"Cada
día el ser humano abre trechos, y metro a metro va descubriendo el
mundo. También recorre viejos caminos, y paso a paso se descrubre a sí
mismo". Nalo Alvarado Balarezo - Paris, 1984
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LLEGANDO A CONOCOCHA
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Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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Cuando uno surca la curva del generoso Cajacay, el corazón empieza a latir más de prisa.
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Es hora de bajar del carro
para estirar las piernas, junto a un puesto de frutas con aroma a
chirimoya de Huayllacayán. Estamos en la región Quechua, del sabio de
Panao (Huánuco) Javier Pulgar Vidal. El clima es templado y seco (2,600
m.s.n.m.)..
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En Colquimarca la razón nos hace
bajar la mirada frente a la enorme muralla de granito. A sus pies,
orlando el sendero, las flores silvestres multicolores aroman los
campos natales vestidos de turquesa.
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Conforme vamos ascendiendo la región
Suni (3,500 / 4,000 m.s.n.m), los latidos se aceleran por la
disminución del oxígeno; el viento ruge, y el frío acaricia los
tobillos. Incahuaganga, "el Inca que llora", es zona de neblina, el
soroche acecha (mal de altura).
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Unos kilómetros más arriba los cerros
palidecen y se tornan amarillentos, señal que estamos ingresando al
dominio de los pajonales. Al caminar pisando fuerte por estos helados
parajes, se siente el corazón de la naturaleza bajo los pies. Es cuando
los pasos telúricos se convierten en versos y melodías celestiales a 4
mil metros de altura.
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Cuando se ha terminado de sortear el empinado serpentín, las pupilas descansan de tanto concentrarse en las curvas y los abismos de 200 metros de caída en promedio; el cielo se abre luminoso a la vista del viajero que empieza a soñar despierto. Ha llegado el momento de abrir las ventanas del alma para que ingrese el aire fresco de la Puna.
Cuando se ha terminado de sortear el empinado serpentín, las pupilas descansan de tanto concentrarse en las curvas y los abismos de 200 metros de caída en promedio; el cielo se abre luminoso a la vista del viajero que empieza a soñar despierto. Ha llegado el momento de abrir las ventanas del alma para que ingrese el aire fresco de la Puna.
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De pronto aparece la vía afirmada llamada 'Separación'. Es el inicio de la 'RUTA DE LA CANTUTA',
que proyecta Roberto Aldave Palacios, con los doctores Arturo Ruiz
Estada y Filomeno Zubieta Núñez, para regalarnos con la calidad
expresiva de su arte, un motivo más para admirar la belleza de la Flor
Nacional del Perú.
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La Pampa de Lampas Alto, es el
escenario donde se desarrollan mis relatos de ichu: 'Los zorros',
'Tupucancha', 'Tras las huellas de una Leyenda - La flor de la
cantuta', 'La jarrita del Bandolero', 'El pichuichanca de los
escarpines blancos', 'La dulce melodía del viento, 'El toro negro', 'La
venganza del zapatero', 'El cuy cutucho', 'Ñati', 'El último aullido',
'Carnavales en Tupucancha', 'Sueños de escarcha', 'El venado Serafín',
'La medallita de Luis Pardo', 'El pequeño arriero', 'Copos de nieve en
Navidad', 'Mi amigo Vilka', entre otros..
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Desde el horizonte la cordillera nos da la bienvenida con sus tucumanes blancos. Allí se yergue indómito el acerado Tucu
Chira, iluminando con su albor la pródiga pampa. Son los primeros
mechones encanecidos del Ande ancashino que contemplamos al coronar la
cumbre. Glaciares arcanos que cautivan a muchos y entristecen a
pocos...
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Abajo, recostada como un mapa del
Perú, reposa la hermosa laguna de Conococha, que desde tiempos
ancestrales brinda sus aguas cristalinas al Callejón de Huaylas y pone
en funcionamiento la central hidroeléctrica del Cañón del Pato.
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Ya en el pequeño poblado de Conococha
(Km 122 de la vía a Huaraz), empezamos a sentir el palpitar de
'Espejito del cielo'. Los quesitos frescos, las truchas fritas y los
panes chiquianos que se exhiben en las tiendas de barro y paja, hacen
volar la imaginación y retornan como aves temporarias los gratos
recuerdos de la infancia.
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Trepar sin apuro el cerro moreno en el que se apoya el rectilíneo
poblado de Conococha, y volver la mirada hacia la Pampa de Lampas, es
hacer que los ojos se llenen de alborada, al contemplar desde arriba la
cordillera Huayhuash, dominando el panorama con la pureza inmaculada de
la nieve. Un mirador natural para las almas fuertes. Unos pasos más
allá, cerca de la gruta, un ramillete de mejillas chaposas y ponchos habanos esperan impacientes el vehículo que los llevará al paraíso: CHIQUIÁN, cuna de LUIS PARDO.
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