CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
2014 AÑO
DE LA BATALLA DE LA LECTURA Y
ESCRITURA POR LA CONSTRUCCIÓN
DE UN MUNDO MEJOR
MARZO, MES DEL AGUA, DE LA MUJER
LA POESÍA, EL TEATRO Y EL NACIMIENTO
DEL POETA UNIVERSAL CÉSAR VALLEJO
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DÍA MUNDIAL
DE LA
FELICIDAD
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
LA FLOR
DEL
CARIÑO
Danilo Sánchez Lihón
En este momento
usted tiene todo
lo que necesita para ser feliz.
Anthony de Mello
1. Se abrazan
y lloran
–Y, ¿qué es lo mejor que hay y se
encuentra en el extranjero? –le pregunto al familiar a quien hemos
venido a recibir al aeropuerto. Y que regresa para pasar aquí una
temporada de vacaciones.
– Trabajo, orden y dinero. Se gana y se ahorra bien afuera.
– Y, ¿qué se aprecia, desde lejos, como algo bueno entre nosotros?
– Sobre todo el cariño, el afecto y el amor de familia.
– Es curioso. –Tercia alguien–. Porque pareciera que aquí siempre nos estamos peleando.
– Lo que prueba que somos emotivos. Y es precisamente con ese factor o contenido con que se quiere y que se ama.
– Lo anterior muestra también que nos resulta difícil expresar nuestro cariño.
– Pero miren la multitud de
personas que han venido aquí, al aeropuerto, unos a recibir, y otros a
despedir a sus seres queridos. Tanto que parece un mitin o una feria.
– ¡Y cómo se abrazan y lloran!, unos porque se van y otros porque se quedan; unos porque parten y otros porque llegan.
2. Secreto
y escondido
– Y llorar es una fortaleza. Y lo hacemos pese a que siempre se nos ha inculcado no llorar.
– Es una fortaleza, y de las grandes. Porque después de entregar nuestra sangre, es de valientes derramar nuestras lágrimas.
– Los cobardes no lloran sino que se burlan y se mofan.
– Pero muchos de esos sentimientos se dan cuando todo ya es irremediable.
– Sí, pues. Eso es lo adverso y
contradictorio. Y ocurre porque nos es difícil expresarnos. Y más aún,
utilizar las palabras para poder decir lo que sentimos y pensamos.
– Y por eso lloramos.
– Más, el cariño existe; incluso de ese modo secreto y escondido.
– No obstante, tenerlo oculto o soterrado se hace explosivo y dañino.
3. Cuando ya
han partido
– Pero, si en el platillo de una
balanza ponemos dinero y en otro cariño, a fin de elegir entre irnos o
quedarnos, ¿al final cuál pesa más?
– Indudablemente, el cariño.
– Pero, si el cariño se hace evidente y se dice a solas, con lágrimas en los ojos y cuando los demás se han ido, de qué vale?
– Ahí está el problema. Por eso, hagamos expresivo el cariño, que inunde nuestras vidas, ¡debemos demostrar que nos amamos!
Y esto debe ser así en muchos aspectos de la vida y en muchos órdenes de cosas.
Porque esperamos que alguien se aleje, y hasta desaparezca, para recién ofrendarle un reconocimiento, que resulta ya inútil.
Aplazamos para después, cuando ya han partido, entregarles la flor del cariño, que ya muy tarde comprendemos que se merecen.
Y esta situación, lamentablemente, ocurre más con los seres cercanos y hasta entrañables en nuestras vidas.
4. Inabarcable
e infinito
Acontece con aquellos que son centrales en nuestro afecto o pertenecientes a nuestro mundo íntimo.
Incluso, hay que sabernos
perdonar, comprendiendo que el amor es también la ternura que podemos
tener por los defectos de los otros.
Sin embargo, ocurre lo contrario.
Cuando aquella persona está a nuestro lado la desconocemos, y hasta pareciera que ignoramos todo mérito y valía que ella tiene.
Y basta que se aleje para que recién se nos haga evidente su valor casi sagrado.
Pero en la vida cotidiana nunca le hemos dado muestras de afecto.
Y esto se hace funesto cuando de un momento a otro aquellas personas desaparecen o se esfuman para siempre.
Recién sentimos la falta y el
significado inmenso, hasta lo inabarcable e infinito que tenía su
presencia para nosotros. Y es eso lo que nos crea desasosiego, amargura e
infelicidad.
5. Capullos
frescos
Entonces, recién les llevamos ramilletes de flores a los cementerios estupefactos.
Recién nos sentimos repentinamente
en deuda y culpables de no haber sido sinceros en nuestra estima, y les
atiborramos de arreglos florales en la sala cuando se velan.
Y les hacemos homenajes y
oblaciones que queremos que sean magníficos. Y que resultan más
conmovedores aún en nuestro recuerdo atribulado.
Pero, estas manifestaciones jamás
dejarán ser flores de ausencia y desolación, aunque sean ramilletes de
colores alborozados y estallantes.
Serán para siempre dones y ofrendas pero atravesados de gimiente nostalgia.
No son los capullos frescos de la existencia, que harían que unos y otros se animen, se impulsen y sean felices.
Y, de ese modo, la realidad se torne más radiante, pletórica y hasta jubilosa.
6. Francos
e inocentes
Que nuestra lealtad sea entonces ofrecernos en vida la flor del cariño sincero.
Y que sin reticencias ni inhibiciones esa exaltación se haga explícita y rotunda.
Ya que: ¿por qué guardar la flor que alguien se merece? ¿Para recién decirla cuando ya no existe y se ha ido para siempre?
¿Por qué no prenderla en el ojal
del pecho del ser amado cuando él está a nuestro lado, que es en donde
debe lucir y permanecer para desde allí iluminar nuestras vidas?
No hay que esconder,
avergonzadamente, lo más sublime y noble como es el amor. No aceptarlo y
no permitirlo no sólo es un error, sino una verdadera desgracia.
Incluso lo es el no ser
suficientemente expresivos para los hechos acrisolados y excelsos, como
son los cariños francos e inocentes. Y más incurrir en ser duros y
explícitos para señalar defectos, equívocos o agravios.
7. Hasta el regreso
del último
Hay que ofrendar la flor que todo ser se merece, pero ahora y no cuando las personas ya no estén ni cerca ni en este mundo.
Apego que sólo ponemos de manifiesto cuando ya se han tendido distancias inexorables e imposibles de salvar.
Olvidamos así que las personas más nos motivamos por la gracia y la dulzura del compartir.
Y agradecer, el conjunto de seres que se reúnen en torno a un hogar, por esta gracia del amor de familia.
Agradecer por esta bendición que
tenemos los seres al nacer y permanecer aquí, cual es que no vinimos al
mundo a estar solos sino teniendo aquí a quienes nos esperan.
Agradecer por este milagro de la vida de no caer dispersos, andar sueltos o aislados sino formando espigas, manojos y racimos.
De seres que se cuidan, protegen,
ayudan, consuelan, perdonan. Y que velan por las noches hasta el regreso
del último de ellos a casa.
8. Donarte
a ti mismo
Ahora bien, no solamente desestimamos la flor que nuestro corazón guarda para otros corazones.
O para las personas que comparten
con nosotros el discurrir de los días, lo cual podría ser comprensible y
hasta perdonable por no ser conscientes de que lo sentimos.
Ya que insensato sería sentirlo y ocultarlo, lo cual tampoco es raro que esto ocurra y acontezca.
Sino que hay otra flor aparte, y quizá sea la más valedera y trascendente.
Esta es la maravilla más insólita,
reservada solo para ti, para ofrecértela a ti mismo y que yace latente
en el fondo de tu ser.
Esta es la yema primigenia e inequívoca.
Se pueden perder otros tesoros pero este no, porque es a cada persona a quien toca rescatarla.
Es la joya de homenaje a uno mismo. Y, en este caso, es la que tú te mereces donarte a ti mismo.
9. La flor
que nos merecemos
Es la única flor intrínseca y
silvestre, por secreta, difícil e impoluta. Y que está reservada a una
persona única, a una sola y es a ti.
Y eres tú mismo quien debe ofrendársela a ti.
Esa flor no se cultiva en ningún otro lugar que no sea en tu propio huerto interior, en tu pervinca y pensil más íntimo.
Y crece gracias a tu verdad y a tu arrojo.
Podrás recoger otras y muchas
flores del campo exterior, pero ésta es la única, que si tú la pierdes y
descuidas nadie la podrá encontrar.
Es la flor de ti para ti y hacia ti.
Para hacerte dueño de ella cabe toda lucha, cabe todo conocimiento, cabe toda aventura y todo valor.
Hacer aparecer la flor que somos
hace implícito y natural el homenaje hacia los demás, porque ya somos
nosotros mismos la flor que nos merecemos y hasta aparece erigido el
altar que debiéramos llegar a ser.
10. La clave
secreta
Entresacar la flor que está al fondo de nuestro corazón, lozana y de extraordinaria fragancia, es la dicha de vivir.
Extraerla es también un problema de expresión y libertad.
Es la flor, que he sentido, la porta ahora, para ella y para los demás, nuestra alegre visitante.
Y no porque la haya traído de
afuera o desde la lejanía. Sino que, a fuerza de extrañarla la ha
entresacado desde el fondo de sí misma, desde aquel huerto interior que
llevamos felizmente a todas partes.
– Y, ¿crees que se tenga que salir para encontrarla dicha flor?
– ¡No! Al contrario, la mayoría al salir la pierde.
– ¿Entonces?
– Es aquí, adentro, donde hay que
buscarla y hacernos dignos de ella. Hasta encontrarla y luego cada uno
ofrendársela a sí mismo y a los demás.
Y este es el verdadero tesoro que podríamos hacer que nos depare la vida. Quizá esta sea la clave secreta de la felicidad.
Texto que puede ser reproducido
citando autor y fuente