domingo, 6 de marzo de 2011

MI PRIMERA BIBLIOTECA - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO) - SALUDO DE CUMPLEAÑOS

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MI PRIMERA BIBLIOTECA
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Están frente a mis ojos los libros que me han obsequiado por mi santo. Hace cuatro meses mi mamá acudió al llamado del Señor, y estas siete obras de los autores peruanos: César Vallejo, Alberto Carrillo, Abraham Valdelomar, José María Arguedas, Vidal Alvarado, Juan Ramón Ribeyro y José Portugal, ayudarán a mitigar el dolor lejos de la Patria. Con las 7 obras y 15 libros más, entre ellos, 4 de escritores ancashinos, que he traído de Lima, iniciaré la construcción de una biblioteca en los feudos del “Tío SAM”, para que a mi retorno al Perú, mis hijas me recuerden leyendo y escribiendo…
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Son las 8 de la mañana y viene a mi mente la imagen de mi primera biblioteca, y con los apuntes de mis viejos cuadernos “Minerva”, escribiré en Lima sobre ella.
Nashville, 15 JUN 2002
(Pág. 768 - DIARIO DE UN TINYACO)
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Hace dos meses (ENE 2004) estuve en “La Huacachina” con mi pequeña Angie en brazos, y sentí nostalgia viéndola solitaria y descuidada. Unas décadas atrás era un hermoso oasis muy visitado por turistas nacionales y extranjeros, ahora languidece, las palmeras y acacias tienen las hojas cubiertas de polvo. Los mercachifles dormitan junto a sus baratijas y ungüentos de culebra para la reuma.

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Las casas que la circundan están abandonadas a su suerte, con sus paredes salitrosas a punto de desmoronarse. Hay dos restaurantes poco atractivos y diez botes a pedal de diferentes colores que desentonan el paisaje natural. Cinco beodos sueñan y roncan espantando a las moscas. Uno que otro taxista camina amodorrado por el fuerte calor.

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Cuando pregunté a los taxistas iqueños por la situación de la laguna, las respuestas fueron las mismas, hasta parecían calcos: todos guardaron silencio.
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El 15 de enero último visité Ica para acompañar a mi amigo Luis Abad Guzmán a donar libros a una escuela primaria de San Andrés. Él es ingeniero y trabaja las tierras iqueñas desde hace 15 años.
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Esta visita quedará latiendo en mi memoria, pues andar más de dos horas entre la orilla del mar y una hilera de casitas rústicas de paredes de barro y caña, con techos livianos de un pueblito de hombres de mar, fue una grata experiencia de vida.
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La paz en San Andrés es indescifrable. Caminar escuchando el arrullo del vaivén de las olas y oteando pequeños botes con sus remos cual manos curtidas reposando de la dura pesca artesanal, es colmar de embeleso el alma.
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Contemplar a decenas de bronceados pescadores de pantalones cortos, anudando con sus dedos el lino de su red, es un mágico paseo turístico, sobre todo para un visitante criado en ambientes andinos de fisonomía diferente.

Me deleité también con la fila de palmeras que vigilan la zona, cual centinelas moviendo sus ramas al compás de la brisa, y cientos de gaviotas cantando a gritos cada vez que se zambullen por un preciado bocado.
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Al mediodía saboreamos con Luis, pejerreyes arrebozados sobre mesitas cubiertas con hules azules y rojos brillantes.
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Es decir, todo hermoso y tranquilo, hasta que por fin llegamos a la escuelita, que de solamente mirarla me dio la impresión de estar viendo mi querido 378 de Chiquián. Coincidentemente, ambas son de estructura humilde: pisos de tierra regados con sudor de estudiante y ventanas con marcos de adobe y sin cristales que amparen del frío.
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Mientras Luis entregaba los libros, remonté con el pensamiento los umbrales del tiempo hasta mi época escolar en Chiquián: vi a mi mamá Jesús acompañándome al 378. Escuché su voz:  ¿hiciste la tarea?, ¿cuándo es el paso oral?, ¿estudiaste lo suficiente”, seguido de: ¡tienes que portarte bien!, ¡que la escuela pase por ti y no que pases por la vereda solamente!... Hermosos recuerdos y gratas enseñanzas maternales, que hoy intento trasmitir a los niños.
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También me vi parado en el patio de tierra del 378, festoneado de eucaliptos. Del fondo del tiempo vino la voz acompasada del maestro Eleodoro Gamarra Salinas preguntando a los alumnos del 5º Grado: “Si tienen una bolsa con 78 bolas rojas, 49 bolas negras y 13 bolas verdes ¿cuánto es el mínimo de bolas que deben sacar para estar seguros de que han sacado 3 bolas de diferentes colores?”.
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En el aula (Transición) del maestro Eduardo Aldave Reyes, cantan en voz alta: “dos y dos son cuatro, cuatro y dos son seis, seis y dos son ocho, ocho y ocho son dieciséis”. En el salón del amauta Pedro Gutiérrez trinan los pichuichancas, seguramente el “profe” ha ido a tomarse un saludable “calientito” donde Rucu Feliciano.
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Después, silencio total. Luego un griterío general, ruido de carpetas, los maestros gritan: "¡en columna formarse!, ¡descanso!, ¡atención!, ¡saque pecho alumno!, ¡nadie se mueva!", una breve recomendación de nuestro director Fabián Cano Osorio... y "¡paso de desfile, marchen!: “378 de Chiquián marcha con altivez, llevando siempre el compás uno, dos y tres”....
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Asimismo pasó por mi mente el examen final del 5º de Primaria. Fue oral, recuerdo, bajo la mirada señera de nuestro maestro de aula Juan Aldave Oyola. El jurado estaba conformado por el Supervisor Educativo Marcos Lemus Rivas, un caballero a carta cabal, de ojos almendrados, diente de oro, cabello lacio bien peinado y siempre pulcro en el vestir. Ese día don Marcos estaba con terno gris, corbata azul, camisa blanca y una chompa color mango. El otro integrante fue el director Fabián Cano, con camisa azul y chompa turquesa, de cabello ondulado color plata y su mirada generosa de “Abraham en el desierto”. Y finalmente, el más implacable de todos, mi tío, el maestro Germán Romero Yábar, con su prominente barriga y su rostro de Miguel Grau Seminario.
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Nos llamaron al cadalso de uno en uno. Cuánta solemnidad, respeto y misterio a la vez. Fui el tercero de la lista, en orden alfabético. Al ingresar al aula con pasos trémulos, vi al jurado de impecable terno, "qué abuso, 4 contra 1", pensé. El señor Lemus me preguntó sobre los distritos de la provincia de Bolognesi, en tanto mi profesor me calmaba: “tranquilo Nalito, no hay apuro, tómate unos tragos, perdón, tómate tu tiempo”.
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Después de unos segundos respondí llevando la cuenta con los dedos, y pude percibir la alegría que sentían mi profesor y el director, cada vez que pronunciaba el nombre de un distrito: “Abelardo Pardo Lezameta, Acas, Aco de Carhuapampa, Aquia, Cajacay, Cajamarquilla, Canis, Chiquian, Cochas, Colquioc, Congas, Huasta, Huayllacallán, Llipa, Mangas, Ocros, Pacllón, San Cristóbal de Raján, San Miguel de Corpanqui, San Pedro de Copa, Santiago de Chilcas y Ticllos". Pueblos, que en su mayoría, visitaría con los años en las excursiones escolares.
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Luego de unas venias y sonrisas, el maestro Germán Romero prosiguió, muy serio: “Si un hombre hace un agujero en una hora y doce hombres hacen 24 agujeros en dos horas, ¿cuánto tardará un hombre en hacer medio agujero?”... Los segundos que pensé me parecieron eternos, y respondí: “el medio agujero no existe”. Después de mi “filosófica” respuesta, el silencio fue total. Los miembros del jurado se miraban, mi maestro Juan secaba una y otra vez su frente con su pañuelo blanco sin dejar de mirarme con aflicción.
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Cuando iban a dar por concluida mi participación, el señor Lemus, dijo: “Creo que el niño Alvarado tiene razón, pues, que yo sepa, no hay medio agujero, sino, haber Germán, pínchate con una hualanca y mira si te ha hecho un agujero o medio agujero", y se rieron los cuatro... pero a los pocos segundos el maestro Romero insistió, poniéndome más tenso de lo que estaba: “Todavía no estoy convencido, que quede pendiente la respuesta hasta que averigüe con Uchcu Pedro", y volvieron a reírse... Luego el señor Lemus se paró, apretó mi manito y dijo: “dale mis saludos a tu abuelita Victoria”... culminando así los 15 minutos de tormento.
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Al salir del salón mis compañeros me acorralaron y “Cholito Corazón” me preguntó: “¿oye shay, respondiste bien?; si no es así, dicen que van a dar otra oportunidad”, luego intervino Wily: “¿no ves que se lo han jalado, que hasta mudo se ha quedado?”, finalmente Anchita, habló: “no le hagas caso, mejor cómete este pan con azúcar”.
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Después de cuatro horas de suspenso ingresamos al aula y nuestro profesor anunció que todos estábamos aprobados. Wily desde su carpeta volvió a la carga: “en el Coronel Bolognesi no te vas a salvar por más que sea la casa de tu abuelita ”... sonreí, y de los nervios salí corriendo a regar con urea el viejo rayán de doña Pancha Vicuña.
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Antes de retornar a casa, el maestro Aldave me preguntó: ¿y de dónde sacaste eso de que medio agujero no existe?, nos has dejado preocupados”... la respuesta fue: “de tanto jugar ñoco profesor”, y fui a celebrar el ascenso a la Secundaria, con un caramelo de licor y otro de menta.
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Volviendo al tema de la donación de libros…
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En eso salió Luis, despertándome de mi sueño chiquiano y me invitó a conocer la biblioteca de la escuela, donde había una enorme pila de libros. Cuando le pregunté por la cantidad de obras que había en el lugar, me dijo: “En la semana de la escuela los ingenieros que trabajamos en la zona traemos libros como una manera de agradecer al pueblo por su calidez”. Entonces pensé: “y ¿por qué no hacemos lo mismo los chiquianos? , sería bueno iniciar una cruzada”.
.Revisando los libros de la escuela de San Andrés, llamó mi atención la existencia de textos universitarios.... al preguntarle a Luis, me contestó: “acá todo vale, nada se deshecha y pueden venir a leer los habitantes del pueblo”... sólo me restó decirle emocionado: “los donantes son dignos herederos de Valdelomar, lástima que se fue a los 31 años de edad, sino las maravillas que hubira hecho, no sólo por Ica, su ciudad natal, sino también por la literatura peruana y mundial”. El profesor encargado de la recepción de libros, al escuchar mis palabras, dijo: “el 16 de abril celebramos su natalicio, no así el día en que murió, que fue el 3 de noviembre de 1919 en Ayacucho, porque es una fecha muy dolorosa”.... "¡Si claro, entiendo, fue en un viaje al interior haciendo su labor como diputado!, le dije". “Veo que conoce sobre este acontecimiento”, subrayó. “Por su puesto maestro, la oscuridad le jugó una mala pasada, cayendo a un montículo de piedras que le fracturó la espina dorsal, falleciendo a los 3 días, después de una penosa agonía. Se sabe que llamó a su mamá Carolina en su delirio".
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En esas circunstancias pensé en el último suspiro del vate, que seguro fue tan largo como el del “Caballero Carmelo”, porque pasaron por su mente imágenes muy queridas del Caucato, de su papá Antiloquio y de sus hermanos: Roberto, Antiloquio, Ana, José, Jesús, Héctor y María, bajo el aleteo de Tristitia: “Mi infancia que fue dulce, serena, triste y sola se deslizó en la paz de una aldea lejana, entre el manso rumor con que muere una ola y el tañer doloroso de una vieja campana…”

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“Sé además maestro, que Abraham Valdelomar escribió el nombre de mi tierra chiquiana en una letrilla con ocasión del levantamiento del prefecto de Ancash, contra el gobierno provisorio de Benavides”, agregué emocionado. Él, muy reconfortado me entregó la tercera parte de la carta en prosa que Valdelomar le escribió al poeta Alberto Hidalgo, carta que fuera publicada en el centenario del nacimiento del escritor en 1988, por el maestro e historiador apurimeño Rubén Chauca Arriarán, en su libro: “Abraham Valdelomar – Vida y Obra”.
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La letrilla de la pluma de Valdelomar, fue difundida en la Sección “Palabras” del diario “La Prensa” del 20 de agosto de 1915, integrando el artículo “LOS DOS PROVISORIOS”. Al pie de la misma, el fragmento de la carta en prosa escrita por Valdelomar a su amigo Alberto Hidalgo:
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“El de Huaraz”
.El connotado y notorio
Perentorio
Transitorio
Provisorio
De Huaraz,
al golpe de una yegua
que, sin tregua
legua a legua
va tragándose al azar
ha pasado
-¡desdichado!-
por las puertas de Chiquián
Casi mustio por el dolo
casi solo,
con un cholo
que le sigue por detrás
va fugando en marcha dura
Triste y muda
Sin ayuda
de alma alguna de esta viuda
(que una viuda de Huaraz)
que mohíno
repentino
ha tenido que emprender,
sin tener otras ventajas
que las bajas
y las bajas de las cajas
que ha podido sorprender…
Va impalpable, como un duende…
(ya se entiende
si Ferreccio lo sorprende
lo que ocurre a la sazón),
va viajando,
Galopando
reventando,
caminito de Monzón…
Desde allí quizá genial
toma rumbo hasta el Brasil;
desde allí quizá… quizá,
sabe Dios dónde irá…
Pero doquier que vaya
(si antes no le pone a raya
la fuerza que va tras él),
tras su campaña brillante,
más la viuda acompañante,
y el dinero resonante,
hará un sonante papel…
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Carta al poeta Alberto Hidalgo

“Hermano: estoy enfermo de vida solitaria;
solo, entre tanta gente de idealidad precaria,
Intermitente espíritu y alma universitaria.

Yo me siento morir entre esta hora vana;
mi talento es para ellos como una flor malsana,
los que ahora me condenan,
me aplaudirán mañana…

Yo les he dado todo: el verso cincelado,
la noble prosa fuerte, el comentario alado.
tal hizo Prometeo. ¡Y estoy encadenado!

Alberto, nadie puede comprender lo sutil
de mi alma cristalina, abnegada, infantil:
yo he nacido en el campo y he nacido en abril.

Nadie ha de comprender con qué emoción secreta
las más puras bellezas mi espíritu interpreta,
tú lo comprendes porque tú eres poeta.

Los versos que tu fina lírica copa escancia
han dejado en mi alma la exquisita fragancia
de un perfume de abril y un recuerdo de infancia.

La cabalgata heroica de tus versos se extienda
por el campo en botón. En mi lírica tienda
encontrarás cobija, después de la contienda.

Triunfarás porque llevas una estrella en la frente,
porque lleva el cinto el acero pendiente,
porque sabes cantar lo que tu alma siente.

Desdeña toda loa. Toda lección desdeña.
¡Vive, canta, medita! Tu noble verso sueña;
sólo enseña el Dolor. Lo demás nada enseña.

El Dolor –viejo amigo ¡- el dolor –camarada!
él dejará tu frente febril, amplia y surcada;
mas te dará su invicta, fuerte y mágica espada.

Te asaltará la envidia, cruel y traidoramente.
El coro de hosannas sentirás, de repente
el trágico y rastrero silbar de la serpiente.

Audaz, sombría y trágica, tenebrosa e inquieta,
la envidia te persigue, te busca, te asaeta
y sin embargo un día te corona poeta.

Entrega toda tu alma a la pasión más fuerte;
derrocha tu salud; tu ingenuidad convierte
en un hondo placer, porque vendrá la Muerte...

Vendrá la Muerte un día con su hoz enarcada,
te tenderá los brazos al final de la jornada
y es necesario, Alberto que no se lleve nada…

Placer, vino, mujeres; goza tu juventud;
corona de racimos báquicos tu laúd,
porque abierto y sombrío nos mira el ataúd.

Sostén que sólo es bueno lo grato. Desiste
de la Moral que deja nuestro espíritu triste.
¡De placer sólo se viste lo que existe!.

Ala lírica hermana: a través del camino,
bajo la noche azul, serena y constelada,
cuando los dos hayamos derrotado al Destino
¡el bronce premiará nuestra heroica jornada!.

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Mientras ojeaba los libros y conversaba con el maestro sobre el legado literario de Valdelomar, Vallejo y Arguedas, quienes con el señorío de sus plumas provincianas doblegaron la vanidad limeña en sus respectivas épocas, mi amigo Luis charlaba con sus amigos, y ¡OH SORPRESA!, vi en la página 284 de un libro de Biología para el Cuarto de Secundaria, la fotografía a todo color de Chiquián, sólo que al leer la leyenda me quedé helado como el Yerupajá, pues decía: “La ciudad de Huaraz en el Callejón de Huaylas. Al fondo nevados de la Cordillera Blanca, pertenecientes al Parque Nacional Huascarán, que es una zona de conservación y protección integral”.

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Cuando hice saber al maestro sobre el hallazgo, me obsequió el libro, con cargo de enviarle una obra ancashina. Tiempo después cumplí el ofrecimiento con dos libros del historiador Filomeno Zubieta Núñez (POR LA RUTA DEL HUAYHUASH: Los recursos turísticos de la Provincia de Bolognesi - 2003, y CUSPON: Comunidad e Identidad - 2003) y uno del escritor Alberto Carrillo Ramírez (LUIS PARDO: El Gran Bandido - 1967).

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Durante mi estadía en la biblioteca de la escuelita de San Andrés, recordé el motivo que me impulsó a construir mi primera biblioteca en Chiquián a mediados de la década del 60: cierto día en casa de mi mamá Eni, hermana de mi mamá Jesús, le pregunté a mi primo Pablín, si tenía libros de Educación Cívica. Sí tengo, me dijo, y me llevó al altillo donde en un aparador habían acondicionado una biblioteca. Esta tenía como cortina, la tela de “castilla” que mi tío Pablo utilizó sobre el caballo cuando fue abanderado de la capitanía de mi papá, en la fiesta de Santa Rosa (1955). Mi primo jaló un cordón y aparecieron ante mi vista dos filas de libros y cuadernos, todos etiquetados y forrados con papel cometa de color blanco.

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Él, orgulloso de su biblioteca me dio un índice en orden alfabético, haciéndome la advertencia: “revisa todo lo que quieras primo y ponlos en su mismo lugar ¡ah!, y cuando pases de página no mojes tus deditos”. Ya en casa pinté de blanco varias cajas de madera que mi papá tenía en un depósito, y uniéndolas hice mi propia biblioteca.
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También recordé que cierta vez le mostré a Pablín una matraca de madera que mi abuelita Catita me regaló en Navidad. Pablín lo quedó mirando unos minutos y me lo devolvió. Al día siguiente apareció con una matraca más grande y me entregó diciéndome: “esto es para Felipón, dile que lo he hecho con mucho cariño”.
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Un día, cuando estaba con Pablín junto a su biblioteca, llegó su papá Pablo, me abrazó y acariciándole el cabello, me dijo: “que te parece mi cabeza de acero, sé que será alguien en la vida”, y mi tío no se equivocó, pues hoy Pablín es uno de los principales ingenieros electrónicos de la Telefónica, Nancy su hermana menor también es ingeniero y tiene un próspero negocio de bombas hidroneumáticas, ambos son de la UNI y la mayor, Durid Berenice, es médico cirujano; es decir, unos buenos frutos de una humilde maestra rural y de un criandero de ganado lanar en la manada de Sapahuaín, cercana a la laguna de Conococha. Mis tíos, Pablito y Eni, me enseñaron de niño a querer y respetar a la Madre Naturaleza, y fueron, junto a mis padres Armando y Jesús, y mis abuelitas Catita y Victoria, los seres humanos que me guiaron desde pequeño por los fecundos caminos de la narrativa campesina.
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Saliendo de la escuelita de San Andrés, continuamos visitando con Luis, los míticos lugares donde Abraham Valdelomar creo al inmortal “Caballero Carmelo”, mientras la brisa de la tarde enfriaba nuestra piel embriagada de sol y bendecida por la humedad salina del mar de Pisco, donde el destino tejió con algas y corales la cuna de la Patria…
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Desembarco de San Martín en Pisco.
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Lima - 15 de marzo del 2004

PD:

Han pasado 7 años desde aquella visita a la laguna "La Huacachina". Hoy, a diferencia de aquel entonces, fresca brisa acaricia a los visitantes. Todo ha sido remozado y luce el esplendor que nunca debió perder. En unos días compartiré imágenes de la bella laguna, de Ica, Pisco, Chincha y Santa María del Mar.
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Primo Pablín Calderón Yabar, amigos Ofo Núñez Aranda, Nel Colchado Vidal, Rubén Calixto Palacios Candia y César Perfecto Calderón Gálvez. Mañana apagan velitas Felícitas Aquelina Martel Díaz, José Tomás Maturana Espejo, Lucho Béjar Garcia y Edgar Peralta Lino. Que Dios los bendiga hoy y siempre para felicidad de la familia chiquiana.
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Nalo, a nombre de la familia Alvarado Balarezo

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Chiquián - PERÚ

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