martes, 12 de julio de 2011

LA VENGANZA DEL ZAPATERO - POR ARMANDO ALVARADO BALARERZO (NALO)

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LA VENGANZA DEL ZAPATERO

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

A las siete de la mañana de un fresco jueves de marzo de inicio de los sesentas, la manada de Tupucancha estaba de pie bajo un cielo azul que anunciaba un día sin aguacero.

Después de tomar desayuno emprendi viaje hacia al poblado de Conococha, acompañando a mi abuelita Catita.




Durante la travesía llamó mi atención una choza abandonada en un paraje muy acogedor, por lo que pregunté a mi abuelita a qué se debía este hecho. Ella me narró esta historia:


"Hace muchos años una bella mujer llamada Julia Dora habitaba la vivienda, que le servía de manada y también era punto de encuentro de los arrieros que atravesaban la puna con destino a la costa. Uno de ellos fue el joven Ricardo. Él se unió a la caravana, en vista que sus ganancias como zapatero no le alcanzaba para sobrevivir.


Entrada la noche de su primer viaje, Ricardo se detuvo con sus compañeros en la casa de Julia Dora, quedando prendado de su belleza. A las cinco de la madrugada la despedida fue de un amor a primera vista, ya a su retorno de la costa la convenció para convivir, y desde aquel entonces los días duscurrieron felíces, hasta que una tarde
Ricardo fue picado por un mosquito anopheles en el valle de Colquioc, contrayendo el paludismo, temida enfermedad que sin el adecuado tratamiento terminaba con la vida de los arrieros. Ante la fiebre y las tercianas que se incrementaban, sus amigos lo trasladaron a un hospital limeño donde empezó una larga convalecencia.



Mientras tanto para su conviviente los meses marchaban grises por la ausencia del ser amado. Así pasó un año, sola y sin pretendientes, pero un día de carnaval sucumbió ante el galanteo del fornido arriero Eduardo, y acordaron verse a las 9 de la noche.

Una hora antes de la cita, Julia Dora ya tenía preparado el aposento, y faltando pocos minutos para la hora pactada dejó la puerta sin seguro y esperó desnuda en penumbra...

A las 9 en punto ingresó el amante y tras toparse con su cuerpo ingresaron a una vorágine de gemidos placenteros, quedándose dormidos culminado el clímax.

A la medianoche despertó Eduardo, y en su deseo de continuar amándola, la besó con fuerza, mas sus labios no respondieron al llamado de la carne. Se paró rápido, encendió un palito de fósforos y para su sorpresa vio que por las nalgas de Julia Dora discurrían gruesos hilos de sangre. La volteó y quedó paralizado, al ver que una chaveta de zapatero, oculta en el viejo colchón de paja, había atravesado su espalda, dejándola fría."

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