lunes, 14 de marzo de 2016

USGOR - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)

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USGOR:  
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LA CASCADA MÁGICA
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Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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No hay nada más saludable que pasar la tarde en Usgor, escuchando el rumor de la cascada y el canto de las aves; o sentados sobre la hierba, con el Sol dorándonos el rostro, contemplar el valle del Aynín donde reposan Obraje y Pampám.
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Es cuando la mente, adormecida de recuerdos, hurga en la memoria los momentos de radiante primavera y desbordante rebeldía, que desde el fondo del alma envían sus señales de bengala. Solamente la voz desgarrada de una bandada de loritos puede sacarnos del embriagador letargo.
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Para llegar no se necesita más que atravesar Quihuillán y caminar silbando por la carretera, un kilómetro más o menos, admirando un hermoso paisaje multicolor. En la ruta no hay manera de extraviarse, pues basta preguntar a un chaposo caminante: niño, joven o adulto para arribar con facilidad al paraíso, donde muchos amores indomables dejaron de ser beatos, no sobre sábanas blancas, sino en silvestre tálamo, saboreando el néctar del primer pecado.
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Pocas cosas se comparan a un atardecer bajo un remolino de trinos, sintiendo el fluir sonoro del arroyuelo, la respiración del follaje y el palpitar de los cerros de exuberantes matices que circundan Usgor y obtener una vista incomparable de la puesta de sol, donde empieza a florecer la noche con sus misterios, sus imágenes y sentimientos.
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Después de contemplar la cascada que cae con la castidad de un níveo velo, trepar sin apuro un turquesa sendero de empinada cuesta, es darse un baño de fragancia y llenar el pecho de pichuichancas y trompitos de eucalipto. Las venas se refrescan, las rótulas se lubrican y la artritis se bate en retirada.
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"Hoy, de aquellas fogatas de fuego ardiente: cenizas quedan", parece decirnos la imagen que sigue; pero no es así, porque Usgor es la cantera del verso donde el alma sueña a perpetuidad y el corazón escribe sobre esa etapa maravillosa que no se ha ido ni se irá, mientras los latidos corran infatigables entre las arterias y la memoria, porque el corazón no se marchita, solo desgrana nostalgias por una golondrina que se marchó dejando un lirio nácar sobre una foto en blanco y negro.
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Grato ensueño de añoranza que nos lleva a caminar paso a paso por angostos desfiladeros, donde las raíces de los viejos eucaliptos son peldaños para seguir avanzando hasta llegar al viejo aliso, otrora lleno de corazones y flechas de Cupido, que el tiempo ha convertido en nervuda mano, estirada al visitante peregrino.
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Ver a los escurridizos shulacos dormitando al sol en plácido abandono sobre una pirca y observar en la copa de un árbol un nido de pajitas abrigando el sueño de los pichones, mientras sus padres picotean el chumpac de un raído maguey, es copar de dulzura el alma y dejar de sentir, aunque sea por unos instantes, el soso aroma de la ausencia.
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Esta mixtura de belleza, aventura y embrujo se puede saborear a manos llenas en Usgor. Sin duda, una experiencia para disfrutar unas horas en armonía con el entorno natural, porque Usgor es un pequeño edén sin cemento ni bulla, solo tranquilidad y embeleso; tranquilidad que le confiere una atmósfera de complicidad a los latidos.
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Después, solamente queda esperar la llegada de la Luna para amar en silencio a una estrella con la caricia de la brisa; sólo así se aligera la vida y se hace más bello el retorno a CHIQUIÁN, acompañado de los pequeños grillos que ya empiezan a aserrar la quietud de los sembríos que se van durmiendo a nuestro paso...
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USGOR
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Celestina del amor primero
de un mancebo picaflor
que en torbellino vuelo
liba el néctar de una flor.
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Saltas en caída libre
acariciando el musgo tierno;
danza la espuma en el remolino,
colmando el aire de fulgor.
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Rasga al viento la dura roca
bajo la fulgente esfera azul,
mientras tu quebrada bebe,
las cantarinas aguas que va al mar.
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Eres velo de novia en primavera,
lágrimas de luna en el verano,
lluvia de recuerdos en el otoño
y blanca cabellera en el invierno.
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.Paraíso de telúrica fascinación;
fresco elemento vital de mi tierra,
etéreo oasis que busca el bardo
para saciar su sed de inspiración.
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Mágica cascada, dulce melodía,
siempre serás un refugio del alma
y alquimia perfumada de ambrosia,
donde florece el amor con el alba.
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Nalo Alvarado Balarezo - JUL 1977

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Chiquián

Fuente:
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Poemario "SENTIMIENTOS" de NAB . Foto de carátula: Jesús Bolarte Ramírez. Ref: XVIII Encuentro de Escritores y Poetas de Ancash - HUARI 2009.
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EL ICHICQULGO DEL ARPA DE ORO

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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West Palm Beach, 21 NOV 1995

Sonqollay:
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Anoche, antes de acostarme, leí el poema "SIEMBRA DE AMOR" del maestro Manuel Roque Dextre, hombre de leyes, Presidente de la Federación de Estudiantes del Perú (en su juventud), dirigente nacional de un partido político, maestro de maestros, señor de señores, ejemplo de ejemplos, minero y ganadero, pero sobre todo un gran amigo; con cuyos versos amados me quedé dormido y soñé nuevamente con Chiquián querido.
 
 
En este arcano sueño de madrugada, los impulsos del tiempo se hicieron vuelo y viajamos a Usgor, cascada de espuma y roca que pule el viento pasando y repasando tocando rondines. Una vez allí, escuché el sonido del agua cayendo y corriendo canora por la quebrada, en dúo con la melodía del arpa de oro de un ichicqulgo que cantaba "Aguas de Usgor".

Miré a todos lados y sólo habían ramas sin color, laderas sin verdor, los escarpados parecían ceniza mojada, no brillaba la Luna ni los ninacurus. Mi sombra era la única compañía, estaba pegadita a mí. Entonces sentí frío en la médula ósea e intenté sobrevivir gritando:

- ¿Quién es?.

- Soy el centinela de Usgor, que con su arpa llora -me contestó con aire agraz un espíritu oculto en el silencio fúnebre de las tinieblas.

En eso escuché otra voz, pero humana y salvadora, que subía jadeante con el eco desde la casa de don Raúl Espejo Torres:

- No le hagas caso pequeño Pichuichanca, te quiere robar el alma, felizmente las estrellas ya no brillan, la luna se apagó y el alba empieza a lucir su lumbre contra estos diablitos del averno fiero, mientras tanto recita el poema que escribiste de chiuchi.
 
Siguiendo el consejo de don Raúl, declamé trémulo:
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Cascada de embrujo,
mosaico multicolor,
tu cerro se eleva
y besa el cielo.

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Fuente de inspiración,
fiel confidente
de los bardos
que amaron tanto.
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Al cabo de un breve silencio el cielo se iluminó y sentí su gloria tan grata como la aurora de la vida; cogí dos ramas de un eucalipto tierno, hice una corona con ellas y la arrojé al abismo como pago a la tierra de mis viejos. Luego desplegué mis alas y levanté vuelo rompiendo las nubes como puñal de viento y descendí en picada hasta el maná de la eterna primavera que baña el feraz valle del Aynín.
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Parado a orillas del río me quité las alas de plata y las lancé al cauce. Medité unos segundos y le hablé:
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- Querido río, tus aguas corren y correrán mientras las altas cumbres lleven puestos sus tucumanes blancos y el sol ordeñe las nubes henchidas de linfa para que bailen con el aire la danza de la lluvia, haciendo brotar cascadas de vida en los campos donde juegan los chiuchis de trigo. Hoy deja que te beba hasta calmar la sed de mis sueños...
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Caminé toda la orilla perlada y trepé la roca que soportaba un huaro de saúco; bajé la miraba y me quedé observando un remolino que tarareaba el huachihualito con las ramas. Después seguí andando hasta un sauce donde recliné mi frente, y sentí su llanto, recordando los "safaris" de los infantes del 378... En la corteza de su nervudo tallo aún perviven los corazones con flechas de Cupido, que grabamos con nuestro run run, de niños.

A las seis de la mañana los rayos solares cubrieron el lecho del Aynín, agitando su luz sobre las aguas cristalinas. Los huínchus, yocyocos y pichuichancas parlotearon felices en las múllacas y alisos, con vibrantes trinos que alegraron mi alma. Las flores silvestres con sus collares de shulay exhalaron frescura, y los cerros huastinos se vistieron de verde tarapaqueño, animando mis pupilas capulí, en tanto Chiquián despertaba de su sueño dominguero para la misa de 7..

En el horizonte fulguraba impoluto el empinado Yerupajá... Muy lejos quedó el mal rato que pasé, cuando un ichicqulgo intentó arrancarme el alma con la melodía de su arpa de oro, destilando el agónico lamento de su vil corazón sin arterias ni ventrículos.

Pichuichanca
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 Fuente:
 
Apuntes chiquianos - WET: LA HIJA MENOR DE BALTASAR
 
 
 
Entre la nieve y el sol