jueves, 10 de octubre de 2019

EL GRAN BELLOTA - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)

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PEDRO BERNARDO ESCOBEDO LUNA

"EL GRAN BELLOTA"
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Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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'Ya va amaneciendo... 
y siguen trinando las guitarras chiquianas 
bajo la luz de un candil mortecino 
que se filtra al corazón 
por las grietas del alma...' 
Nalo Alvarado Balarezo
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Chiquián a medianoche
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En las casas solariegas los bardos esperan la noche. Pronto se llenarán de bríos bajo la luna, fiel celestina que los sumerge en un puquial de trinos, chinguirito, voz y sentimiento. Son los reflejos del espíritu que brota como agua de manantial. De amor y desamor en el refugio de la esquina de Alfonso Ugarte y Dos de Mayo. Su nombre, ¡todos lo recuerdan!... fue el rincón más preciado de la guitarra chiquiana que cautivó a generaciones enteras... es la cantina de 'Penco', lugar de la emoción compartida, de la ternura, del chilcano de pisco con Canada Dry / Ginger Ale, y del canto seductor como no hay dos.

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Cantina "Penco"
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Cálido entablado, estante y mostrador de eucalipto maduro, donde una teterita, en destartalado primus, eructa aroma a huamanripa y cáscarita de naranjita 'Huando'. Ahí están los trovadores, encabezados por PEDRO BERNARDO ESCOBEDO LUNA 'Bellota', él viste de negro, pero es el ángel blanco del trino amable y la voz potente. A su costado sonríe Cañita (Calixto Palacios Carrillo). Sus manos son palomas volando por los trastes de las guitarra que guardan los secretos del alma en sus cajas de resonancia. Son voces de un pueblo generoso y puro como su cielo azul vitral.
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Vivencias de amor, de melancolía y añoranza; de esperanza y de sueños truncos que se pierden en la lejanía. También son la voz sentida del Ande eterno. Ellos combatieron con su canto en duras batallas contra todo lo advenedizo, para conservar incólume nuestra identidad, portando como armas de paz: fusiles de cuerdas con sus cananas en el pecho cual pentagramas telúricos de huaynos ancashinos. También interpretaron tangos y música criolla de todos los tiempos, sin desmerecer a ninguno, como hombres de jora y trigo que laten en cada nota musical, a escala continental. Solamente las guitarras enmudecían cuando una warmi con calentura se emplazaba en la cantina shilpi en mano al rayar el alba: ¡ANANAU!!! gritaba abatido el parroquiano al sentir el fuete, y salía embalado, derechito al tálamo conyugal para expiar sus culpas con un mañanero de absolución.
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De niño escuché cantar valsecitos salerosos y tocar guitarra al gran Bellota. Él solía visitar nuestra casita del barrio chiquiano de Jircán, donde aún conservamos los instrumentos musicales que tocaron los bardos de antaño.
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Cada vez que ascendíamos a la Puna en carnavales nos acompañaba con los ecos nostálgicos de su corazón sensible. Bellota tocaba la guitarra con alma de artesano que ama su obra de fino acabado, cuyos trinos sonoros se instalaban en nuestros corazones como los tibios rayos del sol tupucanchino. Desde ese entonces se convirtió en uno de mis amigos más queridos.
 

Pampa de Lampas y el glaciar Tucu Chira
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La meseta chiquiana que escuchó su canto y prolongó su eco hasta el graciar Tucu Chira, con el viento a su favor, protege en las entrañas de los farallones rocosos de Shajsha e Incahuaganga la secreta armonía entre la Pampa de Lampas y el trovador. Es que en la Puna hay una frescura que arrulla el corazón, aún estando atravesado por una hualanca entre ventrículo y ventrículo.
 
Recuerdo que Bellota tomaba la guitarra y lo llevaba a su pecho con ternura infinita. Uno tenía que cerrar los ojos para ver desfilar los parajes altoandinos por los párpados, y sentir las gotas de aguacero jugando con las acrobáticas notas del viento en los pajonales.
 

Antigua tienda de don Arcadio Rivera .
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Verlo tocar y escucharlo cantar con aroma a "ruda de la buena vibra" en la tienda de nuestro recordado paisano León Arcadio Rivera (Esquina de Leoncio Prado y Dos de Mayo), a la diestra del maestro aijino Jacinto Palacios Zaragoza y de los hermanos Shacui y Puco (José y Apolinario Montoro Ramírez), era penetrar en un mundo mágico donde las resonantes cuerdas y las fuertes voces trataban de alcanzar la cúspide del impoluto Yerupajá, como si salieran corriendo emociones, no solamente desde las cuerdas bucales, sino también de las guitarras con armonía suprema.
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BERNARDO ESCOBEDO es el registro vivo del trovador por naturaleza. Hace un tiempo charlando con papá, evocaba el autor de mis días, que cuando Bellota se ponía sentimental sus amigos no sabían si era la guitarra o él, el que sollozaba, o ambos a la vez, como aquel saucecito que llora savia en el silencio de la noche, porque el río acaricia su tronco  sin detener su curso más de un segundo. Es decir, las cuerdas gemían tensas en vez de trinar. Es que Bellota bebió desde chiuchi en las vibrantes fuentes de la guitarra chiquiana, y luego absorbió en Lima la inagotable inspiración de los grandes del criollismo, rasgando la segunda a la medianoche y punteando la prima al despuntar la aurora.
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Hace dos décadas me comentó don Pedro Loarte Cano, en el cahuidista barrio oropuquino, que el singular talento y la inspiración de Bellota creció rápido, gracias a la curiosidad de escuchar y aprender de los viejos trovadores de hana barrio. La improvisación era su característica. Estrofas desconocidas para los oyentes brotaban cual interminables cascadas de sus labios. A su manera sabía barajar las cartas de la vida y salir airoso con versos nuevos que invitaban a recordar un acontecimiento. Los aplausos no se dejaban esperar, junto al grito de entusiasmo ¡OTRO CHINGUIRITO POR FAVOR!
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Cada vez que visito Chiquián me acerco al rincón de la sala donde Bellota deleitaba a la familia con su arte, y vienen a mi memoria gratos recuerdos de sus pícaras inspiraciones, como:
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'Mi amor,
te espero a las siete 
donde termina el pueblo
y comienza Cochapata,
en cuyas faldas te amaré 
bajo la Luna.

Ven palomita
 con tu blusita a punto de reventar,
que el potrero espera
 perfumado de alfalfita...'
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Sana galantería provinciana, símbolo del canto travieso que no tiene parangón, en el tiempo ni en el espacio.


Bellota: voz y guitarra chiquiana
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El lunes 4 de diciembre de 1922 el Gran Bellota vio la luz primera en Chiquián, y aún cuando su corazón dejó de latir en el Callejón de Huaylas en el sismo del domingo 31 de mayo de 1970, con sólo 48 añitos de edad, su arte sobrevivirá a todos los temblores y huaycos por venir, porque fue joven de espíritu y de ánimo, en su fervor y en ese acento chiquiano donde palpita la emoción de pueblo. 


Huaraz, 4 de diciembre de 1994
 
 
Chiquián
 
Fuente:

Un trocito del libro DEL MISMO TRIGO, de Nalo Alvarado Balarezo
 
 
 
 
 
 FELIZ CUMPLEAÑOS 
 
AMIGO NICANOR ESCOBEDO ALZAMORA, 

HIJO AMADO DE NUESTRO RECORDADO
 
 BARDO DE HANA BARRIO
 
 
 
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