EL CABALLO ENVETADO Y LOS HERRAJES DE DON OSVALDO
Por Juan Jose Alva Vaverde (Pepe)
Por Juan Jose Alva Vaverde (Pepe)
Don Oswaldo Prado, maestro de la Escuela Primaria de Ticllos. Natural de Chiquián querido, afincado en Jana barrio, todos los lunes en la madrugada preparaba el caballo, que su compadre Manuel López le alquilaba. Además de lo concerniente, en dos alforjas acondicionaba velas, fósforos, chancaca, coca, jabones de pepita y todo lo que podía llevar. Nada era para su consumo, sino para cambiarlos con papas u otros productos; y como alma en pena enrumbaba por la subida de Racrán, tratando de llegar a la hora en que sus alumnos estaban en formación, para entonar jutos las notas del Himno Nacional.
Un lunes fatídico demoró más de la cuenta en despegarse de su colchón; ensilló a la velocidad de un rayo al cuadrúpedo, puso las alforjas, y a punta de rienda trepó la falda de Putu.
.
Cuando llegó a la escuela de Ticllos, sus alumnos ya habían cantado el Himno Nacional, siguiendo las indicaciones del maestro César, compañero suyo, salvándose así de una llamada de atención del director.En el recreo, cuando los maestros Oswaldo y César desensillaban el caballo, el equino estaba empapado en sudor y temblaba. César, conocedor de estos menesteres, dijo muy apenado.
-El caballo está envetado y va a morir.
-Seguro anoche mi compadre Manuel lo ha enviado así.
-De ser cierto lo que dices Osvaldo, el caballo hubiera amanecido muerto. Lo que pasa es que le has exigido demasiado tratando de llegar temprano.
En estas circunstancias el caballo se fue de bruces. Temblando y resoplando se despidió de este mundo. César fue a lavarse las manos y antes de ingresar al salón de clases dio una ojeada. Grande fue su sorpresa al contemplar lo que hacía Oswaldo con un alicate en la mano.
-¿Qué hace con el pobre animal?
-Trato de sacarle los herrajes, son nuevecitos.
-No seas malo shay, déjalo así, salvo que tú los uses.
Después de las cinco de la tarde, en la oficina de correos, el maestro Osvaldo trataba de comunicarse con su esposa y su compadre Manuel.
-¡Aló, aló Chiquián!, don Mateo, es una emergencia, soy Oswaldo, hablándole desde Ticllos, por favor dígale a mi esposa que se apersone al correo con mi compadre Manuel, tengo que comunicarle lo que le ha ocurrido a su caballo.
Al paso ligero el cartero Garrito atendió el pedido.
Minutos después, llamó su esposa:
-Aló Oswaldo, que ha pasado.
-El caballo del compadre Manuel ha muerto envetado, estoy seguro de que el jovenzuelo que anoche lo trajo a la casa es el causante.
-Oswaldito, perdóname, yo recibí al caballo, no me di cuenta de su estado. Aquí está el compadre Manuel, infórmale por favor.
-Compadrito Manuel, el jovenzuelo nos trajo envetado el caballo anoche y hoy ha muerto en Ticllos ¿usted dirá cómo arreglamos el asuntito?
-No se preocupe compadre, el jovenzuelo, como así lo llama usted, es el mismo que todos los domingos en la noche hace la entrega. Un caballo no se enveta de la noche a la mañana, usted sabe a conciencia de que le ha exigido demasiado durante el viaje, y como le debía cinco mil soles, con la muerte de mi caballito la cuenta esta saldada.
-¡No puede ser compadre, es un abuso, no es justo, el Señor de Conchuyacu lo va a castigar¡
-Compadre, usted es maestro y no es bueno mentir menos blasfemar. Disculpe compadre, pero he dejado preparando un chinguirito a don Feliciano, no se vaya a enfriar -y cortó.
-¡Aló compadrito Manuel, aló, aló, aló, compadrito Manuel, com...
Cruz de Motupe, 24 de Abril del 2012.