jueves, 23 de abril de 2015

RAIMONDI Y EL DESARROLLO DEL PERÚ - POR WALTER A. VIDAL TARAZONA (AEPA - ANTONIO RAIMONDI)



Antonio Raimondi - Escultura: Muriela Valdivia
Foto: Armando Alvarado Balarezo


RAIMONDI  Y EL DESARROLLO DEL PERÚ 

Walter A. Vidal Tarazona 

         Se ha hablado mucho de Raimondi,  pero pareciera que no se ha dicho de él todo lo que debiera decirse. Creo, no lo suficiente, por ejemplo, sobre lo que significa el avance de las ciencias con su presencia en nuestro país, presencia con la que se inicia “una nueva era” en el Perú. Para Raúl Porras Barrenechea Antonio Raimondi representa en la Geografía, como Palma en la Literatura y Garcilaso en la Historia, una de las grandes  coordenadas de la cultura nacional.

         Falta también hurgar sobre su labor como consultor del Estado en temas científicos de interés nacional, la que nos lleva a formular la siguiente pregunta crucial: ¿Llegó a tener el sabio naturalista una idea de desarrollo para el Perú? 

         Es esta una pregunta muy importante para la investigación científica, un reto para escritores y académicos. Es propósito de las siguientes palabras trazar alguna línea de reflexión sobre el apasionante tema en cuestión.

         (Antes quiero saludar a Raquia y a los aepistas congregados en esa ciudad. Tal vez sugerir, con el mayor respeto que se merece, que sus autoridades gestionen, en el Parlamento o donde corresponda, la corrección del nombre del Distrito para que sea el del sabio peruanista: Raimondi(con i). 

Personalidad moral y sentimental del Sabio. 

         Antonio Raimondi, de su patria desterrado por voluntad propia, llega al Callao el 28 de julio de 1850 a las 11 de la mañana, con sus 23 años, una lupa, un lápiz y unas cuantas libretitas. ¿Qué es lo que le trae al Perú? Una inmensa pasión que siente por la naturaleza. Cuando llega a Lima, natura, se apresta en recibirlo mediante la sonrisa de una higuerilla silvestre en el matorral de los alrededores limeños. El joven italiano sonriente reconoce la planta, pero observa que acá la higuera crece libre y no en los invernaderos como en Europa (El Comercio 11.12.1964).

         Luis Astete, citado por Etore Janni, lo pinta físicamente a Raimondi: “alto, corpulento, de fuerza hercúlea [...] barba aperillada y unos ojos grandes de los que surge una mirada serena”. Emiliano Llona (1884) añadiría:”La energía, el candor y la bondad se hallaban singularmente mezclados en su fisonomía y revelados por la locuacidad de sus palabras y la viveza de sus movimientos”.

         De mente sobriamente lucida, cariñoso y apasionado en el amor como lo muestra de cuerpo y alma la carta a su novia huaracina:

Señorita de mi mayor afecto y estimación […] Por mi carácter soy poco amigo de diversiones y después que me he separado de usted no solo no hallo gusto de las distracciones, sino que me dan fastidio, porque no encuentro en ellas nada que retenga mi atención, no estando presente usted”.

         Sensible hasta el llanto, como lo cuenta su biógrafo Ettore Janni: “sus lágrimas eran de ternura. Lloraba elevándose  de las melancolías del pasado a las nuevas esperanzas del porvenir”. En una misiva el sabio dirá: “No sabe el amigo Colunga cuantas puñaladas me dio involuntariamente con sus cartas orladas de luto”, refiriéndose a las cartas de condolencia que su entrañable amigo así le enviaba cuando Raimondi perdió a su adorada madre en Italia.

         Raimondi también reconoce: “[que] si la generosa naturaleza no hubiera hecho germinar en mí esta grande pasión por las ciencias naturales, que casi raya en  frenesí [….] yo hubiese sido el ser mas desgraciado [...]

         “Un día –relata el sabio- estando, como de costumbre, en el conservatorio del jardín botánico de Milán, presencié por una rara casualidad el corte de un gigantesco cactus peruvianus, el que habiéndose levantado como un monstruoso candelabro hasta el techo del conservatorio, recorría una gran parte de éste, sostenido por medio de cordeles. La mutilación de este patriarca de los cactus, que era una de las plantas de mi predilección, me produjo un vago pesar, como si hubiera sido un ser animado y sensible, y esa extraña circunstancia hizo nacer en mí la primera simpatía hacia el Perú, su patria [de la puya, que después se llamó “de Raimondi”]: presagio sin duda de mi futuro viaje a este país” (Yarcán Nº 4, 1990). 

Formación y Pensamiento. 

         En cuanto a su preparación académica que traía el viajero, dice su biógrafo Janni, "Por la escasez de noticias que se tiene en lo concerniente a aquella época de su vida, no cabe determinar siquiera hasta donde cursó estudios regulares, los que probablemente no lo fueron mucho que digamos. Está fuera de duda que no se graduó y que llevó allende el océano algún título académico. Posiblemente no estudió sino a su manera, confor­me a su vocación”.

         Raimondi sabía que el naturalista se forma básicamente en el directo y permanente contacto con la Naturaleza, con los objetos de estudio a la mano y no encerrado con un gabinete en el laboratorio; de allí sus frecuentes visitas al Jardín Botánico de su patria. “[…en donde] Al ver los animales disecados de nuestros museos, daba vida con mi fantasía... veía al cóndor dominar con su majestuoso vuelo a las cimas nevadas de la gigantesca cordillera de los Andes”, así nos relata el sabio sobre los acontecimientos previos a su viaje.

         Su gran capacidad de percepción de los objetos, su talento para descubrir, analizar, sintetizar los hechos estudiados implica un gran esfuerzo y destreza sobrehumana; pero sabía manejar su exquisita imaginación e intuición que le ayudaron a la construcción de sus conocimientos enciclopédicos, donde tampoco está ausente su sensibilidad humana. No tiene por qué estarlo en toda labor científica.

         Cristóbal D. Bustos Chávez (El Departamento, 01.01.1956) recuerda que el sabio observa y analiza el “ingenioso método de dar los tintes a ciertos tejidos”  en  Vilcabamba (Piscobamba),  que requiere de “mucha paciencia y tiempo, condiciones que se reúnen, en la raza indígena del Perú, porque además de su mucha paciencia el indio nunca tiene en cuenta el valor del tiempo que emplea en hacer cualquier cosa”. Sin duda  Raimondi fue un sincero indigenista, tuvo fe en las virtudes y méritos de esta raza andina, bravía; el indio fue su guía amiga en los caminos inhóspitos, por eso se compenetró con él.” 

         Su afán del saber universal y su experiencia le ensenan a asimilar conocimientos globales antes que parciales, específicos. Honorio Delgado, citado por Reina Loli (2014) dice: "Rasgo característico del pensamiento de Raimondi es la aspiración a la totalidad. Adquiere noticia exacta de cuanto es posible saber de cada cosa, pero, a la vez, abarca el conjunto con una sola mirada, desde un solo centro. Con repugnancia instintiva para la especialización, cultiva todas las ciencias -tarea muy pesada en el siglo XIX -. No le contenta ser sabedor consumado de una disciplina. La profundidad de su amor a la obra de Dios exige la iluminación cabal”. 

Gran Líder de Opinión. 

         Desde el momento que llegó a Lima, se le abrieron las puertas del mundo académico al joven Raimondi. A los doce años de su llegada, estando de Rector de la UNMSM el Dr. Gregorio Paz Soldán, se le concedió el grado de Doctor en Ciencias Naturales. En 1875 es Profesor Honores Causa de la Facultad de Medicina de la U. de San Marcos, otorgado por el mismo presidente de la republica D. Manuel Pardo

         Esos reconocimientos a su talento mas sus contactos con sus alumnos  y colegas profesores universitarios caracterizan a su persona para desempeñarse, finalmente, como asesor y\o consultor del Estado y de otras entidades no gubernamentales con gran acierto y capacidad. Hecho que a su vez le da un valor agregado para convertirse en un gran líder de opinión de su tiempo, de mucha credibilidad tanto en el sector público como en el privado.

         ¿El desempeño con bastante éxito –y merecimiento por cierto- en esos cargos oficiales y privados no le habrían dado oportunidades para pensar en un modelo de desarrollo nacional, acaso?

         Si bien es cierto que el sabio otorgó más tiempo a su labor investigativa en el campo de la naturaleza, no se puede desechar la idea de que en su mente tuviese un pensamiento coherente de lo que era y de lo que debiera ser el Perú. 

Hacia una idea de Perú de Raimondi. 

         El año 1878 el Perú participó en la Exposición Universal de París con una muestra de 652 minerales coleccionados básicamente por Antonio Raimondi. Es probable que él fuera invitado a participar. Pero el sabio jamás se movió de su segunda patria, a la que amó tanto, mucho más que muchos peruanos. En esta circunstancia especial y en otras es probable que su preferencia haya sido no “perder tiempo” en actividades protocolares y turbulencias políticas, aun mas estando ya casi desesperado por las dificultades que se le estaban presentando para  la continuación de su obra, la edición de su libro estelar “El Perú”; igual circunstancia señalada ocurrió cuando se le ofreció  el cargo de Decano en una Facultad de San Marcos que él declinó muy respetuosamente (leer en Libro de Oro de la Provincia de Antonio Raimondi, Lima 2014).

         En 1874 al salir el 1er tomo de “El Perú”, se lee lo siguiente: “En el libro del destino del Perú está escrito un porvenir grandioso”. Analizando esta idea, no por cierto con la profundidad que el caso requiere por la estrechez de espacio-tiempo que tenemos, encontramos las siguientes ideas fuerza: Destino del Perú- Porvenir grandioso.

         En Octubre de 1990, D. Gmo. Santillana Cantella (Yarcán, 1990) lanza una idea  muy estructurada sobre lo que significa la obra del sabio milanés en nuestra patria:   “Perú es el principio y el fin de su obra”.

         Empatando ambas ideas fuerza, podemos adelantar algunas frases conclusivas, añadiendo por su puesto lo que ya hemos expuesto (in supra). Para principiar, hay un vector dirigido a la verdad siguiente: no hay un investigador que haya conocido y estudiado el Perú coyunturalmente, palmo a palmo, como lo hizo Antonio Raimondi en su época.

         No porque no existiera intelectuales preocupados por trabajar generosamente  por el progreso de su patria; que si los hubo, especialmente en aquella coyuntura que coincide con el gobierno más exitoso  y honesto que haya tenido el Perú: los de Ramón Castilla. Sino porque las turbulencias de la política, que atraía con fuerza a la mayoría de los intelectuales que buscaban en ella su medio de existir; pues el hecho es que estas turbulencias –como las de ahora y casi las de siempre-no solo que constituían una alternativa de vida para los pensadores, sino que entorpecía y retardaba  los esfuerzos de progreso económico y social emprendidos ya desde el gobierno o desde muchas instituciones civiles.

         Eran pues pocos los esforzados por el bienestar social, entre ellos Raimondi, con ese ideal constante de búsqueda de un mejor mañana para todos mediante un desarrollo integral de país con un norte definido. Pero Raimondi al parecer tenía ventaja comparativa porque sabía desempeñarse tanto como un colaborador naturalista laborioso cuanto como experto consultor al servicio del Estado. Siempre en su función gozaba de una credibilidad pública.

            Ahora, ¿cuál era ese norte a la que acabamos de mencionar?. Esa visión hay que investigar (si es que la hubo).

         Aquel tema está relacionado con los contenidos que el sabio peruanista iba sembrando en sus líderes provincianos de los pequeños pueblos y ciudades medianas. En sus conversaciones con las personas más representativas del lugar iba dejando ideas de progreso local, como por ejemplo sembrar y transformar plantíos que la naturaleza les dada a manos llenas en ese micro clima, y siempre insuflando optimismo al esfuerzo por un crecimiento sostenido e inserción en un desarrollo global del país gracias a sus recursos naturales, como el hídrico que es para el sabio columna vertebral de ese desarrollo.

         Resulta pues bastante viable plantearnos como hipótesis que Antonio Raimondi sí tuvo en mente, tal vez no explicitado, un pensamiento de desarrollo nacional articulando las inmensas riquezas naturales. Apuntaba en esa dirección –creemos- el ilustre chiquiano-peruano Juan Eugenio Garro (1898 – 1990), cuando sostiene que Raimondi nuclea en un vasto pensamiento coherente “sus variados temas de investigación”, “como una aspiración de crear un cuadro grandioso que encierre la imagen del Perú, sobre la base de las ciencias naturales” (Libro de Oro de la Provincia de Antonio Raimondi, 2014).  Modelo que tal vez empezara a trabajarlo desde el contexto de  su labor académica en Lima.


Antonio Raimondi - Museo de Arte Italiano
Foto: Armando Alvarado Balarezo