CARRETERA LONGITUDINAL DE CONCHUCOS:
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Cachetada a Antonio Raimondi ad portas de su 50 Aniversario como Provincia
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Por Walter Vidal Tarazona
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El 14 de julio de este, precisamente, “Año de la Integración Nacional y Reconocimiento de Nuestra Diversidad”, el excelente, importante e infaltable blog de Nalo Alvarado, nos alcanza a la vista la Nota de Prensa Nº 84-2012/MJJ-CR, con sello del Congreso de la República, de la reunión de los congresistas Fredy Otárola y Modesto Julca con los alcaldes provinciales de esta zona de Ancash en el Palacio Legislativo, sobre la “Construcción de la Carretera Longitudinal de Conchucos que integra las provincias de Cátac (sic), Huari, San Luis (sic), Chacas, Mariscal Luzuriaga, Pomabamba, Sihuas, Pallasca y Corongo”, excluyendo a la provincia Antonio Raimondi, con su capital el antiquísimo pueblo de Llamellín.
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El magnífico libro Los Comentarios Reales de los Incas, escrito obviamente con algo de apasionamiento por el Inca Garcilaso de la Vega, nos
transporta a un país muy distante, diametralmente distinto a este Perú
que nos duele, que es el mismo suelo y presente de ese otro que nos
muestra Garcilaso. Sin embargo nuestras autoridades de hoy y de ayer nos dicen que su gobierno es de inclusión social e integración nacional.
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No sé si por
“integración” hayan entendido la tremenda centralización limeña, que ha
concentrado ya casi la tercera parte del país en términos de población,
causando la supervivencia caótica básicamente de las zonas marginales,
que siguen creciendo gracias a recursos que se están extrayendo de
nuestra serranía, como el agua por ejemplo.
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La Economía nos
dice que los recursos son escasos y pueden desaparecer. A ningún
gobierno se les ha ocurrido –hoy y en otros periodos gubernamentales-,
llevar a la población allá donde abundan los recursos (eso de “llevar”
no es para tomarlo al pie de la letra, sino de manera figurada), en
lugar de traer recursos a donde está la población, como también opinaba
el amauta Javier Pulgar Vidal. Los Incas lo
hacían, y así mantenían una población integrada y feliz, satisfecha en
sus necesidades primarias (el caso de Arequipa[i] es emblemático).
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En cuanto a la
inclusión, sabemos por constatación no solo de Garcilaso sino de casi la
totalidad de los cronistas que la sabia estrategia de reducción inca
consistía en incluir socialmente a toda su población a su reino,
principalmente a las poblaciones conquistadas. Esos pueblos eran
atendidos con primacía, de modo tal que se sentían incluidos a su Estado
imperial. Recordemos que el valeroso rey chanca Hancohuallu, que cayó
prisionero en Yáhuar Pampa, huyó del Imperio de los Incas, no por un mal trato a él y a su gente, pues el “Inca
le había hecho todo el regalo y buen tratamiento posible, [sino, por]
procurar su libertad, desechando cuanto poseía y favorecido como era del
Inca”, y buscar “nuevas tierras donde poblar y ser señor absoluto o
morir”; así, a escondidas, con
su gente amiga, se fue por las grandes montañas de los Antis, cruzando
un “gran río abajo”. No sé si en su huida bajó por Tranca a Chocchían
para cruzar el Marañón, como es la conjetura de nuestro amigo Ciro Solís, del hermano pueblo de Huacaybamba.
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No sé si esa
asonada provocada por los chancas sometidos al poder imperial, hizo que
los pobladores llamellínos se pusieran a buen recaudo en las alturas de
Yarcán, Pará, Manrish, y muchos otros restos de parajes que hoy duermen
su sueño en las cimas de aquellos cerros raimondinos, o talvez por la
presencia de huestes de los incas, o posteriormente, de los españoles
“cristianizadores”. No sabemos, pero allí están los restos
arqueológicos, callados, esperando que la ciencia algún día les haga
hablar de su pasado; deteriorándose, mientras tanto, por falta de una asistencia adecuada y científica.
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Pero Antonio
Raimondi no solo es crisol de restos de vivencias milenarias que se han
cristalizado en historia y geografía por descifrar, constituyendo un
producto turístico de gran valor. Su tierra colorada, fértil y hermosa
es riqueza pujante para la agricultura, todavía en gran parte sin
contaminación con fertilizantes sintéticos y pesticidas. Antes, fue el
reino del trigo y la papa, hoy del choclo que ha llegado bastante
resuelto hasta los mercados de los conos de Lima.
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Don Bartolomé Ames,
Subprefecto de Huari, en 1874 decía: “No hacen más que arañarlos para
recoger abundantes cosechas ...”; años después en “El Ande” (Nº 22, º
1931) leemos la siguiente nota referida a una realidad que
lamentablemente ha cambiado un tanto, por la falta de caminos y el
tratado de libre comercio con EE.UU, referido al trigo: “Nuestra
producción agrícola i especialmente la triguera,
es ingente i fabulosa, abasteciendo en gran parte los mercados de todo
el Callejón de Huaylas, las principales plazas de esta misma provincia
[Huari] y las de Bolognesi y Huamalíes, así como
los de las montañas de Monzón, Tazo y Santo Domingo”; sin embargo –añade
la nota- el “aislamiento clamoroso en que nos encontramos, sin las
facilidades de transporte rápido a los lugares de
consumo” constituye un problema que atrasa el progreso agrícola. No
somos los raimondinos que nos “floreamos” con este asunto del trigo, es
gente de afuera que habla de la realidad nuestra, como el Sr. Senedelfer P. Vallejo, Ingeniero Jefe de la Comisión Agronómica en Ancash (1931), “Al hablar de trigo –nos dirá- no he encontrado en ninguna provincia del Perú, un distrito que promete tanto con respecto a la industria triguera que el hermoso distrito de Llamellín”.
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Pero... para nuestros gobernantes,
“inclusivos” e “integracionistas”, la provincia Antonio Raimondi no
cuenta. ¿Porque es una de las provincias más pobres del país, la
aíslan?...
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¿Todavía habrá
tiempo para que recapacitemos gobernantes y gobernados?. A mis paisanos,
autoridades e instituciones allá y acá en Lima: toquemos las puertas de
estos congresistas, siquiera para preguntarles
las razones por las que han excluido a nuestra Provincia, justo ahora,
ad portas de su 50 aniversario.
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Fuente: