miércoles, 19 de febrero de 2014

LOS CARNAVALES EN LATINOAMÉRICA Y CHIQUIÁN - POR ARMANDO ZARAZÚ ALDAVE



LOS CARNAVALES EN LATINOAMÉRICA Y CHIQUIÁN

. Por Armando Zarazú Aldave


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Esta fiesta, bastante arraigada en los países latinoamericanos, se remonta a las épocas de los griegos y de los romanos. Fiesta que, como es fácil de entender, nos fue traída por los europeos. Los latinoamericanos, como buenos alumnos, pronto superamos a nuestros maestros y ahora se festejan por todo lo alto, habiendo superado con creces a los carnavales europeos. Una vez aparecido el cristianismo las celebraciones de carnaval contrastaban con los rituales de la Cuaresma que, como bien sabemos, son más dedicados a la meditación religiosa que a los desbandes del carnaval. La etimología inicial de esta fiesta proviene del latín vulgar carne-levare, que indica “abandonar la carne”, en concordancia con los preceptos de la iglesia para la Cuaresma, la cual aconsejaba no comer carne en esos días. Sin embargo, carnavales sin comilona es como bautizo sin ahijado y pronto se le buscó solución al problema. La palabra italiana carnavale, caía como anillo al dedo pues significa, más o menos, que “la carne vale”, o sea que sí se puede comer carne. Sea cual fuere la etimología de esta fiesta, lo cierto es que son muy populares en los países latinoamericanos, en donde, ha ido adquiriendo características regionales que le dan sabor y colorido especial.

Típicamente los carnavales se celebran en el mes de febrero y duran tres o cuatro días, iniciándose poco antes de la Cuaresma cristiana. Un carnaval que se respete tiene que contar con música especial, bailes tradicionales y desfiles en donde la gente baila en las calles en una demostración de alegría imparable. Disfraces y máscaras están a la orden del día y, las serpentinas y confetis vuelan por los aires en busca de su destinatario o destinataria. El evento más importante de un carnaval es el desfile, en donde carrozas bellamente adornadas conducen a las reinas de los grupos participantes, léase clubes y sociedades carnavalescas y, últimamente de casas comerciales que no quieren dejar pasar la oportunidad de promocionarse. Se organizan bailes de carnaval para todo bolsillo, con reinas y concursos de disfraces entre los participantes. El factor geográfico juega un importante papel en los carnavales, hay que recordar que buena parte de Latinoamérica está en zona tropical y el resto en el hemisferio sur el cual, en esta época del año goza de un verano espléndido que permite amanecerse bailando.

El carnaval más conocido, famoso y concurrido es el de Río de Janeiro, la antigua capital brasileña. Goza de fama mundial al punto que dicha ciudad es visitada por cientos de miles de turistas ansiosos de gozar de sus carnavales y mover las caderas al son de una samba contagiante, cuyo ritmo enloquecedor marcará el paso de los bailarines de las famosas escuelas de samba cariocas. Toda la población de esa ciudad brasileña, sobre todo la de los barrios populares, se prepara durante todo el año a la espera de las fiestas de carnaval, las cuales las gozan, día y noche, durante cuatro largos días. Otro carnaval famoso es el de Panamá, en donde se presenta dramas bailados conocidos como juego de congos, en los que se relata historias relacionadas a la esclavitud. En el Montevideo, capital del Uruguay, en la época de carnavales salen los candombes, grupos que salen tocado tambores y bailando por las calles. El carnaval uruguayo tiene la particularidad de ser el más largo del mundo, dura alrededor de cuarenta días y tiene diferentes agrupaciones de participantes, destacando las comparsas de negros y lúbolos y, las llamadas murgas. Es considerada la fiesta más importante del país más pequeño de Sudamérica. También en el puerto colombiano de Barranquilla, a orillas del Océano Atlántico se celebran unos carnavales de maravilla, en donde las cumbiambas son las delicias de los amantes de la música y bailes colombianos. 
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Bien sabemos que uno de los componentes de la identidad cultural de los países latinoamericano tienes su raíces en el continente africano. Su contribución a los festejos de los carnavales se remonta a la época colonial en donde, pese a su condición de esclavos, participaban bailando, y cantando, acompañándose con instrumentos de percusión, los cuales le daban un sabor especial a la música carnavalera, la cual se conserva hasta nuestros días. Pero no se vaya a creer que los carnavales son patrimonio exclusivo de las zonas cálidas de nuestra América. También los Andes son testigos de la alegría de sus habitantes en esas fechas de jolgorio. Dos son los carnavales más importantes en esa zona. Los carnavales de Oruro, en Bolivia, y los de Cajamarca en Perú. El primero busca sus orígenes en mitos y leyendas que muestran el sincretismo religioso de nuestros pueblos y coincide con los festejos de la Virgen de la Candelaria o del Socavón como también se le llama. El baile principal de estos festejos carnavalescos es la Diablada, cuyo baile representa la lucha eterna entre el bien y el mal. En Cajamarca los festejos tienen menos influencia religiosa y se caracteriza porque salen a bailar a las calles las populares patrullas y comparsas acompañadas del Rey Momo. Esta celebración en tierras cajamarquinas finaliza con la salida de Ño Carnavalón, personaje que sale con sus comparsas costumbristas al compás de huaynos y marineras, música muy popular en esa zona peruana. Una característica de los carnavales cajamarquinos son las coplas y matarinas, canciones llenas de picardía y muchas veces de doble sentido, como esta que dice: Yo me he casado contigo/yo me he casado contigo/por no dormir en el suelo/por no dormir en el suelo/ahora me sales diciendo/ahora me sales diciendo/que la cama es de tu abuelo/que la cama es de tu abuelo.

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Chiquián, nuestra querida tierra, tampoco se sustrae a la alegría del carnaval y, como no podía ser de otra manera, también tiene su tradición carnavalera, la cual, imagino, es recordada por todos los que han tenido la dicha de haber crecido bajo su límpido y azulino cielo. Los carnavales chiquianos empiezan, en la práctica, desde enero, cuando los muchachos juegan con agua a más no poder. Los globos, llenos de agua, empiezan a volar en busca del cuerpo de alguna desprevenida chica y, si por suerte de ella, el primero falla, habrán otros que darán en el blanco, dejando a la víctima, como si hubiera lavado la ropa de toda su familia. En esa época del año son contadas las chicas que se atreven a salir solas a la calle, si lo hacen es en compañía de alguna señora mayor, la mamá o alguna tía por ejemplo. Otra forma de atacar a las chicas, con agua se entiende, era utilizando el shoget, humilde antecesor de las modernas pistolas plásticas de agua, pero que era una formidable arma carnavalera en las expertas manos de los muchachos chiquianos. Su fabricación era fácil, bastaba un pedazo de carrizo o de maguey, esto dependía de la disponibilidad de la materia prima -los más osados se levantaban el pucash o soplador de la cocina de la mamá-, al cual se le amarraba un pedazo de cuero en un lado, con un agujero al centro, y de un palo, en uno de cuyos extremos se hacía una especie de nudo con trapos, con el cual se hacía presión hacía afuera, para succionar el agua, y una vez lleno, se presionaba hacía adentro para expulsar el chorro de agua que, con puntería maestra, iba a mojar el blanco señalado.

Otra de las formas de jugar carnavales en Chiquián era, previa concertación entre los contrincantes, encontrarse en algún lugar determinado, en donde se desarrollaban verdaderos combates, a punta de baldazos de agua, entre chicos y chicas, muchas de las cuales, terminaban literalmente sentadas en medio de la acequia, que bien podía ser Paucaracra, Jupash o algún otro lugar previamente designado, en donde había suficiente agua como para los fines del caso. Luego del juego con agua y con las ropas completamente empapadas, se pasaba a la segunda parte, que era más de contacto físico, y que consistía en darle a las contrincantes una soberana pintada y polveada a más no poder. Demás está decir que los más entusiastas carnavaleros eran los jóvenes a quienes el corazón ya les empezaba a palpitar por alguna chiquianita mal pagadora, como reza el huayno y que, aprovechaban la ocasión que los carnavales presentaban, para “ganarse alguito”. En dichas tardes carnavaleras no era raro escuchar un diálogo como este:

- Oye, que te habrás creído, para que me estés agarrando para echarme harina del norte, decía la chica, haciéndose la ofendida. Así no vale, tienes que tener talco bueno.

- Acaso es harina, es talco bueno, además tengo pintura y pomada, decía el otro, y le entraba, con más bríos, al ataque contra su quitasueño. ¡Cuantos romances juveniles se habrán forjado al amparo de los carnavales chiquianos!.

Se organizaban, también, bailes de carnaval, con reina incluida, en donde las serpentinas y chisguetes -si se podían adquirir- completaban la faena iniciada con la humilde harina del norte. Sin embargo, lo más tradicional, pintoresco y que es parte fundamental de los carnavales de nuestra tierra, es el tumbamonte o achihualito. Su organización es un ritual casi sagrado. Por lo general el montero es el encargado de proveer el árbol, que luego va ha ser adornado por la montera o madrina. Los adornos consisten en serpentinas, globos de colores y frutas, enredadas entre las ramas del árbol. Una vez plantado este, los participantes bailan alrededor del árbol, al compás de una orquesta, guitarra, o simplemente entonando canciones típicas alusivas al carnaval, a la vez que tratan de cortarlo con golpes de afilado machete. Uno de los achihualitos más famosos en Chiquián era el de la plaza del mercado, el cual, como es natural, lucía ingentes cantidades de frutas, que eran las delicias de todos los muchachos mirones que, ansiosamente, esperaban que cayera el árbol. Para recordar las canciones típicas del carnaval chiquiano voy a transcribir la recopilación hecha por Don Alejandro Aldave Montoro, reconocido maestro, músico y folklorista chiquiano, en su libro titulado “Chiquián con sus canciones folklóricas”, publicado en Lima, en 1994.

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CARNAVALES DE MI PUEBLO

(Huaylishada para llevar el árbol)

Esta será o no será
la casa que yo buscaba
tal vez vengo muy errado
con el polvo del camino.

Pasaje

Latacasa surag caman
shiracusarag caman…bis
nunapa huahunman
Latacar purinapag.

He venido desde lejos
anunciando carnavales
tal vez vengo muy errado
con el polvo del camino

(se canta otra vez el pasaje)
Fuga

Ayayayay, huajajajay…bis
Huagyaycagtam dejarishgaiqui

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CARNAVALES DE CHIQUIÁN

(Yunsa)


Arbolito de manzana
que bonito vas creciendo
si supieras para quien creces
al momento te cortara

Pichuychanca maliciosa
porque cantas tan temprano
sabiendo que estoy durmiendo
en los brazos de mi cholita.

Chiquianita buenamoza
que bonita vas creciendo
si supiera para quien creces
al momento te llevara.

Para cortar el árbol:

Hualuyculay, hualuyculay
ali ricapaycur, hualuyculay
dale duro, dale duro
como al zapallo maduro
cananchi, cananchi ricaycushun
don luchitupa garguchallanta.

Despedida:

Adiós, adiós carnavalito
hasta el año venidero
cahuaycarga cutaramushunchi
huañucurga mananachi.

Como se puede apreciar, los carnavales chiquianos tienen su propio espíritu de alegría que va transmitiéndose de generación en generación. Hagamos votos para que continúe esta hermosa e inolvidable tradición de nuestra tierra.
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Armando Zarazú Aldave, benefactor y moderador de la página web http://www.chiquián.com/ a quien llamamos con cariño "Z", es uno de los principales cultores de la música y de las letras peruanas en USA. "Mestizo Manta", agrupación musical, que promueve e impulsa, es una de las mejores cartas de presentación del cantar andino en los Estados Unidos; verdaderos embajadores, que día a día, preservan nuestra identidad.
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Fuente:
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Página electrónica del Club Chiquián
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