sábado, 2 de junio de 2012

ESTA VIDA ES NUESTRA - POR JOSÉ ANTONIO SALAZAR MEJÍA (HUARAZ)

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Huaraz, antes del sismo de 1970

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ESTA VIDA ES NUESTRA

Por José Antonio Salazar Mejía 

Para quienes teníamos alrededor de los 15 años en 1970, ir al cine los domingos era más que una costumbre, era un rito que no podíamos soslayar. En Huaraz teníamos tres cines: el Cine Huaraz, el Cine Radio y el Cine Tarapacá. Para ese 31 de mayo, los muchachos nos habíamos pasado la voz, la mejor película estaba en el Cine Radio: "Esa calle es nuestra", film que trataba sobre una guerra de pandillas por la posesión de una calle, en Inglaterra. Cuando la mayoría ya estaba en el cine, pues las luces se apagaban a las 3.30 para el "réclame", cinco minutos antes, la tierra tembló por 45 segundos, pero tembló tan fuerte en ese corto tiempo que se trajo abajo todas las casas de adobe, no solo las de Huaraz, todas las casas de adobe del departamento.

Todo Ancash fue destruido por el más grande terremoto de la historia del Perú. El epicentro se ubicó en el mar, frente a las costas de Chimbote. En la zona fallecieron 70 mil personas, entre ellas 25 mil habitantes de Yungay que perecieron al ser sepultada su ciudad por un aluvión provocado por el desprendimiento de la cornisa norte del Huascarán.

Esta hecatombe significó la ruptura económica, social y cultural de nuestro pueblo. Sus serias consecuencias aún no han sido estudiadas a cabalidad y sus repercusiones todavía nos alcanzan. Ese Huaraz idílico que conocimos, ya nunca lo volveríamos a ver. Quedaría para el recuerdo su hermosa Plaza de Armas con sus diez calles de entrada (era la única plaza con esas características, todas tienen máximo ocho calles de entrada) su Catedral de piedra con sus bellísimas torres, sus cuatro barrios (La Soledad, Belén, San Francisco y Huarupampa) con sus preciosos templos, sus calles estrechas y empedradas, sus casas con balcones y techos de tejas, su aroma, su aire provinciano... todo eso desapareció aquel 31 de mayo.

Recuerdo con nostalgia a algunos personajes que conocí en mi niñez. Había un señor bajito y regordete, de pelo blanquísimo, el señor Ramírez Luna, presidente de la Cámara de Comercio, que se empeñó por años en adquirir un terreno en Anta para que allí se construya el aeropuerto de Huaraz; su anhelo se vio pronto cumplido pues tras el sismo se habilitó Anta para que ingresen los gigantescos aviones Hércules de la aviación, trayendo la ayuda internacional. La Cámara de Comercio movía el circuito económico en Huaraz de entonces, destacaban personajes como don Miguel Torres Cano, que con su grifo abastecía a los pocos vehículos que circulaban por Huaraz. Él ya había concebido la idea de unir a nuestra tierra con el Brasil por una nueva vía que se debería abrir por Quillcayhuanca, para llegar a Huari, y de allí pasar a Monzón, empatar con Pucallpa, Tingo María y llegar a Cruzeiro du Sol. No sólo comercio había en Huaraz, la vida cultural era muy intensa. Recuerdo a un poeta que paseaba a diario por la Plaza de Armas con su sombrero y bastón; era don Agustín Loli. Me impresionaba particularmente porque el vitiligo lo había dejado con la piel completamente blanca. La U.O.I. (Unión Obrera Independiente) tenía un local donde siempre se realizaban actuaciones y "veladas", que ya no se ven ahora. En una "velada" había de todo: poesía, música, teatro y danzas. Los locales donde se hacía cultura eran muchos, los que más recuerdo son el Salón de Actos del Colegio "De la Libertad" y el del Colegio "San Benito".

Quienes captaban la atención de los muchachos de entonces, eran los personajes marginales: "la loca Alicia", que paseaba por el puente de Calicanto; "Mañu cóndor" sucio y andrajoso, pero terrible cuando reaccionaba a los insultos; "sapra Martín", apelativo que le dábamos a don Martín Miranda, el terror de quienes no iban al colegio y se hacían "la vaca"; y el "sonso muché" siempre sonriente, a quien recuerdo ayudando en la panadería de Roberto, en La Soledad. El sismo del 31 de mayo nos quitó todo esto y mucho más. Nos arrancó de cuajo ilusiones y esperanzas. Lo más doloroso, nos quitó a nuestros seres queridos. ¿Quién no perdió algún familiar en el sismo? Don Víctor Valenzuela perdió a su pequeña hija a quien dedicó un hermoso huayno "Cecilita"; don Armando Moreno perdió a su única hija en el Colegio Santa Elena, en honor a ella luego del sismo construyó un hermoso cine que llevaba su nombre, el Cine Soraya. El gobierno creó la CRYRZA, Comisión de Reconstrucción y Rehabilitación de la Zona Afectada, y Defensa Civil para prevenir futuras catástrofes. Pero nada pudo quitarnos la pena del alma. Una pena grande por todo lo que perdimos. Nuestra catástrofe, nuestras catástrofes personales ninguna comisión podrá rehabilitar. El saldo doloroso del sismo, a 38 años de ocurrido, pesa como un enorme lastre en nuestra memoria. ¡Qué hermoso sería que todo volviera a ser como antes! Entonces no sólo diríamos ¡Esta calle es nuestra!, diríamos ¡esta vida es nuestra! La vida que nos arrebató el sismo del 70. Ojalá recuperemos el espíritu de ayer. Ojalá vuelvan los cines a Huaraz, para sentarnos en sus butacas y ver como en una película nuestra infancia y juventud; recordar aquellos tiempos cerrando los ojos y elevando una oración a Dios por los que se fueron.

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Huaraz, antes del sismo de 1970