embrague. Su pequeña caja torácica está a punto de arrancarse en tres pedazos y entona quebrando su voz, la tercera estrofa:
A punto de desfallecer saca fuerzas de su atormentado corazón y arremete la fuga como toro cutucho del Jirishanca:
Este verso mordaz rompe las fibras más sensibles de su amada, haciendo trizas el aire quieto del cuarto. Ella sale al balcón y furiosa levanta hasta el alero una despostillada bacinica que reluce con la Luna, y descarga toda su dorada tempestad sobre el trovador. Un fuerte ventanazo retumba en el vecindario y el último trino se ahoga en Agocalle con aroma a urea...
SERENATA CHIQUIANA
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Surgen de la niebla del pasado,
los recuerdos de cien trovadores
que rompieron sus viejas guitarras,
bajo el escarchado cielo chiquiano.
Envueltos en ponchos habanos,
cantan al son de sus lamentos,
en dúo como buenos hermanos
entre trinos y juramentos.
Con un pie sobre una piedra,
las cuerdas golpean los trastes
que los dedos van guiando
al compás de la convulsa mano.
Y así van pasando las horas
entre anisados y quebranto,
mientras la amada musa escucha
con sus ojos anegados en llanto.
Pronto el rumor se cuela en el barrio
haciendo su agosto como las arañas,
que trepan veloces las murallas
cual ponzoñosas alimañas.
Desde entonces los gemidos brotan
de los corazones de mil ninacurus,
que escucharon el plañidero canto
de los bardos que amaron tanto.
Racrán, JUL 1978
ENTRE CUERDAS Y CANTO
Fuente:
.
SERENATA DE CUMPLEAÑOS
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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El pueblo duerme adormecido después de un largo día de aguacero con truenos y relámpagos.
.
Un joven enamorado esconde su vieja guitarra bajo el poncho habano y sale de puntillas de su casa para darle una serenata a su amada. Ella cumple 18 abriles, fecha propicia para ingresar a las grandes ligas de la serenata chiquiana.
El pueblo duerme adormecido después de un largo día de aguacero con truenos y relámpagos.
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Un joven enamorado esconde su vieja guitarra bajo el poncho habano y sale de puntillas de su casa para darle una serenata a su amada. Ella cumple 18 abriles, fecha propicia para ingresar a las grandes ligas de la serenata chiquiana.
Es medianoche, la Luna cruza solitaria por el aterciopelado cielo, acariciando con sus rayos plateados las turbias aguas de Agocalle, que bajan murmurando sobre el ripio que cubre las veredas.
.
El ambiente está calmo, fresco, delicioso y poético, sólo se escucha el canto de los grillos y los ronquidos de los vecinos.
El rostro del trovador va adquiriendo un tinte de melancolía; afina con sus dedos de lajtash la guitarra y toma un cuarto de anisado hasta la última gota. Enciende un cigarrillo con temblorosa mano, da dos pitadas y tira el pucho al charco. Puntea unos minutos las raídas cuerdas y de sus labios brota como un suspiro la primera estrofa de la canción “AGUAS DE USGOR", de Herberto Aldave, Macollado Vásquez y Roby Alva:
Aguas de Usgor, aguas
hechizadas
es tu quebrada testigo mudo
de mis amores con una chiquiana
es tu quebrada testigo mudo
de mis amores con una chiquiana
Y repite con ondulante énfasis, como la repercusión del eco que rueda al vacío:
de mis amores con una
chiquiana
La ventana del segundo piso abre sus mohídas bisagras, mas nadie asoma. En la habitación la musa de sus sueños se aprieta el corazón con las manos, y piensa en silencio: "esa voz es conocida, qué linda canción". El trovador canta enérgico y con apasionado acento. Por sus mejillas descienden dos lágrimas cual muda expresión del amor cautivo.
Vino el invierno y lo ha borrado todo
fango y lodo sólo ha quedado
y agüitas turbias del recuerdo mío
fango y lodo sólo ha quedado
y agüitas turbias del recuerdo mío
.
Y repite con tristeza:.
y agüitas turbias del recuerdo
mío
Las cuerdas sollozan temerosas de romperse y chicotear el rostro chaposo del trovador. La emoción infla su pecho de zorzal y pasa de quinta a primera sin embrague. Su pequeña caja torácica está a punto de arrancarse en tres pedazos y entona quebrando su voz, la tercera estrofa:
Ahora espero sólo
primavera
para que vuelvas ¡ay golondrina!
porque tu nido aquí ha quedado
entre las ramas de un árbol caído (Bis)
para que vuelvas ¡ay golondrina!
porque tu nido aquí ha quedado
entre las ramas de un árbol caído (Bis)
A punto de desfallecer saca fuerzas de su atormentado corazón y arremete la fuga como toro cutucho del Jirishanca:
Arriba bolognesino cholo
mujeriego.
abajo santarrosina, chola saca …
abajo santarrosina, chola saca …
Este verso mordaz rompe las fibras más sensibles de su amada, haciendo trizas el aire quieto del cuarto. Ella sale al balcón y furiosa levanta hasta el alero una despostillada bacinica que reluce con la Luna, y descarga toda su dorada tempestad sobre el trovador. Un fuerte ventanazo retumba en el vecindario y el último trino se ahoga en Agocalle con aroma a urea...
SERENATA CHIQUIANA
.
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Surgen de la niebla del pasado,
los recuerdos de cien trovadores
que rompieron sus viejas guitarras,
bajo el escarchado cielo chiquiano.
Envueltos en ponchos habanos,
cantan al son de sus lamentos,
en dúo como buenos hermanos
entre trinos y juramentos.
Con un pie sobre una piedra,
las cuerdas golpean los trastes
que los dedos van guiando
al compás de la convulsa mano.
Y así van pasando las horas
entre anisados y quebranto,
mientras la amada musa escucha
con sus ojos anegados en llanto.
Pronto el rumor se cuela en el barrio
haciendo su agosto como las arañas,
que trepan veloces las murallas
cual ponzoñosas alimañas.
Desde entonces los gemidos brotan
de los corazones de mil ninacurus,
que escucharon el plañidero canto
de los bardos que amaron tanto.
Racrán, JUL 1978
ENTRE CUERDAS Y CANTO
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.
Por
Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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Guitarra chiquiana:
de fina madera y huayno
ya no quiero oír tu llanto
que el tañido desgarra.
de fina madera y huayno
ya no quiero oír tu llanto
que el tañido desgarra.
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Hechizada y enamorada
mentirosa y apasionada
queja, pena y quebranto;
sangre y herida del canto.
mentirosa y apasionada
queja, pena y quebranto;
sangre y herida del canto.
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Bordón verso quebrado,
acordes de fiel enamorado;
más sonido que apariencia,
pulso firme de la querencia.
acordes de fiel enamorado;
más sonido que apariencia,
pulso firme de la querencia.
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Refugio del amor primero,
dime: ¿dónde está la gente?,
¿dónde tu diapasón lastimero?
¿dónde el bandolero valiente?.
dime: ¿dónde está la gente?,
¿dónde tu diapasón lastimero?
¿dónde el bandolero valiente?.
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Yucyushtana, JUL 1977
Fuente:
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Un trocito de la
novela "DEL MISMO TRIGO"
Huayhuash
sempiterno
RECUERDOS
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CHIQUIÁN:
Cielo azul
30 de agosto en soledad,
con el ala rota una vez más,
horizonte incierto, cielo azul,
fuegos artificiales, Salva fugaz,
vuelve la noche, con su negro tul.
Toca la banda, hasta el amanecer,
por las callecitas del viejo hogar;
horizonte incierto, cielo azul,
ausencia triste, lejana estás,
sueño distante, coplas de ayer.
Tardecita fría, de paisaje gris,
ya mi alma mira desde el dintel;
en nocturno cielo, la quena llora,
y junto a ella, una guitarra implora
porque un corazón, dejó de latir.
Nalo AB - 15651
con el ala rota una vez más,
horizonte incierto, cielo azul,
fuegos artificiales, Salva fugaz,
vuelve la noche, con su negro tul.
Toca la banda, hasta el amanecer,
por las callecitas del viejo hogar;
horizonte incierto, cielo azul,
ausencia triste, lejana estás,
sueño distante, coplas de ayer.
Tardecita fría, de paisaje gris,
ya mi alma mira desde el dintel;
en nocturno cielo, la quena llora,
y junto a ella, una guitarra implora
porque un corazón, dejó de latir.
Nalo AB - 15651
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PASAJERO DEL TIEMPO
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Bajo los párpados para soñar despierto, y sobrevuelo Chiquián con el pensamiento...
Busco por todos lados, mas no encuentro a mis amigos. Unos están en el cielo, otros en el mundo esparcidos. En el jirón Leoncio Prado la oscuridad rasga mi pecho, pues muchos vecinos se han ido, y por más que en los rostros de sus hijos se reflejan, no late ese sentimiento telúrico tan arraigado en los viejos, y me siento forastero en mi propia tierra.
Busco por todos lados, mas no encuentro a mis amigos. Unos están en el cielo, otros en el mundo esparcidos. En el jirón Leoncio Prado la oscuridad rasga mi pecho, pues muchos vecinos se han ido, y por más que en los rostros de sus hijos se reflejan, no late ese sentimiento telúrico tan arraigado en los viejos, y me siento forastero en mi propia tierra.
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En este agonizante mutismo de un barrio otrora alegre,
el llanto se esconde en mis pupilas con un rayo de luz que me invita un
acre trago de nostalgia. Fantasía gris de un tiempo que se va haciendo
ceniza; no sé si fatigado por el paso de los años, o curvado por el peso
de los sueños truncos en un batir de alas agoniza, como los ojos que perdieron
la facultad de llorar, como los labios secos que se olvidaron de besar,
como las manos cuajadas de venas moradas, como una laguna congelada en
mil sollozos, como un cortejo de almas penitentes en un viernes cansado de vivir,
como aquella golondrina de verano que se marchó para no volver, o el
presagio que envuelto en un gemido adivina que muy pronto será la
rígida manecilla de un reloj fenecido.
Ya es medianoche, y veo
pasar por la acera a un viejo vecino con su poncho de neblina. Va
murmurando sobre el paso del tiempo que en la noche esconde sus horas
vacías. Entonces vienen a mi mente los versos
que buscan tierra de sepulcro en un paraíso de torcazas hartas de volar,
y barquitos de maguey anclados a la vera de Maraurán, aguardando a sus
capitanes que descansan en paz.
En el rostro del vecino querido veo incontables surcos que el arado de la vida ha labrado. Tiene la mirada con nubes nacaradas que flotan donde duermen sus recuerdos. Sólo atino a contemplarlo a través de dos lágrimas que ruedan para regar la tierra generosa de mis viejos.
En el rostro del vecino querido veo incontables surcos que el arado de la vida ha labrado. Tiene la mirada con nubes nacaradas que flotan donde duermen sus recuerdos. Sólo atino a contemplarlo a través de dos lágrimas que ruedan para regar la tierra generosa de mis viejos.
Ya está amaciendo, y el anciano
sigue andando empujado por el viento para nunca más volver, como avanza
el tiempo sin retroceder, mientras las sombras aguardan con sus brazos
de hielo.
No sé qué es lo que lo sostiene en pie, mas lo contemplo en silencio y llegan a mi memoria aquellos pilares de carne, pellejo y huesos que sustentaron mi barrio de Jircán colmado de Yerupajá, tardes de toros al son de la banda y trotes de caballos en el empedrado, aquellos cascos, que así como labran caminos, también se detienen para siempre.
No sé qué es lo que lo sostiene en pie, mas lo contemplo en silencio y llegan a mi memoria aquellos pilares de carne, pellejo y huesos que sustentaron mi barrio de Jircán colmado de Yerupajá, tardes de toros al son de la banda y trotes de caballos en el empedrado, aquellos cascos, que así como labran caminos, también se detienen para siempre.
No escucho risas, golpes de canga ni huaynos en el
vecindario, sólo un pichuichanca invidente que no sabe de sol, de luna
ni de estrellas, trina en el alero un canto de esperanza, hurgando un
poco más de tiempo, como las hilachas de la memoria colectiva que el
tiempo desovilla a falta de una rueca que las hile hasta convertirlas en
poncho, en cuya trama nadie falte ni sobre.
Son las 6 de la
mañana, me persigno e ingreso a casa. En mi pequeña biblioteca reviso
mis viejos cuadernos, y en sus hojas pálidas de años y lejanía, dejo mis
lágrimas otoñales recordando a mis vecinos y amigos. Junto a los
cuadernos, en un candelabro lleno de gotas endurecidas de dos cirios
consumidos, reposan los recuerdos de largas horas de angustia de mi
madre por el esposo viajero.
De pronto asoman como aves temporarias las palabras de mi viejo amigo Panchito Gonzáles, que vienen desde Marián, HUARAZ:
"Nacer o morir, ¿Un mismo significado?.. morir y nacer, interrogante
sin respuesta. ¿La partida será el encuentro? ¡He ahí el misterio de la
vida¡... el palpitar se detiene y las arterias son caminos desiertos...
el soplo ha desaparecido. Y así, una y otra vez la Fábula de Higinio:
“La tierra pide lo que es suyo y el alma al infinito, va en pos de una
nueva creación". Sí, ayer llegó el final; la razón y el sentimiento en
su lucha tenaz no llegaron a ningún acuerdo, pero triunfó el corazón:..
“Hay que llorar por los seres que se alejan de nuestro lado para
siempre, pues son nuestra razón de existir, amor de amores, pena de
penas, se diluye en un segundo y todo se acaba”.
Abro los ojos; y aquí, en el cementerio de Chiquián, yace un viejo poema cubierto de pétalos blancos...
Tulpajapana, 02 NOV 2003
Abro los ojos; y aquí, en el cementerio de Chiquián, yace un viejo poema cubierto de pétalos blancos...
Tulpajapana, 02 NOV 2003
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NO PREGUNTES POR QUIÉN DOBLAN LAS CAMPANAS;
DOBLAN POR TI Y POR MÍ
Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
“Curiosa es nuestra situación de hijos de la Tierra. Estamos por una breve visita y no sabemos con qué fin, aunque a veces creemos presentirlo. Ante la vida cotidiana no es necesario reflexionar demasiado: estamos para los demás. Ante todo para aquellos de cuya sonrisa y bienestar depende nuestra felicidad; pero también para tantos desconocidos a cuyo destino nos vincula una simpatía”. Albert Einstein (Mi visión del mundo)
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La
mañana del martes 17 de octubre de 1961, me encontraba cogiendo agua
en el pilón del barrio poco antes de asistir a la escuelita 378 de
Quihuillán, donde cursaba el 4to. de Primaria; de pronto, en
circunstancias que convergían en la esquina los señores Manuel Roque
Dextre y Teófilo Salas Rivera, doblaron las campanas de la iglesia
matriz de Chiquián, anunciando un deceso, motivando que mi cuerpo se escarapele,
pues los camiones de mi padre y el de su compadre Segundo Robles
Valverde, que debieron llegar de madrugada, no asomaban por la ceja de
Caranca. Don Teófilo preguntó:
- ¿Por quién doblarán las campanas, Manuelito?
- Doblan por ti y por mí, hermano del alma. Le contestó compungido.
Don Manuel, persona muy instruida, otrora presidente de la Federación de Estudiantes del Perú, y reconocido poeta, al notar que su respuesta inquietó sobremanera a don Teófilo, le comentó, que los versos “No preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti” corresponden al fragmento “POR QUIÉN DOBLAN LAS CAMPANAS” del poeta inglés John Donne (1572 / 1631), fragmento que tres siglos después inspiró la novela del mismo nombre, del escritor americano Ernest Hemingway (1899/ 1961), fruto de sus experiencias como corresponsal en la guerra civil española.
- ¿Por quién doblarán las campanas, Manuelito?
- Doblan por ti y por mí, hermano del alma. Le contestó compungido.
Don Manuel, persona muy instruida, otrora presidente de la Federación de Estudiantes del Perú, y reconocido poeta, al notar que su respuesta inquietó sobremanera a don Teófilo, le comentó, que los versos “No preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti” corresponden al fragmento “POR QUIÉN DOBLAN LAS CAMPANAS” del poeta inglés John Donne (1572 / 1631), fragmento que tres siglos después inspiró la novela del mismo nombre, del escritor americano Ernest Hemingway (1899/ 1961), fruto de sus experiencias como corresponsal en la guerra civil española.
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Dicha novela empieza así:
“Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si se tratara de un legendario monte, o de la casa solariega de uno de tus amigos o la tuya propia. Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”. John Donne.
“Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si se tratara de un legendario monte, o de la casa solariega de uno de tus amigos o la tuya propia. Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”. John Donne.
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Esquina chiquiana, escenario de la experiencia de vida
Doña María Gamarra de Calderón, quien retornaba del mercado de abastos, acercándose a los dos señores, les comunicó muy apenada:
- Mañuquito, Tiuchito, ha muerto nuestro amigo Shaprita.
Oír el sobrenombre, tantas veces escuchado en Chiquián y los pueblos aledaños, hizo llaga en mi alma para siempre, al interpretar en carne viva el mensaje del poeta metafísico John Donne, pues mi querido amigo Manuel Ñato Allauca partió antes de tiempo. Ser humano muy laborioso fue Shaprita, cuyo aporte era de suma importancia para el pueblo, sobre todo su fraterno afán de fecunda generosidad con los turistas, las amas de casa y los niños que lo teníamos como valioso ejemplo de vida. Dos horas después arribaron mi padre y su compadre Segundo, se habían quedado varados cerca del puente Mellizo (Mayorarca), por la rotura del eje delantero de un camión minero, en una angosta pendiente. Al día siguiente, miércoles 18 de octubre de 1961, el pueblo chiquiano decretó tarde no laborable para acompañar al paisano querido hasta su última morada, al compás de la Marcha Fúnebre de Morán, entonada por la banda de músicos de la solidaria familia Aldave Montoro. Ese día, hasta los niños vestimos de luto.
Por
éso y por mucho más, cada vez que muere un ser vivo, sé que algo de mí se
desprende, y así será hasta el final de mis días, porque gracias a dicha
experiencia aprendí que soy parte indisoluble de las obras de Dios,
nuestro Creador: la Naturaleza y el Cosmos. Nadie, como bien lo señala
John Donne, es una isla; por tanto, ningún ser humano merece vivir ni
morir aislado. Al respecto, el poeta español Antonio Machado, nos dice: “A menudo el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones en un mismo ataúd”,
de ahí que el lugar mas cálido para el reposo sea el corazón humano,
porque en el recuerdo y la esperanza anida el misterio de la eternidad,
tal como reza el proverbio de Facundo Cabral: “No
perdiste a nadie: el que murió, simplemente se nos adelantó, porque
para allá vamos todos. Además lo mejor de él, el amor, sigue en tu
corazón”, sin olvidar en cada momento del día las palabras de Jesús: "Yo soy la resurección, y la vida. Aquel que crea en Mí, aunque muera, vivirá."
...........
En
estos últimos días han fallecido diez paisanos bolognesinos de gran
valía. Hace un año, el 10 de febrero emprendió el Gran vuelo en Lima el
escritor Luzuriaguino Guido Vidal Rodríguez, y al día siguiente 11 como hoy, también falleció en Lima, uno de mis amigos más amados, Hugo Nicanor Vilca del Castillo,
nacido en Huari. Tengo la certeza de que por dichas pérdidas doblaron
las campanas en Bolognesi, Mariscal Luzuriaga y Huari, como expresión de
luto colectivo que mantienen y mantendrán eternamente nuestros pueblos
fraternos, por más lejos que sus hijos pierdan la vida.
Desde los albores de la Humanidad todas las puertas del mundo han sido tocadas por el ala de la muerte, para las que se construyan ahora y después, es cuestión de tiempo solamente. Al respecto, cuentan que: “Un monje tenía siempre una taza de té al lado de su cama. Por la noche, antes de acostarse, la ponía boca abajo y, por la mañana, le daba la vuelta. Cuando un novicio le preguntó perplejo acerca de esa costumbre, el monje explicó que cada noche vaciaba simbólicamente la taza de la vida, como signo de aceptación de su propia mortalidad. El ritual le recordaba que aquel día había hecho cuanto debía y que, por tanto, estaba preparado en el caso de que le sorprendiera la muerte. Y cada mañana ponía la taza boca arriba para aceptar el obsequio de un nuevo día. El monje vivía la vida día a día, reconociendo cada amanecer que constituía un regalo maravilloso, pero también estaba preparado para abandonar esté mundo al final de cada jornada”. Estas y otras reflexiones que navegan en la Internet me inspiraron a escribir la hilachita:
Desde los albores de la Humanidad todas las puertas del mundo han sido tocadas por el ala de la muerte, para las que se construyan ahora y después, es cuestión de tiempo solamente. Al respecto, cuentan que: “Un monje tenía siempre una taza de té al lado de su cama. Por la noche, antes de acostarse, la ponía boca abajo y, por la mañana, le daba la vuelta. Cuando un novicio le preguntó perplejo acerca de esa costumbre, el monje explicó que cada noche vaciaba simbólicamente la taza de la vida, como signo de aceptación de su propia mortalidad. El ritual le recordaba que aquel día había hecho cuanto debía y que, por tanto, estaba preparado en el caso de que le sorprendiera la muerte. Y cada mañana ponía la taza boca arriba para aceptar el obsequio de un nuevo día. El monje vivía la vida día a día, reconociendo cada amanecer que constituía un regalo maravilloso, pero también estaba preparado para abandonar esté mundo al final de cada jornada”. Estas y otras reflexiones que navegan en la Internet me inspiraron a escribir la hilachita:
EN CUALQUIER MOMENTO
La puerta de la vida se cierra, la sangre detiene su curso y el alma vuela como hoja quebradiza en el éter. Abajo los cardos siguen floreciendo en la redondez del mundo.
Todo acaba tras el último aliento, sólo lágrimas de congoja y plegarias a Dios corren en pos de la Resurrección.
Después quedan los recuerdos, y poco a poco el viento del olvido va borrando del mapa el único camino que no conduce a Roma, sino a la tumba.
Ignoro quién sobrevivirá y quién será el ausente en aquel momento. ¿Lo sabes tú?.
Mientras tanto, ama, reza y goza la vida segundo a segundo, por ventura
divina.
..........................
Confieso,
no me ha sido fácil aceptar la muerte de mis seres queridos:
abuelitos, mamá, papá, tíos, primos, sobrinos, maestros, compañeros de
estudio, trabajo y de ocio, coterráneos y entrañables amigos. Solamente
el honrar su recuerdo, compartir experiencias similares con fe y
esperanza, entender que empezamos a morir desde que nacemos y dejar
brotar las emociones contenidas, han hecho que no sea el muerto en vida
del poema de Becquer, sino que viva cada día como si fuera el último,
apreciando segundo a segundo lo bella que es la existencia terrena, en
armonía plena con la creación del Altísimo.
.
-
En casos muy dolorosos un abrazo a tiempo es mejor que mil palabras, sin perder de vista el mensaje de San Agustín: "Cuando
tenga que dejarte por un corto tiempo, por favor, no te entristezcas,
ni derrames lágrimas, ni te abraces a tu pena a través de los años. Por
el contrario, empieza de nuevo con valentía y con una sonrisa por mi
memoria y en mi nombre y haz todas las cosas igual que antes, no
alimentes tu soledad con días vacíos sino llena cada hora de manera
útil. Yo estaré cerca de ti y nunca tengas miedo de morir porque yo
estaré esperándote en el cielo".
.
Chiquián, una vez más la banca vacía...