sábado, 2 de noviembre de 2019

LA DANZA DE LOS DIFUNTOS - POR JUAN JOSÉ ALVA VALVERDE (PEPE DE CHIQUIÁN)

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LA DANZA DE LOS DIFUNTOS

Por Juan José Alva Valverde

Las coronas que preparó para nosotros mi tía Dolorita, las recogí el 29 de octubre. Mi querido viejo Juan de Dios Alva Romero, como toda persona prevenida, sabedor que la demanda de coronas se multiplicaba por el Día de los Difuntos, hizo el pedido con la debida anticipación. Por su parte tía Dolorita hacía trabajar al destajo a sus sobrinos: Romeo, Carlos y Vladimiro Reyes Gamarra. Para que no exista confusiones en la entrega, mi tía Dolorita, en un cuaderno exclusivo para tal fin, apuntaba con señas y medidas al gusto del cliente. Ella era muy perfeccionista.
 
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- Buenos días Doña Dolorita, por favor prepárame dos coronas, de tamaño normal, una blanca y morada, para mi mamacita, y la otra blanca y marrón para mi papacito. Mi santa madrecita era devota del señor de los Milagros y mi padre era devoto de San Panchito;

- Muy bien don Matías, las dos coronas estarán el 26; ¿y no llevará para su suegra?

-Como no, doña Dolorita, pero me prepara una grande pero de color rojo.

- ¡Yo no preparo coronas de color rojo!, no sea usted mal agradecido con la difunta doña Filomena, si no fuera por ella no tendría a su esposa ni a sus hijos, ni tan poco vivirías en Chiquián, te hubieras quedado en Pancal (fundo en las alturas de Chiquián) metido en las cuevas.

-No se moleste doña Dolorita, si le pido una corona de color rojo, es porque mi querida suegra, era hincha del Cahuide, imagínese cuando yo conocí a su hija, la que hoy es mi mujer, yo jugaba en el Defensor Jaimes, y una de las condiciones para que me aceptara como yerno, fue que  juegue en el Cahuide.
 
- Bueno, bueno, de todos modos no preparo coronas de color rojo, no vaya ser que Doña Filomena se enoje conmigo, y vaya a jalarme de las patas.

-Bueno pues, entonces le llevaré sus velitas nomás, así me ahorro para dos cuartitos de ron en la tienda de Puca Pico (pico rojo -  dama Chiquiana que gustaba pintarse los labios de rojo encendido).

Las coronas colgadas en el perchero del dormitorio de mi querido viejo me causaban escalofríos, me hacían pensar en la muerte, pero a mis 8 años (1963), la muerte me parecía muy lejana, y que sólo le podía pasar a otras personas, no a algún miembro de mi familia, porque  hasta ese entonces nadie de mi entorno había fallecido; las coronas que todos los años mi querido viejo hacía preparar eran para su madre doña Cristina Romero Prado y para su padre don José Del Carmen Alva Márquez.

El 1 de noviembre parecía un día sombrío, desde muy temprano notaba triste a mi querido viejo, poco comunicativo, absorto. A las 2 de la tarde nos dirigíamos hacia el cementerio, por la ruta de siempre, bajábamos por el camino de la parte posterior Este del campo deportivo de Jircan, llamado también plaza de acho, camino que trazaba un paralelo con las chacras de don Pancho Alva, que trabajaba en la posta médica de Quihuillán. Llegábamos al cementerio portando las coronas, un ramo de flores, agua en una botella de champaña, velas, y los infaltables chocolates Sublime, que mi querido viejo gustaba paladear.

- Papá Juan, ¿por qué no ponemos una corona en la Cruz común, donde ponen velas, flores y coronas para los que no están enterrados aquí?

-No hijo, mi mamá, está en este nicho, mi padre está sepultado en el cementerio de Huacho, mis oraciones llegan a los dos;  desde que falleció mi madre, al estar frente a su nicho les rezo a los dos, les invoco a los dos, converso con los dos, por eso las dos coronas las coloco aquí.

- ¿Cómo vas a conversar con mi abuelita?, si ella no te escucha, porque está…

-Es un decir, es como cuando uno reza, y le pides a Dios, que te cuide, que te dé tranquilidad.

- Sí, pero cuando uno reza, no conversa, solo rezas la oración, y lo haces como te han enseñado; tú me has enseñado varias oraciones, te acuerdas ¿no?; el Credo, el Padre nuestro, el Ave María..

-Sí, hijo, te he enseñado varias, pero cuando llegues a mi edad o quizás antes, vas a conversar con Dios, o con la Virgen María, entonces entenderás que las oraciones forman parte del conversar con ellos, porque les cuentas lo que te preocupa, lo que te lastima, lo que te martiriza, pides consejos, imploras que mitiguen tus penas, tus sufrimientos, y  suplicas que te den fuerzas para seguir luchando por conservar la vida, la salud, la de tu familia, de las personas que quieres, o agradeces por todo lo que la vida te da, por la salud que tienes, por el trabajo, por las amistades, por alguien en especial.

-¿Tanto Pá?

-Sí, hijo, tantas cosas ruegas y ellos te escuchan, te comprenden, y sin que te des cuenta te responden; con mi madre converso bastante, le cuento de todo, claro hay cosas que no le digo, porque hay cosas que no se deben contar a los padres.

- Sí, pero yo te cuento todo, lo que hago en la escuela, lo que juego con el Chanchito, mi amigo, lo que deseo; a veces me aconsejas, a veces me riñes, y otras me dices, “pronto hijo, pronto”; y yo te escucho y después me pongo a pensar en ese “pronto hijo, pronto”, claro después me olvido.

- Me refiero que cuando somos mayores de edad, tenemos cosas de mayores, y esas cosas no se le cuentan a los padres, es diferente que les pidas consejos, eso está bien, como te quieren, te aconsejarán de la mejor forma; ahora lo que no se debe hacer jamás es mentirles, la mentira es lo más dañino en todo, el que miente se acostumbra a mentir y vive en la mentira.

- Yo no te miento, solo que cuando me dices que agarre un caramelo del frasco, y en mi mano se pegan dos, no te miento (risa), ¿no pa?

- Bueno, bueno, hablando de caramelos, los sublimes que están en el bolsillo de mi saco, ojala que no se hayan derretido, toma uno, después que hayas buscado dos recipientes para las flores, prendido las velitas y hayas rezado a tus abuelitos todas las oraciones que sepas, como premio te comerás otro sublime.

Cerca de nosotros se escucha el sonido del violín de don Juan Jaimes, entonando una jaculatoria llena de sentimiento y expresión de congoja  que los parientes de los cantados y rezados, tratan de pagarle un poquito más de lo pactado; al otro lado, el señor Carhuachín, hacía los mismo, y en la zona posterior, solo acompañado de su voz, al que había que ponerle toda la atención del caso, para poder percibir lo que trataba de pronunciar, don Julián, el Sacristán, trata de granjearse unos cobres.

En casa no teníamos la costumbre de considerar los ritos de la noche del 1 de noviembre; Esther, mi eterno amor, me contó hace un buen tiempo que su mamacita doña Iraida Calderón, dejaba servido un buen plato de mazamorra de tocos (papas remojadas en agua corriente hasta su descomposición; cocidas tienen la consistencia del chuño), para el alma de sus queridos difuntos.
 
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Doña Diega, a quien cariñosamente llamaban mamá Leca, les contaba a sus sobrinos nietos
: Beatriz, Esther, Nelly, Olinda, Alberto y Arnaldo, que la noche del 1 de noviembre las almas salen del cementerio llevando sus huesos húmeros como si fueran cirios y se dirigen a sus casas.
 
***

Entran a la casa mi mamá y mi papá, toman su tocos y se dirigen a una laja grande que está junto al hualtu, un cactus San Pedro que florece en la parte alta de la casa de doña Iraida, allí esperan. Hacen lo mismo mis sobrinas Laila y Jesusa. Una vez reunidos junto a la laja, forman una ronda y mirándose unos a los otros, cantan con la voz que les sale por la nariz:

Antes teníamos ojos bonitos,
ahora tenemos ojos togollos
(ojos huecos).

Y haciendo chocar su pie, unos con otros, bailan y cantan:

Chaquiquitá, chaquiquiquitá,

Chaquiquitá, chaquiquiquitá.


(mi pié con tu pié, mi pié con tu pié).

Así cantan y bailan. Cuando está cerca la medianoche miran a todas partes, miran al cielo y suspirando profundamente, dicen:

¡Ayyyyyy huaaaaaalá”, ¡ayyyyyy huaaaaaalá, ¡ayyyyyy huaaaaaalá.

(Me  voyyyyyy, me  voyyyyyy, me voyyyyyy).

Cuando empiezan a suspirar tienes que taparte los oídos, pues, eso que dicen se queda en el oído y poco a poco te vuelves loco, eso le pasó a don Ishico (Isidro) de Cutacarcas, lugar a unos kilómetros de Chiquián.

A estas alturas de la narración de mamá Leca: Esther, Nelly, Olinda, Alberto y  Arnaldo, de 6 a 9 añitos de edad, están tomados de las mano mirando de rato en rato a los lados y hacia atrás, trémulos. La abuelita les narraba cuentos, generalmente en las tardes, cuando los niños le iban llevando su lonche, pero no faltaba un perro atolondrado que justo y precisamente en ese momento se ponía a aullar, entonces los niños, que inicialmente se tomaban de las manos, se cogían  de los brazos, los ojos se les agrandaban, la respiración se les aceleraba, los latidos cardíacos se les tornaban arrítmicos y comenzaban a sudar frío; la abuelita, casi dormida, finalizaba la narración, diciendo:


- Canan día, (hoy día)  - refiriéndose al 1 de Noviembre -taitansi chuncaramansi, (nuestro padre Dios nos selecciona) -kay manam, kay aumi, kay manam, kay aumi, kay manam, kay aumi (este sí, este no, este sí, este no, este sí, este no).
 
Lo dicho por la abuelita significa, que en el año que se inicia desde del 1 de Noviembre al 31 de octubre del próximo año, los “kay aumi” (este sí), partirán al más allá, para que todos los 1 de noviembre, al anochecer, salgan del cementerio, alumbrándose con su hueso humero como cirio, y llegando a su casa  tomen su mazamorra de tocos, dancen y canten: Antes teníamos ojos bonitos, ahora tenemos ojos togollos...

Gratamente: Juan José Alva- (Pepe Alva).