viernes, 6 de diciembre de 2019

MARINO GONZÁLES MORENO, EL GUARDÍAN LÍTICO DE CHAVÍN - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 

Construcción y forja de la utopía andina
 
  DICIEMBRE, MES DE LAS MONTAÑAS,
DE LOS DERECHOS DE LOS ANIMALES;
DE LOS MIGRANTES, Y DEL NACIMIENTO
DEL DIOS NIÑO EN LA NAVIDAD
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO


 
SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL


 
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6 DE DICIEMBRE. ALMAGRO FUNDA TRUJILLO
El 6 de diciembre de 1534 Diego de Almagro funda la Villa de Trujillo en homenaje a su amigo y socio Francisco Pizarro, Capitán General de la Conquista del Perú, en homenaje a que había nacido en la ciudad española del mismo nombre, situada en la región de Extremadura. Tres meses después, el 6 de marzo de 1535, Pizarro oficializó esta fundación llamándola “Ciudad de Trujillo de Nueva Castilla”.
De allí que Trujillo son sus casonas señoriales de un solo piso, con un galano portón de entrada con columnas a los costados y plafones en lo alto. Hacia adentro luego del airoso zaguán con escaleras hacia algún altillo hay una reja de fierro forjado para dar paso al patio a cuyo alrededor se elevan los corredores con balaustres torneados, frisos y maceteros, todo cubierto de azulejos y porcelanas.
Trujillo para mí son los pasos de César Vallejo a partir de la casa donde viviera que en su tiempo funcionara allí el hotel El Arco, donde ocupaba una habitación junto con su hermano Néstor Pablo y donde escribió el poema Los heraldos Negros, ubicada en la esquina que hacen los jirones Orbegozo y San Martín, con notable y amplio balcón de madera a lo largo de casi toda su portada.
Trujillo es para mí el Hotel Colonial, frente a la iglesia de San Francisco, donde cada vez que llego sin haber anunciado mi viaje, sonríen y pese a que el hotel siempre está lleno tengo la suerte de que está reservada para mí la habitación 211 que tiene doble habitación desde cuyo ventanal miro por el portón de la iglesia hasta el altar mayor y participo desde allí de los oficios religiosos que empiezan a primera hora de la mañana.
Trujillo para mí son sus tiendas de alfajores, de turrones, de higos con miel, de tajadas de king kong San Roque, con tazas de café tintineantes y en rueda de amigos, comulgando en ese altar mayor que es la amistad sincera, transparente y alentada por la poesía y los grandes ideales compartidos. Es su placita de El Recreo y sus heladerías, copada de ficus añosos, con bancas donde la sombra es amable y benigna para contemplar la vida.
Trujillo es su Mercado Central, lleno de voces, con una entrada donde lucen las flores de todos los colores y perfumes recién cortadas desde los huertos fragantes de sus alrededores. O la otra puerta principal donde se expenden frutas de todos los sabores traídas de Moche, Shirán o Poroto. Y adentro los puestos donde se vende de todo: vajilla de losa, ropa de toda clase, utensilios de cuero. Y comida, principalmente pescados y mariscos.
Trujillo es su campiña y sus sembríos de caña de azúcar. Con sus trapiches que arden todo el día. Con sus pueblos a ras de tierra, donde transcurre la vida sencilla, buena y cordial. Donde se escuchan consejas de cómo madres, padres, abuelos y abuelas crían a sus hijos y nietos trasmitiéndoles costumbres y valores. Y dónde nos detiene en cualquier calle o esquina el rasgueo de una guitarra y el arpegio de alguna vieja canción.
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


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6 DE DICIEMBRE
 
DÍA
DEL
GUARDAPARQUE


La PORTADA DE LAS FALCÓNIDAS, 
al fondo el antiguo campamento de  MARINO GONZÁLES
Foto: Carlos Augusto Ramírez Cotrina
 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
MARINO,
EL GUARDÍAN
LÍTICO  DE CHAVÍN


 
Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. Revelado
en sueños
 
El guardián o cuidador del Complejo Arqueológico de Chavín, Marino Gonzales Moreno, rescató de esa cultura en 1955 una de las cornisas con grabados de halcones de alas desplegadas.
Y es que Marino, que no hablaba con nadie, vivía y dormía como un ermitaño entre las ruinas. Se lo consideraba un ser extraño, un alma en pena o en un loco apacible e inofensivo.
También en aquel año hace el hallazgo de las dos columnas líticas únicas en su género entre todas las culturas del mundo. Y que ubicó entre los escombros que produjo el alud del año 1945. Y que ahora componen la Portada de las Falcónidas.
Nadie hubiera acertado a saber en dónde estaban ubicadas hecho que también le fue revelado en sueños, porque era inconcebible que allí alguien hubiera supuesto que eran su sitio.
Y que es donde estaban colocadas porque en realidad no dan a ninguna sala y es una puerta hacia la nada, pero es su exacto lugar y no puede ser ningún otro.
 
2. Consagración
definitiva
 
Porque es a partir de esa ubicación que recién se organiza y alcanza sentido todo el centro ceremonial pues conjunciona los edificios y las diferentes plazas.
Es por eso que el año 2013 se rindieron diversos homenajes a Marino el guardián del Complejo Arqueológico de Chavín una de cuyas galerías interiores ahora lleva su nombre por resolución del Ministerio de Cultura del Perú.
Sin embargo, la consagración definitiva de Marino Gonzales Moreno el Guardián Lítico de Chavín, que es el título con que se le ha alcanzado a reconocer, vino hace dos años, en el 2015, cuando se presentaron dos libros que son un homenaje a sus aportes.
Uno es “Chavín de Huántar. Los descubrimientos de Marino Gonzales Moreno”, nada menos que por Luis Lumbreras y el propio Marino Gonzales Moreno.
Y el otro es: “Chavín de Huántar. Diario de Campo de las excavaciones de 1957 y 1958”, por Marino Gonzales Moreno.
 
3. Fascinación
con agua
 
¿Pero cuál es el aporte mayor de este enviado por los dioses, y ser picado por la huaca?
Haber descubierto la maravilla que es la red de agua y el drenaje a través de un canal de rocas.
Y del cual John Rick de la Universidad de Stanford ha dicho, textualmente de este complejo hidráulico, lo siguiente:
“Chavín tenía un sistema hidráulico que no conozco ninguno otro que llegue a ese nivel en el mundo actual o del pasado. Es una fascinación con agua”.
Y que es el descubrimiento de Marino Gonzales Moreno también por revelación. Porque todo eso estaba hundido.
No era visible, puesto a que no estaba en la superficie. Entonces, ¿cómo pudo saber que estaba enterrado en dicho lugar?
Por algo don Julio C. Tello se detuvo maravillado al verlo regar su chacra, cuando Marino era apenas un adolescente y moraba cerca del santuario.
 
4. No parecía real
sino mágico
 
Fue luego, y pronto, como él llegó a trabajar en el Complejo Arqueológico de Chavín de Huántar. Pero, ¿cuándo y de qué modo?
Fue en 1934 cuando don Julio C. Tello realizaba, excavaciones en el Centro Ceremonial.
Y una madrugada se dirigía como todos los días a realizar su labor. Fue cuando en el camino vio a un joven por detrás.
Era casi un niño, que inclinado regaba su chacra ya cerca del templo.
Tenía apenas 15 años y a don Julio le llamó la atención la forma que tenían los surcos que le parecieron un grabado lítico de signos milenarios.
Pero también le impresionó el esmero y la dedicación con que los cuidaba, como el talante prolijo de aquel jovenzuelo.
Y, un detalle más, de ver la forma cómo conducía el agua por los surcos que no parecía real sino mágico, tanto que se detuvo y se quedó allí observando un buen rato.
 
5. Un
mensajero
 
El muchacho ni levantó la cabeza. Tello que era de Huarochirí y había trabajado en el campo, también regando la tierra, nunca había visto hacerlo de aquel modo, ni con una actitud semejante.
Tuvo la intuición y la corazonada de que estaba ante un numen, ante un designio y un enviado por los dioses.
– Tus surcos parecen escritura. –Le dijo sin mirarlo. Vueltos los ojos hacia la campiña.
– ¿Qué, señor?
– Que tus surcos son letras o palabras escritas.
– ¡Ah! Respondió y se volteó a seguir trabajando.
– Soy el Dr. Julio C. Tello. Termina de regar tu chacra y ven a trabajar conmigo en el templo. No dijo nada más. Y se fue. Marino quedó abstraído. Don Julio pensó que si era un mensajero no debía decir nada más.
El joven ciertamente no dijo ni sí ni no. Solo lo saludó comedido y movió la cabeza indicando que había oído. Julio C. Tello sintió un temblor en la mirada que le dirigió.
 
6. El misterio
de los tiempos
 
Allí Tello supo, en ese momento, que era un sacerdote. Y una ofrenda de los dioses a su trabajo.
Quizá la reencarnación de uno de los jóvenes que se habían ofrecido en sacrificio al monolito o lanzón, frente a la plaza un día de ceremonial y de fiesta.
En aquella ara de sacrificio cuyo diente apenas aparecía en lo alto de la terraza, pero cuya sangre descendía por unos surcos cavados en la piedra hasta las fauces hambrienta del jaguar.
 Ya de noche llegó al templo. Y no hizo más que sentarse en silencio al lado del sabio, junto a la hoguera que tenía encendida.
Julio C. Tello notó en sus ojos el misterio de los tiempos antiguos.
A partir de esa noche no volvieron a separarse jamás, anímicamente. Y también a partir de esa noche Marino Gonzales Moreno nunca más abandonó el santuario.
 
7. Devoción
inmensa
 
Trabaron una profunda amistad que se traducía en que él llegaba a casa de don Julio cuando el sabio iba a emprender una nueva expedición arqueológica.
Pero estos encuentros lo hacían sin avisarse ni menos escribirse.
Ambos comprendieron que se comunicaban más y mejor sin hablar y en el silencio.
El maestro le enseñó todo, incluso a dibujar. Y cada vez que don Julio C. Tello emprendía una nueva expedición lo hacía parte de su equipo de investigación y de caravana.
Así estuvieron juntos en las excavaciones de Ancón. Cuzco, Sechín, las Aldas, el Marañón.
De allí que la devoción que él sentía por el maestro de Huarochirí era inmensa.
Y este de manera indubitable reconocía que Marino era un enviado. Los estudios que se han publicado lo reconocen de manera irrefutable.
 
 
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