MANUEL ARTEAGA ROSALES:
HOMBRE Y MAESTRO AGRADECIDO DE LA VIDA
Por Víctor Hugo Alvítez Moncada
pisadiablo100@hotmail.com
El
último viernes 19 de diciembre, cumplió 90 años de fructífera existencia el
Maestro y Escritor ancashino MANUEL ARTEAGA ROSALES, acontecimiento que fue
celebrado por su generosa familia en Huacatambo (Nepeña), paraíso que él eligió
para vivir rodeado de naturaleza, amistad, tranquilidad y Paz; en dicho lugar
inició a desempeñar su labor docente la década ‘30. Integrante de la Asociación
de Escritores y Poetas de Ancash (AEPA), asistió a algunos de sus encuentros y
ha publicado una larga relación de libros en poesía, cuentos, novela e
historia. También asistieron amigos y amistades, desde Chimbote nos movilizamos
con el declamador Roberto Díaz Valencia quien le dedicó un poema, entre otros
amigos como el bibliotecario Paulino Meléndez.
¡FELIZ
DÍA DON MANUEL Y MUCHOS AÑOS MÁS DE VIDA!
Reproducimos lo que alguna vez escribimos sobre él y su
aporte a la cultura regional.
Pisadiablo
El hombre es un ser dotado de
sabiduría e inteligencia, hecho que le permite decidir la entrega fiel y
constante a la vocación que regirá el destino de su vida. MANUEL ARTEAGA ROSALES, desde su lar andino que le diera luz
matinal en 1924, arriba en Huailas, o viejo Hatun Huailas “Tierra de ensueño”
hoy nuevo distrito de Santo Toribio, departamento de Ancash, donde creció
acompañado de profundo amor, flores silvestres, viento, lluvia, canto del río y
avecillas del campo, quienes arroparon su ser para fundirlo en los crisoles del
trabajo, responsabilidad, anhelo de superación,
perseverancia, honestidad, dedicación, respeto, amistad, gratitud y
otros valores morales y humanos que supo afrontarlos en sus distintos momentos
ante la sociedad como hombre, empleado, maestro, músico, escritor y amigo.
Por eso, le será fácil adaptarse a
todas las circunstancias donde anduvo desarrollarse y vivir, desempeñándose en
disímiles ocupaciones hasta llegar a maestro de escuela, de aquellas escuelitas
prendidas en la punta del cerro, de techos de ichu pero de inmenso cariño por
la niñez estudiosa y comunidad, hasta poco a poco ir despeñándose, “cuesta
abajo” buscando mayor bienestar y progreso, y que de tanto rodar –cual piedra
de río- llegó a Huacatambo en el valle de Nepeña para entregar toda su
experiencia, sapiencia y conocimientos por considerables años hasta jubilarse
como director; luego pasó a nuestro Puerto
de Oro – Chimbote donde se afincará definitivamente, continuando su
contribución personal y colectiva en los campos institucionales y literarios.
Maestro admirado y apreciado por las
comunidades y fundamentalmente la generación de hombres que formó y que hoy a
la distancia solamente siente la satisfacción por la meritoria tarea cumplida a
pesar de múltiples dificultades. Su labor docente estará conferida a tan
preclara misión, regocijando la experiencia educativa y necesariamente los años
mozos y juveniles junto a sus alumnos en paseos, excursiones, conociendo
nuestro extenso territorio ancashino y otros; cultivando el deporte con pelota
de trapo o vejiga “copocho” de algún animal; el teatro, la música acompañado
siempre de su infaltable rondín, violín, mandola o mandolina -de acuerdo a la
ocasión- celebrando veladas literario-musicales e inolvidables jaranas y pasionales
serenatas a la luz de la luna; consolidando fuertemente lazos de fraternidad y
amistad entre sus colegas y todos quienes estuvieron rodeándole.
MANUEL ARTEAGA ROSALES, era entonces
un hombre decidido, empeñoso, aventurero, acomedido, conquistador. La vida para
él debía transcurrir por el cauce de la máxima expresión vivencial, no podía
desperdiciársela, el día siguiente será distinto y con mayor optimismo habrá
que enfrentarlo, cara a cara; he ahí la importancia y necesidad de vivirla,
intensamente, del mismo modo ejemplarmente.
Hombre desprendido, sencillo que añora
el terruño entrañablemente, la familia, los amigos y discípulos; todos estos
sentimientos lo inclinarán por el arte literario, recogiendo su experiencia y
madurez. Inició haciendo versos para niños, a la bendita tierra con sus colinas
y campiñas hondamente verdes bajo aquel Alpamayo centinela carmín catalogado
como el nevado más hermoso del mundo; el serpentear del Santa donde se han de
encontrar silbando para saludarse jubilosos; aquellos caminos orlados de
retamas y retorcidos cercos de penca de largos magueyes en flor que luego sus
pukanas atizarán el fuego para el mote y habas tostadas a bolsillos llenos;
testigos de aventuras y presagios, volviendo las andanzas a recordar la amada y
cantarle efusivamente.
Como escritor ha desarrollado una
valiosa labor, sus obras aquí resumidas, dan testimonio de un largo trance por
las letras comprometidas con los caros anhelos de mostrar la vena poética,
narrativa e histórica: evocatriz, bucólica, romántica, telúrica y mística. En
esta larga lista de libros de poesía, cuentos y relatos, novelas, monografías y
hasta revistas; no nos detendremos, usted amigo lector catalogue lo ampliamente
andado en este sendero por el citado autor; y, a pesar de considerarlos él
mismo como inéditas -por la indiferencia y desamor-, a excepción de una de sus
últimas Semblanzas de mi tierra- muchas de ellas conocemos y valoramos
el esfuerzo que supo desplegarles para deleitarnos amenas, lozanas y oportunas.
A estas alturas de la vida y con una
veintena de libros de su autoría, cree todo haber transcurrido, cual agua
corriente bajo arcos de puentes calicanto, ofreciéndonos Confesiones
donde anota: “es el complemento autobiográfico de otros libros como Escalones, Rocíos de otoño y Cuarenta años después”; allí se detiene para mirarse en sus espejos y
reflejos del cielo, entonces ha de decirse: ¿Tan poco he contribuido con mis
semejantes, mi tierra, mi familia y la humanidad? Pregunta muy difícil que
pocos nos hacemos y solos encontramos respuestas, mayormente reflexivas. Muchas
veces mostrando únicamente lo bueno ¿y lo malo? quién ha de calificarlo, ¿no
será nosotros mismos para poder así pregonar con el ejemplo
y la franqueza? Este es el caso de MANUEL ARTEAGA ROSALES Hombre y Maestro agradecido de la vida
que a través del presente libro, cuenta su existencia y obra, postrándose ante el ser supremo, el hombre,
la sociedad y futuras generaciones lo califiquen en su verdadera dimensión.
Entonces pareciera escuchar su hablar andino mezclándolo con el quechua materna
diciéndonos: “Esta es mi vida, esta es mi obra, indudablemente no he podido
cumplir todos mis anhelos, ilusiones y desvelos; no obstante aquí estoy
transparente ante ustedes”.
Pues
los jueces de la tierra habrán de considerar la inmensa contribución de un
hombre humilde. maestro ejemplar, padre abnegado, amigo imperecedero, y ellos
serán quienes digan su palabra y coloquen la nota final; estando seguros será
preponderante, sobresaliente. Su familia, discípulos, amigos y todos quienes
conocemos de cerca al patriarca, también le responderemos cariñosamente:
¡Gracias Maestro por sembrar en el surco portentoso la semilla milagrosa que
fructificará toda la existencia! Sin embargo, Maestro, será siempre grato regarla
con abundantes y permanentes lecciones y cercana amistad. Igualmente ¡La lluvia
del tiempo y olor a frescos campos postreros arados los 19 de diciembre
perpetúan anegando esperanza, fe y sempiterna gratitud, entre tanto, tras de
nuestras casas de blanco encalichadas, fogones encendidos continúan levantando
sobre queñuales, alisos y eucaliptos su humo caminante, fervoroso cual banderas
de paz y eterna devoción!
Chimbote,
“Puerto de Oro”, Octubre 2005