jueves, 14 de mayo de 2015

EL SOMBRERO DE LA MUJER PARARINA - POR RÉGULO VILLARREAL DOLORES (PARARÍN, RECUAY)


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EL SOMBRERO DE LA MUJER PARARINA 

MACHU PICCHU CAMINANTE DE LA COMUNIDAD DE SAN JUAN DE PARARÍN

Caminando por la playa Bermejo (Litoral pararino) *entre paisanas que escogían piedras pulidas como preámbulos de nostalgias, las olas  solfeaban recurrencias de híbridos conflictos. El viento, con la guadaña conflictiva de su hipocresía, arrebató de súbito el sombrero a una paisana.

El sombrero, cual paloma liberada de amarras misteriosas voló de la cabeza de la paisana, a la arena y siguiendo los seductores guiños del viento se dirigía hacia las afiebradas espumas de las olas como cangrejo soñoliento. La pararina, con una sonrisa sorprendida corrió detrás de su prenda amada.

Al fondo, un espectáculo arribista de surffistas cholos creyéndose “gringos”, batían acrobacias de arrogancia en el mar, compitiendo con los gallinazos.

Familiarizado desde la infancia con el sombrero como emblema comunitario de las pararinas, no me había fijado (hasta entonces) del enorme peso cultural de la prenda. Por alguna razón extraña me quedé fascinado de la eminencia del sombrero pararino que usara también  mi madre, mis hermanas, mis tías, mis primas, como desovillando los antiguos quipus de la milenaria tradición de la Comunidad de San Juan de Pararín.

Pararín** es una Comunidad hecha de flor de niebla y de misterios, sus orígenes compiten con las preeminencias del diluvio universal, que en el Perú duró 60 días, con sus noches.

El Dios Vichama, que vive en el litoral pararino, al conjuro del círculo de su fuego sagrado, (desde Cerro de Horcas hasta Huarmey),  sabe que la paloma de la paz, con su ramo de olivo, ya encontró el sombrero de las paisanas, izado en el mástil de la barca de Noé, y desde ahí se anunció el cese del diluvio como castigo al mundo. 

El sagrado sombrero de las paisanas, hecha de la solemnidad de niebla y pasión de rayo, marca el destino e ingenio de una Comunidad que desafió a Incas y a españoles, y planta cara a la acomplejada República peruana, que, con el salvajismo de sus leyes usureras, pretende profanar la memoria Andina, intentando poner de rodillas la sangre milenaria que construyó chullpas y trazó la geografía de Pararín, memoria de la lluvia, desde Pilapunta, hasta el litoral, haciendo de la esperanza, una apuesta eterna.

La Comunidad de San Juan de Pararín, es la sangre de los abuelos sembrada  en las venas de cada defensor de la Comunidad, que recoge los sueños de la esperanza siguiendo los vuelos de los cóndores con caligrafías de historia, desde las fortalezas del pasado.

El 23 de noviembre 2014, la Comunidad de Pararín, danzando sobre el orgullo de tripas de usurpadoras de sus tierras en su litoral, izó muy alto el sombrero pararino, como emblema de batallas por la dignidad, y señaló la hora de los defensores: respetando a los defensores de lo comunitario, aunque estos no sean pararinos, y, combatiendo con fiereza a los traidores, tratándose de pararinos/as, con mayor contundencia.

Los traidores a su Comunidad o, a su Patria, son más venenosos que los enemigos. Así entendieron los Incas, para forjar el Tawantinsuyo – Estado Confederado de los Incas, castigaron a los traidores más que a los enemigos. El verdadero/a comunero/a, no cava la traición sobre las espaldas de sus padres y hermanos.

La autenticidad comunitaria se gana con responsabilidad y no con muecas de serpientes. Los comuneros no caben en los espejos de los consuelos, la Comunidad es vida, un lugar de todos y para todos.

La Resistencia cultural es Dignidad y, la organización, es fuerza. La Dignidad pararina está expresada en el sombrero de las paisanas que usó también mi madre, mis hermanas, tías, primas, y es el dado eterno para apostar con Dios por la justicia.

Si hay desgarros de fricción en el recuerdo, es porque el tiempo no da descanso a las promesas, pues  en las promesas se transfiguran las personas y en la danza frutal de su cumplimiento o los catafalcos frígidos de su incumplimiento, está la grandeza o pequeñez del ser humano.

El sombrero de la mujer pararina, representa la identidad universal de la Comunidad de San Juan de Pararín; y  es el símbolo de Lumef (Lugar-de-la-Memoria-Eterno-Futuro) y es abnegada adhesión de FREDEINPA con la memoria y la semilla  de Pararín como  purificación de conjuros que antecede la restauración de la aurora.

El sombrero de la mujer pararina es el pequeño Machu Picchu caminante de la Comunidad de San Juan de Pararín, con el sombrero de la mujer pararina camina la comunidad con su milenario peso cultural que ha generado una raza de seres como crónicas rurales, una especie de fortalezas silenciosas, indestructibles y serenas que han logrado mantener los legados culturales a pesar de las destrucciones occidentalistas y los traidores anti comunitarios metidos de “dirigentes”.

El sagrado sombrero de las paisanas, hecha de la solemnidad de niebla y pasión de rayo, marca el destino e ingenio de la Comunidad de San Juan de Pararín, desde su santuario de Pilapunta hasta el litoral: De Cerro de Horcas hasta Huarmey- una apuesta a la esperanza eterna desde solidaridad más recóndita que no es lástima de usureros.

Régulo Villarreal Dolores