lunes, 4 de julio de 2011

MAESTRO TARAPAQUEÑO ANATOLIO CALDERÓN PARDO - EN EL DÍA DE SU ONOMÁSTICO

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HOLA SHAY:
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El lunes 27 de noviembre de 1939 se fundó bajo el ala entusiasta de un grupo de jóvenes chiquianos: el "CLUB ATLÉTICO TARAPACÁ”, nombre que simboliza el valor de un puñado heroico de soldados peruanos que lograron la más célebre hazaña militar en bien de la Patria. Aquel día nuestra tierra renovó su espíritu deportivo para continuar irradiando su calidad futbolística a lo largo y ancho de Ancash.

Esta pléyade de talentosos jugadores, benefactores, dirigentes e hinchas, que hicieron posible su nacimiento, fueron: (en orden alfabético): Abel, Alberto, Alejandro, Anatolio, Antonio, Apolinario, Arcadio, Armando, Artidoro, Arturo, Belisario, Benjamín, Bonifacio, Calixto, Carlos, César, Crisólogo, Daniel, Elias, Ernesto, Eusebio, Félix, Felipe, Germán, Gregorio, Gudberto, Hernán, Hortencio, Jacobo, Jorge, José, Juan, Icha, Leonidas, Luis, Magno, Manuel, Mario, Mateo, Moisés, Oscar, Pedro, Perico, Raúl, Rómulo, Rubén, Segundo, Sulpicio, Teobaldo, Teófilo, Víctor, Virgilio y William, entre otros paisanos que pusieron la primera piedra.

Aquellos pioneros jugaban como buenos hermanos, sin falsos egos, envidias, desavenencias banales ni pregones de éxitos fugaces. Sólo los impulsaba compartir una pelota en la cancha disfrutando al máximo con sana picardía provinciana.
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Si bien es cierto que su brillante historia está jalonada de décadas cosechando copas, dentro y fuera de Bolognesi; también es cierto que los primeros años no fueron nada fáciles para ellos, pues tenían que darle forma y consistencia al equipo. Además, los adversarios de talento y gran entrega que tuvieron, fueron forjados en el calor de la misma fragua deportiva.

Doy una mirada al pasado y recuerdo aquellos años de finales de década de los 50, donde se yerguen las figuras señeras de cuatro jugadores excepcionales que dejaron huella imborrable en el piso de cascajo del estadio de Jircán:
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Gudberto Ibarra Lozano (Gudbi):
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De impecable capacidad defensiva, fortaleza, gallardía, gran sentido de la anticipación, salida clara, garra y de imparable shot. Por precaución, antes de seguir leyendo, apártese un poco de la pantalla de su PC o puede caerle un puntazo de Gudbi.
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Anatolio Calderón Pardo (Anacho):
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Buen toque, inteligencia, marca, puntería, atento al juego y jugador versátil que podía desempeñarse en cualquier lugar de la cancha.
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Gudberto Gutiérrez Quiroz (Blakaman):
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Portero elástico que tapaba más que "sotana", de manos ágiles y fuertes que no necesitaban guantes, de buenos reflejos y nervios de acero durante los penales.
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Arturo Barrenechea Núñez (Papaseca):
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Cintura de goma, canillas eléctricas en el juego de candela, velocidad envidiable con amagues que dejaba birolo al rival, vivaz, inquieto e imparable en el dribling.

Pero no solamente el Tarapacá brilló en el deporte "rey", sino también en vólei donde figuras como nuestra recordada Chuli Garro Montoro, hermana del formidable jugador de fútbol "Pollito", lució en alto el estandarte tarapaqueño. De la hinchada ni qué decir, todos brindaban lo suyo: masajes, banderolas, naranjas, concordias, cantos, alegría por un holgado triunfo, un nudo marino en la garganta en un partido de pronóstico reservado y una hidalga tristeza frente una derrota.

Muchos años de esplendor están grabados en la memoria del pueblo chiquiano. Empuje y coraje a toda prueba, siempre respetando la integridad física del adversario, fue y sigue siendo el norte de las generaciones de tarapaqueños que se suceden desde los tiempos de los chimpunes con puente, los balones huancachos con paños cosidos a mano, blader de jebe y pichina ahorcada con tiento; las hurras de algarabía de las barras al son de las bandas de músicos y el grito ahogado de las tribunas cuando uno de los arcos entraba en pánico de gol.

Cuántos goles de chalaquita con raspada de espalda, de taco sin tiza, de puntazos sin piedad y de cabecita con gorra de lana incluida, están registrados en las retinas de propios y extraños; cuántas anécdotas frotan su historia con aroma a "Charcot", maletines y camarines al aire libre...
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Las fotos en blanco y negro donde los jugadores aparecen con gorritas, canilleras, musleras y suspensores hasta la barriga, dan cuenta de una época de oro del fútbol macho, que cada 27 de noviembre recordamos con cariño, día que por cosas que sólo ocurre en el Perú, no es feriado, aunque sea laborable, nos queda elevar una plegaria por los bravos soldados peruanos que se fajaron en Tarapacá y cantar fuerte el himno del equipo:

Tarapaqueño soy,
camisa verde
bien de adentro soy;
todos me quieren,
todos me odian
¡porque soy campeón!

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Con esta nota de gambetas, carretillas, tiros al travesaño, mas no de pies utilizados como bisturí ni taladro humano, rindo mi más cálido homenaje al MAESTRO ANATOLIO CALDERÓN PARDO, quien con coraje, pundonor y entusiasmo, dejó en alto el glorioso nombre del TARAPACÁ.


Tío ANATOLIO CALDERÓN PARDO. Que nuestro Señor de Conchuyacu, Santa Rosita y San Francisco de Asís, guíen sus pasos

A nombre de mi papá y mis hermanos,

Nalo

Maestro tarapaqueño Anatolio Calderón Pardo, en círculo

CHIQUIÁN - Foto: Jesús Bolarte Ramírez