Danilo Sánchez Lihón
1. Tradición
ancestral
Los Jueces de Agua de Corongo es una práctica ahora vigente, pero a su vez milenaria y ancestral, que se presenta ahora como una simbiosis y fusión de culturas, porque a toda esta fiesta, faena y celebración se une ahora la evocación de San Pedro Apóstol, el Patrón del pueblo de Corongo.
Aquí vemos cómo ya está inmersa la religiosidad cristiana, pero viva también la veneración ancestral al agua y a la naturaleza. Vivo lo milenario. Vivo lo que viene desde el fondo y desde lejos.
Es una expresión única porque es un voluntariado eminentemente popular. Mensaje de fe, de visión y de unción, y que generación tras generación, siglo tras siglo, se ha ido renovando.
Que refuerza nuestro sentido de identidad, de pertenencia y arraigo, que nos urge a pensar en quiénes somos. En qué nos parecemos. y en qué deberíamos aprender de la naturaleza y de la historia.
2. Sobre
los hombros
La organización de los Jueces de Agua de Corongo es una tradición que se engrana de padres a hijos a través del paso de las generaciones. Es un desempeño para el cual se inscriben hasta con 10 años de anticipación.
Así como nos urge a pensar en nuestra relación con los demás, que va más allá del respeto para recoger de la naturaleza el sentido de la vida e inspiración para la convivencia con sentido de justicia y equidad.
Es puro amor a la tierra porque es un servicio lleno de sacrificio y por el cual no se recibe ninguna remuneración ni recompensa material alguna. Y, sin embargo, en la actualidad por ejemplo ya están llenos los cupos hasta el año 2030.
Donde el Juez de Agua tiene autoridad, es probo y se le obedece. Tiene un aparato de gobierno constituidos por sus “campos”, empezando por el “campo mayor”. Y para asumir el desempeño de Juez de Agua hay que tener liderazgo y ser íntegros y valerosos, porque es una actividad muy esforzada, pues supone echarse sobre los hombros casi todos los problemas de la comunidad, donde lo que más cuenta es el equilibrio y la ecuanimidad.
3. A la luz
pública
Son autoridades auténticas, legítimas y llenas de majestad.
De allí que para serlo se tiene que conocer la historia de la comunidad y de cada familia, de cada palmo de tierra, como saber del comportamiento de la naturaleza.
Es respetar para ser respetado. Es cumplir casi todos los cánones, principios, reglas, a fin de tener autoridad y hacer cumplir a los demás los propios. Es someterse a la luz pública.
Ser Juez de Agua es un inmenso honor. De allí que se guarde puntillosamente la memoria colectiva de quienes lo han sido antes, año tras año.
Tienen todo el mando, pero para ser justos, nunca arbitrarios, donde todo se basa en la respetabilidad del personaje y en la probidad de su conducta.
4. La vara
de mando
Ser Juez de Agua es un ejemplo de cómo ser autoridad, completamente transparentes, ecuánimes y venerables.
Que para posesionarse como tal no tiene por qué separarse de su comunidad formando una élite o un grupo de poder, con privilegios y prebendas, sino todo lo contrario.
Es quien más se mimetiza con la gente y más se sacrifica por ellos; se es tal para servir mejor y con eficacia a los demás. En ellos cuenta, y es una palabra que siempre se repite, el cariño.
Es la sabiduría andina basada en la autoridad embestida de legitimidad, en personas de una trayectoria moral intachable, que han sido ungidas por su comunidad.
Por eso, el Juez de Agua ostenta en todo momento el tupayauri, o la vara de mando incaica. O la voluntad de San Pedro, como ellos lo quieren llamar ahora así.
5. El sentido
de lo sagrado
El Juez de Agua asume su función el 1 de enero de cada año. Tienen el compromiso de repartir el agua, de inspeccionar el regadío, ver que se riegue bien, y que el agua no se desperdicie.
Y que, por tratarse del agua, es una práctica andina que, en los tiempos actuales en que la conservación de estos recursos vitales constituye un gran tema en la agenda nacional y mundial. Por tales hechos adquiere valor y relevancia supremas como ejemplo de organización social y buen manejo de los recursos naturales.
Pero lo curioso es que el rol de los Jueces de Agua se da asociado al espíritu de fiesta, es decir al hecho a la vez muy nítido y peculiar de homenajear la vida, y de celebración de estar juntos en comunión con la naturaleza.
Pero también a que es otro componente importante, y que es un sustrato fundamental del mundo andino, y cuál es el sentido religioso de la existencia, en dónde encontramos los otros componentes del alma y el espíritu andino: el espíritu de fiesta y el sentido de lo sagrado.
6. Sustento
de vida
En donde todo es ritual, ceremonial y hierático. En donde todo se realiza con misticismo y sentido trascendente. En donde a los usuarios del agua se los llama republicanos. ¿Por qué? Por rescatar el carácter cívico y ciudadano de esta manifestación. Y su pertenencia a una nación. A un proyecto comunitario y que nos involucra a todos.
Por eso la nuestra es una cultura sublime. Porque sobre el fundamento del agua se erige el espíritu de fiesta, de celebración sagrada y de religiosidad que horada el alma. Así como el de la justicia, el de la autoridad y el de la organización.
Si es así, qué pueblo para hondo, profundo y entrañable. Porque son los Jueces de Agua los que celebran la Semana Santa y la Fiesta de San Pedro. Y todas las otras donde hay un componente de espiritualidad.
¿No es maravilla? Donde el centro y el eje de todo este acontecer es la veneración del agua. como sustento de vida. El agua que ha generado en otras regiones del mundo tantas disputas y discordias, y hasta guerras cruentas y fratricidas, aquí es oportunidad de juntarse y celebrar.
7. El cielo
y las estrellas
Aquí el agua recibe toda nuestra adoración. Hacia ella se inclina el alma humana. Y se la trata con música de manera festiva, alegre y cordial, porque el agua es más que vida.
Y con música se recorren las acequias como si fueran nuestras venas y arterias abiertas, como un ser humano que necesita salud donde corre el agua que también es vida. Un elemento que es abstracción y es poesía, pero tremendamente vital, clave y origen de la vida.
El agua candorosa, inocente y núbil. Porque el agua es candorosa, es solidaria y es generosa, que se brinda a todos sin distingos.
El agua que es horizontal, llana y dúctil. Es cristalina y transparente, donde se reflejan el cielo y las estrellas. Y que en unión con la tierra hace brotar la semilla y de ellas las mieses.
Y las plantas que se convierte en flores y frutos que se mecen copiosos en las ramas y que sirven para sustentar la vida sobre la faz de la tierra.
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