martes, 2 de abril de 2013

2 DE ABRIL, NACE HANS CHRISTIAN ANDERSEN - DÍA MUNDIAL DEL LIBRO INFANTIL - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
2013 AÑO
EVANGELIO VALLEJO DE LA SOLIDARIDAD
Y UNIVERSALIDAD DEL MUNDO ANDINO
 
ABRIL, MES DE LA PALABRA,
LA CREATIVIDAD LITERARIA E
INMORTALIDAD DE CÉSAR VALLEJO
 
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PRÓXIMAS ACTIVIDADES
DE CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
 
7 DE ABRIL, 9 AM.
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
HA SIDO INVITADO A INTERVENIR
CON LA ALOCUCIÓN SOBRE CÉSAR VALLEJO
EN EL IZAMIENTO DE LA BANDERA
EN LA PLAZA DE ARMAS DE BARRANCO.
 
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LUNES 15 DE ABRIL, 7 PM., 2013
TRÁNSITO A LA INMORTALIDAD
DEL POETA CÉSAR VALLEJO
PRESENTACIÓN DEL LIBRO:
 
EL EVANGELIO
VALLEJO
DE DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
 
EN COORDINACIÓN
CON EL VICERRECTORADO
DE INVESTIGACIÓN DE LA UNMSM
SALÓN DE EXPOSICIONES
CASONA O CENTRO CULTURAL
DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL
NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS
PARQUE UNIVERSITARIO
CERCADO DE LIMA, PERÚ
 
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VIERNES 19 DE ABRIL, 7 PM.
CONFERENCIA:
"INTENSIDAD Y ALTURA
EN CÉSAR VALLEJO"
BIBLIOTECA
DE LA MUNICIPALIDAD
DE BARRANCO
 
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XIV CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
TELÚRICA DE MAYO, 2013
POR LOS CAMINOS DE VALLEJO
LIMA, TRUJILLO, SANTIAGO DE CHUCO
14 Y 15 DE MAYO EN LIMA
16 DE MAYO EN TRUJILLO
17,18 Y 19 DE MAYO
EN SANTIAGO DE CHUCO
LIMA:
UNIVERSIDAD NACIONAL
MAYOR DE SAN MARCOS
TRUJILLO:
UNIVERSIDAD NACIONAL DE TRUJILLO
E INSTITUTO DE ESTUDIOS VALLEJIANOS
SANTIAGO DE CHUCO:
CASA DE CÉSAR VALLEJO,
ESCUELA 271 DONDE ESTUDIÓ
EL POETA, PLAZA DE ARMAS
Y PALACIO MUNICIPAL
DE SANTIAGO DE CHUCO
 
PRESENTACIÓN MUNDIAL DE LA TRILOGÍA
MIL POEMAS A NERUDA, VALLEJO Y HERNÁNDEZ
EN LIMA, TRUJILLO Y SANTIAGO DE CHUCO
 
PÁGINA WEB:
 
 
http://spanport.byu.edu/faculty/GarciaM/new/Capuli2013.htm
 
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SE PRESENTA
“EL CHOLO VALLEJO,
LA VOZ UNIVERSAL DE AMÉRICA”
DE MAIGUALIDA PÉREZ GONZÁLEZ
UN LIBRO NACIDO EN CAPULÍ,
VALLEJO Y SU TIERRA
 
MAIGUALIDA PÉREZ GONZÁLEZ DE VENEZUELA
PARTICIPÓ EN EL XIII ENCUENTRO INTERNACIONAL
ITINERANTE DE CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA, EVENTO
CORRESPONDIENTE AL AÑO 2012 DE LOS CERTÁMENES
A LOS CUALES DENOMINAMOS TELÚRICAS DE MAYO, Y
QUE ES LA PEREGRINACIÓN ANUAL QUE ORGANIZAMOS
ABARCANDO UN ITINERARIO QUE PARTE DE LIMA,
EN DONDE SE INAUGURA ESTA CITA QUE INCLUYE
CONFERENCIAS COMO SUSTENTACIÓN DE PONENCIAS
SOBRE LA VIDA Y OBRA DE CÉSAR VALLEJO.
LUEGO SE VIAJA PARA SESIONAR EN TRUJILLO,
ILUSTRÁNDONOS SOBRE EL ACONTECER DEL AUTOR
DE LOS HERALDOS NEGROS EN ESA CIUDAD,
PARA ARRIBAR DESPUÉS A SANTIAGO DE CHUCO
Y PERMANECER ALLÍ DURANTE TRES DÍAS RECORRIENDO
LOS HITOS MÁS RELEVANTES EN RELACIÓN A CÉSAR
VALLEJO, COMO REALIZANDO ACTIVIDADES ARTÍSTICAS,
ACADÉMICAS, RECREACIONALES Y CÍVICAS,
EN UNA FIESTA DEL ALMA EN LA CUNA DEL POETA
UNIVERSAL, Y QUE CUENTA CON LA PARTICIPACIÓN
MULTITUDINARIA DE LA POBLACIÓN DEL LUGAR.
EN ESTE ITINERARIO Y CIRCUNSTANCIA ES QUE NACE
EL LIBRO QUE AHORA MAIGUALIDA PRESENTARÁ
EN SANTIAGO DE CHUCO, Y QUE TIENE EL SIGNIFICADO,
E IMPORTANTE SIGNO, DE PARTIR DESDE AQUEL ESPACIO
FÍSICO QUE ACUNÓ AL POETA, DESDE ESAS CALLES QUE
LO VIERON CRECER Y DESDE ESAS PIEDRAS QUE LO
VIERON HACERSE EL HOMBRE PLENO QUE FUE.
SI SE LOGRAN FRUTOS IMPORTANTES COMO ESTE QUÉ
SIGNIFICATIVO Y TRACENDENTE ES REALIZAR CADA AÑO
LA PEREGRINACIÓN DE CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA.
 
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 Teléfonos Capulí:
420-3343 y 420-3860
99773-9575
 
capulivallejoysutierra@gmail.com
dsanchezlihon@aol.com
 
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2 DE ABRIL, NACE
HANS CHRISTIAN ANDERSEN
 
 
 DÍA MUNDIAL
DEL LIBRO
INFANTIL
 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
AVENTURAS
DE JUAN
OSITO
 
 
Danilo Sánchez Lihón
 
1.
 
Una jovencita muy agraciada corría por el campo recogiendo tunas. Con el afán de coger las más sabrosas iba buscándolas de cerro en cerro.
Tanto caminaba de uno a otro lado que un día en que trataba de coger unas tunas que había en la ladera de un barranco, escuchó un ruido:
– ¡Shirac! –Miró y no vio nada. Rato después, otra vez el mismo siseo:
– ¡Shirac! –Minutos más tarde la llamaron:
– ¡Gor, gor, gor! ¡Gor! –Y se apareció un oso gigantesco que solícito y comedido sacó las tunas que ella quería alcanzar. Las limpió en los pelos abundantes de su pecho, le sacó las espinas y se las ofreció con galantería de fino caballero.
Al principio, la jovencita se asustó. Pero el oso le empezó a conversar en un tono y con un gesto que a ella le pareció amable, y hasta cierto punto simpático y hasta hermoso.
Los siguientes días él salía a esperarla llevándole siempre un regalito: huevos de perdices, palomitas de los campos, flores silvestres. O bien le convidaba frutos sabrosos del bosque.
En todas estas horas que pasaba junto a ella le hablaba de su vida, se esforzaba por ser gracioso, contaba de sus hazañas y aventuras.
En todo momento el oso le señalaba dónde vivía.
 
2.
 
– Allá es mi casa. –Le dice, narrándole que es un lugar muy bonito, donde hay cosas raras y misteriosas. Le cuenta cómo desde ahí es impresionante ver el paisaje y, sobre todo, el amanecer.
– Vamos a que la conozcas. –Le insiste–. ¡Te va a agradar!
De ese modo la convence y seduce a cada momento.
– ¡Uy! ¡Qué voy a poder llegar hasta ahí! ¡Es muy lejos! –Responde ella–. ¡Yo nunca podría subir hasta arriba!
– ¿Acaso vas a ir caminando? –Aduce el oso–. Yo te voy a cargar. ¡Prueba y verás!
Ella se atreve a subir a su lomo, y prueba que efectivamente tiene una fuerza descomunal.
– En mi casa vas a comer pura carne. Si no te gusta yo mismo te volveré a traer.
Tanto habla, utiliza tantas maneras corteses y generosas, que ella termina aceptando, dejándose cargar en el lomo del animal que sube con ella hasta lo más alto del peñasco donde vive.
Después de llegar le da de comer carne como le había prometido. Pero a la joven no le gusta la comida cruda.
 
3.
 
Ya estando dentro de su cueva el oso aprovecha para tapar la entrada y ya no dejarla salir. Y estuvo rogándola para que fuese su mujer.
Ella no quiere y se niega a comer. Así ha estado más de un mes, en que no consentía ni que el oso se le acercara ni que le hablara. Pero al darse cuenta que no la dejará salir, un día ella misma le propone:
– Bueno. Seré tu esposa, pero tienes que traerme una olla para cocinar, sal y aderezos. También quiero ropa y una cama donde dormir.
Al instante el oso salió, saltando de contento, no sin antes tapar la cueva. Y no regresó hasta que consiguió todo lo que la joven le había pedido.
Así pasaron las semanas y llegó un día en que ella quedó embarazada y dio a luz un hijo. Y fue varón la criatura que los dos habían concebido.
Durante este tiempo el oso se ha acostumbrado a estar robando pañales de las casas para arropar al recién nacido, al que le han puesto por nombre Juan Osito.
Este niño tiene una mejilla llena de pelo y la otra es pelada. La mitad de su cuerpo es desnudo y la otra mitad lanudo como un borrego. Un lado es animal y el otro lado humano. Y a pesar de eso es hermoso.
El papá oso siempre trae carne. Un toro entero al hombro lo sube por la peña, agarrándolo del rabo.
 
4.
 
Más un día encuentra a Juan Osito que intenta bajar el risco donde viven y decide tapar casi totalmente la cueva, dejando a la madre y al hijo encerrados, y casi sin aire ni luz.
Así pasan sus días solos y tristes.
El osito un día le pregunta:
– Madre, ¿cómo es que vives aquí, tan triste?
– Así ha sido mi destino, hijito. –Responde dando un suspiro.
Al ver la mirada compasiva de su hijo, la mujer se desata en un llanto incontenible. Le cuenta al osito toda su historia y lo infeliz y desdichada que ella es en esta vida.
De todos modos le hace jurar que no dirá ni hablará nada de eso a su padre.
Pero Juan, el osito, cada día crece más y más. Y cada vez que su padre sale se esfuerza en mover las piedras que tapan la entrada. Prueba y ensaya hasta que las empieza a mover:
– Tulún, tulún, tulún. –Hasta que un día logra sacarlas.
Hecho eso, y a escondidas, empieza a ensayar en bajar y subir por el precipicio, que es de rocas cortadas casi como cuchillas. Y lo hace hasta que aprende a sujetarse bien de los peñascos, como lo hace su padre.
 
5.
 
Un buen día le dice a su mamá:
– Vas a mandar a mi padre a un sitio muy lejos diciéndole que te traiga agua en esta canasta. Mientras tanto, yo te voy a bajar de este morro y vamos a ir a la casa de tus padres.
Cuando el oso llega, ella le dice:
– Tráeme en esta canasta agua de la quebrada que queda tras del cerro. La traes llena, llena, porque ahora necesito mucha agua.
Cuando el oso desaparece el hijo la llama:
– ¡Sal mamita! ¡Ahora sí, vamos!–. Y cargando a su madre empieza a bajar por la peña.
Al principio la mujer al mirar el abismo, piensa que morirá y cierra los ojos. Los abre cuando están ya casi llegando allá abajo.
Pasado el gran susto le indica:
– ¡Por ahí!, ¡por ahí!–. Y se enrumban en dirección a la casa de sus padres.
Mientras tanto, el oso ha hecho varios intentos en traer el agua que le ha pedido su mujer, pero la canasta que le ha entregado tiene abiertos los carrizos y el agua a medio camino ya se ha escurrido por los agujeros, teniendo que regresar a llenarla.
 
6.
 
Cuando ya anochece desiste de su intento y al volver a la cueva la encuentra con las piedras de la entrada sacadas y adentro vacía.
Furioso baja a saltos y corre por el campo, cortando camino en dirección a la antigua casa de su mujer. Al rato encuentra en el suelo las huellas de las pisadas de su hijo y empieza a seguirlas corriendo aún más de prisa. Pronto logra divisar a lo lejos a Juan cargando a su madre.
En eso el hijo también voltea. Y dice:
– Mi padre ya nos está siguiendo.
– ¿Y ahora qué haremos? –Pregunta la madre angustiada.
– Déjame a mí luchar. Tú espérame aquí. Si se eleva polvo blanco por el aire es porque yo he vencido. Si ves que se alza humo negro es porque él me ha ganado.
La desesperación de la madre es tan grande cuando se despide de su hijo que se arrodilla y se pone a rezar casi hundida en el suelo.
Pasa una eternidad, situación en que la angustia le devora el alma.
Mientras, los osos pelean. En un momento parece que vence el padre y en otro el hijo. Sus aullidos se oyen por todos los confines.
Ya es de noche cuando llega un instante en que todo queda sumergido en silencio.
 
7.
 
Una polvareda blanca y gris se revolvió en el cielo.
No pasó mucho rato en que apareció en lo alto de la colina Juan, el osito. Había vencido.
Se acercó a su madre que la abrazó dichosa, como si hubiera vuelto a nacer.
Sintiéndose muy orgullosa de su hijo caminaba diciendo:
– Ahora estamos seguros de encontrar pronto a tu abuelo.
Así llegaron a la casa de sus padres, que lloraron de felicidad al ver a su hija con vida después de varios años, pues ellos creían que había muerto.
Ella les explicó cómo había sido raptada por el oso y contó todo lo que les había sucedido viviendo en la cueva. Su padre entonces ordenó:
– Preparen una gallina. Vamos a celebrar el regreso de nuestra hija.
Pasaron los días y el pequeño Juan crecía y crecía. Y el abuelo pensaba en voz alta:
– ¿Qué va a ser de la vida de este chico? No es bueno que no tenga ni oficio ni beneficio. Necesariamente tiene que estudiar algo.
Fue entonces el anciano y lo matriculó en la escuela del lugar. Pero allí los niños lo fastidiaban jalándole los pelos de su cara.
Cuando regresa a casa come todo lo que encuentra. Es voraz. A todos deja con hambre. Su madre, aparte, le da media oveja y le tuesta medio balde de maíz y otro de trigo.
 
8.
 
Un día de escuela, todos van al río a bañarse. Los niños ven su cola y a partir de allí la buscan para jalarla, diciéndole:
– ¡Rabudo! ¡Rabudo!.
Ya en su casa le cuenta a su abuelo:
– ¡Esos muchachos me fastidian mucho, abuelo!
– No seas zonzo. –Le aconsejó el anciano–. ¡Dales un buen puñetazo!
Juanito cumple el consejo. Les da un puñetazo, y a cada uno de los chicos los deja muertos en el suelo.
Entonces su abuelo piensa:
– Este nieto ha matado a los jóvenes. Yo he tenido que sacrificar todas mis ovejas para darle de comer. Me hace gastar mucho. ¿Qué haré con él?
Los padres de los otros chicos y las autoridades han ido hasta su casa a exigirle que ya no envíe a su nieto a la escuela, de lo contrario ningún niño asistirá hasta que él se retire. Hasta los profesores le tienen miedo y se niegan a hacer clases cuando él se asoma por la puerta.
La madre desesperada lleva a Juanito al cura, diciéndole:
– Bautízale padrecito a este mi hijo que es también hijo del oso.
– Yo lo bautizaré. Y si quieres yo seré su padrino. –Le responde amablemente el cura.
 
9.
 
Él ya sabe de su fortaleza y piensa que sería bueno tenerlo como pastor en sus chacras, para que ahuyente a zorros, lobos y osos que se comen el ganado.
– Si tú quieres dámelo para yo criarlo como a un buen hijo. –Le pide el cura a la madre.
– ¡Cómo no, pues padrecito! ¡Críelo usted y enséñele a ser un hombre de bien y de provecho!
Y echándole agua y sal el cura lo bautizó, diciendo:
– Yo te bautizo como Juan Osito; en el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo, amén.
Y se quedó con él.
Desde el primer día Juanito está atento a las órdenes que le dan:
– ¡Ensíllame el mulo! –Le dice a primera hora de la mañana.
Juan entra al corral para ensillar el mulo. Y aprieta tanto la cincha que le quiebra el espinazo al pobre animal.
– Tienes que tener más cuidado, hijo. –Le regaña el cura–. ¡Ensíllame ahora el caballo!
El caballo se pone chúcaro y Juan, por jalarle la rienda, también mata al caballo blanco de montar que tenía el cura.
– ¡Este Juan mata por cualquier cosa que le mando hacer! –Se empieza a arrepentir el cura–. ¿Qué haré con él?
 
10.
 
Pero como es muy rico en ovejas y vacas, entonces decide mandarlo a pastorear.
Y en eso trabajaba Juanito.
Y siempre, cuando llega a la casa, le preguntaba:
– Juan, ¿cómo están las ovejas y las vacas?
– Están bien, padrino.
– ¡Cuidado que me pierdas una!
– No padrino. Están bien. –Le asegura.
Para eso siempre le da buen fiambre, pero Juan no se contenta con eso. Todos los días sacrifica a escondidas a una oveja. La pone en las brasas y ya asada se la come completamente solo.
El cura ha tenido en total ciento cincuenta y seis borregos, y todos se los terminó de comer.
Cuando el cura se entera le dice:
– ¡Cómo pues ahijado me haces esto!
De todos modos lo perdona, y le recomienda:
– Ahora vas a pastar las vacas. –Pensando que con las vacas, que son grandes, no va a poder hacer eso.
 
11.
 
Pero ni bien llega cuando ya degüella una para comerla. Y así ocurre en los días sucesivos, terminando con todas las que tenía el señor cura. Entonces el padrino se aburre con el ahijado y decide enviarlo a trabajar en encargos rudos y peligrosos.
Para ello lo manda a trabajar con los hombres de su hacienda. Allá va. Pero al llegar encuentra a los peones masticando coca. Y escucha que empiezan a burlarse de la lana de su cara. A todos los golpea hasta dejarlos maltrechos.
Regresa de noche al cura, quien le pregunta:
– ¿Cómo están por la hacienda, hijo?
– Cuando llegué sus hombres no estaban trabajando padrino, sino chacchando coca. Y a todos los he castigado y dejado medio cojos.
El cura se entristece y se lamenta diciendo:
– Y ahora, ¿quién me va a hacer las tareas?
Al oírlo Juanito le dice:
– No estés triste padrino. Yo solo trabajaré. Cómprame doce azadas nuevas, un pilón de mote y una tinaja de chicha.
El cura le pone todo lo que ha pedido. A la mañana siguiente empieza a trabajar aporcando el maíz. Por la tarde todo el trabajo que lo hacían cuarenta hombres ya está terminado.
 
12.
 
Pero sigue eliminando animales. Por ello, el cura de todos modos quiere deshacerse de él.
– Esta noche vas a velar a un cadáver en la capilla del cementerio. –Le dice. Y manda a que un hombre vivo se meta en un nicho para que a media noche salte y lo mate de susto. Juan lleva al velatorio un juego de naipes. Entretenido en eso pasa la noche, despierto y sin tener miedo.
En eso el hombre empieza a ventosear:
– Puuufff, puuufff, puuufff.
– ¡Muerto! ¿Qué estás haciendo? –Pregunta Juan, sin obtener respuesta.
Poco después se mueve el hombre y Juan le dice:
– Levántate muerto. Vamos a jugar naipes.
El hombre se hace otra vez el que no oye, pues quiere asustarlo, como le ha indicado el cura. Pero a Juan le vence el sueño y el hombre aprovecha para salir del nicho como fantasma y paralizarlo de susto. Juan se pone de pie y lo golpea dejándolo verdaderamente cadáver.
Al amanecer su padrino se despierta preguntándose: "¿Habrá muerto Juan?" "¿Sí, o no?" De todos modos, va a verlo, llamando antes, por si acaso:
– Juan, ¡Juan!, ¿cómo has amanecido, hijo?
– ¡Bien padrino!–, le contesta desde unos matorrales. –Sólo que ese muerto quería revivir, y lo maté de nuevo.
 
13.
 
El cura a escondidas enterró al pobre hombre pensando: "¿Qué voy hacer con este oso?". Asustándose con sus propios pensamientos, concluyó:
– ¡A mí también me puede matar!
Entonces tomó acuerdo con unos comuneros para hacerlo aplastar por la campana, o bien arrojarlo desde la torre de la iglesia. Para eso, diez hombres subieron momentos antes allá arriba, carcomieron las sogas de la campana y disfrazándose de fantasmas se escondieron en una parte oscura.
Rato después su padrino le dice a Juan:
– Ya es hora del rosario. Sube a tocar la campana.
– ¡Talán, talán, talán.
Toca Juan la campana, que es muy pesada. Y en eso ¡plum!, se cae y se viene abajo sobre el niño, quedándole como sombrero.
– ¿Por qué me aplastó? –Aúlla.
Y alzándola él solo otra vez la cuelga, amarrándola arriba bien fuerte y segura, lo que no podrían hacer ni cuarenta hombres juntos. Y sigue tocando:
– ¡Talán!, ¡talán!, ¡talán!
Luego baja, va donde su padrino y le cuenta:
– La campana quiso aplastarme y la colgué de nuevo.
Ya a solas el cura se lamenta:
– ¡Ay!, ¿cómo podré con este? Tiene demasiada fuerza. ¿Cómo haré para librarme de él?
 
14.
 
Entonces se le ilumina la mente: ¡Haré que los pumas y jaguares se lo coman! Para eso le ordena que fuera a traer leña del monte con varios burros, mulas y caballos viejos.
Juan Osito se fue gritando:
– ¡Arre burro! ¡Arre mula!
Su padrino al verlo ir desde una ventana reflexiona:
– Ahora no volverá nunca más. Los pumas y jaguares lo devorarán. Ya me libré de él.
Como algunas mulas no corren a la velocidad que él quiere, se baja y de una patada las mata y arroja al barranco.
Así llega al monte. Deja en un sitio sus acémilas y va en busca de la leña. Al regresar encuentra a unos pumas y jaguares durmiendo con la barriga llena por haberse comido los burros, mulas y caballos que allí los había dejado. Sólo patas y sogas hay regadas por uno y otro lado.
– ¿Dónde están mis animales? –Grita atrayendo a otros pumas y jaguares hambrientos que se abalanzan a devorarlo. De un golpe a cada uno los va volviendo mansos.
Recoge las sogas que están dispersas, diciendo:
– Ahora sí, ustedes cargarán la leña. –Y comienza a darles de cinchazos a los que aún dormían, atándoles una soga en la cola para amarrar la carga.
 
15.
 
La leña que ha recogido alcanza para cargar doce pumas y doce jaguares.
– ¡Ahora vamos! –Dice, montando uno de los pumas más grandes:
– ¡Jua! ¡Jua! ¡Jua! –Le da de chicotazos.
Llega a casa del cura ya de noche. Desata la leña en el patio, amarra los felinos a los barrotes de la ventana interior y entra a dormir.
Al despertarse temprano, el cura piensa:
– ¡Pumas y jaguares ya lo habrán hecho añicos al Juanito!". Pero, por si acaso, llama:
– ¡Juan! ¡Juan!
– ¡Aquí estoy padrino! –Le responde desde el fondo.
– ¿Trajiste leña? –Se le ocurrió peguntar al curita.
– Sí padrino. La leña esta amontonada entrando a la cocina y en vez de burros, mulas y caballos traje pumas y jaguares que están amarrados en el patio.
El cura, creyendo que bromeaba, se acercó a mirar por una rendija de la puerta, y se desmaya viendo a pumas y jaguares con los rostros hambrientos y fieros.
Al recuperarse, con voz entrecortada le ruega a Juan que los regrese al monte, de donde los ha arreado.
 
16.
 
El cura ya no sabe qué hacer con tantos problemas: Ni los animales feroces pueden con él. Ahora ¿qué he de hacer?", se lamenta.
Y va a pedir consejo a la gente. Unos le dicen: "En el pueblo que queda más allá de esos cerros hay un condenado que devora a todo prójimo. Mándelo allá para ver qué pasa". Entonces el cura se alegra: "Allá lo enviaré", dice.
Llama a Juan y le ordena:
– En el pueblo que queda detrás de esos cerros hay un condenado que está comiendo a la gente. Ve allá y véncelo.
– ¡Ya, padrino! –Contesta. Y se va, llevando su barreta, que pesa dos arrobas, y un recio cincho de cuero de toro.
En el camino encuentra a una mujer que llora desconsolada. Juan le pregunta:
– ¿Por qué lloras, madre?
– Estoy escapándome del condenado. Estoy yéndome a esconder por las cuevas.
– ¿Dónde está? Pero regrese señora que yo voy a vencerlo.
– No vas a poder, joven. Por gusto vas a ir. Entre todos juntos lo hemos intentado y no hemos podido ni rasguñarlo.
– ¡Ya, ya!–; contesta. –Entonces a toda esa gente que ha huido le vas a avisar que cuando oigan tocar la campana bajen porque yo habré ganado.
– Ya joven, pero en vano vas a ir.
 
17.
 
Juan Osito llegó al pueblo, que está casi vacío. Lo primero que hace es juntar leña en medio de la plaza y alistar trapos untándolos en kerosene.
La hija del alcalde de ese pueblo, que lo estaba mirando, le avisa a su padre:
– Papá, ahí hay un hombre solito en la plaza juntando leña. ¿Será un loco, o qué?
Entonces, el alcalde sale y lo llama:
– ¿Quién eres tú? ¿Para qué juntas leña?
– Para quemar al condenado. –Responde Juan.
– ¿Tú podrás matar al condenado? –Le pregunta, incrédulo.
– Yo puedo. Ya lo verá.
Ha oscurecido y Juan pregunta por la casa donde vive el malvado. Allá va y entra. No hay nadie. Como está cansado se echa a dormir en la misma cama del fantasma.
A media noche se escucha que alguien viene por lo alto y grita:
– ¡Quien eres tú que duermes en mi cama? Ahora te voy a comer.
– Baja nomás.
El otro, desde arriba del techo lo mira. Y dice:
– ¿Caeré?
 
18.
 
– ¡Cae nomás si eres buen cholo!
Entonces cae una pierna que sangra. Juanito la mira sin ningún susto. Y otra vez se adormila.
El condenado está sorprendido.
Después de un rato otra vez se oye decir:
– ¿Caeré?
– ¡Hace rato que te estoy esperando! ¡Cae nomás!
Diciendo esto cae el tronco del cuerpo.
En eso se incorpora el condenado y se abalanza a devorar a Juan Osito.
Este blande su barreta y lo golpea.
– Si no te venzo hasta que cante el gallo tú me habrás ganado. –Dice el fantasma.
Y se ponen a luchar, cuerpo a cuerpo, hasta el amanecer, hora en que canta el gallo. El condenado ya no puede más y cae vencido. Juan lo amarra con la correa de cuero de toro y lo saca arrastrando a la plaza y luego lo sube a la pira, donde ha juntado maderas y trapos. Ahí lo tira, y prende la leña con un fósforo.
– ¡Suéltame, suéltame! ¡Aún me falta comer tres poblaciones enteras!–Grita el infame.
 
19.
 
Pronto se hicieron muchas brazas y en medio de ellas Juan, con un palo las remueve.
En eso desde dentro salta un gato de color negro y amarillo, maullando como si fuera el mismo demonio. Y luego de la leña se desprende una paloma blanca, que le dice a Juan:
– ¡Gracias, Juan Osito! Hoy me has salvado y tú también te has salvado. Desde ahora vas a ser un hombre normal. Tu estómago ya no va a ser como el de antes que pedía mucha comida. Pero, además, bajo las cuatro esquinas de mi cama donde has dormido hay baúles enterrados con tesoros. Desde ahora son tuyos. Por causa de esa riqueza nuestro padre supremo me rechazó para después hacerme condenado. Reparte la mitad de esa riqueza entre los pobres.
Dicho esto la paloma sale volando.
Allí es cuando Juan sube a lo alto de la torre de la iglesia y toca la campana llamando a la gente que había salido a vivir en las cuevas y esparcida por los cerros.
El alcalde y su hija también se acercan y el anciano le habla:
– Ya has quemado al condenado.
Su hija le dice:
– A ti te corresponde gobernar desde ahora nuestro pueblo.
 
20.
 
Juan se casó con ella. Luego de la fiesta de bodas le dijo a su esposa:
– Vamos adonde está mi padrino.
Montan en una mula y en otras dos cargan costales llenos de plata. Y se van a visitarlo.
Cuando lo ve venir el curita dice con pena:
– Ni el condenado puede vencerlo. ¿Cómo voy a deshacerme ahora de éste mi ahijado que come tanto?
Se acerca y oye que Juan le habla:
– ¡Ya estoy llegando, padrino, después de vencer al condenado
Mientras, el padrino musita:
– ¿Qué clase de fuerza tiene que ni un condenado lo puede vencer?
Y Juan le explica:
– Estos dos baúles llenos de plata te estoy trayendo para pagar los gastos que te he hecho. Los borregos y los bueyes que comí te estoy pagando con esto.
Y presentándola a la muchacha, que era muy bella, le dice:
Y ésta es mi esposa. Viviré con ella en el pueblo que he salvado.
El cura comprendió que Juanito había cambiado y lo abrazó lleno de ternura, de emoción y cariño.
Juan Osito vivió por muchos años. Fue un buen gobernante y el afecto y respeto de la gente hacia él fue desde entonces muy grande.
 
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