miércoles, 30 de octubre de 2019

CHINGUIRITO CHIQUIANO - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO) - SALUDO DE CUMPLEAÑOS

Chiquián: "Nocturno cielo"

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CHINGUIRITO CON ARPA Y AMISTAD

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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Me fue imposible visitar Chiquián en la Navidad de 1981. La aversión entre hermanos desplegaba sus tentáculos a nivel nacional, esparciéndose como metástasis por las agrestes montañas ancashinas; de ahí que a mediados de diciembre viajé a la tierra de Luis Pardo, para pasar un par de días en la tranquilidad del hogar paterno; había logrado un meteórico ascenso estando en Huaraz, y quise celebrar en familia.
 
 
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Arribé a medianoche con mucha hambre, y buscando un buen caldo de gallina llegué a Oropuquio, cuna del Sport Cahuide. A la distancia, pegadito a Chinapila, un huaynito saleroso dejaba oír sus dulces notas; me acerqué y quedé seducido al escuchar entre risas y voces aguardentosas la canción: "En las faldas de Cochapata", melodiosa composición del dilecto maestro chiquiano Juvenal Alejandro Yábar Alva, que en los sesentas inmortalizaron las alondras chiquianas Amina Rayo y Eva Alvarado.  
 

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Toqué la pequeña puerta, me abrieron e ingresé bajando el lomo lo más que pude, siendo recibido con euforia por mi amigo Perico Rivera Ñato, en ese entonces residente del boulevard de Quihuillán; hoy, a perpetuidad del cementerio de Chiquián. Perico me invitó un vaso de aromático chinguirito que tomé sin respirar... ¡Upiacushun shay!.
 
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En una esquina de la habitación las cuerdas de un arpa de aliso con patas de chacua se deshacen en trinos, mientras ocho asistentes, entre hombres y mujeres, aplanan el piso de tierra, exclamando: ¡En la repetición está el gusto y que dure la zapateada hasta que despunte el alba!. Junto a la puerta, sobre una incolora repisa, lucen sus siluetas de vidrio una docena de botellas vacías: de gaseosa, vermouth "Cinzano" y anís "Nájar". Debajo de un destartalado mostrador: tres manojos de colahuiru, escorzonera y huamanripa esperan desnudas su baño de sauna. Al costado una tetera sin tapa destila chinguirito, abrigado por las azulinas lenguas de fuego de un primus de bronce con canillas de alambre.
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Todos contentos y felices entre recuerdos de barquitos de maguey, zancos, shoguet, plancha quemada y nunatoros, tomamos varios cuartitos del abrigador chinguirito, néctar trepador que adormece el cerebelo haciéndonos ingresar a una vorágine donde la vida no vale más de un "penco". Elixir con aroma celestial que doma a su gusto hasta a los chupacañas más trejos.
Entre trago y trago vienen desafiantes zapateadas, con requiebres que nos hacen retornar de rato en rato el pantalón a la cintura de guarango; en tanto, las musas pañuelo en mano exprimen el sudor de sus frentes. Espectáculo aparte brindan las cuerdas del arpa, danzando juguetonas con los dedos de púcana de Anacleto “Pachapleto”, quien pasando de “LA” menor a “RE” mayor de un solo golpe, rompe fuegos con su endiablada punteada animando la batalla, donde los varones bailando como capitanes y las mujeres como pallas, esconden entre poncho y traje un empujoncito zalamero. “Ven mi amor que acá te espero como el arrullo de una torcaza”, grita emocionado un tinyaco maltón de Shulu a su afrodita de Lirioguencha, otro canta con voz anegada en llanto: “Quiero mi libertad porque de Chiquián me voy”. Las botellas de chinguirito vienen y van sin parar. ¡El que la seca la llena!, exclama a todo pulmón un bolsillo roto de Cochapata. Otro le pide a "Fabián" no retener el expediente, y así van pasando las horas entre risas y leyes de “Quishula”, de la ballena, del tiburón y del ultu.
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A las 5 en punto de la madrugada un diablito de Umpay Cuta sin espuelas, pero con cuernos invisibles, sale a bailar rozando el cuntu de su ninfa de Agocalle que al sentir el cosquilleo gira media vuelta blanqueando los ojos. A estas horas ya se siente el efluvio a piel y trago apelmazando los bellos nasales, trayendo a mi memoria aquellos años juveniles de tertulias y chinguiritos al paso en la cantina de “Oso”.

A las cinco y media la aurora se pone de pie al llamado de la mañana, que el carioco del "Chino Benito" anuncia con un agudo kikiriquí, aflorando en mi mente los años idos y declamo con la boca cerrada y la mente abierta unas notas escritas por mi viejo: “Huayno chiquiano, canto de poesía y melodía como no hay dos. Qué mortal no ha sido atraído por los imanes de tu pentagrama de embrujo; versos sensitivos de chumpac y capulí, que los bardos interpretan añorando viejas aventuras en las cantinas, techas de casa, cumpleaños, relimpios de canales, quitañaques y en cuanto lugar late fogoso un corazón por las musas de trigo...”.
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A las 6 de la mañana el viento ondea la primera llovizna de diciembre y se oyen los zigzagueantes pasos de los lechuceros en el charco, que en cortejo y hablando solos van al Baratillo a cortar el caldero con un reparador caldo de mondongo. En la cantina los socios de "don Chinguirito" tienen los párpados violáceos, y los globos oculares ya no arrojan candela, sólo hilachas de legaña afloran en las cortas pestañas.
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A las 6.30 el arpa de Anacleto sigue desgranando melodías intentado despertar a dos beodos que yacen tiesos en las frías bancas de aliso, tiritando cual mendigos que anhelan una limosna en pleno aguacero. Al fondo del cuarto un viejo candil de sebo languidece, parpadea unos segundos y apaga su último destello. Tras la ventana que da al patio, las gotas de lluvia resbalan como lágrimas negras por los cristales opacos.
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No más arremetidas, fintas ni quimbas, tampoco maniobras ni embestidas, menos punteos volcánicos que en el zapateo intentan saborear mollejitas al paso. Solamente se escucha el aguacero limpiando el musgo de los tejados viejos y el gemido de un flagelado por el céfiro matinal que aun se mantiene en pie, pidiendo a Putu un poco de agua para enfriar la garganta. De una casa con techo de paja sale humo plomizo de fogón, elevándose como vuelo de zorzal.
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Culminada la jarana Anacleto cubre su arpa con un trozo de hule de mercachifle, y lo saca cargado como a becerrito empanzado con las costillas al aire. Ya en la calle pone a su fiel amigo sobre su cabeza y se va a Yucyushtana andando por el lodazal, bamboleándose como aguash con sus llanques Goodyear. Desde la cumbre el señero Capillapunta vigila Chiquián, que despierta con las primeras lluvias de diciembre para estrenar su poncho que reverdece después de 7 meses de sequía.
 
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Y va pasando el tiempo en nuestra hermosa tierra, imborrable recuerdo de aquellas jaranas de nuestros padres que muchos se empeñaron en conservar hasta los ochentas, y que desde hace unos años el Club Chiquián reedita en Lima, de vez en cuando, y a puerta cerrada. Sin embargo, subrayo, que aquel espíritu jaranero de nuestros años mozos con "guetu pelota" y cigarrillos "Inka"o "Nacional" llenando de vaho "Espejito del cielo", ya está casi olvidado, pues ahora solamente existen pocilgas con hipos de cantina donde nadie se divierte sino se alcoholiza hasta ponerse morado. Ya ni siquiera a la actual taberna de "Penco", puede llamársele “bar-fénix” intentado resurgirla de sus cenizas.
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Por eso, así como hay seres humanos en desgracia, también existen barrios con mortaja franciscana, como el que los modernos paisanos han bautizado como “Paramonga”, donde el “racumín” consume día y noche: trillones de neuronas de muchos jóvenes que se pierden tras los tragos baratos, desde Quihuillán hasta Umpay.
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Tal vez, dentro de 3 o 4 décadas, algunos sobrevivan al raudo caminar del tiempo, lejos de nuestra amada tierra, y recuerden por última vez, aquellos años venturosos de la jarana chiquiana; pero para ese entonces quizá ya no estén los que narren a los paisanos por venir, cómo eran esas telúricas reuniones de amistad, pues más tarde que nunca faltarán ojos para llorar y aliento para suspirar, y la voz enmudecerá para siempre, como ha ocurrido con generaciones enteras. 
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De ahí el interés que subyace entre líneas de este breve relato, que busca conservarse en el corazón generoso de los chiquianos de cebada y jora, como un recuerdo grato de la época de oro del "Chinguirito con arpa y amistad", con la esperanza de que recobre su verdadero sentido en un futuro no muy lejano...
 
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Voces nativas:

Aguash: Ave de laguna

Carioco:
Gallo sin plumas en el cuello

Colahuiru, escorzonera y huamanripa:
Hierbas aromáticas

Cuntu:
Recipiente de arcilla
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Chacua: Perdiz

Chinguirito:
Trago calientito, con hierbas aromáticas

Chumpac:
Miel de tinyaco (familia de las abejas)
 
Chupacaña: Bebedor consuetudinario

Fabián:
Personaje popular que habla y habla y no brinda
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Guetu pelota: Trago chiquiano
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Maltón: Joven

Nunatoro:
Hombre disfrazado de toro

Pallas:
Vírgenes del Sol, en el Incanato

Penco:
Moneda de un sol
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Púcana: Atizador de fogón

Quishula:
Personaje popular que bebe sin gastar

Quitañaque:
Ceremonia del corte de pelo en la infancia

Racumín:
Bebida alcohólica

Shoguet:
Juguete que arroja agua

Tinyaco:
Familia de la abeja

Ultu:
Anfibio de rana
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Huaraz, 23 de diciembre de 1994
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Fuente: 
 
CHIQUIÁN: RELATOS CAMPESINOS, de Nalo Alvarado Balarezo
 

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  EL CHINGUIRITO EN LA FIESTA DE SANTA ROSA
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Es un aperitivo de La Salva, pero también de las actividades preparatorias y las noches que dura la festividad. 
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El ingrediente principal es el alcohol de caña, aromatizado con hierbas medicinales (huamanripa, escorzonera y colahuiru). 
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En su preparación también se utiliza agua, té, canela, clavo de olor, hojas de coca, manzana, cáscara seca de naranja, limón y azúcar al gusto. 
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Se sirve caliente en botellas para abrigar el cuerpo, poner en funcionamiento la lengua y animar el baile. El barman de poncho y bufanda tiene la última palabra en el preparado.

CHINGUIRITO
 
 Las penas de la noche
se deslizan por las calles
y los labios buscando trago
las recogen para olvidarlas.

El dulce chinguirito
resfresca los sentidos,
como baña el río la ribera,
como riegan los ojos las lágrimas.

Néctar en botella caliente
que tantas manos acarician,
mójame la garganta otra vez
que por la boca muere el pez.

Ya cuando la fiesta culmina,
cohetes y trago se esfuman,
dejando los labios secos,
esperando la próxima Salva.
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Nalo Alvarado Balarezo

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SORBO A SORBO
 
Voces trasnochadas,
preguntas sin respuesta
que muerden con rabia
la lengua del choborra.

Chinguirito calientito
que estruja la garganta
dejándola más seca
que limón de emolientero.

Tragos van, tragos vienen
aflorando los recuerdos
saturados de quebranto
entre risas, huayno y llanto.

Ya el perfil del alba asoma,
la larga noche se marchita
y entre bostezo y bostezo
el colchón de paja espera...

Nalo Alvarado Balarezo

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ETIQUETA AZUL
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Preparas
sabroso
brebaje
con ron,
cáscara
de limón,
colahuiru,
huamanripa
y escorzonera.
Un chinguirito
de néctar y fuego,
embriaga suavecito
al santo y al mujeriego.
Sírveme un sólo cuartito
de tu cautivador veneno,
que será contante y sonante
antes que el 'carioco' cante.
Trago que ingresas bailando
y en minutos estoy silbando
cántame un huayno querido
hasta que pierda el sentido
y me vaya de cara al suelo
sin pena ni desconsuelo.

Nalo Alvarado Balarezo

Fuente:
 
Novela DEL MISMO TRIGO de Nalo Alvarado Balarezo. 
 
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CHIQUIÁN