viernes, 22 de septiembre de 2017

CONOCOCHA - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)

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"Cada día el ser humano avizora un nuevo rumbo, y paso a paso va descubriendo el mundo. También recorre los caminos de la memoria, y recuerdo en recuerdo se descrubre a sí mismo". Nalo Alvarado Balarezo - Paris, 1984'
 
A mi hermano Felipe Segundo
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LLEGANDO A CONOCOCHA
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Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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Cuando uno surca la curva de Cajacay, el corazón empieza a latir más de prisa.
 
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Llegó la hora de bajar del carro para estirar las piernas, evitando un calambre de pantorrillas junto a un puesto de frutas con aroma a chirimoya de Huayllacayán. Estamos en la región Quechua, del sabio de Panao (Huánuco) Javier Pulgar Vidal. El clima es templado y seco (2,600 m.s.n.m.). 
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En Colquimarca la razón nos hace bajar la mirada frente a la enorme muralla de granito. A sus pies, orlando el sendero casi en el vacío, las flores silvestres multicolores aroman los campos vestidos de arcoíris.
 
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Conforme vamos ascendiendo la región Suni (3,500 / 4,000 m.s.n.m), los latidos se aceleran por la disminución de oxígeno en el organismo; el viento ruge impaciente, y el frío hiende huesos, cartílagos y tendones. 
 
Incahuaganga: "El Inca que llora", es zona de neblina, el soroche acecha (mal de altura), sobre todo a los turistas costeños que todavía no han llegado al medio siglo de vida.
 
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Unos kilómetros más arriba los cerros palidecen y se tornan amarillentos, señal que estamos ingresando al dominio del cóndor y los pajonales. Al caminar pisando fuerte por estos helados parajes, se siente el corazón de la Naturaleza bajo los pies. Es cuando los pasos telúricos se convierten en versos y melodías celestiales a 4 mil metros de altura.
 
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Cuando se ha terminado de sortear el empinado serpentín, las pupilas descansan de tanto concentrarse en las curvas y los abismos de 200 metros de caída en promedio; el cielo se abre luminoso a la vista del viajero que empieza a soñar despierto. Ha llegado el momento de abrir las ventanas del alma para que ingrese el aire fresco de la Puna.
 
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De pronto aparece la vía afirmada llamada 'Separación'. Es el inicio de la 'RUTA DE LA CANTUTA', que proyecta Roberto Aldave Palacios, con los doctores Arturo Ruiz Estada y Filomeno Zubieta Núñez, para regalarnos con la calidad expresiva de su arte, un motivo más para admirar la belleza de la Flor Nacional del Perú.
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La Pampa de Lampas Alto, es el escenario donde se desarrollan mis relatos de ichu: 'Los zorros', 'Tupucancha', 'Tras las huellas de una Leyenda - La flor de la cantuta', 'La jarrita del bandolero', 'El pichuichanca de los escarpines blancos', 'La dulce melodía del viento, 'El toro negro', 'La venganza del zapatero', 'El cuy cutucho', "El puquial", 'Ñati', "El toro blanco", "La huachua", 'El último aullido', 'Carnavales en Tupucancha', 'Sueños de escarcha', 'El venado Serafín', 'La medallita de Luis Pardo', 'El pequeño arriero', 'Copos de nieve en Navidad', 'Mi amigo Vilka', entre otros..
 
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Desde el fascinante horizonte azul la Cordillera Blanca nos da la bienvenida con sus tucumanes impecables. Allí se yergue indómito el acerado Tucu Chira, iluminando con su albor la pródiga Pampa de Lampas. Glaciares arcanos que cautivan a muchos y entristecen a pocos. Son los primeros mechones encanecidos del Ande ancashino que contemplamos al coronar la Cordillera Negra. 
 
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Abajo, recostada como un mapa del Perú, reposa soñadora la hermosa laguna de Conococha, que desde tiempos ancestrales brinda sus aguas cristalinas al Callejón de Huaylas y pone en funcionamiento la central hidroeléctrica del Cañón del Pato.
 
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Ya en el pequeño poblado de Conococha (Km 122 de la vía a Huaraz), empezamos a sentir el palpitar de 'Espejito del cielo', tierra amada de Hualín Aldave Palacios. Los quesitos frescos, las truchitas fritas y los panes chiquianos que se exhiben en las tiendas de barro y paja, hacen volar la imaginación y retornan como aves temporarias los gratos recuerdos de la infancia.
 
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Trepar sin apuro el cerro moreno en el que se apoya el rectilíneo poblado de Conococha, y volver la mirada hacia la pampa, es hacer que los ojos se llenen de alborada, al ver desde arriba la imponente cordillera Huayhuash, dominando el panorama con la pureza inmaculada de la nieve. Un mirador natural para las almas fuertes. Unos pasos más allá, cerca de la gruta, un ramillete de mejillas chaposas y ponchos habanos esperan impacientes el vehículo que los llevará al paraíso: CHIQUIÁN, cuna de LUIS PARDO.
 
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  RECUERDOS
 

 
CONOCOCHA, MODELO DE VIDA

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

Conococha es un enigmático rinconcito de Áncash, sin árboles ni rosas, donde a la vera del poblado crece el ichu ennegrecido por el frío de la Puna. La laguna, del mismo nombre, está cargada de truchas, y sobre sus aguas nadan cuadrillas de patos silvestres. La pampa es callada y quieta, sólo el fuerte viento se mueve bizarro, silbando sin cesar en su danza con los pajonales.

Pasar mis vacaciones escolares en la manada de Tupucancha, colindante con la laguna de Conococha, fue un constante aprender, pues cada día tomaba lecciones de vida que los iba grabando en mi memoria, como bases del desarrollo de mi personalidad, y como líneas directrices para enfrentar los retos cotidianos, sin menospreciar ni desafiar a la Pachamama. Por ejemplo:

-Del zorro aprendí a ser paciente, vigilante y a correr más rápido que la presa más veloz.

-La perdiz me enseñó a ponerme a buen recaudo frente a una imposible defensa.

-En la lucha de los carneros de enormes cachos y de raleada estampa, aprendí lecciones de valor sin alharacas ni falso orgullo.

-El búho con su mirada misteriosa y su canto agorero aumentó mis fantasías y mi interés sobre los mitos, las tradiciones, los cuentos y las leyendas de la zona.

-Los perros chuscos con abundante “guetu” sobre sus espaldas y su instinto de conservación me enseñaron a presentir la proximidad de una tormenta o la amenaza de un ser vivo.

-Las ovejas con su balido de alerta me prevenían del acecho de algún zorro o puma, para ponerme en guardia.

-Los toros y las vacas con sus mugidos me enseñaron a mantenerme en permanente comunicación con las personas de mi entorno.

-El pajarito 'tupuc chiquito' con su gran capacidad de mimetismo me dio clases de cómo pasar desapercibido ante el fuego del enemigo.

-El granizo, la nieve, la densa neblina, las nubes preñadas de agua y el intenso frío templaron mi carácter y mis defensas físicas.

-Los rayos, los truenos y los relámpagos me enseñaron lo pequeño que soy frente al Universo y ante el Poder Supremo de Dios.

-El olor a tierra mojada me enseñó, que el pasto sacia su sed al igual que lo hacemos los humanos, para poder crecer y florecer.

-El cóndor me enseñó que para vencer grandes obstáculos es necesario volar donde las moscas no llegan, y no como los seres  nocivos que buscan hacer daño arrastrándose al ras del suelo.

-Los pastores me enseñaron a vivir en fraternidad con la Madre Naturaleza, ser tolerante y bendecir al prójimo, el trabajo, la salud y los alimentos de sustento diario.

-De la huachua aprendí a ser observador perspicaz y desconfiado, pero respetuoso con quien se imponga por su valor, inteligencia y destreza.

-Las chinichalhuas de los riachuelos de la Pampa de Lampas con su gran movilidad antes, durante y después del peligro, me dieron clases de cómo mantenerme siempre en movimiento, alerta y sereno a la vez.

-Del puma aprendí que a veces es necesario retroceder para dar un gran salto, pues muchas veces damos saltos sin energía y nos vamos de bruces a la zanja.

-El pato silvestre y el aguash me dieron ejemplos de ubicación estratégica frente a un cazador furtivo.

-El ichu me enseñó a agazaparme hasta que pase el fuerte viento, luego pararme y si el viento continúa, bailar y silbar con él pero nunca retarlo, porque podría arrancarme del piso llanques y todo.

-Las cuevas me enseñaron que los hongos venenosos que viven en su interior mueren cuando les da la luz.

-De la vizcacha aprendí a salir a tomar el sol en el momento más preciso para evitar contratiempos y también a correr más rápido que la alimaña más veloz.

-Las peñascos, los cerros, el cielo aborregado, y los nevados perpetuos, me dieron la orientación necesaria para mantenerme siempre abrigado y de pie frente a la adversidad, porque en estos helados lugares hasta el cóndor usa bufanda.

-Los riachuelos me enseñaron a fecundar la tierra y no hacer trabajos estériles sin utilidad.

-Las tibias aguas termales que discurren por varias zonas de la Pampa de Lampas me enseñaron que es posible encontrar calor aun debajo de los témpanos de hielo.

-La laguna de Conococha con su despensa de truchas y su función irrigadora del Callejón de Huaylas, me enseñó a “guardar pan para mayo”.

-El puquial me enseñó, cómo desde lo profundo y gris puede brotar agua fresca y, que muchas veces es preferible beber en la cuenca de las manos que en vasos de cristal ,que en un momento dado pueden contener ponzoña.
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-El hombre de la Puna procura mantenerse activo para darse calor durante el día, porque sabe que la helada se impone al más tupido poncho y al más caliente chinguirito sabrosón.

-El expresivo lenguaje de los glaciares y sus estribaciones morenas hacen añicos la monótona tristeza cuando uno contempla este salvaje paisaje con los ojos del alma.

-En el crepúsculo escarlata, los contornos de los picachos del Tucu Chira parecen una enorme cierra acerada besando el cielo. Basta un minuto de meditación frente a este singular espectáculo a cielo abierto, para escuchar la voz de la la Madre Naturaleza pidiéndonos conservarla y amarla a ultranza.

-Los infatigables arrieros me enseñaron que un corazón valiente y firme, es capaz de inspirar respeto y afecto al mismo tiempo.

En fin, Conococha me enseñó que por más desolado y frío que amanezca el día, siempre está latente la esperanza de un mejor estilo de vida si nos dejamos llevar por las enseñanzas que nos brinda la Biblia.
 
 
 
CONOCOCHA EN EL TERCER MILENIO
Había pobreza cuando era niño,
mas no hay en mi memoria
recuerdos asolando la Puna.

Ahora que peino canas
la pobreza sigue medrando,
por más que surcan su suelo
miles de carros mineros.

Muchas tiendas escoltan la vía
a cuatro mil metros de altura,
pero el sufrimiento abruma,
contemplando en la llanura,
más pequeña a la laguna.

Recuerdo sus 7 casitas de tapias
recostadas en las frías laderas,
donde los hombres de ichu reían,
junto a sus dulces compañeras.

Al paso de los peregrinos
sus manos eran torcazas
volando en la neblina
con alas de esperanza.

Desde entonces no me olvido,
de aquellos buenos pastores,
ni de las huachuas y los patitos,
que poblaban la laguna.
 
Nalo Alvarado Balarezo
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LOS CAZADORES MÁS BUENOS DEL MUNDO
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 Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo) 
 
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Llegaron a nuestra casita de Tupucancha a las 10 de la mañana. Ninguno de los cinco arribó con equipaje, pero cada quien portaba una carabina. Fue el último viernes de marzo de 1962, a un día de culminar las vacaciones escolares.
Descansaron dos horas y salieron a cazar aves a la laguna de Conococha, según le comentaron a mi abuelita, minutos antes de partir.

Mientras se marchaban, pensé: "los malos andan armados y en grupo", presagiando la muerte de mis amigos plumíferos de la laguna, a quienes ya había bautizado con los sobrenombres de los chiuchis de Jircán, barrio donde vivía con mis padres y hermanos en Chiquián..

Desde el mediodía hasta el ocaso, sentado en una roca con el viento mordiendo los mechones de ichu y escorzoneras, le pedi al Se
ñor de las Alturas, que los cinco cazadores retornen con las manos vacías.
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Cerca del anochecer aparecieron, y sentí un escalofr
ío en el cuerpo al observar a dos de ellos con un abultado costalillo a cuestas. "Dentro de los costalillos están muertos mis amiguitos de la laguna", musité dolido, y sollozando me fui a dormir, mas no logré conciliar el sueño.
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A las seis de la mañana, al escuchar voces y risas que venían del patio, salí. Los cazadores se estaban despidiendo de mi abuelita, con sus carabinas al hombro. Se iban con las manos vacías. Por eso en cuanto se marcharon fui corriendo a la habitación donde pasaron la noche. Sobre la mesa estaba un costalillo doblado en cuatro
y las migajas de los panes que desayunaron. En una silla aguardaba el otro costalillo, totalmente repleto. Haciendo de tripas corazón abrí el costalillo. Mi sorpresa en ese momento fue la mejor expresión de la esperanza y la fe, pues no estaban los cuerpos inertes de mis amiguitos, sino panes que compraron en el poblado de Conococha para dejarnos como agradecimiento por el hospedaje.
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Con las pupilas bañadas por la emoción placentera, caminé y caminé lo más veloz que pude hasta el borde de la laguna; gracias a Dios, allí estaban todos:
"Mañuco", "Cañita", "Uluy", "Ishilín", "Anchita", "Ticucho", "Añico", "Luchu" y "Nicucho", cada quien liderando su cuadrilla de tiernos aguash que nadaban a sus anchas. 
 
También estaba parada en la orilla la huachua "Chichica" junto a su novio "Patuco". 
 
Los liclish, ácacas, huaychos y demás pajaritos con sus trinos y vuelos acrobáticos me anunciaron un bonito día. 
 
Mis demás amiguitos plumíferos vendrían más tarde desde las estribaciones del glaciar Tucu Chira..
 
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No sé si los señores erraron los tiros por impericia. Quizá sus armas eran como la "Carabina de Ambrosio". O iluminados por el Altísimo no dañaron a las indefensas aves al percatarse que su belleza silvestre llenaba de vida a la laguna; solo sé que los cinco seres humanos que visitaron la Puna aquel viernes 30 de marzo, fueron LOS CAZADORES MÁS BUENOS DEL MUNDO.
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Lima, 15 de junio de 2001
 
Fuente:

DEL MISMO TRIGO
 
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TUPUCANCHA

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

Un lugar de ensueño para mí, fue la meseta chiquiana a más de cuatro mil metros de altitud, hasta que el destino nos separó. Allí está afincada Tupucancha, bendita Puna que con mantos de neblina acunó mi infancia. Una década atrás escribí esta breve carta que dejé atada a un cactus en plena mangada.
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Amada Tupucancha:
No es fácil firmar misivas bañadas de llanto, de amores que tropiezan, caen y ruedan. Tampoco escribirlas cuando hincan sentimientos que invitan a guardar silencio. Lo poco que escribí para ti, aún duerme en los pliegues del recuerdo, mas nunca pude olvidarte querida Tupucancha, pues cada noche tu sollozo surca el éter y resuena en mi corazón.
Como explicarte la melancolía que me embarga. Madrugada tras madrugada soñando con momentos que no vuelven, desatando segundo a segundo cada palabra que se ata al viento en los pajonales. Un querer volver al pasado esculpiendo gritos de auxilio en los roquedales.
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Tanto tiempo sin ti amada Tupucancha, irredenta crece la añoranza en la lejanía. Un pedido de misericordia no basta en la distancia, hace falta verte reflejada en la albura del Tucu Chira para sentirme vivo. 

Hoy quise escribirte una carta preñada de luceros y no puedo, porque todo está marchito al rededor. Sólo queda un poco de esperanza y otro poco de fe, y repito como el eco: “te extraño, te extrano... lejos de ti no florece el arcoíris". 
 
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Y termino martillando como la lluvia de enero en mis años de tamborillero: “Tupucancha, Tupucancha... trocito de cielo que meció mi infancia..."
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Huaraz, 16 de agosto de 1982

Pampa de Lampas Alto - Chiquián (Ancash)



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 IMÁGENES DEL PARAÍSO

PARA USO COMUNITARIO, POR CORTESÍA DE NICO Y DANIELITO

ILUSTRAN: CUENTOS, NOVELAS E HILACHAS CHIQUIANAS, DE NAB
 
 
 Relato: Los niños más ricos del mundo

 Relato: El Abanderado

Hilacha: Añoranza

 Relato: El Diablito de Raján

 Relato: El hijo del Sol

 Relato: El Capitán
 Relato: El paisaje de Coquito VV.

 Hilacha: Sueños mojados

 Relato: Surcando el firmamento

 Relato: Lucho, el amigo del pueblo

 Relato: Viaje nocturno

 Relato: La carta

 Relato: La cascada mágica

 Relato: 30 de agosto con Rosa Huaraca

 Relato: Unas son de cal..

 Hilacha: Aromas de abril

 Relato: Lejos de la patria chica

 Hilacha: Con el viento a favor

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 Relato: En picada

 Novela: Del Mismo Trigo

 Relato: Safari Andino

 Relato: Luis Pardo

 Relato: El paraíso escondido

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 Relato: En Primavera

 Hilacha: Urpicha 

 Relato: La Carta II - Juanita Charqui

 Hilacha: Cielo azul

 Relato: Tincunacunacun

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 Hilacha: Placita de mi niñez

 Hilacha: Con los ojos del alma

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 Relato: La Carta IV - Hilaria Huasarima

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 Relato: El ahijado de Supay

 Relato: Vuelo 378

 Relato: Luis Pardo II

 Hilacha: Aromas de setiembre

 Relato: Noche callada

 Relato: Viajando al paraíso

 Relato: Granizada