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ZOILA CÁCERES DE PARDO
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Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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Aquel lunes 3 de abril salí al mediodía de mi escuelita de Quihuillán, y corrí hasta mi casa de Jircán. Tomé una taza del comedor, la llené de agua y bebí todo lo que pude hasta quedar poco menos que asfixiado. Es que me moría de hambre y de sed, y mi mamá no estaba en casa, había ido al Jardín de la Infancia a recoger a mi hermanito Felipe. Así inauguré en 1961 el 4to. de Primaria en el 378 de Chiquián.
Aquel lunes 3 de abril salí al mediodía de mi escuelita de Quihuillán, y corrí hasta mi casa de Jircán. Tomé una taza del comedor, la llené de agua y bebí todo lo que pude hasta quedar poco menos que asfixiado. Es que me moría de hambre y de sed, y mi mamá no estaba en casa, había ido al Jardín de la Infancia a recoger a mi hermanito Felipe. Así inauguré en 1961 el 4to. de Primaria en el 378 de Chiquián.
Quince
minutos de espera para un estómago acostumbrado a comer a toda hora,
era mucho tiempo, y en el intento de apaciguar a la lombriz fui a
descansar a mi habitación. Allí, al verme tan diferente a los angelitos
blancos de una estampita de la Primera Comunión que estaba junto al
espejo, levanté los brazos, y a la luz solar observé la mitad de mis
dedos de un color más oscuro que el resto de la mano... "¡Ahhh!, es por causa de los mitones que usé en la Puna para sentir menos frío", pensé. Atrás quedaron los días de vacaciones en Tupucancha.
De pronto:
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Flato, flato –escuché gritar a Felipe en el patio, sobresaltándome de mi letargo.
Él pronunciaba así la palabra “flaco” con el que solía llamarme.
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Felipe subió corriendo las gradas y apareció en el cuarto arrastrando su cartapacio.
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Flato, mi maestra es la Señorita Zoila, hija de doña Estersita, me
siento en el salón con Vichi, nos hemos demorado porque mamá estuvo
conversando con la directora -y Felipe se fue a darle la buena nueva a mi
hermana Mirtha que acababa de llegar, también de su primer día de
clases.
Así ingresó doña ZOILA CÁCERES DE PARDO
al pequeño mundo de los hermanos Alvarado Balarezo, porque desde ese
día Felipe nos tuvo al tanto de sus avances en la “Sección Verde”,
siempre sonriente y lleno de amor por el estudio.
Ella
fue la dulce Maestra que le enseñó el alfabeto, también a contar, a
escribir, a cantar y recitar, pero sobre todo: le enseñó el camino que
perfila al hombre de bien.
Ha
pasado el tiempo... y como ayer, continuamos con nuestras reuniones
familiares los fines de semana, donde repasamos con papá, mamá y mis
hermanos, los gratos momentos que fueron valiosos en los primeros años de nuestra
existencia.
Ahora, dos décadas después, de cosas buenas y malas vividas en familia,
vamos venciendo a la amnesia que ya no podrá borrar de nuestras mentes
y corazones lo que compartimos con los maestros, compañeros, vecinos y
amigos. Sabemos que es un pequeño logro semanal, como son todos los
triunfos frente al olvido, pero ahí vamos, afanados a vencerlo del todo,
gracias a personas tan especiales como la maestra chiquiana ZOILA CÁCERES DE PARDO.
Huaraz, SEP 1981
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Chiquián