DANILO SÁNCHEZ LIHÓN, UN NUEVO “FÉNIX DE LOS INGENIOS”
Por Olimpio Cotillo Caballero
Un
calificativo de la época de oro español en que a Lope de Vega se le
conocía, como “Fénix de los ingenios, Poeta del cielo y la Tierra”, bien
merecido se lo tendría, el Chuco, Danilo Sánchez Lihón por su vasta
producción literaria que a diario nos entrega en sus notas que
engrandecen a “Capulí, Vallejo y su Tierra” y obras de todos los géneros
que enriquecen las bibliotecas más ilustradas.
Danilo está reconstruyendo la consciencia de los peruanos y calando muy profundo en la convicción de los extranjeros al concentrarlos en XVIII versiones de “Capulí Vallejo y su Tierra”, en la tierra del autor de Los Heraldos Negros, Santiago de Chuco, enarbolando cada Mayo el pendón de los poetas y escritores de los cinco continentes que pugnan por izarlo por sobre las estrellas.
Y la mayor virtud de Danilo, poeta de fino estro y mejor escritor, es que no rebusca ni adorna el lenguaje con giros académicos, sino escribe para su pueblo que necesita entender el lenguaje que habla a diario. No prosa para la academia ni para merecer una medalla, ni tampoco para los cándidos alquimistas que embrollan el decir y el habla diario, sino que pone al frente el espejo para que párvulos, chicos y grandes, hombres y mujeres descubran, que lo que escucha a diario es el parlar de los dioses y de él mismo también.
Por eso, los Chucos y mucha gente más del rededor de la Tierra, le siguen enfervorizados año tras año y cada vez con más levadura llenando calles y plazas y contagiando su fervor al mundo que extasiado contempla este prodigio.
Y más aún, porque pone al lugar privilegiado a los prohombres de la patria, resalta los hechos históricos con pasión y al aborigen postergado lo defiende con frenesí.
Por eso es que se interna en el alma de Grau, en el corazón de Vallejo, Mariátegui y Arguedas para ensimismarse en el diáfano horizonte.
Danilo, amigo mío y de todos los seres humanos, yo te sigo como lo hago en cada aurora.
Danilo está reconstruyendo la consciencia de los peruanos y calando muy profundo en la convicción de los extranjeros al concentrarlos en XVIII versiones de “Capulí Vallejo y su Tierra”, en la tierra del autor de Los Heraldos Negros, Santiago de Chuco, enarbolando cada Mayo el pendón de los poetas y escritores de los cinco continentes que pugnan por izarlo por sobre las estrellas.
Y la mayor virtud de Danilo, poeta de fino estro y mejor escritor, es que no rebusca ni adorna el lenguaje con giros académicos, sino escribe para su pueblo que necesita entender el lenguaje que habla a diario. No prosa para la academia ni para merecer una medalla, ni tampoco para los cándidos alquimistas que embrollan el decir y el habla diario, sino que pone al frente el espejo para que párvulos, chicos y grandes, hombres y mujeres descubran, que lo que escucha a diario es el parlar de los dioses y de él mismo también.
Por eso, los Chucos y mucha gente más del rededor de la Tierra, le siguen enfervorizados año tras año y cada vez con más levadura llenando calles y plazas y contagiando su fervor al mundo que extasiado contempla este prodigio.
Y más aún, porque pone al lugar privilegiado a los prohombres de la patria, resalta los hechos históricos con pasión y al aborigen postergado lo defiende con frenesí.
Por eso es que se interna en el alma de Grau, en el corazón de Vallejo, Mariátegui y Arguedas para ensimismarse en el diáfano horizonte.
Danilo, amigo mío y de todos los seres humanos, yo te sigo como lo hago en cada aurora.