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CHINGUIRITO CON ARPA Y AMISTAD
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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Me
era imposible visitar Chiquián para pasar la Navidad con mis padres. La
aversión entre hermanos desplegaba sus tentáculos a nivel nacional esparciéndose como metástasis por las agrestes montañas ancashinas. De ahí
que a mediados de diciembre del 81 viajé a “Espejito del cielo”, a pasar
un par de días en la tranquilidad del hogar paterno; había logrado un
meteórico ascenso estando en Huaraz, y quise celebrar en familia.
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Arribé
a medianoche con hambre, y buscando un buen caldo de gallina llegué a Oropuquio,
cuna del Sport Cahuide. A la distancia, pegadito a Chinapila, un
huaynito dejaba oír sus dulces notas; me acerqué y quedé seducido al
escuchar entre risas y voces aguardentosas la canción: "En las faldas de Cochapata"
que inmortalizaron las alondras chiquianas Amina Rayo y Eva Alvarado.
Toqué la pequeña puerta, me abrieron e ingresé bajando el lomo, siendo
recibido con euforia por mi amigo Perico Rivera Ñato, en ese entonces
residente del boulevard de Quihuillán, hoy a perpetuidad del cementerio
de Chiquián. Perico me invitó un vaso de aromático chinguirito que tomé
sin respirar... ¡Upiacushun shay!.
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En
una esquina de la pequeña habitación, las cuerdas de un arpa de aliso
con patas de chacua se deshacían en trinos, mientras los ocho asistentes
entre hombres y mujeres aplanaban el piso de tierra, exclamando al
unísono: ¡En la repetición está el gusto y que dure la zapateada hasta que despunte el alba!.
Junto a la puerta, sobre una incolora repisa, lucían sus siluetas de
vidrio una docena de botellas vacías: de gaseosa, vermouth y anisado.
Debajo de un destartalado mostrador: tres manojos de colahuiru,
escorzonera y huamanripa esperaban desnudas su baño de sauna. Al
costado, una tetera sin tapa destilaba chinguirito, abrigado por las
azulinas lenguas de fuego de un primus de bronce con canillas de
alambre.
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Todos contentos y felices entre recuerdos de barquitos de maguey, zancos, shoguet, plancha quemada y nunatoros, tomamos muchos cuartitos de trago abrigador, néctar trepador que adormece el cerebelo haciéndonos ingresar a una vorágine donde la vida vale un "penco".
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Todos contentos y felices entre recuerdos de barquitos de maguey, zancos, shoguet, plancha quemada y nunatoros, tomamos muchos cuartitos de trago abrigador, néctar trepador que adormece el cerebelo haciéndonos ingresar a una vorágine donde la vida vale un "penco".
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Entre
trago y trago venían desafiantes zapateadas con requiebres que nos
hacían retornar de rato en rato los pantalones a la cintura; en tanto,
las musas pañuelo en mano, exprimían el sudor de sus frentes. Espectáculo
aparte brindaban las cuerdas del arpa, danzando juguetonas con los
dedos de púcana de Anacleto “Pachapleto”, quien pasando de “LA” menor a
“RE” mayor de un solo golpe, rompía fuegos con su endiablada punteada
animando la batalla, donde los varones bailando como capitanes y las
mujeres como pallas, escondían entre poncho y traje un empujoncito
zalamero. “Ven mi amor que acá te espero como el arrullo de una torcaza”, gritó emocionado un tinyaco maltón de Shulu a su afrodita de Lirioguencha, otro canta con voz anegada en nostalgia: “Quiero mi libertad porque de Chiquián me voy”. Las botellas de chinguirito van y vienen sin parar. ¡El que la seca la llena!,
exclama a todo pulmón un bolsillo roto de Cochapata. Otro le pide a
"Fabián" no retener el expediente, y así pasaron las horas entre risas y
leyes de “Quishula”, de la ballena, del tiburón y del ultu.
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A las 5 en punto de la madrugada, un diablito de Umpay Cuta sin espuelas, pero con cuernos invisibles, salió a bailar rozando con disimulo el generoso cuntu de su ninfa de Agocalle, que al sentir el cosquilleo dio una vuelta blanqueando los ojos. A estas horas ya se sientía el aroma a piel y trago apelmazando los bellos nasales, trayendo a mi mente aquellos años juveniles de tertulias y chinguiritos al paso en la cantina de “Oso”.
A las cinco y media la aurora se puso de pie al llamado de la mañana, que el carioco del "Chino Benito" anunció con su sonoro kikiriquí, y afloraron en mi mente los años idos y declamé con la boca cerrada y la mente abierta: “Huayno chiquiano, canto de poesía y melodía como no hay dos. Qué mortal no ha sido atraído por los encantos de tu pentagrama de embrujo; versos sensitivos de chumpac y capulí, que los bardos interpretan añorando añejas aventuras, en las cantinas, techas de casa, cumpleaños, relimpios de canales, quitañaques y en cuanto lugar late un fogoso corazón por las musas de trigo...”.
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A las 6 de la mañana el viento ondeaba la primera llovizna de diciembre y se oían los zigzagueantes pasos en el charco de los lechuceros, que en cortejo y hablando solos, iban al Baratillo para cortar el caldero con un caldo de mondongo. En la cantina los socios de "don Chinguirito" mostraban sus párpados violáceos, y sus enrojecidos globos oculares ya no arrojaban candela, sólo lava pegando como engrudo sus pestañas.
A las 5 en punto de la madrugada, un diablito de Umpay Cuta sin espuelas, pero con cuernos invisibles, salió a bailar rozando con disimulo el generoso cuntu de su ninfa de Agocalle, que al sentir el cosquilleo dio una vuelta blanqueando los ojos. A estas horas ya se sientía el aroma a piel y trago apelmazando los bellos nasales, trayendo a mi mente aquellos años juveniles de tertulias y chinguiritos al paso en la cantina de “Oso”.
A las cinco y media la aurora se puso de pie al llamado de la mañana, que el carioco del "Chino Benito" anunció con su sonoro kikiriquí, y afloraron en mi mente los años idos y declamé con la boca cerrada y la mente abierta: “Huayno chiquiano, canto de poesía y melodía como no hay dos. Qué mortal no ha sido atraído por los encantos de tu pentagrama de embrujo; versos sensitivos de chumpac y capulí, que los bardos interpretan añorando añejas aventuras, en las cantinas, techas de casa, cumpleaños, relimpios de canales, quitañaques y en cuanto lugar late un fogoso corazón por las musas de trigo...”.
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A las 6 de la mañana el viento ondeaba la primera llovizna de diciembre y se oían los zigzagueantes pasos en el charco de los lechuceros, que en cortejo y hablando solos, iban al Baratillo para cortar el caldero con un caldo de mondongo. En la cantina los socios de "don Chinguirito" mostraban sus párpados violáceos, y sus enrojecidos globos oculares ya no arrojaban candela, sólo lava pegando como engrudo sus pestañas.
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A las 6.30 el arpa todavía desgranaba melodías intentado despertar a dos beodos que yacían tiesos en las bancas, tiritando como mendigos que anhelan una limosna en pleno aguacero. Al fondo del cuarto un viejo candil empezó a languidecer, parpadeó unos segundos y finalmente apagó su último destello. Tras la ventana que da a la bocacalle, las gotas de lluvia resbalaban como lágrimas por los cristales opacos.
A las 6.30 el arpa todavía desgranaba melodías intentado despertar a dos beodos que yacían tiesos en las bancas, tiritando como mendigos que anhelan una limosna en pleno aguacero. Al fondo del cuarto un viejo candil empezó a languidecer, parpadeó unos segundos y finalmente apagó su último destello. Tras la ventana que da a la bocacalle, las gotas de lluvia resbalaban como lágrimas por los cristales opacos.
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No más arremetidas, fintas ni quimbas, tampoco maniobras ni embestidas, menos punteos volcánicos que en el zapateo intentaron saborear mollejitas al paso. Solamente se escucha el aguacero limpiando el musgo de los tejados y el gemido de un flagelado por el céfiro matinal que aun se mantiene en pie, pidiendo a Putu un poco de agua para apagar el fuego de su sed. Del costado de una casa con techo de paja, sale humo plomizo de fogón, elevándose al firmamento como vuelo de zorzal.
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No más arremetidas, fintas ni quimbas, tampoco maniobras ni embestidas, menos punteos volcánicos que en el zapateo intentaron saborear mollejitas al paso. Solamente se escucha el aguacero limpiando el musgo de los tejados y el gemido de un flagelado por el céfiro matinal que aun se mantiene en pie, pidiendo a Putu un poco de agua para apagar el fuego de su sed. Del costado de una casa con techo de paja, sale humo plomizo de fogón, elevándose al firmamento como vuelo de zorzal.
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Culminada
la jarana, Anacleto cubrió su arpa con un trozo de hule y lo sacó
cargando como a un becerrito empanzado con sus costillas al aire. Ya en
la calle puso a su fiel amigo sobre su cabeza y se fue andando por el
charco a Yucyushtana, bamboleándose como aguash con sus llanques "good
year". Desde arrriba, el señero Capillapunta vigila Chiquián, que
despierta con las primeras lluvias de diciembre para estrenar su poncho
que reverdece después de 7 meses de sequía.
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Y así va pasando el tiempo en nuestra tierra de imborrable recuerdo de aquellas jaranas de nuestros viejos, que muchos se empeñaron en conservar hasta los ochentas y que desde hace unos años el Club Chiquián reedita en Lima, de vez en cuando, y a puerta cerrada. Sin embargo, subrayo, que aquel espíritu jaranero de nuestros años mozos con "guetu pelota" y cigarrillo "Inka" llenando de vaho "Espejito del cielo", ya está casi olvidado, pues ahora solamente existen pocilgas con hipos de cantina donde nadie se divierte sino se alcoholiza hasta ponerse morado. Ya ni siquiera a la actual taberna de "penco", puede llamársele “bar-fénix” intentado resurgirla de sus cenizas.
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Por
eso, así como hay seres humanos en desgracia, también existen barrios
con mortaja franciscana, como el que los modernos paisanos han bautizado
como “Paramonga”, donde el “racumín” consume día y noche: trillones de
neuronas de muchos jóvenes que se pierden tras los tragos baratos, desde
Quihuillán hasta Umpay.
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Tal vez, dentro de 3 o 4 décadas, algunos sobrevivan al raudo caminar del tiempo, lejos de nuestra tierra, y recuerden por última vez, aquellos años dorados de la jarana chiquiana; pero para ese entonces quizá ya no estén en Chiquián los que relaten a las nuevas generaciones de paisanos, cómo eran estas telúricas reuniones de amistad, pues más tarde que nunca faltarán ojos para llorar y aliento para suspirar, y nuestra voz enmudecerá para siempre.
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Tal vez, dentro de 3 o 4 décadas, algunos sobrevivan al raudo caminar del tiempo, lejos de nuestra tierra, y recuerden por última vez, aquellos años dorados de la jarana chiquiana; pero para ese entonces quizá ya no estén en Chiquián los que relaten a las nuevas generaciones de paisanos, cómo eran estas telúricas reuniones de amistad, pues más tarde que nunca faltarán ojos para llorar y aliento para suspirar, y nuestra voz enmudecerá para siempre.
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De
ahí el interés que subyace entre líneas de este breve relato, que busca
conservarse en el corazón generoso de los chiquianos de cebada y jora,
como un recuerdo grato de la época de oro del "Chinguirito con arpa y amistad", con la esperanza de que recobre su verdadero sentido en un futuro no muy lejano...
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Voces nativas:
Aguash: Ave de laguna
Carioco: Gallo sin plumas en el cuello
Colahuiru, escorzonera y huamanripa: Hierbas aromáticas
Cuntu: Recipiente de arcilla
Carioco: Gallo sin plumas en el cuello
Colahuiru, escorzonera y huamanripa: Hierbas aromáticas
Cuntu: Recipiente de arcilla
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Chacua: Perdiz
Chinguirito: Trago calientito, con hierbas aromáticas
Chumpac: Miel de tinyaco (familia de las abejas)
Fabián: Personaje popular que habla y habla y no brinda
Chinguirito: Trago calientito, con hierbas aromáticas
Chumpac: Miel de tinyaco (familia de las abejas)
Fabián: Personaje popular que habla y habla y no brinda
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Guetu pelota: Trago chiquiano
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Maltón: Joven
Nunatoro: Hombre disfrazado de toro
Pallas: Vírgenes del Sol, en el Incanato
Penco: Moneda de un sol
Nunatoro: Hombre disfrazado de toro
Pallas: Vírgenes del Sol, en el Incanato
Penco: Moneda de un sol
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Púcana: Atizador de fogón
Quishula: Personaje popular que bebe sin gastar
Quitañaque: Ceremonia del corte de pelo en la infancia
Racumín: Bebida alcohólica
Shoguet: Juguete que arroja agua
Tinyaco: Familia de la abeja
Ultu: Anfibio de rana
Quishula: Personaje popular que bebe sin gastar
Quitañaque: Ceremonia del corte de pelo en la infancia
Racumín: Bebida alcohólica
Shoguet: Juguete que arroja agua
Tinyaco: Familia de la abeja
Ultu: Anfibio de rana
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Huaraz, 23 de diciembre de 1994
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Fuente:,
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EL CHINGUIRITO EN LA FIESTA DE SANTA ROSA
y
EL CHINGUIRITO EN LA FIESTA DE SANTA ROSA
y
Es un aperitivo de La Salva, pero también de las actividades preparatorias y las noches que dura la fiesta.
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El ingrediente principal es el alcohol de caña, aromatizado con hierbas medicinales (huamanripa, escorzonera y colahuiru).
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En
su preparación también se utiliza agua, té, canela, clavo de olor,
hojas de coca, manzana, cáscara seca de naranja, limón y azúcar al
gusto.
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Se sirve caliente en
botellas para abrigar el cuerpo, poner en funcionamiento la lengua y
animar el baile. El barman de poncho y bufanda tiene la última palabra en el preparado.
CHINGUIRITO
Las penas de la noche
se deslizan por las calles
y los labios buscando trago
las recogen para olvidarlas.
El dulce chinguirito
resfresca los sentidos,
como baña el río la ribera,
como riegan los ojos las lágrimas.
Néctar en botella caliente
que tantas manos acarician,
mójame la garganta otra vez
que por la boca muere el pez.
Ya cuando la fiesta culmina,
cohetes y trago se esfuman,
dejando los labios secos,
esperando la próxima Salva.
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Nalo Alvarado Balarezo
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SORBO A SORBO
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Voces trasnochadas,
preguntas sin respuesta
que muerden con rabia
la lengua del choborra.
Chinguirito calientito
que estruja la garganta
dejándola más seca
que limón de emolientero.
Tragos van, tragos vienen
aflorando los recuerdos
saturados de quebranto
entre risas, huayno y llanto.
Ya el perfil del alba asoma,
la larga noche se marchita
y entre bostezo y bostezo
el colchón de paja espera...
Nalo Alvarado Balarezo
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ETIQUETA AZUL
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Preparas
sabroso
brebaje
con ron,
cáscara
de limón,
colahuiru,
huamanripa
y escorzonera.
Un chinguirito
de néctar y fuego,
embriaga suavecito
al santo y al mujeriego.
Sírveme un sólo cuartito
de tu cautivador veneno,
que será contante y sonante
antes que el 'carioco' cante.
Trago que ingresas bailando
y en minutos estoy silbando
cántame un huayno querido
hasta que pierda el sentido
y me vaya de cara al suelo
sin pena ni desconsuelo.
sabroso
brebaje
con ron,
cáscara
de limón,
colahuiru,
huamanripa
y escorzonera.
Un chinguirito
de néctar y fuego,
embriaga suavecito
al santo y al mujeriego.
Sírveme un sólo cuartito
de tu cautivador veneno,
que será contante y sonante
antes que el 'carioco' cante.
Trago que ingresas bailando
y en minutos estoy silbando
cántame un huayno querido
hasta que pierda el sentido
y me vaya de cara al suelo
sin pena ni desconsuelo.
Nalo Alvarado Balarezo
Fuente:
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Chiquián - Foto: Virginia Atehortua