viernes, 20 de noviembre de 2015

UNA ROSA PARA MAMÁ - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)

 
UNA ROSA PARA MAMÁ

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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'Mujer de ichu, de trigo, de chumpac. Bello arco iris de ternura, dulce alfarera de Dios, que con tus bendiciones sigues moldeando un nuevo Perú para tus hijos. Recibe un tierno beso en la frente y una flor en tu Memoria... Nalo'


Desde hace un tiempo tengo sueños recurrentes con los primeros días de fiebre y desvelos maternales. Hoy quise compartir esta experiencia, como una muestra de gratitud por el invalorable apoyo espiritual que recibo, desde el aciago día en que mi mamá voló a la eternidad, porque como decía el poeta Rubén Darío:

Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura, porque ésa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Por eso es preferible que duela el alma en un sueño, como el de anoche, donde me vi muy pequeñito. Mi mamá, joven aún, cantaba una canción de cuna inclinada sobre mi pecho, como queriendo aliviar mis fatigados latidos: «Duérmete mi niño, duérmete pedacito de mi corazón...».

En dicho sueño un foco de 50 W pende del cielo raso iluminando el dormitorio. Sobre la cama reposan pañales blancos y ropones tejidos a mano. Me veo fajado como fardo funerario desde el cuello hasta los pies, como dormían los bebés chiquianos en los cincuentas y sesentas.
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Lloro intensamente y siento que mi llanto nunca cesará. Por mi estado de salud, mamá no duerme desde hace varios días, sus ojos se cierran a pesar del esfuerzo por mantenerlos abiertos, mas sin poder evitarlo se queda dormida reposando su mejilla junto a mi hombro.

Ella empieza a soñar: escucha balidos de corderos, voltea la mirada y observa un caminito empinado que sube al cielo. A ambos lados de la vía una interminable fila de árboles mece el viento. En el horizonte una cortina de glaciares refulge con los últimos rayos del sol que el pincel del crepúsculo pinta de oro y grana.

De repente se sobresalta y sigue cantando: «Duérmete mi niño, duérmete ya tarararara». Se queda dormida nuevamente y sueña que llaman a la puerta. Es mi abuelita Victoria, que ha venido a averiguar sobre mi salud.

- Espere un segundo doña Victoria, ya bajo –responde mi mamá- ella siempre la trató con reverencia y mucho cariño a la mamá de su esposo, mi papá, pero me hubiera gustado que la llame Mamamita, como nosotros, sus nietos.

Baja las escaleras, abre la puerta y ambas suben a la habitación. Mis mejillas están moradas, mis ojos brillan y tengo la mirada perdida.

- ¿Qué pasa Nalito? -pregunta mi abuelita, inclinándose sobre mi frente -¿sigues enfermo hijito?.

- ¡Ha llegado mi hora abuelita! –le contesto con mis pupilas húmedas.

- No te preocupes, pronto vas a sanar.

- Gracias abuelita, pero sé que no me queda mucho tiempo.

Ella se pone triste leyendo mis ojos, luego le dice a mi mamá:

- No puedo hacer nada por Nalito, tenemos que llevarlo al médico.

Me llevan a la Posta. Allí el doctor Aquino me revisa y decide operarme de urgencia. El color azulino intenso que han tomado mis uñas le preocupan.

Ya amanece. El Sol tarda en aparecer por el horizonte. La mañana se ve opaca. El cirujano lleva operándome tres horas y no hay noticias. Los corazones de mi madre y de mi abuelita parecen detenerse.

De pronto un chiuchi pasa gritando por la calle. Mi mamá se despierta asustada, pero se tranquiliza, pues la operación ha ocurrido en su sueño, y retoma el canto: «Duérmete mi niño, duérmete mi bien...»... pasan los minutos y se vuelve a dormir. Mi abuelita que ha retornado de hablar con el doctor, se acerca y abrazando a mi mamá le da la noticia:

-¡Nalito acaba de morir!, el doctor ha hecho todo lo posible para salvarlo, mas no ha podido, lo hemos traído demasiado tarde.
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Mi mamá se arrodilla tomando a mi abuelita de ambas manos, suda frío, llora, se levanta y camina tambaleante hacia la habitación donde duermo el sueño eterno. De repente se despierta con sobresalto al sentir la presencia de alguien en el cuarto. Es mi papá que me está haciendo sonreír tocando mi nariz. Él acaba de llegar de Lima:

- Jeshu, quién como tú, Nalito despierto y tú durmiendo.

Ella vuelve a la vida sabiendo que ha sido un sueño continuado. El foco que nunca se apagó sigue alumbrando los pañales y ropones que están en la cama.

Mi papá baja al primer piso a asearse para dormir un rato. Mi mamá otra vez dormita y vuelve a soñar. Ve un jardín y un caminito escoltado de árboles... en el horizonte, el Yerupajá luce su belleza blanca bajo un un cielo azul luminoso.

De pronto:

- Jeshu, ¿te has vuelto a dormir?. Le dice mi papá que ha retornado al dormitorio para acostarse.

Mi mamá despierta y mira el reloj que marca las 5 de la madrugada, y vuelve a sonreír al verme vivo.

Ya amanece, mi papá duerme a mi lado, el aire empieza a aclarar tras la ventana... el foco palidece hasta apagarse, son las 6. Chiquián cuenta con alumbrado hasta esa hora solamente. Mi mamá se levanta pese a tener sueño, su necesidad de dormir es irresistible. Apoya su cabecita junto a la mía para asegurarse que duermo tranquilo, mira el reloj, ya son las 6 y 10 de la mañana, y dice:

- Es más fácil resistir el sueño cocinando que estando echada en la cama.

Se levanta y baja a la cocina a preparar el desayuno. Lo que más trabajo le cuesta es mantener la cabeza inmóvil. Está mondando papas para el pari. Cuando termina de mondar baja los párpados del cansancio. Dormita ligeramente, su mano deja de apretar el cuchillo que cae con un sonido seco que la sobresalta, frota sus ojos, ella no quiere dejarse vencer por el sueño, mira la ventana y sonríe a los primeros rayos solares que hacen renacer en su corazón la esperanza de poder dormir más tarde.

Pasa todo el día subiendo y bajando la escalera para ver como estoy de salud. No descansa ni un minuto, tiene que atender los quehaceres del hogar y también su negocio de abarrotes; hasta que por fin el manto de la noche se posa suavemente sobre Jircán.

Transcurren lentas las horas y llega las dos de la madrugada, mi mamá no ha pegado ni una pestañeada: «Duérmete mi niño…» -canta, mientras lloro afónico. Mi papá no está, él ha retornado a la costa con su camión azul.

Y va caminando el reloj con su tic tac imparable...

Está por rayar la aurora, cabecea, se queda dormida y vuelve a soñar con el mismo jardín... En la cordillera Huayhuash, el Yerupajá despierta con el sol matinal que empieza a derramar sus rayos de oro en el caminito empinado que se eleva al cielo.

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Este breve relato es un modesto homenaje a las madres, que noche tras noche velaron y velan nuestros sueños con la única satisfacción de vernos crecer felices. Elevo mis oraciones porque mi mamá Jeshu esté acompañada en el cielo por sus queridas maestras, amigas y familiares. Los que tienen a su lado a su mamita, ámenla cada segundo, es la mejor medicina para la felicidad.

No debemos olvidar que los años vuelan con ligeras alas que el tiempo impulsa sin parar, igual que la tarde se lleva lo que nos dio la mañana al compás de las 12 campanadas de la vida; mientras tanto, sigamos sembrando amor en los corazones amigos y plantando raíces fuertes en nuestra tierra, para oír su voz que siempre será nuestra palabra, también nuestra oración:


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UN REGALO COMPARTIDO
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Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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Una nube errante vela mi sueño,
y mientras los años pasan,
entre bostezo y bostezo
el canturreo maternal
envejece con el tiempo.

Sobre la Biblia un Rosario
abraza los recuerdos dormidos
que la memoria cubre de fe,
clamando al cielo un bello despertar.

Ya amanece,
el viento barre la oscuridad
y pone un nuevo sol en los patios
donde juegan los niños de trigo,
forjando el espíritu campesino
con la fuerza de la sangre.

Pasan cien estaciones
y asoman las dolencias;
para unos la vida fue un soplo,
otros aun caminamos la tarde
a orillas del río que corre,
lejos de las paredes del pueblo.

Las callecitas bañadas de lluvia,
y el canto del jilguero en el alba,
son el presagio de otro día
que inventa la Pachamama
para no morir de amor.

Por eso, cada rudo peldaño
que subimos tomados de la mano
y cada carta que escribimos con alegría,
son las fraguas que forjan los sueños comunes
y la fotografía donde todos reímos como hermanos.

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¡HOMENAJE A LAS MADRES DE MI TIERRA!

Por Pablo Manuel Calderón Yabar (Pablín)

Ayer rosas rojas,
hoy blancas con tu partida;
el mañana llegará…
juntos nuevamente.

Como antes…
como ayer…
regalándome la vida
llenándome de amor.

Un plan tengo ya,
un regalo quiero darte,
especial debe ser,
el día es propicio.

Rosal de rosas rojas
injerto de rosas blancas
la tierra es chiquiana
la “tina” con agua santa.

Todo quedó listo
mi sorpresa es rojiblanca
los botones van a rosas
por Bolognesi cojo una.

El aroma de esta flor
se esparce por los cielos
es perfume de agua santa
Juan Pablo (II) las bendijo.

Mi madre huele ya,
el aroma a Santa Rosa
a santa de Chiquián
Juan Pablo (II) las condujo.

“Santa Rosa es la flor,
nuestras madres en el cielo
adivinaron la sorpresa
que festejan muy felices”.

Hay un coro en el cielo
oigo a Tina, Jesús y Catalina…
Paisana, paisano ¡el coro está completo!
Están todas… todas las madres nuestras.

¡No hay motivo de tristeza!
El milagro… se produjo
Hay brindis celestial
¡¡¡Por las madres de mi tierra!!!


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DESDE TU TUMBA NO PUEDO YO SABERLO
 .
Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
 .
Cuéntame del cielo mamita querida;
dime qué sientes allí junto a Dios,
pues mis pupilas son nubes
a punto de zozobrar.

Sé que donde estás te cuidan angelitos,
son pastores de caritas pispadas,
con alitas de pichuichanca
y corazones de trovador.

Dicen que allá tres estaciones no existen;
no hay verano, otoño, ni invierno
que todo el tiempo es primavera
y reina la paz en el Edén.

Háblame de tus compañeritas de estudio;
dicen que juegan con ollitas de barro
donde abrigan nuestros sueños
en fogones plenos de amor.

Dime si hay hambre y sed como en la Tierra;
cuéntame si es verdad lo que dicen de Él,
pues desde tu tumba no puedo saberlo
y a través del cielo gris, nada se ve.

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MADRE
Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

En tus ojos fulguran las estrellas
que nos alumbran paso a paso
por los oscuros senderos
de la vida....

De tus manos vuelan ángeles
que velan nuestros sueños
convirtiendo fantasías
en realidades.

Brota de tu alma el canto
y la melodía humilde
de los puquiales
y la quena.

Pan de trigo recién segado
que alimenta día a día
el espíritu telúrico
de tus hijos.

Hilandera de amor maternal,
rueca de fe y esperanza
que brinda calor filial
al corazón.

Surco regado con lágrimas,
llanto de maíz maduro
del que destila
la chicha.

Linda cholita, ojos de capulí
que la Mano Divina pintó
en el blanco lienzo
del amor.

Espejo azul caído del cielo
donde los rayos del sol
el rostro de Dios
reflejan.

Beso celestial como la brisa
que borra los lamentos
haciendo renacer
la risa.

Ante ti desfallecen las flores,
la luz se hace penumbra
el trueno se ahoga
y callan los trinos.

Gracias por darnos tus alas
para volar cielos lejanos
y por amar a tus nietos
como a tus hijos.

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Que Dios bendiga a todas la MADRES y a todos los seres humanos que en su ausencia hacen sus veces con dedicación y cariño. A mis cuatro mamitas: Jeshu, Catita, Eni y Victoria, mirando el cielo les brindo todo mi amor, mientras mi corazón que golpea mi pecho grita: “El corazón de una Madre no deja de latir; se regenera a través de sus hijos y así sucesivamente de generación en generación, eternamente... '.

"Al final del camino, o cuando concluya tu travesía en la inmensidad azul, o en la última vuelta que des al Cosmos, sólo quedará: un puñado de tierra en un rincón de la memoria, una ola solitaria en alta mar o un haz de brisa en el horizonte... Y si en el pasar de los años, un día recuerdas que fuimos uno y de tus ojos brotan lágrimas sobre el puñado de tierra, la ola solitaria o el haz de brisa: seremos cardo, marea y vuelo; pero si además, brotan luceros, entonces seremos montaña, mar y cielo..." Tu mamá Jesús.
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Gracias mamita querida, te elevaste de mañanita al cielo, mas en las frías madrugadas, siento tus manos hacendosas alisando mis cabellos blancos, junto a mi querido papá.

Mi mam
á nació el martes 20 de noviembre de 1928 en Chiquián. Falleció el 20 de febrero de 2002 en Lima, Perú.



Mamá Jeshu (en círculo), con mi papá (de sombrero) y sus queridos amigos chiquianos
 
 Jircán

 Chiquián