CAPULÍ, VALLEJO Y SU
TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
DISTINCIÓN MILICIANO DEL ALBA, POR UNA:
LITERATURA CON IDENTIDAD
A
SÓCRATES ZUZUNAGA HUAITA
SÁBADO 16 OCT 2010
IMÁGENES DE LA CEREMONIA
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
SALUDO Y PALABRAS DE BIENVENIDA
Danilo Sánchez Lihón
Presidente de Capulí, Vallejo y su Tierra
Construcción y forja de la utopía andina
DISTINCIÓN MILICIANO DEL ALBA, POR UNA:
LITERATURA CON IDENTIDAD
A
SÓCRATES ZUZUNAGA HUAITA
SÁBADO 16 OCT 2010
IMÁGENES DE LA CEREMONIA
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
SALUDO Y PALABRAS DE BIENVENIDA
Danilo Sánchez Lihón
Presidente de Capulí, Vallejo y su Tierra
SEMBLANZA
“Lo que más admiro y recojo como ejemplo de mi padre”
Sumac Urpi Zuzunaga Laura
CONFERENCIA MAGISTRAL
“Ser andino y alentar una literatura con identidad”
Sócrates Zuzunaga Huaita
SEMBLANZA:
"Pinceladas familiares"
Teresa Laura de Zuzunaga
"Pinceladas familiares"
Teresa Laura de Zuzunaga
PREMIACIÓN
Entrega de distinción "Miliciano del Alba
Por María Anatolia Aldave Reyes
Imposición de la Medalla de Oro: "Capulí, Vallejo y su Tierra"
Por Javier Cotillo Caballero
MOMENTO MUSICAL
Familia Zuzunaga Laura
MOMENTO POÉTICO
María Anatolia Aldave Reyes
Maestro, escritor y poeta
SÓCRATES ZUZUNAGA HUAITA
Un día como hoy de octubre de 1954
nació en la provincia de Páucar del Sarasara - AYACUCHO, nuestro escritor de la
añoranza. Pluma telúrica que en cada despertar hace latir más de prisa los
corazones migrantes.
El clima benigno y la serena morfología de su natal Pausa moldearon su alma, dotándolo de una sensibilidad colmada de vital ternura e indómito amor por el Perú profundo.
Su tierra paucina, que florece bajo el volcán donde se agolpan las piedras sempiternas como mazorcas de maíz, forjó su pluma generosa cual agüita cantarina de los deshielos del níveo Sarasara.
En su provincia también nacieron Jaime Guardia Neyra, Jacinto Pebe Pueyrredón, Alberto Valencia Cárdenas y César Guardia Mayorga, entre otros intelectuales y cultores de la música y las letras andinas.
Sócrates Zuzunaga es un ser humano excepcional, pues a mayores lauros nacionales e internacionales ceñidos a pulso y talento, su humildad y la sencillez de su temperamento campechano se agigantan más, virtudes de los grandes de espíritu tan escasos en este mundo globalizado.
Que Dios y el apóstol Santiago te bendigan eternamente amigo SÓCRATES, y muchas gracias por tus hermosos libros "Y TENÍA DOS LUCEROS" y "ZORRITO DE LA PUNA".
El clima benigno y la serena morfología de su natal Pausa moldearon su alma, dotándolo de una sensibilidad colmada de vital ternura e indómito amor por el Perú profundo.
Su tierra paucina, que florece bajo el volcán donde se agolpan las piedras sempiternas como mazorcas de maíz, forjó su pluma generosa cual agüita cantarina de los deshielos del níveo Sarasara.
En su provincia también nacieron Jaime Guardia Neyra, Jacinto Pebe Pueyrredón, Alberto Valencia Cárdenas y César Guardia Mayorga, entre otros intelectuales y cultores de la música y las letras andinas.
Sócrates Zuzunaga es un ser humano excepcional, pues a mayores lauros nacionales e internacionales ceñidos a pulso y talento, su humildad y la sencillez de su temperamento campechano se agigantan más, virtudes de los grandes de espíritu tan escasos en este mundo globalizado.
Que Dios y el apóstol Santiago te bendigan eternamente amigo SÓCRATES, y muchas gracias por tus hermosos libros "Y TENÍA DOS LUCEROS" y "ZORRITO DE LA PUNA".
También mi querida
nieta ANGIE, fiel lectora de las obras de Capulí, Vallejo y su Tierra, apaga velitas en este día jubilar. Ella edita e incorpora diariamente las imágenes de los blogspot CHIQUIÁN QUERIDO Y CHIQUIÁN Y SUS AMIGOS.
SEMBLANZA DEL ESCRITOR SÓCRATES ZUZUNAGA HUAITA
(Páucar del Sarasara, Ayacucho, l954)
Por Sumac Urpi
Zuzunaga Laura
Es un escritor que
acaba de ganar en este año, 2010, el Premio Internacional de Novela “COPÉ DE
ORO” con su novela “La Noche y sus Aullidos”, entre escritores nacionales e
internacionales. Escritor de larga data y afilada pluma, de cuidadoso estilo,
demuestra ser un profundo conocedor del alma andina. Nació en el departamento de
Ayacucho, provincia de Páucar del Sarasara, distrito de Pausa, el 19 de octubre
de l954. Sus padres fueron: Ricardo Zuzunaga Vilcarímac, un maestro pausino que
hizo mucho por su tierra y orientó a sus paisanos de condición humilde en sus
más diversos problemas, y doña Ernestina Huaita Morán, mujer filantrópica que
cobijó en su seno y en su corazón a campesinos del lugar y a foráneos. Estudió
la Primaria y la Secundaria en su tierra natal, un pintoresco “rinconcito de
ensueños y retamales”, tal como siempre él suele decir cuando lo agolpa la
nostalgia por su lar nativo. El lugar de su nacimiento, para muchos desconocido,
es un pueblo histórico en Literatura porque allí se escenificó, por primera vez
en América Latina y por segunda vez en el mundo, un capítulo de la obra inmortal
de Cervantes Saavedra, don Quijote de la Mancha, el 19 de octubre de 1607, en
homenaje del primer virrey poeta de América, don Juan de Mendoza y Luna, Marquéz
de Montesclaros. Sócrates Zuzunaga Huaita empezó estudiando Agronomía en la
Universidad San Luis Gonzaga de Ica, pero más pudo la Literatura que lo atrapó y
lo hizo escritor. Aparte de eso, es un gran cultor de la música andina y tiene
muchos discos grabados con diferentes conjuntos musicales.
Es ganador de
múltiples concursos literarios a nivel nacional e internacional entre los que
destacan el Premio Nacional de Educación HORACIO en l994, l999, 2000, 2007 y
2008; en cuatro oportunidades el Concurso del Cuento de las Mil Palabras de la
revista Caretas; el Concurso de Cuento “Inca Garcilaso de la Vega” convocado por
la Casa de España; Primer Premio de Literatura Quechua de la Universidad
Federico Villarreal en cuento (2000) y en poesía (2006); Primer Lugar en el
Concurso de Cuentos Infantiles en Quechua de la Asociación PUKLLASUNCHIS del
Cusco en el 2000; ganador absoluto del Concurso Nacional Bilingüe de Cuentos
WARMA KUYAY en el 2002; Primer Puesto en el Concurso Nacional de
Cuento Infantil CARLOTA CARVALLO DE NÚÑEZ; Primer Premio en el Concurso Nacional
de Cuento Infantil convocado por la Editorial SAGSA y la
APLIJ; tres veces distinguido en las bienales de cuento Premio
COPÉ; dos veces en el Concurso de Narrativa Breve Premio ÑANDÚ; Primer Puesto en
el Concurso Magisterial de Cuentos Infantiles de la SUNAT; Primer Puesto en el
Concurso de Cuentos del Seminario de Animación a la Lectura Peruano-Uruguaya;
Premio Especial en el Concurso literario FESTICUENTO convocado por
la Municipalidad de la Molina; Mención Honrosa en el VI Concurso de Cuentos de
la Conferencia Episcopal Peruana y en el Concurso de los Viernes Literarios 500;
finalista en el Concurso Latinoamericano de Cuentos en Buenos Aires (Argentina),
en Puebla (México), en el Premio JUAN RULFO (Francia, París) y en
el Concurso de Cuentos HUCHA DE ORO, Madrid, España; últimamente fue distinguido
en el Premio Internacional ARTífice de Poesía de Loja (España) por su poemario
LUZ DE BARRO (2006)... Del mismo modo, hace poco ganó una distinción en el
Concurso de Cuento COPÉ (2009) con su cuento DON QUIJOTE EN LOS ANDES. El 2010
fue galardonado con el Premio Internacional de Novela COPÉ DE ORO por su novela
La Noche y sus Aullidos. Ha publicado: Con Llorar No Se Gana Nada, Florecitas de
Ñawin Pukio, Recuerdos de Lluvia, Y Tenía Dos Luceros, De Junco y Capulí,
Takacho, Takachito, Takachín, Taita Serapio, Tullpa Willaykuna, Zorrito de Puna,
Manchay Puytu, Kuyaypa Kanchariynin, Negracha, Ya no Llores Palomita, La Noche y
sus Aullidos (novela), entre otros… Muchas gracias
¿QUE TE ENSEÑE A ESCRIBIR?
Por
Sócrates Zuzunaga Huaita
No, amigo, si me
pidieras a que te enseñe a escribir poesía, cuentos o novelas, no sabría decirte
cómo hacerlo. Porque yo mismo no sé cómo escribo esas cosas. No conozco ninguna
estrategia o norma para escribir esto que escribo. Simplemente, escribo nomás.
Las ideas se me vienen no sé de dónde. Así, de ese modo, van naciendo las
poesías, cuentos o novelas. Esto quiere decir que escribo sin ningún plan hecho
con antelación. Escribo cuando llega el momento de hacerlo. Es una necesidad
imperiosa cuando las ideas y los pensamientos no me dejan vivir en paz. O sea,
escribo espontáneamente, como crece la hierba en los campos o como fluyen los
manantiales en los valles de mi tierra natal. Soy, como se dice, un escritor
empírico. Yo no he recibido ningún tipo de preparación o estudio para ser
escritor. Yo creo que he aprendido a escribir gracias a la lectura, gracias a
muchas experiencias vividas. Eso sí: yo leo mucho. Leo poesía, cuento o novela
de todo tipo. Leo desordenadamente, sin seguir un plan, obedeciendo los dictados
de mi estado de ánimo. He dejado muchos libros a medio terminar. Leo sólo lo que
me interesa, lo que me ayuda a vivir, lo que me llena el alma. Y así, poco a
poco, me voy perfeccionando en la escritura. Igual que un albañil o carpintero
que aprende el oficio, escribo viendo o captando lo que escriben o han escrito
los demás escritores. A esto se debe, seguramente, que muchos de mis escritos se
aproximan al estilo o a la forma de mis autores favoritos. Y quien lea lo que he
escrito puede pensar que me he plagiado ese estilo o esa forma de escribir. Pero
no, no es un plagio. Eso me sale inconscientemente. Debido a esto, he destruido
muchos trabajos porque hubo amigos o familiares que me hicieron notar eso. Yo
creo que este percance también le ocurre a otros escritores. Yo he notado en
muchos de ellos una semejanza de forma o estilo con algún otro escritor. Pero no
puedo afirmar que eso sea un plagio. Hay que aceptar que, a veces, nos podemos
encontrar con dos edificios asombrosamente iguales, construidos por dos
ingenieros o albañiles diferentes. O con dos mesas o sillas tan similares,
confeccionadas por distintos carpinteros. Pero que, al cabo, cada uno de ellos
tiene sus propias peculiaridades que los caracterizan y los hacen distintos. El
caso es que en la escritura las historias no deben tener un mismo argumento o
trama, no deben ser iguales de principio a fin. Muchas veces yo he recibido
críticas mal intencionadas de mis amigos o lectores que me han dicho que yo
escribo igual que José María Arguedas o Eleodoro Vargas Vicuña. Pero mis
historias son diferentes, esbozadas con sentimiento igual o parecido, pero con
alma o vida diferente. Lo cierto es que, tal vez, yo tenga el mismo grado de
sensibilidad que los mencionados escritores que también conocen el universo
andino que yo conozco. Yo creo que en eso radica la similitud o semejanza de
nuestro trabajo creativo. Es más, en una oportunidad, hubo alguien que me dijo
que el cuento “Cuya Cuya” de Oscar Colchado Lucio era un cuento gemelo de mi
cuento “Florecitas de Ñawin Pukio”. ¿Quién escribió primero su cuento? ¿Oscar
Colchado Lucio o yo? Cuando escribí mi cuento yo no conocía ni había leído a
Oscar Colchado Lucio. Y estoy seguro que tampoco él me conocía ni me había
leído. ¿Entonces cuál es la explicación de por qué nuestros cuentos son tan
parecidos? Yo creo que es porque los dos hemos tenido experiencias iguales o nos
hemos formado influenciados por lecturas de las obras de José María Arguedas. Y
es así que el universo andino nos aproxima y nos asemeja. Y eso es todo. En
nuestro trabajo no existe el plagio, como muchos están opinando. Plagio
–considero yo- que es otra cosa. Por ejemplo, plagio puede ser el apropiarse del
argumento o de la trama de una obra ajena, cambiándole ciertos aspectos,
acicalarlo de un modo distinto, agregarle o restarle palabras o situaciones, y,
al final, presentarlo como una obra propia. Pero, aún en esto, existe el peligro
de equivocarse, como creo que ha ocurrido con el escritor Oscar Colchado Lucio,
cuando ganó el Concurso de Cuento “Juan Rulfo”. Su obra fue muy criticada,
tildándola de constituir un plagio del cuento de otro escritor. Conociendo a
Oscar Colchado Lucio, yo meto las manos al fuego. Él es un escritor de una
brillante trayectoria, ganador de numerosos concursos literarios y de una
escritura rica en matices y resonancias poéticas propias de la lengua quechua.
Colchado no necesita plagiar para ganar concursos literarios. La crítica y el
juzgamiento emerge de aquellos escritores o críticos mediocres que nunca han
ganado concursos literarios o de aquellos a quienes les duele que un escritor
provinciano, marginal, haya alcanzado un premio tan importante como el de “Juan
Rulfo”. Esto es –como se dice- un respirar por la herida… Bueno, volviendo a lo
anterior, confieso que se me ocurrió, por primera vez, que yo también podría ser
escritor leyendo a José María Aguedas. Pues, este escritor ha escrito sus obras
con un lenguaje muy similar al mío, con ese castellano quechuizado, con esa
construcción gramatical quechua. En sus obras está el universo que yo conozco,
los mismos sueños, los mismos sentimientos. En esa época de juventud, yo
concebía a los escritores como a unos seres muy especiales, tan distantes a una
persona normal, dotados de una singular habilidad y educación. Un escritor era
–para mí- un personaje que pertenecía a una clase social muy especial, a una
suerte de grupo muy remoto al cual yo nunca quizás podría acercarme. ¿Cómo
podría ser yo igual que Ciro Alegría, Gabriel García Márquez o César Vallejo? Ni
siquiera podía yo imaginar con aquello. Vivía muy perturbado por lo insólito de
esa profesión. Pero aún así, frente a esto, yo empecé a escribir. Escribía y
escribía; mientras leía y leía. Y así, con tanto esfuerzo y dedicación, llegué a
convertirme en lo que soy ahora. Un escritor poco conocido; pero, al fin y al
cabo, un escritor. Yo creo que así, de ese modo, escribí una sola gran obra, de
gran extensión. Con el tiempo, para participar en los diferentes concursos
literarios, empecé a disgregar toda esta obra. Así, se fueron desprendiendo mis
cuentos que, en realidad, son capítulos de esa gran novela que escribí. Por
ejemplo, mis cuentos Florecitas de Ñawin Pukio o Con Llorar No Se Gana Nada son
parte de esa extensa obra que escribí. Asimismo, mis libros “Y Tenía Dos
Luceros”, “Takacho, Takachito, Takachín”, “Zorrito de Puna”, “Nagracha” y otros,
son libros que han nacido a partir de esos apuntes… Empecé a escribir en la
ciudad de Ica, en donde estudiaba para ser ingeniero agrónomo. La nostalgia de
mi tierra ayacuchana, de mis padres y amigos, influyó mucho en esta tarea. Vivía
solo, en un cuarto, y en una ciudad extraña, lejos de mi verdadero mundo
quechua. De día asistía a la universidad y, de noche, escribía sin cesar. A
veces, agolpado por la pena y la nostalgia, me ponía a llorar. Me tiraba en la
cama, cruzaba las manos por detrás de la cabeza, y meditaba en todo lo que
estaba haciendo, mirando el techo de la habitación. Oía el pasar de los
vehículos por la pista y recordaba que yo había nacido en la sierra; me
preguntaba por qué diablos estaba yo allí, estudiando Agronomía. Entonces,
experimentaba un gran vacío, un enorme sentimiento de nostalgia, y me levantaba
y leía los papeles que había escrito en ese día. Y volvía a preguntarme: ¿qué
hago yo aquí, escribiendo estas cojudeces? ¿Llegaré a ser escritor algún día? A
veces, llorando, rompía lo que había escrito. Pero, había una fuerza que me
impelía a seguir escribiendo sin cesar. Yo amaba a mi pueblo y detestaba a esa
ciudad. Allí, no conocía a nadie. Todos los personajes, a quienes yo amaba, se
hallaban en mi pueblo. Y seguía escribiendo y escribiendo. Yo era muy joven
entonces y poseía ese vigor indómito y turbulento que posee el hombre en esa
etapa de su vida. La literatura me atrapó y se posesionó de mí. Como todo joven,
yo estaba influenciado por los escritores que admiraba: Arguedas, Alegría,
Vallejo, Francisco Izquierdo Ríos, Gabriel García Márquez y otros. Escribía de
cosas que yo conocía, de la vida de la sierra, de sus paisajes, de hechos que a
mí me habían ocurrido en la niñez. Escribía con esa viva pasión con que escribe
un joven que sueña con ser escritor y que está seguro de que, más adelante, será
muy admirado, para la envidia de todos aquellos que se habían reído de mí cuando
les hice saber de mi intención de ser como Arguedas o como Vallejo. Esto es una
cosa curiosa y muy difícil de explicar, aunque muy fácil de comprender para uno
que quiere ser escritor. Claro, a esa edad, ¿quién no sueña con la fama? Yo
anhelaba ser conocido, querido y admirado por mis obras, tal como lo sueña un
escritor joven o como sueña con la fama un joven jugador de fútbol. Sin embargo,
me daba cuenta de que llegar a eso era algo maravilloso y radiante, halagüeño,
pero sumamente lejano, incierto y casi inalcanzable. Por esos días, también me
daba cuenta de que publicar un libro era muy difícil, si es que no cuentas con
medios económicos para hacerlo. Pero, la perseverancia es la perseverancia. Y el
que persevera logra hacer realidad sus propósitos. Cuando estaba estudiando
profesionalización para ser maestro, irrumpió en mi vida un escritor de quien ya
había oído hablar o ya había leído algunos comentarios sobre su obra literaria
en los periódicos. Se trataba del escritor canteño Félix Huamán Cabrera, quien
llegó a ser mi profesor de Literatura, en la Cantuta, y fue él, precisamente,
quien me dio un empellón hacia delante. Me dijo que yo ya debía publicar mis
cuentos, porque éstos eran muy buenos. Y así, me recomendó a la editorial SAGSA
donde él publicaba sus libros. De ese modo, publiqué mi primer libro:
CON LLORAR NO SE GANA
NADA. Era la primera
vez, aparte de mi padre Ricardo, que alguien me daba a entender concretamente
que lo que yo estaba escribiendo tenía algún valor. Ese momento, recuerdo que me
dije: ¡voy a ser escritor, carajo! No sé si esa noche o después, me emborraché
de alegría. Después de algunas correcciones, durante un año, por la distancia en
donde vivía, en Ayacucho, el libro apareció en el mes de enero de l989. Cuando
le consulté a algunos escritores o poetas que leyeron mi libro sobre lo que
podían predecir del destino que tendría mi obra y la crítica literaria que éste
recibiría, me respondieron que eso lo dejara al futuro, que el libro caminaría
hacia un buen fin, ya que en éste estaban muchos cuentos que ya habían recibido
distinciones literarias muy importantes, como del Concurso de Cuento de las Mil
Palabras de la revista CARETAS y el de haber llegado a ser finalista en un
concurso de cuentos en Buenos aires, Argentina, y otro en Puebla, México (en
esto, agradezco infinitamente al poeta Max Dextre, quien escribió un comentario
en el diario El Nacional). He aquí que me ocurre un acontecimiento digno de
mencionar: el último cuento del libro, Ayataki, fue recibido por algunos
lectores como el mejor del conjunto de relatos, porque –según ellos- era un
cuento descarnado, bellamente cruel, destinado a que los lectores se dieran
cuenta de lo que verdaderamente estaba ocurriendo en el interior del país, como
producto de una inhumana y violenta represión militar contra inermes y
desvalidos campesinos, so pretexto de combatir al movimiento subversivo de
Sendero Luminoso. Pero, también hubo críticas desfavorables de quienes lo
tomaron como una apología y propaganda al terrorismo guerrillero de los alzados
en armas. Esta última concepción me causó cierto temor, ya que en nuestro país
se había desatado una represión militar irresponsable y sin límites, y que como
producto de esto estaban desapareciendo cientos o miles de gente inocente, como
estudiantes universitarios, profesores, intelectuales, poetas y artistas,
quienes en su labor cultural y artística tienen al pueblo como protagonista
principal, con sus sueños de libertad y justicia social. En la sierra donde me
encontraba, tuve que esconder mis libros bajo tierra, para evitar que los
militares lo encontraran. Aparte de esto, casi no hubo críticas sobre este
libro, salvo el de la revista Caretas y el de Roque Ramírez en un diario de la
capital. Hasta ese momento, yo había sido un joven maestro que soñaba con ser
escritor a costa de lo que fuese y que había escrito su primera obra bajo ese
sublime anhelo o ilusión que todo escritor joven suele experimentar cuando no
tiene más recursos que su capacidad propia y su esperanza de salir adelante.
Todo eso me tenía confundido y meditabundo, con un extraño sentimiento de terror
al fracaso, a la burla de quienes ya estaban enterados de mi afán literario.
Pero, persistí y persistí hasta que apareció mi segundo libro, Florecitas de Ñawin
Pukio, novelita breve
o cuento extenso, que fue distinguido en un concurso convocado por la Casa de
España y el diario El Comercio. Fue una edición casi artesanal, muy modesta. El
resultado: ¡grandioso! Gustó mucho a los que lo leyeron y recibí numerosas
muestras de cariño y admiración. Mis paisanos ayacuchanos consideran que ese es
mi mejor cuento o novela breve. Es un relato escrito con experiencias más o
menos directas o verdaderas de mi propia vida infantil; fue escrito como un
capítulo de una novela mayor, como ya dije, y además con una profundidad de
espíritu que caracteriza a mis primeros trabajos. Yo creo que “el lirismo
excepcional” (como dijera el crítico Ricardo Gonzáles Vigil) con que está
elaborado el cuento es lo que ha impactado en los lectores de la sierra y
también en los de otras regiones del país y del extranjero, como en México,
donde me leyó la escritora Nidia Esther de Figueredo, quien me hizo llegar sus
apreciaciones muy halagüeñas, publicado en una revista literaria de Mérida,
Yucatán. Mi tercer libro Y Tenía Dos
Luceros fue editado en
la Editorial del Instituto del Libro y la Lectura INLEC, con el asesoramiento
del Poeta y Narrador Danilo Sánchez Lihón, obra que también fue recibido con
júbilo y entusiasmo por mis lectores, en especial por mis paisanos quienes
vieron en el libro una gran parte de su añorada infancia. En esa fecha, los
pocos libros que llegaron a mi pueblo, o que adquirieron mis paisanos, fueron
reproducidos masivamente por los profesores, en fotocopia, lo que obstaculizó su
venta. Pero, curiosamente, yo no lamento este hecho, porque, si así me
piratearon, es porque el libro gustó muchísimo… Todo lo que escribo es, en el
fondo, autobiográfico porque utilizo sucesos y rasgos extraídos de mi
experiencia personal. A veces, hago uso de materiales reales y vivos que son,
tal vez, demasiado directos y crudos para los propósitos de mi trabajo
artístico. Lo que hago es algo parecido a confundir los límites de lo real y lo
imaginado. Inconscientemente, describo sucesos de un modo determinado porque en
realidad ocurrió así, y, para enriquecer mi trabajo artístico, exagero las cosas
de algún modo con la intensión de impresionar al lector. Por ejemplo, el
personaje de mi cuento en realidad existió; pero, no actuó así como lo escribo.
Eso me ha traído algunos desplantes o disgustos, pues los que en realidad
conocieron al personaje, en la vida real, alegan y protestan diciendo que él no
fue así. Y, encima, se enfadan y llegan a odiarme por ser ellos familiares
cercanos de dicho personaje. Lo que ocurre es que yo tengo el instinto de la
creación y me resulta casi imposible hacer una transcripción literal de mis
vivencias o de lo que fui testigo. En mis obras literarias todo es cambiado y
transfigurado para lograr objetivos estéticos. Y puedo afirmar, con toda
honestidad, que en mis cuentos no creo que exista una sola página que guarde
fidelidad a los hechos reales. Aunque, en mis cuentos, los hechos no son el fiel
reflejo de la realidad, lo es en cambio a la experiencia general del pueblo del
que yo procedo o conozco. Y, desde luego, confío en que lo sea también a la
experiencia general de mis lectores. De ese modo, trabaja mi memoria, noche y
día, y no lo puedo controlar, y fluye libremente en mi cerebro, con matices
nostálgicos, lo que me impele a escribir sobre cosas que yo he vivido y
experimentado. Puedo estar viajando en un bus, cuando, por ejemplo, súbitamente,
recuerdo a la lluvia en mi tierra. Entonces, visualizo instantáneamente a la
lluvia cayendo sobre el pueblo; escucho su monótono rumor característico cuando
las gotas golpean los techos de calamina o teja. Todo es tan vívido y concreto
que puedo sentir a la lluvia sobre mi rostro; aspiro el olor a tierra mojada y,
aún, escucho el sordo retumbar de los truenos en la lejanía. Este acto de
recordar está lleno de una excitación extraña y anónima, de una nostalgia
ignota, de una predicción venidera. Y escucho a los arroyos correr murmurando
por las quebradas, el rasgueo de un charango o el quejido de una quena después
del ruido de la tormenta; aspiro la fragancia de la hierba mojada, el aroma de
la leche en horas del ordeño y el penetrante olor del guano del ganado; después,
escucho el súbito canto de las cuculíes y de las perdices allá en el monte
humedecido… Para expresar todo esto, tengo que encontrar palabras, un lenguaje
que sea capaz de explicar esas sensaciones sentidas; tengo que hallar por mí
mismo un idioma que dé un significado a lo que conozco y no lo puedo explicar
con palabras… Y esto es muy difícil, y sufro al hacerlo… No sé si me entenderán.
Pero, así escribo… Gracias por escucharme…
SÓCRATES ZUZUNAGA, Y LA INFANCIA RECUPERADA
Por Danilo Sánchez Lihón
1. Adorar, defender y proclamar
Desde las primeras páginas de las novelas y cuentos de Sócrates Zuzunaga Huayta, nos vamos dando cuenta de que no escribe de acuerdo a las pautas o a las convenciones estatuidas.
Él escribe de acuerdo a lo que sus sentimientos y emociones le dictan, de manera libre, desbordante, dejando aflorar sus sentimientos de manera inatajable.
Así es como logra escribir para niños, con plena honestidad, y en este caso con sublime candor y dulzura.
Y hace valer aquello que, reconociéndose depositario de una herencia legendaria, ha asumido la misión sacrosanta de adorar, defender y proclamar como es el mundo andino.
Por eso, son dignas de figurar en todo Plan Lector sus novelas para niños y jóvenes tituladas: “Y tenía dos luceros”, “Takacho, takachito, takachín”, “Zorrito de puna” y “Negracha”, las tres últimas publicadas por ediciones Altazor.
2. Importa querer y amar
En su prosa no notamos al adulto escribiendo para niños, sino un niño mismo que nos muestra su visión del mundo, sus cariños, sus intereses, sus opiniones, sus temores, sus esperanzas.
Logra ese perfecto mimetismo con el sentimiento infantil gracias a que no acude a él como adulto, ni como profesor, ni menos como ciudadano, ni siquiera como padre, sino que acude como niño y como amigo.
Sócrates no ha perdido su ser niño sino que lo ha conservado para siempre. Y con sus obras lo ha ganado más bien para la literatura.
Se podría decir en relación a él que su reino es el de la infancia no perdida o bien recuperada.
Y la infancia con los mejores e inmensos atributos del afecto hacia todo lo que verdaderamente importa querer y amar, porque es un mundo verdadero y legítimo.
3. Donde todo suena, habla y canta
Los libros de Sócrates Zuzunaga son libros hablados, no escritos sino conversados.
Y fabulados principalmente con los animales, lo cual supone una sabiduría más allá del saber cotidiano.
En ellos se refieren y narran cuentos y se dicen y recrean leyendas.
En su estructura narrativa se insertan relatos que se reproducen a propósito de alguna historia que tiene relación o vínculo con la que se está presentando.
Ello a su vez nos da muestras de cómo prepondera en su trama la oralidad, el diálogo y hasta lo confesado, lo musitado; lo dicho apenas con el aliento y dentro del susurro.
Son libros que se oyen, se escuchan, que son cantarinos y musicales.
El lenguaje es eminentemente onomatopéyico, en donde todo suena, habla y canta, todo se emite o envuelve en sonidos, arrumacos y tronidos.
4. Más cerca de su propio corazón
Otro aspecto del mayor relieve que quisiera resaltar es el amor que se evidencia en ellos, por la naturaleza, por la vida campestre.
En ellos resaltan las presencias inagotables de belleza de lo que es la campiña, el río, los cerros tutelares. Y de todas las manifestaciones primigenias.
Su lenguaje es pausado, privilegiando las sensaciones, la musicalidad de su prosa antes que a la convulsión de lo truculento.
Son sus libros, en este aspecto, íntimos y entrañables.
Sus situaciones se resuelven con frescura y familiaridad, de modo que el niño no asiste en sus páginas a un circo estridente y artificial, sino más bien visita a través de su lectura un espacio familiar y de total intimidad.
Acude más bien y se introduce, mediante la recreación de esta literatura, a explorar y vivir más cerca de su propio corazón.
5. Múltiples distinciones
Sócrates Zuzunaga Huaita nació en el año de 1954 en el pueblo de Pausa, provincia de Páucar del Sarasara, en Ayacucho, en la entraña más honda del Perú. Estudió la Educación Primaria y secundaria en su pueblo natal y la educación superior en Ica y en Lima. Ha obtenido múltiples distinciones literarias en el ámbito nacional e internacional entre los que destacan: el Premio Nacional de Educación Horacio en los años 1994, 1999 y 2000; el Concurso del Cuento de las Mil Palabras de la revista Caretas; el Concurso de Cuento “Inca Garcilaso de la Vega” convocado por la Casa de España; el Primer Premio de Literatura Quechua de la Universidad Federico Villarreal en cuento en el año 2000; y en poesía el año 2006. Ha sido distinguido en tres oportunidades por el Premio COPÉ en la categoría de cuento. En 2006 ganó el Premio Internacional Artífice de Poesía de Loja (España) por su poemario Luz de barro. En el año 2010 ganó el Premio Internacional Copé de Oro de Novela, con su novela “La Noche y sus Aullidos”, pasando así a ser un autor consagrado a nivel continental y en el ámbito de la lengua castellana.
6. Al alma del niño
Tuve la complacencia de editar y presentar en 1998 su novela “Y tenía dos luceros”. Lima: Instituto del Libro y la Lectura, escrita en el lenguaje peculiar que utilizan los niños del Ande.
Es un libro lleno de ternura que absorbe al lector y le hace vivir emociones de dulzura inefable, rico en matices, logrado a través de añoranzas y evocaciones.
En él simultáneamente ejemplifica cómo se puede hacer buena literatura para niños, pero a la vez abierta a los adultos sin resultar ni tediosa ni almibarada.
Casi siempre sus novelas son la historia de la amistad que surge entre un niño y los animales, sea un perro, un zorro, una oveja.
Las siempre sentidas páginas que escribe son un canto hermoso y sublime a la naturaleza, al Ande peruano y al alma del niño que puede ver más allá de las convenciones de los adultos.
7. A lo cual se suma otro valor
Aprecio y admiro en Sócrates Zuzunaga el fervor con que escribe, con total adhesión y convencimiento profundo por lo nativo.
Porque lo hace con lo mejor que tenemos los peruanos, es decir con nuestra ternura.
Porque escribe compasivamente, con adhesión a todo lo sufrido, en conmiseración por todo lo débil, que está en riesgo y requiere de toda nuestra protección.
Sus obras son amorosas, tiernas, delicadas. Constituye el acervo de lo bello a lo cual se suma otro valor cual es lo verdadero.
Porque son obras de alguien no contaminado con las poses intelectuales, que trasuntan un ser puro, legítimo y auténtico.
Porque ha asumido que su misión no es tanto tener éxito, sino forjar una literatura con identidad.
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