lunes, 25 de julio de 2011

CAPULÍ EN LA FIESTA DEL PATRÓN SANTIAGO, EN LA TIERRA DE LOS CHUCOS - PROGRAMA EN LA CASA DEL MAESTRO DE LOS NIÑOS DANILO SÁNCHEZ GAMBOA

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CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA


Construcción y forja de la utopía andina


CAPULÍ EN LA FIESTA DEL PATRÓN SANTIAGO,

EN LA TIERRA DE LOS CHUCOS




PROGRAMA EN LA CASA DEL MAESTRO DE LOS NIÑOS

DANILO SÁNCHEZ GAMBOA

Calle de las Artes. Jr. César Vallejo.
Barrio Santa Mónica. Quillahirca

1. EXPOSICIÓN DE PINTURA Y FOTOGRAFÍA - Días 25 y 26 de julio, 2011

2. CONCIERTO “MÚSICA EN EL UMBRAL BAJO EL ALERO” - Día 25 de julio, 8 pm, 2011

3. “TAMBO DE CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA”, EN LA PLAZA DE ARMAS - Con las más recientes publicaciones y otros productos culturales

4. PRESENTACIÓN Y DISTRIBUCIÓN DEL TRÍPTICO DE CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA,
AUTORÍA DE CARLOS CASTILLO MENDOZA

MÚSICA EN EL UMBRAL BAJO EL ALERO

MEMORIA DE LA ORQUESTA “OLLANTA” DE DON DANILO, PRESENCIA DEL MÚSICO NACIONAL VÍCTOR MERINO Y DELEGACIÓN. SE INVITA A TODOS LOS CONJUNTOS QUE QUISIERAN PARTICIPAR EN ESTA VELADA DE ADHESIÓN ARTÍSTICA A NUESTRO PUEBLO

Durante esta jornada se hará entrega a todo estudiante de Educación Primaria –bastando mostrar su carnet o constancia de matrícula–, de un ejemplar del libro “El amor bondadoso, homenaje a Danilo Sánchez Gamboa”, obra que forma parte del Plan Lector que desarrolla Capulí, Vallejo y su Tierra. Pueden recoger estos libros, los maestros o el director de la IE, presentando el listado de sus alumnos. Teléfonos Capulí: 420-3343 y 420-3860. Celulares: 997-739-575 y 980- 485-425 - planlector@hotmail.com


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PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA



UNA MULTITUD EXTASIADA EN LA PUERTA


Por Danilo Sánchez Lihón

Se ven gentes admirando de las mieses el color;
y es sublime y admirable contemplar la creación
(Canción)

1. Sin angustias ni sobresaltos

Don Baldomero Vásquez, amigo de mi abuelo Desiderio, al ver salir a quien sería mi padre al patio de la casa, en donde se encontraba de visita conversando con mi abuelo, dirigiéndose al jovencito, le dijo:

– Felicitaciones, niño. Qué bien tocas la guitarra. Lo haces como el mejor de los artistas.

Eso expresó sin saber que esas palabras iban a provocar las más violentas tempestades y borrascas en el corazón de mi abuelo y de quien sería después mi padre.

Y, ¿por qué fue así? Porque le había prohibido terminantemente que siguiera practicando la guitarra. Fue en ocasión de haberlo encontrado un día pulsando ese instrumento, que no sabía quién lo había prestado.

Y quiso cortar de modo abrupto esta afición porque consideraba que no hay músico que no sea un borrachín, trasnochador y mujeriego. Y hasta un vago sin trabajo.

Que andan de fiesta en fiesta, de jarana en jarana, perdiendo todas las oportunidades de ser personas de bien, de llegar a ser profesionales, tener empleo seguro y criar a sus hijos bajo un buen ejemplo; sin angustias ni sobresaltos.


2. Tempestad de todos modos

Lo prohibió de manera tajante para evitar que su vida no se vuelva una desgracia.

Y una perdición para su familia. También un calvario para su mujer y sus hijos, cuando los tuviera algún día.

Por eso, al escuchar la felicitación de don Baldomero mi padre tembló de miedo y pavor. Pero, más que temerle a una reprimenda, o bien a ser expulsado de la casa, algo peor le estremecía: que la prohibición fuera tan drástica que nunca más volviera a pulsar una guitarra.

– ¿Así? –Dijo mi abuelo mascullando sus palabras y después de un buen rato, lo que era una pésima señal. No había dudas, estaba conteniéndose.

– ¡Ajá! –Dejó oír, con una voz que hizo voltear a su amigo a mirarlo, a ver qué calamidad le estaba sucediendo.

Al mirarlo recién comprendió el tremendo lío en el cual había puesto al chico.

Y la hondura en la cual había metido a mi propio abuelo, por la decisión que tenía que tomar a partir de ese momento y en ese instante.


3. Para salvar alguna vida

La tempestad de todos modos ya estaba desatada. Y aún, más nubes tenebrosas se apelotonaban en lo alto, revolviéndose agitadas en el cielo antes azulino y sobre los campos aún sembrados de flores.

Nunca mi abuelo imaginó un desacato de parte de ese hijo suyo, a quien consideraba un dechado de virtudes, juicioso, atinado, cauto en todo. Y ejemplo para sus hermanos.

De este hijo andaba orgulloso ante todos, por su seriedad y compostura. Y porque de todo salía airoso. A quien consideraba su sostén, garantía de su vejez. Y su lámpara encendida en el anochecer.

– ¡Bien! –Dijo después de un largo rato, en que ni su amigo osó intervenir ni siquiera con un gesto. Él también, don Baldomero, guardaba tenso silencio, sabiendo que sin querer había provocado que los destinos en ese minuto tengan que quebrarse y dividirse.

– ¡Bueno pues! –Se lo volvió a oír, costándole que las palabras salieran de su boca.

– ¡Vamos a ver! ¡Pero antes, quiero oírte tocar! –Fue la decisión inesperada.

Allí fue que el propio Baldomero avizoró una luz en el túnel, en ese paso intrincado. Un fósforo en esa noche entenebrecida.


4. Tampoco quiso afinarla

Y él mismo fue corriendo a traer una guitarra. Para ello miró en la calle todas las puertas y atinó ir a la que estaba entreabierta. Era la de don Juan Rojas, El Macarano.

Este al verlo y escuchar el pedido, supo que la guitarra no era para ser tocada, sino para salvar alguna vida humana que en ese instante estaba en peligro. Por esa razón, sin preguntar nada, fue corriendo, la descolgó y la entregó, tal como estaba.

Mientras, aquel que sería mi padre, tenía los ojos y los pies petrificados en el corredor, sin que su progenitor ni siquiera se digne esta vez mirarlo.

– Toca desde ahí, desde el umbral, bajo el alero. –Dijo.

Con eso trazaba una raya en el suelo, justo cuando mi padre quiso acercarse, buscar una silla y adoptar alguna posición cómoda que le permitiera manejarla con cierta comodidad.

Mi abuelo delineó las cosas así para no involucrarse. Y para que no le costara mucho la decisión que ya había decidido adoptar.

Tuvo que sentarse en la piedra del umbral de la puerta con la guitarra en sus brazos. De su parte, él por querer dejarse llevar por la fatalidad, tampoco quiso afinarla.


5. Un adiós irreparable

Bordoneó entre la quinta y sexta cuerda. Y la pulsó como él ya sabía hacerlo, que era haciendo temblar las cuerdas con la yemas de los dedos, oprimiéndolas en el diapasón con un movimiento de agonía, como yo no he visto a nadie hacerlo jamás. La pulsaba como si le apretara el corazón, como si le cortara la respiración.

Así hacía que la cuerda se retuerce y lastime en el alma, quedando aprisionada bajo la sangre viva de sus venas, de su pulso y de sus nervios, apenas balanceándose para bien morir bajo ese movimiento absoluto, ineluctable, letal; en donde ya no la guitarra sino la vida gime, grita y solloza.

Baldomero Vásquez se había quedado de pie en el patio, queriendo salvar de algún modo a ese adolescente que se había suicidado mucho antes con el desacato. Y él sin querer lo había ayudado a sepultarse.

Tocó mi padre primero “El indio llora”, resumiendo los siglos de dolor, expolio y aniquilamiento de una raza. Lo hizo como una despedida, como un adiós irreparable, porque sabía que la desobediencia a su padre era inexcusable.

Él había visto que por causas menores habían salido, expulsados para siempre de la casa, su hermano menor Baltasar, quien tuvo que emigrar a Trujillo. Sólo por hacer un gesto de enojo a sus dictámenes. Y otros hermanos por faltas infinitamente menores ya estaban lejos. En realidad nadie jamás había sido perdonado.


6. En la misma casa

A continuación tocó “Vírgenes del Sol”, y lo hizo sublimando todo lo sufrido, elevando el alma al infinito en una suerte de alivio y paz, queriendo perdonarlo todo.

Y después, tocando y cantando con voz quebrada interpretó: “Llora, llora corazón”.

Mi abuelo que estaba en la sombra no pudo disimular sus lágrimas. Sacó su pañuelo y avanzó a abrazar a su hijo. Y lo hizo apoyándolo en su hombro largo rato.

Estaba arrepentido de la decisión, que ya había tomado de antemano, quizá hacía ya muchos años. Y como si ahora lo recibiera de regreso a casa.

Mi padre después de aquel suceso quedó libre para ser músico. Nunca lo vi tomar un vaso de licor ni de cerveza. Integró como el más joven de sus miembros, el plantel del Orfeón Leandro Albiña, siendo el más tierno de sus integrantes.

Después fundó su propia orquesta de cuerdas a la que puso por nombre “Ollanta” porque se prendó de Cusi Coyllur y él era el protagonista de aquella gesta incaica.

Hoy día esa orquesta ensaya en la sala, en la misma casa donde don Danilo protagonizó la historia que he contado. En el umbral y bajo el alero desde donde estuvo a punto de ser expatriado de esta tierra que él jamás dejó.


7. Lágrimas de amor

Para eso, hoy a las siete de la noche empiezan a llegar los integrantes, extrayendo sus guitarras y mandolinas de debajo de sus ponchos, como si allí trajesen aprisionadas una golondrina, o un picaflor, o un canario.

Al punto, los intérpretes se dedican, en un breve barullo, a afinar sus instrumentos; y a seguir uno que otro compás. La primera pieza con que ya de veras la orquesta arranca a tocar es siempre un ritmo de pasodoble. Mi padre alza el brazo y empiezan:

Como el rocío matinal
de lindas perlas el jardín
brillando están en el rosal,
en los claveles y el jazmín.

Hacia adentro de la casa nos apuramos en ayudar a mamá a dejar bien arreglada la cocina, pues ya hemos invitado a mi abuela y a mis tías a escuchar el ensayo desde la habitación contigua a la sala:

Millares hay en cada flor
y en todas ellas tiritando están
son gotas de agua tan cristalinas
como si fueran lágrimas de amor.

Sentados hacia adentro en el escalón, viendo cómo la sala se llena de personas, sentimos que todo esto nos llena de alegría, por la dicha y el contento de preparar café y servirnos dentro de un momento “tajadas”, bizcochos y pasteles.


8. Rostros arrobados

Para quienes entonces todavía somos niños, también significa corretear libres con primos y primas por los patios, los corredores y las escaleras.

Y llegar hasta la calle oscurecida, solo iluminada con nuestras voces y nuestros juegos, escuchando de lejos los acordes que impregnan el alma con sus trinos.

Así, mientras el ensayo avanza la gente que pasa por la calle se va quedando, arrimada una a la otra, escuchando en la puerta de entrada de nuestra casa. Y luego, empujón tras otro suave empujón van ganando un espacio en el amplio ruedo.

Al principio miran y oyen de pie en la vereda, sean adultos emponchados o niños encogidos por el frío. Pero poco a poco se van arrimando al umbral. Y luego, disimuladamente, dan un paso más adentro y otro paso más. Y ya hay una multitud colmando la sala.

Los de adelante se sientan en el suelo. Los de atrás se apretujan, enderezándose hacia lo alto.

En silencio y con los rostros arrobados encuentran así el camino de sus propios atajos:

La orquesta, repentinamente afinada, como si todos se hubieran puesto de acuerdo con la mente y con el alma integrada, mirándose entre sí, como si hubiera un acuerdo unánime que data de hace miles de años y roza con las estrellas hacia el infinito, arrancan a tocar:


9. Tú que cobijas

Cielo serrano como te añoro
como recuerdo tu limpio tul
me siento lejos, muy lejos
y extraño triste tu claro azul.

Cielo serrano, testigo humano
de mis ensueños, de mi niñez
volver quisiera a contemplarte
sereno, humilde, sin altivez.

Allí está esa masa compacta, de ponchos que rodean la sala, arrebujados unos con otros, haciendo ya un racimo indiviso e indestructible. Y la canción que continúa, que se desgrana y se eleva:

Tú que eres bello, tú que eres bueno
porque no sabes de distinción
como consientes bajo tus plantas
que la injusticia siembre el dolor.

Tú que cobijas bajo tu manto
al pobre humilde y al gran señor
por qué es que dejas indiferente
que el vil explote al trabajador.

Los perfiles, las miradas transparentes, los sombreros encogidos en las manos, Allí están esos rostros ilusos, perdidos. Y esa capacidad para escuchar horas y horas. Todos sumidos en un silencio arrobado.


10. Insondable inmensidad

Cielo serrano como te añoro
como recuerdo tu limpio tul
me siento lejos, muy lejos
y extraño triste tu claro azul.

Porqué no lanzas contra el cobarde
que explota al indio, tu maldición
y con tu rayo terminas todo
vicio, riqueza y explotación.

Cielo serrano, sereno, claro
mudo testigo de eternidad
hay quien pudiera, llegar al fondo
de su insondable inmensidad.

Y después, en silencio y con los rostros absortos encuentran el camino de sus propias añoranzas:

Lejano estoy de un gran amor
del cual fui dueño,
lejano estoy ¡oh corazón!
por qué me apenas.

Lejano estoy, pero de lejos
te querré
a cada paso te veré
como la luz de mi existir.


11. Lejano amor

He de volver
a esos lares tan queridos
donde mi amor puro y santo
te ofrecí.

Lejano amor
tú eres mi bien, mi adoración...

Los ensayos son para participar en alguna velación, en algún matrimonio, un cumpleaños o un santo.

Pero, en otras ocasiones son para alguna actuación cultural, organizada por algún centro educativo o alguna institución tutelar, de las que hay varias en mi tierra.

Entonces vienen conjuntos de niñas o niños que van a hacer de vocalistas, Y el coro de muchachos y muchachas.

O bien, en otros casos, parejas o conjuntos de danzantes, para lo cual el grupo de los que observan hechizados tiene que mirar desde afuera de la puerta, haciéndose un racimo de rostros extasiados en la penumbra de la calle.

Para estos y los otros eventos se tienen que ensayar en días continuos.


12. La tierra mía

Ya en medio de la fiesta mi padre incluye una canción titulada “Embrujo”, que es la única que él baila. Para eso avanza por la sala y tiende el brazo a la pareja que él ha mirado toda la noche.

Entonces la orquesta se acomoda a tocar para su director aquella letra que dice:

No sé qué encanto posee
la tierra mía,
será tal vez el embrujo
de sus mujeres,
o acaso las dulces notas
de sus canciones,
que toda América canta con alegría.

De mi guitarra brotan
notas que cantan,
penas que muchas veces
nos da el amor
son como golondrinas
que al aire vuelan,
huyendo despavoridas
del cruel dolor.

Pero cuando se reciben a los homenajeados de algún banquete, o a los padrinos que entran en comitiva después de haber bautizado al niño en la iglesia, o a los compadres que van a “levantar el niño” después de la fiesta de Navidad, o a la pareja de desposados si es fiesta de matrimonio, son las notas de:


13. Y haciendo así

Como el rocío matinal
de lindas perlas el jardín
brillando están en el rosal,
en los claveles y el jazmín.

Mientras, las mujeres se agitan en la cocina sirviendo los tamales, el chanchito al horno, las empanadas, las roscas blanqueadas.

En tanto, la canción adquiere un ritmo picado a fin de que las parejas avancen con pasos largos y luego den medias vueltas en la sala de piso entablado y crujiente, para esa ocasión untado de kerosene, contorneándose a los sones de:

Millares hay en cada flor
y en todas ellas tiritando están
son gotas de agua tan cristalinas
como si fueran lágrimas de amor.

Recién a esa hora empiezan a quemarse los cohetes en el empedrado del patio de las casas, cuyas chispas brincotean a los rostros ilusos, haciendo retumbar los muebles, sacudiendo las puertas añosas e iluminando las paredes vetustas.

Y haciendo así que los corazones queden embrujados para siempre en estos rincones espejeantes, bajo este cielo, con estas piedras.


Epílogo:

Mi padre así como guitarra tocó la mandolina y el violín.

Lo hizo incluso en las misas solemnes de la iglesia.

Y de continuo en la casa, cuando ensayaba a solas.

Cuando la gente que pasa por la calle lo escucha, refiere que se asoma a mirar.

Y en las leyendas que se tejen acerca de él, describen que al pasar ven que el violín se toca solo.

Porque a él lo ven, así relatan, con los ojos cerrados y profundamente dormido.

Pensando seguramente en lo que le dijo mi abuelo aquella vez en que se jugó entero su destino:

– ¡Toca ahí, en el umbral, bajo el alero!

Por eso, a estas actividades de revivir la orquesta Ollanta” en la sala de la casa, y que dirigió mi padre, la llamamos de ese modo:

“Música
en el umbral,
bajo el alero”.


Texto que puede ser reproducido
citando autor y fuente

Teléfonos:

420-3343 y 420-3860


Obras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar a:

Editorial San Marcos: ventas@editorialsanmarcos.com
Editorial Bruño, Perú: ventas@brunoeditorial.com.pe
Instituto del Libro y la Lectura: inlecperu@hotmail.com


ALEROS Y BALCONES DE SANTIAGO DE CHUCO

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Fotografías: Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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