jueves, 23 de diciembre de 2010

RELATO NAVIDEÑO: MI AMIGO VILKA - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)

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MI AMIGO VILKA
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Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

Cuando desperté el viernes 23 de diciembre de 1960, las estrellas parpadeaban en el cielo. Un profundo silencio cuajaba la Puna.
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Mientras alistaba mi equipaje, los corrales de la manada de Tupucancha iban perdiendo lentamente sus contornos en la tenue claridad de la aurora.
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A diez para las seis de la mañana todo estaba preparado para viajar a Chiquián por Navidad. Al poco rato apareció por el cerro colindante mi abuelita, reflejando en su rostro honda tristeza. Había salido de madrugada a buscar a 'Laura', una borrega preñada, muy querida por ella, que en la tarde anterior se perdió en la neblina.

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Charlamos un rato y postergamos el viaje para el día siguiente; entonces llamé a 'Vilka', uno de los perros ovejeros, y tomamos la posta de búsqueda.
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A las 06:30 sorteamos el bosque de piedras de Shajsha, donde las aves entumecidas por la escarcha, dormían acurrucadas en las cornisas morenas.

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Empezó a aclarar. Las cumbres de granito brillaban con los primeros rayos del sol; de pronto una vizcacha chilló en la cima del roquedal llamando mi atención, y pensando que muy cerca andaba Laura, emprendimos el ascenso.
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Al coronar una cúspide rocosa me sentí fatigado y tuve que sentarme a descansar; mientras Vilka seguía subiendo jadeante el desfiladero. Un sudor frío bañaba mi frente.
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Después de unos minutos reinicié el ascenso, levanté la mirada y no vi por ningún lado a Vilka. Lo llamé varias veces. Al no escuchar sus ladridos descendí bordeando el roquedal.
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Los minutos pasaban rápido sin señales de Vilka. Preocupado trepé una mole de piedra desde donde podía dominar la parte norte del bosque de rocas. Para mi asombro allí estaban Vilka y Laura, frente a frente, suspendidos en el enorme peñasco vertical que besaba el cielo. Ninguno de los dos podía avanzar, ni retroceder, menos dar media vuelta en la estrecha senda; un traspié, y 50 metros abajo la muerte era la única salida.

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Cuando menos lo esperaba Vilka se echó al piso, estirándose lo más que pudo. Laura descendio pisando su cuerpo. Vilka se paró y caminó hasta un recodo donde dio vuelta, y también descendió. Finalmente los abracé y emprendimos el retorno a casa.
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Durante el trayecto, con el viento flagelando mi poncho me pregunté: ¿cuántos humanos seguimos las enseñanzas de solidaridad y tolerancia de los que llamamos animales irracionales?, sólo el eco me contestó una y otra vez hasta perderse en el infinito... Al día siguiente, antes de rayar el alba, fui a despedirme de Laura y la hallé convertida en mamá de un lindo corderito...

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Desde su puesto de vigilancia Vilka cuidaba el rebaño, sin advertir que en unos minutos más, nos despediríamos hasta el próximo año...

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PAMPA DE LAMPAS
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Cuentos y fábulas de mesetas frías,
con tambores de paz, no de guerra,
sin armas letales, ni nefastas teorías;
sino con enseñanzas que da la Sierra.
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Son los abuelos los que dan cálido abrigo,
con sus relatos telúricos de dulce trigo,
marcando con sus huellas el camino,
que iluminan el andar campesino.
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Por eso así como el arroyo hermano,
acompaña día y noche al caminante,
dándole a su cansancio una mano
y el agua para su sed errante.
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Así también en la puna peruana,
se cosechan lecciones de vida,
que siembra la Naturaleza:
en el alma y la cabeza.
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Nalo Alvarado Balarezo 15651

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