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PRESAGIO, AMOR Y PESADILLA
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Son las 9 de la noche en Chiquián.
Nicanor Catire está por salir de su casa. Tiene una cita con su amada Juanita. Súbitamente un
aullido lastimero estremece el vecindario.
- El diablo anda cerca, no salgas Nicachito, los perros
nos avisan cuando ronda el mal -le dice en tono de ruego su mamá.
Haciendo
oídos sordos Nicacho acude a la cita. Al llegar a la plazoleta de
Quihuillán dan señales de vida: la luz de un candil en una ventana y el
canto de los grillos en la oscuridad. Es miércoles, 28 de diciembre de
1949, y como muchos pueblos del interior de la sierra de Áncash,
Chiquián no cuenta con alumbrado.
*
Mecánicamente sus piernas lo llevan al sitio de siempre: la banca de la esquina más alejada de la plazoleta, lugar de sus encuentros con Juanita. Prende un cigarrillo y fuma. Cierra los ojos y se deja llevar por su pensamiento al regazo de su amada.
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Mecánicamente sus piernas lo llevan al sitio de siempre: la banca de la esquina más alejada de la plazoleta, lugar de sus encuentros con Juanita. Prende un cigarrillo y fuma. Cierra los ojos y se deja llevar por su pensamiento al regazo de su amada.
Y
así, pensando y fumando, uno tras otro cigarrillo van pasando las
horas. A las 12 en punto se apaga la luz del candil de la ventana y el lugar queda en tinieblas.
Enciende un palito de fósforo y mira su reloj.
*
- Es medianoche y Juanita no viene -dice apenado, oteando la vereda en la oscuridad.
*
Cuando está a punto de retornar, el ruido de unos tacones acercándose le alegra la vida; va a decir algo, mas unos labios sellan sus palabras con un beso apasionado.
*
Nicacho comprende que las palabras sobran, y se recuestan para amarse como todos los miércoles de fin de mes.
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- Es medianoche y Juanita no viene -dice apenado, oteando la vereda en la oscuridad.
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Cuando está a punto de retornar, el ruido de unos tacones acercándose le alegra la vida; va a decir algo, mas unos labios sellan sus palabras con un beso apasionado.
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Nicacho comprende que las palabras sobran, y se recuestan para amarse como todos los miércoles de fin de mes.
Esfumado el clímax nota algo tibio en su hombro
derecho, pasa sus dedos, los lleva a sus labios y siente el dulzón aroma de la
sangre viva.
*
- ¿Qué raro, me habrá lastimado el hombro con el tacón de su zapato izquierdo? -se pregunta.
.
Pone la mano en el pie de su amada y se topa con una pata de gallo. ¡Dios mío, es el diablo suplantando a Juanita! -piensa asustado, se pone de pie como puede y corre sujetando su huachcu hasta su casa, sin detenerse, sintiendo que lo siguen de cerca.
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- ¿Qué raro, me habrá lastimado el hombro con el tacón de su zapato izquierdo? -se pregunta.
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Pone la mano en el pie de su amada y se topa con una pata de gallo. ¡Dios mío, es el diablo suplantando a Juanita! -piensa asustado, se pone de pie como puede y corre sujetando su huachcu hasta su casa, sin detenerse, sintiendo que lo siguen de cerca.
Ingresa al dormitorio. Sobre la mesa de noche aguarda una nota que le han enviado hace unas horas: 'Amor, no pude ir a la cita, mi mamá no ha retornado de Huaraz y mi hermanito no quiere quedarse solo. Juanita”.
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Termina de leer y asegura la puerta con una tranca de aliso. La nota de Juanita confirma sus dudas y sabe que el diablo vigila su casa para un "mañanero" o quizá dos; descorcha una botella y bebe todo el anisado intentando calmarse.
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Horas después se queda dormido e ingresa a un sueño donde no puede moverse, los muros aprisionan sus flancos, su piel transpira incontenible, el bochorno es irresistible, quiere hablar, gritar, pero no puede articular palabra ni mover los brazos, las sílabas se anudan en su garganta agostada... Los espítitus angustiados copan su sueño atormentado toda la madrugada.
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Termina de leer y asegura la puerta con una tranca de aliso. La nota de Juanita confirma sus dudas y sabe que el diablo vigila su casa para un "mañanero" o quizá dos; descorcha una botella y bebe todo el anisado intentando calmarse.
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Horas después se queda dormido e ingresa a un sueño donde no puede moverse, los muros aprisionan sus flancos, su piel transpira incontenible, el bochorno es irresistible, quiere hablar, gritar, pero no puede articular palabra ni mover los brazos, las sílabas se anudan en su garganta agostada... Los espítitus angustiados copan su sueño atormentado toda la madrugada.
Ya amanece. De repente: ¡PUN PUN PUN!
tocan fuerte la puerta. Nicacho abre los ojos con sobresalto, pero se tranquiliza al escuchar la voz de
su mamá Agripina:
- Despierta hijito, vístete rápido, vas a llegar tarde al trabajo, tú sabes que don Tiburcio es muy estricto con sus empleados. ¿Leíste la nota que te envió Juanita anoche? lo dejé sobre tu almohada...
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- Despierta hijito, vístete rápido, vas a llegar tarde al trabajo, tú sabes que don Tiburcio es muy estricto con sus empleados. ¿Leíste la nota que te envió Juanita anoche? lo dejé sobre tu almohada...
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Cusco, 01 de noviembre de 1975
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Fuente:
Libro de bolsillo "Relatos del más acá", de Nalo (Pág. 69). Ediciones Cachizada 1981