jueves, 8 de mayo de 2014

EVITO ALVA IBARRA, EN EL SEGUNDO ANIVERSARIO DE SU PARTIDA - POR ROBERTO ARANDA CHÁVEZ (RACH - CHIQUIÁN)


 
 
 Jesús dijo: "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente" (Juan 11:25-26).
 
 
 
 
Cordillera Huayhuash
 
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CHIQUIÁN EN EL RECUERDO

Nuestra querencia no es solamente su paisaje y la gente que habita su suelo. En mi caso, talvez porque no nací en Jircán, pero sí mis raíces, me fue fácil asimilar de adolescente, que
CHIQUIÁN es mucho más que ese binomio mágico: también es su sed, su hambre, su risa, sus sueños, sus luchas por el desarrollo, su canto, su llanto... No es la laguna Sequiancocha que se secó de repente, y con el tiempo se hizo parcela habitable, es también Pisanamaría y su escoba, Matara y su ccantuhuayta, Cuspón y doña Licuna, el Turumanya del maestro Rubén; es Obraje y el barbudo Andrés, Carcas y su tarde taurina de agosto, Cutacarcas con sus vacas lecheras de pelo y medio. 
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Chiquián no termina en Caranca ni en Jaracoto, tampoco en Gilta, menos en Cruz del Olvido; Chiquián es el viento de Rumichaca al caer la tarde soñolienta, la mangada que viene de Florida, Ninán y Cucuna, sus caminos que serpean junto a la cascada que cae y al arroyo que pasa riendo; es el rayo, el relámpago y el trueno que nos avisan que sobre todas las cosas está DIOS; es nuestra generosa laguna de Conococha que calma la sed del Callejón de Huaylas. Son las manos alfareras que aplauden las obras de bien de sus hijos y las que imploran por el hijo pródigo que no retorna; es la chicha en cuntu, el chinguirito caliente, el restallante rococho, la añoranza que espera insomne; es la herida que no cierra con aguja de arriero ni con hilo de penca; es el arpa de la noche que trina lamentos y juramentos; es la jaratanta que le gana la batalla a la solitaria en una noche estrellada; es la lahuita con garancho que distrae a los estómagos flacos, la llunca que hace más robustos a los chiuchis de Pacra y el pojti solidario después de un velorio; es el chucarito de Cuspón, el tocos de Macpún, el api y la huatia de Fragua, la cachisada con papita arenosa de Huacacorral y su porción de tulpu con su toque de ají de Racrán. Es el gueli y el rantín; es el amanecer perfumado de shulay; es la alforja, la talega y el apachico de ilusiones; es la campana que dobla por el amigo que surca el éter una tarde de chirapa; es el runchus y la rashta en la Pampa de Lampas donde la helada muerde el pellejo; es el ichu que silba huaynos chiquianos en Romatambo. Es fiesta campechana que une a propios y extraños, con sus callecitas angostas y las raídas puertas de aliso que aguardan al paisano errante, bajo el chueco umbral.
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Chiquián es la infancia que no se quiere ir y la nueva hornada que llega crocante a reemplazarla. Es la joroba que asoma a paso lento con su bastón de otoño; es el raudo volar de la primavera y el andar cansino del ratash invierno; es la racuana, el caishi y el arado, el poncho y el jacu, el sucu y el tucumán que abriga al cachiputu; es el llanque, los callos y los pies cuarteados por la helada que baja de Tucu; es el aroma y el trino de Parientana, el chuluc y el ninacuru de Tulpajapana, el tinyaco y el shulaco de Shulu, el dulce muchqui de Mishay, la linda verbenita cabalgando por los caminos de herradura de Luis Pardo... en fin, no habría cuándo acabar, porque el terruño !LO ES TODO¡
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Nalo 
 
 
IMÁGENES DEL RECUERDO - ÁLBUM DE LA GRAN FAMILIA CHIQUIANA
 
Por Pacho Díaz, Vlady Reyes y Felipe Alvarado
 














































































Plaza de Armas de Chiquián - Foto: Marcos Chamorro Portilla