viernes, 2 de agosto de 2013

2 DE AGOSTO DE 1847: NACE ALFONSO UGARTE - FOLIOS DE LA UTOPÍA: ALFONSO UGARTE EN EL MORRO DE ARICA - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 
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2 DE AGOSTO DE 1847
 
 
NACE
ALFONSO
UGARTE
 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
 
ALFONSO
UGARTE
EN EL MORRO
DE ARICA
 
El autor en la casa de Neruda
 
Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. Y eso
lo heredamos
 
Alfonso Ugarte, quien naciera el 2 de agosto de 1847 en Tarapacá, intervino en las dos Juntas de Guerra que convocó el 
 
coronel Francisco Bolognesi en Arica la víspera de la batalla que ocurrió el 7 de junio de 1880, y donde se tomó y ratificó el acuerdo por unanimidad de luchar hasta quemar el último cartucho y de morir defendiendo la plaza y el orgullo nacional, invistiéndose de gloria.
 
Y este holocausto se cumplió, con lo cual un laurel de majestad y altivez reverdece desde entonces en cada una de nuestras frentes. Fue aquella una decisión inquebrantable, adoptada por aclamación las dos veces en que se sometió a consulta. El grito fue: ¡no nos rendiremos jamás! 
 
¡Honor y gloria eterna a esos inmortales! Allí estaba él entre esa pléyade de hombres luceros del alba. ¡Qué pundonor, qué honra y qué magnificencia!
 
Y es que tenían fuego sagrado en el alma. ¡Y eso lo heredamos hoy nosotros! Alfonso Ugarte obtuvo el grado de coronel en los campos de batalla.
 
2. Su sangre
impetuosa
 
Formó, reclutando obreros y artesanos, el batallón Iquique Nº 1, conformado por 429 hombres y 36 oficiales.
 
Fue comandante general de la Octava División en la defensa de Arica. Y era civil, no militar.
 
En esta contienda 1,600 peruanos se enfrentaron a 7400 chilenos fuertemente armados.
Fue absoluta su determinación y su entrega. Unió a la decisión de Francisco Bolognesi, su jefe ya anciano, la suya cuajada y madura de un hombre de 32 años, que se sumó a la de quienes frisaban la flor de su juventud henchida y pletórica.
 
Esos paladines de Arica consagraron el 7 de junio de 1880 su fervor indomable a una patria hecha de realidad y de sueños, de problemas por resolver y utopías por abrazar volviendo a hacerlas cotidianas y vigentes.
 
Unieron la turbulencia de su sangre impetuosa junto a la decisión sosegada del ínclito anciano, en un ideal supremo de algo que hay que explorar hasta el fondo. Y que indudablemente, pleno de virtudes, se sintetiza en un símbolo inalienable: ¡Perú!
 
3. Como somos
tú y yo
 
Por si acaso, Alfonso Ugarte no era blanco, ni alto, ni tenía ojos azules como ahora se lo retrata y se lo pinta.
 
Era trigueño, bajo de estatura, de ojos muy negros. Los dientes los tenía orificados, el cabello ensortijado y el bigote audaz e hirsuto.
 
Era como tú y como yo, ciudadano común y corriente. Pero que tienen fuego sagrado en el alma, que hay que hacerlo cálido, luminosos, actuante, y siempre vigente.
 
Tenía picaduras de viruela en la cara. Y se lo recuerda cordial, sensible, fraterno.
Se lo evoca ilusionado en el amor, tal y como somos tú y yo.
 
No era apuesto, ni un ser providencial, que estuviera favorecido por la naturaleza para ser una estampa, ni una estatua viviente, ni un paradigma de belleza, ni un rey en su trono.
 
Su madre ofreció una recompensa de mil pesos a la tropa chilena por la entrega del cadáver de su hijo.
 
4. Delante
de nuestros pasos
 
Y fue encontrado a las orillas del mar, al pie del Morro el día 14 de junio. 
 
Los restos, reconocidos y aceptados por la autora de sus días, fueron sepultados un día después en el cementerio de Arica. 
 
Posteriormente fueron trasladados a Lima donde reposan dentro en un sarcófago en el tercer piso de la Cripta de los Héroes en el Cementerio Presbítero Maestro.
 
Gerardo Arosemena en su calidad de director del Centro de Estudios Histórico Militares del Perú fue autorizado, el año 1979, para abrir la tumba de Alfonso Ugarte encontrando sus restos envueltos en la bandera peruana.
 
Pero si bien reverente creo que esta es una corroboración inútil, porque él más bien está vivo delante de nuestros pasos. Y hasta en nuestro propio caminar cuando este va por un rumbo verdadero, convicto y confeso en defender aquello que es irrenunciable resguardar: el valor que nos han legado quienes lucharon como lucharon. 
 
¡Y para siempre! Porque, sin darse cuenta de lo inmenso de su gesta, sacaron a luz el fuego sagrado que tenemos él, tú y yo en el fondo del alma, hacia a la superficie de los días en todos nuestros actos.
 
5. Guerreros
ilustres
 
 
Hay ejércitos que se reclaman vencedores porque sembraron muerte a su paso, sin dejar heridos en el campo de batalla. Y mataron a mansalva. 
 
No quedó un solo peruano vivo en los campos de batalla. Pregunto: ¿puede ser el que remata a un herido un ejército vencedor? 
 
O vencen los que fueron asesinados pero investidos de virtud por defender lo que defendían sin ser agresores. ¡Loor a quienes sacrificaron sus vidas aquel día y elevaron la estatura del hombre universal más allá de la luz y el brillo de las estrellas!
 
Porque desde lo moral, que es lo que verdaderamente importa y hace a alguien vencedor o cobarde, ¿quién venció en esa contienda y quién fue vilmente cobarde?
 
Vence el ejército que tuvo entre sus filas no solo guerreros ilustres sino a modo de ejemplo: que invirtieron toda su fortuna conformando un batallón de artesanos para resistir, dándoles ropa, armas, comida y virtudes. Y, sobre todo, porque defendían ideales, principios y valores básicamente humanos.
 
Esa es la causa que defendió Alfonso Ugarte, porque tenía fuego sagrado en el alma.
 
6. Paladín
de fábula
 
Porque no es totalmente sano y legítimo el objetivo de ganar una guerra, sino el de sostener principios y alentar la vida, oponiendo el brazo afectuoso y fraterno a fin de no dar paso a aquellos a quienes ciega la codicia, aloca la rapiña, y les desquicia el botín; como a quien ofende la respiración del hombre ya indefenso y por eso lo matan. Aquellos, ¿son hombres o bestias? 
 
Entonces, ¿quién es vencedor?
 
Estuve yo presente en la santa indignación de aquella hora, que alentó a cada hombre del Ejército del Perú de aquel día, de erigirse pese a que sabían que iban a morir. Estuvimos todos nosotros presentes en su arrojo y en su corazón ferviente e inflamado. Y esto nos hace grandes.
 
Me enaltece haber estado siquiera como un grumo de certidumbre en su alma, en su conciencia y en su visión del porvenir. Estuvimos todos nosotros en él como algo relacionado a la esperanza, que en su alma no murió jamás. ¡Ni morirá!, mucho más habiendo ejemplos, símbolos y consignas de no rendirse jamás, como se dieron en Arica.
 
En el corazón y en la mente de aquel paladín de fábula, de aquel héroe insigne estuvimos nosotros brillando como estrellas en su pecho. Y luego en el torrente de su sangre explosionada somos tierra fecunda y semilla a fin de que perviva para siempre.
 
7. Sangre
heroica
 
Estuvimos en el grito indignado de un ser que no veía hacia atrás sino todo lo proyectaba hacia adelante.
 
Siento que estuve como un corpúsculo de luz, o como un temblor cuando avanzaba en su caballo ya alado con la bandera roja y blanca.
 
Y blandiendo la espada en el aire, alentando a sus camaradas, digno hijo del sol como son los hombres de esta tierra.
 
Nunca vibró la adhesión a la patria tanto como en el corazón de aquellos heraldos míticos y de fábula. 
 
Arica después de la batalla era un lago de sangre.
 
El escritor chileno Nicanor Molinare escribe en su obra “Asalto y toma del Morro de Arica” que el caballo de Manuel Baquedano aquel día chapoteaba en sangre peruana hasta los nudillos. 
 
Sangre sagrada, sangre heroica, sangre bendita que pisoteaba la horda.
 
Y es que tenían fuego sagrado en el alma los hombres que defendían lo que a los seres humanos conscientes les toca y cabe defender.
 
8. Estas frases
trémulas
 
¡Sangre ejemplo de heroísmo sin par! ¡Sangre de aquellos jóvenes que ascendieron a ser oficiales a los 18 y a lo más a los 22 años de edad! 
 
Y que quisieron, plenos de convencimiento, dar su vida por el Perú.
 
¡Loor a esos héroes!
 
¿Por qué lo hicieron? Por ti y por mí. Cada uno de los que defendieron El Morro de Arica lo hicieron por ti y por mí. Y por todos los seres que alientan valores en esta vida terrena y en la otra que es sublime.
 
Para que yo pergeñara estas frases trémulas, entrañables y ardorosas. Y para que jamás yo pudiera atajar las lágrimas fervientes que se agolpan en mis ojos.
 
No solo envestidos de una nacionalidad, que en mi caso la llevo con orgullo, sino como seres humanos que se sublevan al pillaje, al latrocinio y a la caterva.
 
En realidad todos los peruanos de aquella época sacaron a relucir que somos un pueblo que tiene fuego sagrado en el alma.
 
9. Unción
y alborada
 
 
La generación de Manuel González Prada puso mucha atención en quienes fallaron en aquella contienda. Entonces los ojos y el acento fue juzgar implacables a los impuros, a los que huyeron o se escondieron. 
 
Pero esos en realidad no importan mucho ni deben interesarnos en lo más mínimo porque por ellos olvidamos a los íntegros y valerosos.
 
Porque sí resultan fundamentales e imprescindibles los que se consagraron, sin huir ni claudicar.
 
Mi generación puso mucho acento en la crueldad y la infamia del enemigo. En el esbirro que si alguien tiene astillada una pierna, o se arrastra por una bala en la rodilla lo atraviesan con la bayoneta. O le rasgan el pecho o el vientre con el corvo. ¿Qué pueblo nefasto es ese que de estas vilezas se enorgullecen y han hecho incluso una epopeya?
 
Nosotros ponemos el alma y el aliento en quienes esa mañana consciente y con arrojo eximio se inmolaron. Y fueron sublimes en el amor a su heredad y a su gente. Nos acercamos devotos y enaltecidos a quienes elevaron su espíritu en aquella gesta sin par, a fin de que para siempre haya en nosotros unción y alborada.
 
10. Civiles
en pie de guerra
 
En ese norte y égida Alfonso Ugarte es un ejemplo imperecedero para niños, jóvenes y adultos de todas las nacionalidades de todos los tiempos y de todas las culturas. 
 
Porque su proeza lo asumió representando a la especie humana, para darnos la estatura de lo que es ser un hombre. 
 
Debe pasar la época en que esta guerra siga doliéndonos tanto, para ser más bien un referente del cual extraer los ejemplos asombrosos de cómo ser peruanos cabales, íntegros y de a verdad.
 
Debe pasar la época de las dudas. ¡Y se dudaba tanto de Alfonso Ugarte!, ¡porque para el enemigo eran insoportables los civiles que lucharon y trataron de negar hasta que hubiera existido!
 
Y porque no les convenía que hubieran ejemplos civiles, sino que todo fuera de su calaña y acabar con el último vestigio humano en el Perú.
 
Civiles en pie de guerra a quienes se los asesinaba por la espalda y no tenían sepultura, tal como ocurrió en Huamachuco.
 
11. Volar
al infinito
 
Se dudaba hasta que en el sarcófago estuviera Alfonso Ugarte enterrado y fue necesario abrirlo para comprobar que era cierto. 
 
Y allí está envuelto en la bandera peruana.
 
– Y, ¿por qué estas dudas?
 
– Porque nuestros profesores de Historia por charlatanería nos dijeron que la historia nos la habían contado de una manera que no era verdad, convencidos más por el enemigo.
Yo también tuve un profesor a quien escuché decir lo mismo. Y precisamente en relación a Alfonso Ugarte, cuestionando a la bandera y al caballo con el cual se arrojó al abismo que es la versión que difundió la horda, pese a que entregaron su cadáver recogido de la playa para cobrar los mil pesos ofrecidos por su madre. Cobraron y aun así decían que no era cierto. 
 
Sin embargo, la lógica de la vida de Alfonso Ugarte es enarbolar la bandera, montar sobre el caballo, picarle los ijares al filo del barranco, y así volar al infinito; paradigma que está bien que sea así: la bandera, el caballo, el morro, el héroe ínclito y el océano.
 
12. La Patria
que llora
 
Ha habido épocas violentadas por profesores de desencanto, de malicia y hasta de horror. 
 
Indocumentados y hasta con argumentos absurdos. El cuerpo de Alfonso Ugarte lo reconoció su madre.  ¿Hay algún cuerpo de algún hijo en el universo que pueda ser desconocido para su madre?
 
Y ella se inclinó muchas veces a esa tumba, primero en Tacna y después en Lima cuando fue trasladado, a llorarlo y a venerarlo. 
 
¿Vamos a poner en cuestión también a la madre que lo trajera al mundo? ¿A quien acunó ese cuerpo desde el primer instante en que naciera un día como hoy, 2 de agosto?
¿Y a la Patria? Hermosamente representada ahora en el Cementerio Presbítero Maestro, en esa escultura magnífica que llora en lo alto del catafalco la muerte de su hijo bien amado?
 
Desenmascaremos la actitud de aquella gente mediocre y de pacotilla que se ufana de saber algo más, que en verdad no conocen. 
 
Lo único que han adoptado es la actitud cobarde de no creer en nada y en descreer de todo. Y siendo así son los tontos útiles a causas que ni siquiera son las suyas.
 
13. En nuestros
corazones
 
Por eso, Patria amada, para hacerte digna, grande y excelsa haz tú misma que no olvidemos nunca, sobre todo, a los que por ti murieron. 
 
No dejes que sus cenizas se disgreguen sino que sean diamantes puros en la diadema del alba de un tiempo nuevo.
 
Y que aquellos ejemplos fulguren en todas las horas y en todas las eras y caigan como semillas buenas iluminando nuestros sueños.
 
Porque nunca el ser humano como tal fue tan obstinado y tenaz en lo heroico, como Alfonso Ugarte y muchos otros en aquella contienda. Jamás resaltó tanto la raíz y la fibra de que está hecho el hombre como en aquel holocausto.
 
Y nunca brilló más refulgente el lucero que somos.
 
Loor a los héroes de fábula de aquella gesta. Loor a quienes supieron poner en evidencia y en flor el fuego sagrado de que estamos hechos, defendiendo valores que son la esencia del ser humano en contra del oprobio.
 
Y es que todos tenían en aquella jornada fuego sagrado en el alma. Que nos lo dejaron para que nunca se apague ni extinga en nuestras manos, en nuestras mentes y en nuestros corazones. 
 
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Alfonso Ugarte y Vallejo