viernes, 5 de junio de 2015

¿LOBO ESTÁS? - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)

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¿LOBO ESTÁS?

  Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo) 

"Lobo ¿qué estás haciendo?

Me estoy comiendo a tu abuelita".

Shapra

Hace años visité Chiquián para pasar en familia la fiesta patronal de Santa Rosa de Lima.

La noche de la Salva, parado de poncho, bufanda y sombrero bajo un alero de Jircán, escuché conversar a dos jóvenes mujeres que se detuvieron en la esquina de la cuadra.
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Hacía frío. Ambas vestían abrigo oscuro y cubrían sus cabellos y rostro con chales blancos. Solamente se les veía  los ojos. Acá el diálogo:

- ¿Ves la casa que está iluminada?.

- Sí.

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Casa de Carlos "Cañita"

Recuerdo que a las 7 de la noche de un sábado de julio, empezando la década del sesenta, fui a prestarme un disfraz de Caperucita Roja para una velada. Tenía 15 años, han pasado 37 y todo lo que ocurrió llega a mi mente como si fuera hoy.

- ¿Qué pasó?, estás temblando, creo que se te ha bajado la presión.

- No me hagas caso, fueron cosas de chiquillos.

- Cuéntame, para que te sientas más tranquila.

- Tú sabes, en aquellos tiempos éramos inocentes.

- Claro, ahora somos pecadoras, ¿no?

- No te burles. Resulta que no encontré a mi amigo Carlos "Cañita" y mientras lo esperaba para que me preste el disfraz, me puse a jugar "Lobo estás" con los niños de su barrio...  -hizo una pausa.

- No te quedes callada, sigues temblando, hasta parece que te vas a desmayar.

- ¡Cómo se ha ido el tiempo amiga! y ahora al pasar por esta esquina viene a mi mente lo que pasó aquella noche. Tú sabes, retorno después de muchos años y los recuerdos llegan y me agobian. No debí haber retornado al pueblo...  -luego otra pausa.

- Anda, cuéntamelo todo y te sentirás mejor.

- Recuerdo que estaba buscando un escondite debajo de un camión azul, de repente un niño abrió la puerta de la caseta y me pidió con señas que me esconda allí, acepté y nos quedamos agachados junto al timón, escuchando los pasos del "lobo". Mejor otro día te cuento, vamos a llegar tarde a la casa de la Estandarte.

- Sé lo que te digo, cuéntamelo o seguirás haciendo penitencia.

- Bueno, pasaban los segundos y el estar tan pegaditos me puso nerviosa, sobre todo sabiendo que era un niño travieso que se paraba en la esquina de las raspadillas viendo pasar a las colegialas, cuando de un momento a otro sentí su aliento en mi boca y un no sé qué, hizo que lo besara...

La risa de ambas me causó gracia y no tuve más remedio que morderme los labios para no delatar mi presencia. Cerré los ojos y vi pasar por mi mente imágenes de mi lejana infancia, mientras escuchaba la conversación.

Finalmente dijo:

- Entonces empezó a acariciarme, y yo a él. No te imaginas todo lo que sentí... Luego de unos minutos me aparté como un resorte, quise abotonar mi blusa y mi falda, pero los botones se habían caído; felizmente me prestó su casaca, bajé de la caseta del camión sujetando mi falda y me fui, olvidándome de ir a la casa de mi amigo Cañita por el disfraz. Desde aquel entonces cada vez que lo veía a la salida del colegio me ponía roja como un tomate. Pasó el tiempo y no lo he vuelto a ver más, ¿por dónde andará?, quizá continúa jugando al "lobo" con alguna abuelita, no lo sé. Ahora solamente me quedan: su pequeña casaca que lo usa mi nieto y este recuerdo que me acompaña como si  fuera mi propia sombra...

Jircán, CHIQUIÁN, escenario del relato


Huaraz, 28 de agosto de 1983


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.Plaza de Armas de Chiquián
Fuente: 

WET, la hija menor de Baltasar
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