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EL ZORRO Y LA VIZCACHA
Por Norka Bríos Ramos
EL ZORRO Y LA VIZCACHA
Por Norka Bríos Ramos
“La fábula vive en las hondonadas, los llanos y las montañas;
en la sombra y la claridad; en el silencio y el grito…”.
Aralbaen la sombra y la claridad; en el silencio y el grito…”.
Inaugurando un nuevo amanecer en Corpanqui, el Sol asoma por los picachos del Huayhuash. Al caer la tarde se ocultará tras el cerro Wawanmargaraq, en cuyas entrañas viven vizcachas.
Cerro Wawanmargaraq - Foto: Manuel Nieves |
Estos roedores salen de sus pétreas madrigueras a recibir los rayos solares, mientras limpian con recelo sus largos bigotes. La más jovencita está sentada al final del peñasco, lejos del grupo. De pronto, un zorro flaco agazapado bajo una cornisa acerada que sostiene una piedra ovalada, le dice muy bajito, casi susurrando:
- Hola vizcachita, veo que te gusta tomar los baños solares, sola, solita como la andarita de Luis Pardo. Ha valido la pena esperar un mes, pues la última vez que te vi aun estabas pequeña. Hoy, después de dos días de obligado ayuno, serás un rico bocado.
La vizcachita, muy asustada, abrió sus redondos ojazos, reconociendo al zorro del que logró escabullirse atravesando una estrecha grieta, pero ahora está un poco más grande y no logrará escapar. A la distancia escucha cantar al agorero tucu. “Alguien va a morir, y no seré yo, sino el zorro”, piensa, y armándose de valor habla con tono pausado:
- Señor Zorrito, por qué me quiere comer si todavía estoy pequeña. Abajo está durmiendo una oveja gorda, ella sí saciará su hambre (le dice señalando un cactus blanco en forma de oveja). Usted, por lo empinado del abismo no puede llegar hasta ella, en cambio yo puedo arrearla hasta el inicio de la pendiente, donde estará a su alcance.
- Hola vizcachita, veo que te gusta tomar los baños solares, sola, solita como la andarita de Luis Pardo. Ha valido la pena esperar un mes, pues la última vez que te vi aun estabas pequeña. Hoy, después de dos días de obligado ayuno, serás un rico bocado.
La vizcachita, muy asustada, abrió sus redondos ojazos, reconociendo al zorro del que logró escabullirse atravesando una estrecha grieta, pero ahora está un poco más grande y no logrará escapar. A la distancia escucha cantar al agorero tucu. “Alguien va a morir, y no seré yo, sino el zorro”, piensa, y armándose de valor habla con tono pausado:
- Señor Zorrito, por qué me quiere comer si todavía estoy pequeña. Abajo está durmiendo una oveja gorda, ella sí saciará su hambre (le dice señalando un cactus blanco en forma de oveja). Usted, por lo empinado del abismo no puede llegar hasta ella, en cambio yo puedo arrearla hasta el inicio de la pendiente, donde estará a su alcance.
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- Está bien, anda y cumple lo ofrecido a cambio de tu vida; además, no hay manera de que huyas.
- Ve Señor Zorrito, estamos de suerte, abajo sigue durmiendo plácidamente la oveja. Será tarea fácil, no defraudaré su confianza.
Seducido por las palabras finales el carnicero mira hacia la “oveja”, descuido que aprovecha la vizcacha para trepar veloz y empujar la piedra ovalada que está sobre la cornisa, hiriendo de muerte al zorro.
MORALEJA:
En momentos de crisis no es bueno desesperarse, pues siempre hay alternativas que ayudan a solucionar los problemas, por más astuto que sea el rival.
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- Está bien, anda y cumple lo ofrecido a cambio de tu vida; además, no hay manera de que huyas.
- Ve Señor Zorrito, estamos de suerte, abajo sigue durmiendo plácidamente la oveja. Será tarea fácil, no defraudaré su confianza.
Seducido por las palabras finales el carnicero mira hacia la “oveja”, descuido que aprovecha la vizcacha para trepar veloz y empujar la piedra ovalada que está sobre la cornisa, hiriendo de muerte al zorro.
MORALEJA:
En momentos de crisis no es bueno desesperarse, pues siempre hay alternativas que ayudan a solucionar los problemas, por más astuto que sea el rival.
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Entrada a Corpanqui, tierra del rico queso - Foto: Daniele Abba |