CARRETERA A ROCA:
A LA MEMORIA DE DON ALFONSO CERRATE VALENZUELA
Por Agustín Zúñiga Gamarra
A LA MEMORIA DE DON ALFONSO CERRATE VALENZUELA
Por Agustín Zúñiga Gamarra
A las 9:45 de la noche del viernes 11 de febrero del 2005, habíamos concluido apurados una charla en la Universidad Tecnológica del Perú. En la puerta de la casa aguardaba el carro 4X4 de los hermanos Carlos y Nico Cerrate Ángeles, como habíamos quedado el sábado 5 de febrero, para visitar la obra de la carretera a Roca / Cuspón, que se estaba trabajando con el esfuerzo desinteresado de los dos hermanos chiquianos.
Nuestro plan era pernoctar en Barranca y salir a las 6 am, para estar a media mañana en nuestro destino. Luego de pasar el terminal de Fiori, llegamos a la vivienda de Gelacio Tafur Anzualdo. Desde lo alto de la casa avistaba como vigía su nietecita. Le pasó la voz y se unió al equipo con buena música para el viaje.
Entre reminiscencias de nuestra juventud en Chiquián, Huaraz y Lima, íbamos recortando los kilómetros, acompañados de hermosos huaynos. Recordamos a nuestros viejitos: Nicanor Cerrate, Silverio Tafur y Antonio Zúñiga, quienes con nuestras mamás: Juana Ángeles, Teodosia Anzualdo y Luzmila Gamarra, nos alimentaron con mucho amor por nuestro Chiquián.
Laguna de ConocochaI
La
tupida neblina en la subida de Cajacay a Conococha, se desvaneció
cuando llegamos a los 4 mil metros de altura, inicio de la Pampa de
Lampas. Una vez en la carretera que va a Ticllos, Corpanqui y Llaclla,
divisamos el manto verde de las manadas, los corrales, las casas bajitas
con techos de ichu, echaban sus humaredas al viento dibujando un
paisaje de nostalgia. Esta era la puna de doña Catalina Calderón, esta
de doña Silvia Gamarra, esta de doña Margarita Calderón y esta es
Gashiragra, de mi familia, recordaba Gela, mostrándonos los pozos para
los tocos, también una pocita donde daba sus fríos chapuzones: “Cuando uno es niño no siente nadita de frío...”, su voz se entrecortaba contemplando la planicie casi infinita, con cúmulos de agua que hacen del lugar un oconal.
UManada de la familia Tafur Anzualdo
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“Un
día cabalgando retornaba tranquilo a casa, de pronto decidí cortar
camino tomando otra vía, pero el caballito se resistía; insistí tanto,
que cuando el caballo dio un paso adelante se detuvo mientras se hundía,
asustado y llorando quedé inmóvil, de repente el caballito con el
fango hasta la nariz hizo un esfuerzo supremo, y saltó al costado,
recuperando altura y nos salvamos de milagro. De ahí en adelante dejé que el
caballito decida el camino a casa... ".
Divisando las cumbres Gela nos decía preocupado: “aquí comenzaba la nieve, ahora como ven, ya no existe”. La desglacialización nos alerta que la naturaleza se está cobrando el mal uso que el hombre le da a sus riquezas.
Pero no todo era deslumbramiento y belleza, ya que llegamos a la manada de Fabio Rivera, quién sentado a la vera del camino, parecía esconderse entre el sombrero, el gorro, la bufanda y el poncho. Él estaba acompañando a su mamá y en unas horas retornaría a Lima, sus ojos grandes y los escasos bigotes no ocultaban su seño fruncido por la pena de la pronta despedida:
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Casa de la familia Rivera
y
“Abajo
se ve un cerco de alambres, ¿lo ven?. Antes podíamos pastar nuestros
huachis (los más pequeños), pero ahora no, porque la Comunidad de Roca,
le ganó un juicio a la Comunidad de Chiquián. Estos terrenos que fueron
de nuestros abuelos los compartíamos todos en paz, ahora no; por eso
venimos seguido a impedir que nos desalojen. En cualquier momento vienen
y ponen sus chozas en los terrenos que eran nuestros y por no pelear
tenemos que abandonar, por ejemplo esta casa grande y los corrales eran
de la Sra. Cata Calderón, ahora es de los roqueños”.
Compartimos con Fabio
Rivera, los panes que compró Nico en Barranca y continuamos el viaje,
preocupados por lo escuchado. ¿Quién no tiene un animalito, merece
continuar con la propiedad?. ¿Quién tiene inmensos terrenos sin uso,
tiene derecho a invadir a otros?.
En el tablero del vehículo marcaba 3980 metros de altitud y 10° C de temperatura, eran las 10:00 a.m. cuando se inició el desvío de la carretera hacia el poblado de Roca. Una vía que fue construida hace 40 años, con menos de 3 metros de ancho, haciéndose muy difícil el acceso, sobre todo en época de lluvia. Durante el descenso la neblina impedía ver todo el paisaje, por lo que nos consolamos viendo los sembríos de papa, que estaban adheridos a la pendiente. El manto verde que cubría los terrenos indicaban la presencia de agua, pero no se veían animales vacunos. "Debe ser un pueblo sin leche ni carne", pensé.
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Un
fuerte sonido a motor nos anunció la presencia de la máquina. En la
curva siguiente dejamos el carro para observar de cerca el tractor
frontal levantando arbustos, piedras y aplanando el piso, dejando la
carretera de unos 6 metros de ancho, lista para transitar. Era
impresionante ver a la maquina alzando como papelitos los obstáculos. El
clima, la tierra húmeda y la ausencia de polvo, ayudaban el trabajo.
Según decía Carlos: “Los apus no querían el ensanchamiento de la
vía, pues hasta en tres oportunidades la maquina no funcionó, dos veces
tuvieron que devolverla a Lima para su reparación. Luego de una
chacchada durante una noche entera, el cerro se doblegó, y hoy nos deja
trabajar tranquilos”. "Yo creo en eso", afirmaba Nico, sacando cuenta de las experiencias vividas.6
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Continuamos
el viaje y llegamos a la Plaza de Armas de Roca, cuando la neblina aún
permanecía sobre el pueblo con una visibilidad de 100 metros a la redonda.
Nuestra sorpresiva visita nos permitió ver la vida cotidiana de este
antiguo pueblo, pues si bien es cierto acudimos a ver la obra, sin
embargo la primera impresión fue chocante al observar a niños en extrema
pobreza. Los panes que les dimos lo devoraron rápido. ¿Qué será de estos niños en diez años más?, nos preguntábamos. ¿Cómo será su nutrición?. ¿Qué enfermedades estarán cobijando?, ¿Qué rendimiento escolar tendrán?, en fin...
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Plaza de Arnas de Roca
.
Cuando
esta escena turbaba la mente, apareció una ancianita en peores
condiciones que los niños. Ella conocía a don Silverio Tafur, papá de Gelacio y
nos traía un platito con papas pequeñitas, frías. “Ya que ustedes avaros no traen nada, aquí les he traído papitas”,
y en un quechua dulce y comprometedor, nos conminó a comerlo todo,
dejando incómodo al alcalde que convocaba apurado a los pobladores al
local de la Comunidad. Mientras tanto continuamos viendo los avances de
la carretera Roca / Cuspón. A la salida del pueblo pasamos por la
escuela, que fuera construida cuando don Juan Fuentes era maestro, una
escuela bonita, de patio amplio rodeado de aulas, techo de calamina,
remodelada en 1978.
Se sabía que una máquina
cargadora frontal más pequeña, fue cedida por el Concejo Provincial de Bolognesi
para hacer el trabajo de abrir trocha, y luego la maquina grande vendría
a completar la carretera con el ancho de 6 metros. En 30 días esta
maquina había avanzado solamente 200 metros, al haber encontrado una
piedra que requería volarla y la dinamita no llegaba, a pesar de los
esfuerzos de los pobladores que eran mecidos por las autoridades. Frente
a esta situación, los hermanos Cerrate dieron una compresora y se
adquirió la dinamita necesaria, de manera que ese nudo fuera vencido.
A
nuestro retorno (11:30 am) nos esperaban en el local comunal: el
Alcalde y el Presidente de la Comunidad de Roca, el Alcalde y el
Presidente de la Comisión Pro-Carretera de Cuspón, el Gobernador y
otros ciudadanos, donde nos invitaron desayuno: sopa de sémola, papa y
queso. El estomago que estaba rugiendo por el hambre se vio complacido
con el sabroso plato caliente.
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Autoridades de Roca
m
Después
de desayunar, las autoridades y los ciudadanos presentes, tomaron la
palabra, haciendo notar su alegría de tener cerca la carretera, que
esperaron decenas de años. El sueño de sus abuelos se estaba haciendo
realidad, los esfuerzos de don Alfonso Cerrate y de sus sobrinos lo
estaban logrando. Estas personas a pesar de las difíciles condiciones en
que viven, tienen que darse tiempo y dinero para viajar a Chiquián, a
Huaraz, a veces a Lima, y lo lamentable es que vuelven con las manos
vacías, su impotencia y frustración nos lo comentan como esperando una
solución de nuestra parte. Para ellos el centralismo comienza en la
capital de la provincia, imaginémonos entonces cómo será en Lima.
Observando a estos hermanos nuestros, bulle el compañerismo, la
solidaridad, los deseos de entregar más horas de nuestros días de
trabajo.
Viendo estos lugares, provoca admiración,
al recordar el gran esfuerzo de los maestros de antes, que a lomo de
caballo o a pie, levantaban escuelas, campos deportivos, transportaban
libros, alfabetizaban a adultos y enseñaban a los jóvenes. ¿Cuántas
veces habrán pasado por estos caminos mi papá y el maestro Juan Fuentes o
mi tía Alicha Soto?.
Mientras contaba en casa estos pasajes, mi hermano
Marco me comentaba que mi mamá había llegado a Roca cargando a mi
hermanito Uli, para canjear fideos, sal o azúcar por papas, ¡qué fortaleza de ella!,
medito hondo, si a mis 50 años con mucha dificultad subí el camino en
medio de hermosos quenuales, que Gela insistía en retratar.
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Qué necesario es visitar los pueblos de nuestra provincia, sentir en carne propia sus necesidades y posibilidades, sería bueno ir con nuestros hijos, sean niños o jóvenes, por ejemplo Carlos estaba con su hijo de 10 años, era la tercera vez que visitaba el trabajo carretero, un día el niño continuará la obra de su padre, y espero crezca con los mismos sentimientos de amor por nuestra tierra. Es cierto que hay pobreza, postergación, pero no por ello debemos esperar todo del gobierno, sino también de los hijos residentes en Lima y en otras partes, para ayudar en las gestiones o colaborar buscando vías de desarrollo. Bien dicen que la carretera abrirá la puerta del progreso. Luego habrá que producir algo rentable: granjas de truchas, productos lácteos, utilización de la madera, producción de plantas típicas y otros, para el consumo de la población, incorporando en sus comidas los nutrientes indispensables para el desarrollo de los niños y jóvenes. Los pueblos pequeños, con volúmenes de venta escasos, tienen que unirse y formar redes para enfrentar mejor la globalización. No solamente debemos pensar en el turismo y en los minerales. La naturaleza ha hecho su parte, y mucho, ahora nos toca a los hombres y mujeres, usar el conocimiento para generar bienestar y salud para nuestros pueblos.